Nada mal para la segunda vez…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ohmydog!.
Pasó que una noche yo volvía de estudiar y cuando entro a casa me encuentro con un verdadero espectáculo. José había "secuestrado" al perro de los vecinos y lo tenía en casa desde hacía un rato esperando a que yo llegara. Por supuesto que él ya estaba totalmente en bolas cuando yo llegué y el perro por demás excitado. Recuerdo que cuando entré en casa el Negro me recibió con gran alegría y empezó a mirarnos a uno y al otro como preguntando a quién iba a cojerse primero. Yo tiré mi mochila en un sillón e inmediatamente me puse en pelotas también.
Estaba tan nervioso y excitado que la pija no se me terminaba de parar. Empezamos a franelearnos con mi novio y al rato se nos unió el perro al que acariciamos y calentamos un poco más. Estábamos los dos tan calientes que nos tranzamos al perro casi como si fuera otro tipo más. Hasta que no aguantamos más y José se puso en cuatro ofreciéndole el culo bien abierto al Negro.
El muy calentón no se hizo rogar y al segundo estaba apareándose con mi novio ante mi mirada atónita. Era la primera vez que veía cómo un perro se cojía a un tipo y estaba adorando aquella escena!! Fueron increíbles hasta los sonidos que producían esos dos machos en celo. La verga empapada contra el agujero caliente producían un sonido como de chasquido de carne. La respiración acelerada del perro esforzándose por entrar en esas tripas. Los gemidos del puto caliente sabiendo que se lo iba a empomar. El rose de ambos cuerpos peludos. La imagen de las dos bestias copulando. La cara de placer de José con la mirada perdida. El hilo de líquido preseminal que le colgaba al muy puto de la calentura que tenía. No atiné a hacer nada más que a mirar.
De pronto José levantó la mirada y con un hilo de voz entrecortada me dijo: "Papá, me la mando a guardar toda… me está abotonando!" Me arrodillé junto a ellos y le toqué el culo al putito pasivo. Lo tenía hinchado y se le notaba bien la bola de carne dura creciendo adentro. Me tiré al piso y miré desde atrás por entre las piernas del perro. Qué imagen!!! El culo se estaba abriendo muy de a poco como cediendo ante la fuerza del semental. Le dije que hiciera fuerza y que cerrara el culo. Me obedeció y la flor del ojete se cerró alrededor del aparato del animal dejando en la puerta la funda peluda que cubría esa parte de la verga que está atrás del botón. Me hubiera gustado haber chupado ese culo en aquel preciso momento pero tuve que hacerme a un lado porque el Negro quería bajarse. Y así lo hizo. Después pasó una pata por sobre la espalda de José y se quedaron ambos en aquella estampa tan característica y deseado para un zoofílico que es estar culo con culo. José se debatía entre el dolor y el placer.
El Negro estaba remolcándolo por el living como una grúa remolca un auto. Finalmente hizo fuerza para, literalmente, cagar el botón de esa bestia canina. José largó un grito mezcla de dolor y alivio y quedó tirado en el piso, agitado, agarrándose el culo con las dos manos. La verga del perro salió lanzada haciendo un sonido como si se hubiera descorchado una botella, en medio de una catarata de leche y caca. El perro gentilmente se volvió hacia José y empezó a propinarle una serie de lengüetazos que le limpiaron el agujero, los gajos, las piernas y hasta la espalda que la tenía salpicada. En el piso quedó un verdadero enchastre y se sentía un fuerte olor a sexo sucio en el aire. Ayudé a José a ponerse de pie. Esperamos un rato y cuando el Negro terminó de desparramar leche por el piso y su hermoso órgano volvió a su posición de letargo, abrimos la puerta y lo dejamos ir. Antes de cruzar la puerta, nos miró moviendo la cola como agradeciéndonos por tan fantástico polvo. En realidad éramos nosotros los que debíamos agradecerle por semejante culeada. Después le dije a José que se inclinara sobre el sillón para ver si tenía el orto lastimado ya que se quejaba mucho por el dolor. Estaba sanito pero muy abierto. Entonces no me aguanté y le puse la pija en la puerta mientras él abría y cerraba el culo para calmar el dolor. Cada vez que lo abría yo le desparramaba la lechita que brotaba desde sus intestinos. Así lo lubriqué y me lo cojí. Obviamente José no quería saber nada pero yo ni siquiera tuve que moverme. Cuando metí la verga me acabé casi al instante por sentir el fuego que había en ese culo lleno de leche y yo también lo preñé…
Bueno, hasta acá llego hoy. Mierda, como me gusta escribir cuando se trata de este tema (y otras perversiones)!
Abrazoo!
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