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Zoofilia Hombre

mis inicios en la zoofilia

un joven yo de 14 años empieza a explorar el mundo de la zoofilia.

Me presento, mi nombre es José Luis, un joven de 18 años, 1.81 de altura, de tez color parecida a la canela y contextura grande, con un poco de sobrepeso, pero con una fascinación clara desde muy joven por la zoofilia y el sexo con animales (aclaro, soy heterosexual, pero con los animales no me podría importar menos qué tienen entre las piernas).

Desde muy joven, como cualquier niño que recién entra en la adolescencia, veía mucho porno, siempre en una página de cómics sexuales, por lo cual podía encontrar de todo por ahí, cosas como NTR, orgías, etc. Pero una vez vi un cómic que tenía una portada muy llamativa: un personaje que no conocía, pero abrazada a un caballo. Por curiosidad, lo vi, y como a muchos seguramente, me pareció un poco asqueroso e irreal al inicio. No podía creer que una mujer pudiera tener sexo con un caballo, pero al ver la gran verga equina, la brutalidad con la que trataba a la mujer, y cómo ella gozaba de lo que el caballo hacía, rápidamente me empecé a masturbar, llegando rápidamente a un delicioso orgasmo, botando más leche de la que usualmente tiraba a esa edad.

Después de ahí, todo fue un efecto dominó. Empecé a buscar videos con mujeres y animales reales, no solo con caballos, sino también perros, serpientes, cerdos, etc. Pero siempre me llamó más la atención los videos en que un perro lamía el pene de un hombre, provocándome deseos de intentarlo y comprobar si se sentía tan bien como imaginaba. Ese momento llegó tan perfecto, como inesperado. Debido a ciertos problemas, mis padres tenían que viajar, y me dejaron con mi abuela durante el fin de semana en el que no iban a estar. Fue todo muy rápido, tanto que no se me había cruzado para nada por la cabeza intentar algo con Princesa, una perra criolla de mi abuela, de no más de 2 años, con quien, aunque me llevaba muy bien y jugaba con ella siempre que podía, nunca me había atrevido a intentar nada debido al miedo a ser descubierto. O bueno, nada hasta esa noche.

Al principio, fue todo normal. Me la pasé un muy buen rato jugando con ella, hasta llegada la noche, cuando mi abuela la dejó afuera, en el patio de atrás de su casa. Ella se fue a dormir temprano y yo rápidamente me calenté, estaba solo en la habitación que ella había acomodado para mí. A eso de las 10 de la noche, me dieron ganas de ir al baño. Fui, y cuando salí, escuché como Princesa, desde afuera, golpeaba con sus patas la puerta, pidiendo que la dejaran pasar. Yo, un poco temeroso, me acerqué a la puerta y verifiqué que, aunque estaba cerrada, solo estaba asegurada con un pasamanos. Así que, dudando un poco, abrí lentamente la puerta. Rápidamente, Princesa entró a la casa. Decidí no darle mucha atención a ella para evitar que ladrara. Rápidamente, cerré la puerta y llamé a Princesa a mi habitación, cerrando la puerta cuando entró.

Una vez ahí, sentía mi corazón descontrolado, mis manos estaban temblando y empezaba a dudar, teniendo pensamientos bastante erráticos, como por ejemplo: «¿Y si me muerde?», «¿Qué pasa si mi abuela me encuentra así?», «¡Y si me llega a dar una infección?». Cabe recalcar que Princesa era bien cuidada por mi abuela y rara vez se escapaba de casa, pero de igual manera, los nervios seguían. Pero todo se disipó cuando Princesa se subió a la cama, mirándome a los ojos, con su hocico a nivel de mi pene ya duro. Así que dejé de preocuparme por todo, bajé mi cabeza, empecé a acariciar a Princesa y rápidamente ella empezó a lamer mi cara. Pero esta vez, en lugar de apartarla, saqué mi lengua e intenté besarla. Que, aunque no salió como esperaba, sentir su áspera y caliente lengua en mi boca me excitó más que nunca.

Rápidamente, me quité mi boxer y acerqué la punta de mi pene hacia ella, quien, por unos instantes, lo miró con curiosidad, antes de darle una lamida en toda la punta. Y uff, apenas sentí esa lengua, mis rodillas se flexionaron involuntariamente, dejándome muy en claro que debía continuar con lo que inicié. Me acosté en la cama y la llamé, y como si pudiera entender mi deseo, ella rápidamente se acercó a mi verga, oliéndola y lamiéndola. Empecé a acariciarla por el lomo, para indicarle que estaba bien lo que hacía. Ella seguía así, lamiendo cada vez más repetidamente, hasta que finalmente acabé, dejando caer un poco en mi abdomen, aunque la gran mayoría seguía en la cabeza de mi pene. Ella, instintivamente, seguía lamiendo, hasta dejarme limpio, y como si disfrutara el sabor, también limpió mi abdomen, dejándome lleno de su saliva. Eso solo incrementó mi excitación y me permitió ponerme duro de nuevo rápidamente.

Continuando con lo que estábamos haciendo, mientras ella seguía lamiendo sin perder el interés ni un segundo en su tarea, yo progresivamente iba bajando cada vez más mi mano, hasta quedar debajo de su panza. Ahí, intenté meterle un dedo para sentir su interior y ver si podría llegar aún más lejos esa noche. Apenas localicé su entrada, chupé mi dedo para lubricarlo y, poco a poco, fui metiéndolo. Al principio, se notaba un poco curiosa, deteniéndose y fijándose en mi mano, aunque no se movía de su lugar. Cuando finalmente entró un dedo, se sentía caliente, pero algo extraño. Sentía como una pequeña pared. Me quedaba claro que la perra no era virgen ya que unos meses antes había quedado preñada (y cuando nacieron sus cachorros, mi abuela los regaló), pero aun así, se sentía como una pared que impedía mi paso. Así que desistí.

Finalmente, casi a las 4 de la madrugada, sentía que no podía más, estaba casi sin aire, la perra ya simplemente estaba acostada a mi lado, durmiendo, y, después de toda una noche, me tocó devolverla al patio para que mi abuela no me regañara por dormir con ella, sabiendo que la noche que estaba por llegar, haría lo mismo. Y así fue, pero para no alargarme más, diré que pasó prácticamente lo mismo que la noche anterior, con la única diferencia de que en la noche de este domingo, intenté devolverle el favor, intentando lamer su vagina, aunque no pude debido a que ella no se quedaba quieta. Y así finaliza esta historia, aunque no mi historia, ya que, después de eso, cada vez que tenía oportunidad, volvía a intentarlo, no solo con Princesa, sino también con cualquier otro perro que pudiera, incluyendo la husky de un amigo, un perro callejero muy cariñoso y, finalmente, el perro de mi hermano, quien, en definitiva, ha sido el mejor. Pero cada historia, la narraré en otro relato.

Si eres de Colombia (Bogotá) y estás interesad@ en que haga lo mismo con tu mascota y lo narre aquí, puedes escribirme por Telegram: @Joseluis1753. Escribanme por favor en los comentarios qué debo mejorar, y espero que se masturben tan rico como yo mientras escribía esto. Recuerdo que todo lo que narro aquí, pasó en la vida real. Si quieres saber más detalles, escríbeme.

 

47 Lecturas/22 julio, 2025/0 Comentarios/por josezoo
Etiquetas: abuela, baño, hermano, heterosexual, mayor, orgasmo, sexo, vagina
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