NOCHE CON MI PERRO SANCHO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
Desde que desvirgué a Sancho, traté de no repetir seguido los coitos con él, tanto como para observarlo, ver su comportamiento después de aquel acto sexual. Lo ví bien, alegre y compañero como siempre. De todas formas, día a día trataba de hacer juegos con él, simulando montarlo, acariciando su ano, y masturbándolo, esto sí más frecuentemente. Pero mi deseo de repetir el coito completo crecía día a día, por eso decidí reservar el pasado fin de semana solamente para hacerlo.
Reservé el fin de semana, avisé a mis amistades que viajaría y no estaría en casa, suspendí toda actividad externa. El sábado por la tarde bañé a Sancho cuidadosamente con su propio shampoo, desodorante y todos los artículos de higiene que compré en el pet-shop para él. No le permití salir al parque de mi casa, para que no se ensuciara; lo mantuve dentro, agasajándolo con galletas que le gustan mucho y que sólo se las doy como premio.
Preparé mi dormitorio. Cubrí mi cama con una manta y sobre ella con un plástico; otro plástico puse en el suelo (ello porque la vez anterior, al ser culeado, Sancho eyaculó abundamentente, y no quería que su semen mojara la cama o la alfombra). Saqué los 4 espejos de la cara interna de mi placard y los ubiqué estratégicamente en el dormitorio, para que captaran toda la escena sexual y la hicieran más excitante para mi. Incluso puse en las lámparas del dormitorio bolbillas de luz roja, para erotizar más aún el ambiente. Acomodé el gel lubricante, guantes descartables de cirujía, pequeñas toallas que tengo reservadas sólo para limpiarme cuando copulo con él. Si bien vivo en un vecindario tranquilo, puse música melódica para que cualquier chillido de Sancho no pueda ser oída por nadie.
Volví a higienizar las partes del perro y cuando se secó, lo llevé al dormitorio y cerré bien la puerta. Jugué con Sancho, lo acaricié mucho, froté su ano y su capullo, para que fuera entendiendo lo que ibamos a hacer. Me desnudé, ya tenía una impresionante erección y mi glande mojado por líquido preseminal. Hice subir a Sancho a la cama, lo acosté tratando de que quedara patas arriba, y lo acaricié mucho con mis manos, su pecho, su capullo, sus bolas, su ano. Acerqué mi verga mojada a su boca e hice que me la oliera y lamiera, que se tomara mi jugo preseminal. Sancho me lamía, y mientras frotaba y sacudía suavemente su capullo, observé que su verga fue saliendo de él, roja, brillosa. Yo estaba a mil por hora, jadeaba de la ansiedad y la calentura.
Ya había conseguido que Sancho sacara toda su gruesa verga del capullo y que se le fuera formando la bola. Comencé a masturbarlo lentamente, no quería que eyaculara enseguida. Por primera vez, me animé a acercar mi boca a la punta de su verga, y la lamí. Mis lamidas le hicieron soltar líquido. También le lamí la bola, todo eso lo excitó mucho a Sancho.
Pero no era mi intención masturbarlo y hacerlo acabar. Con suavidad, volví a ponerlo patas arriba y muy despacio me fui acostando sobre él, apoyando mi bulto en el suyo. Comencé a frotar mi verga sobre su bulto, primero lentamente, disfrutando ese contacto caliente y húmedo (los dos soltabamos mucho líquido preseminal). Seguí así, frotándome cada vez más fuerte, hasta que eyaculé abundantemente, llenándole con mi leche su bulto y su panza.
Me levanté para higienizarme, dejándolo a Sancho lamiéndose el semen.
Un rato después, cuando yo había recuperado mi erección bien dura, lo bajé de la cama e hice que permanezca parado de costado frente a uno de los espejos. Me coloqué los guantes de cirujía (los uso para que al meterle mis dedos en el ano, las uñas no lleguen a lastimarlo), lubriqué bien la abertura de su culo y también mis dedos y, tomándolo de la cadera con una mano, con la otra comencé a frotarle el ano con movimientos circulares de la yema de mi dedo, y así fui colocándoselo dentro, bien dentro del recto; primero un dedo, luego dos, luego tres, entrando con suavidad y una vez adentro, haciendo movimientos circulares para provocar una buena dilatación. Sancho se quedaba bien pasivo, gemía un poco y se movía, pero lo notaba sometido, me reconocía como macho alfa. Me excitaba mucho la sensasión de entrarle con los dedos, sentir su recto blando y caliente y las contracciones que hacía sobre mis dedos. Me calentaba más todavía pensar que el perro se daba cuenta de que iba a cojerlo, y que no podía hacer absolutamente nada para evitarlo.
Cuando lo ví bien dilatado, me quité los guantes y lubriqué mi verga (parada e hinchada) con abundante gel lubricante. Volví a colocar gel alrededor de su ano, me arrodillé detrás de él y con una mano aferré su cadera con fuerza, y con la otra tomé mi verga (ya como un tronco), la bajé y con mi glande comencé a frotar el orificio en forma circular, empujando suavemente. Así, el glande y una parte de la verga entraron. Al sentir la presión del anillo anal sobre la parte de mi pija que había entrado, empecé a empujar lentamente pero con fuerza hasta que mi chota quedó completamente adentro del recto.
Sancho gimió y arqueó un poco su lomo. Yo lo tomé de las caderas fuertemente con ambas manos y empecé los movimientos circulares de mi cintura, bombeando al mismo tiempo. El perro hacía contracciones con su recto, eso me calentaba más todavía. Evité eyacular enseguida, quise disfrutar esa sensación, sentir el calor ardiente del recto. Sancho eyaculó sobre el plástico, pero yo seguí bombeándolo y revolviendo mi pija dentro de su recto, hasta que me saltó un chorro de semen, dos, tres, mientras el perro gemía.
Retiré mi verga y me higienicé bien enseguida. Esa noche lo volví a cojer varias veces más, igual de parado, sobre la cama de costado, e incluso logré colocarlo patas arriba con su culo en el borde de la cama, penetrándolo así y -llevando su cuerpo más adentro de la cama- acostándome sobre su pecho y bombeándolo en esa posición hasta llenarlo de semen una vez más.
Fue una noche deliciosa, y pienso repetirla cada tanto, para darle también un descanso.
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