OTRA MAS CON LA PERRA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
Con mi amigo Juan seguimos en contacto, pero sin nuevos encuentros sexuales zoo, como el que había compartido conmigo. Ya en confianza con él, me confesó que durante los celos de la perra es cuando más la disfruta, pero que fuera del celo no puede reprimirse, y aunque la perra no esté receptiva, él la sometía igual aún forzándola. Me dijo que en esas ocasiones, al no tener la hembra su vulva hinchada y dispuesta al coito, se la cojía por el ano. Insistía: él la había entrenado y era su hembra, él era su macho y la montaría de cualquier modo.
Tiempo después, Juan me avisó que su perra entraba nuevamente en celo y organizó para que yo concurriera otra vez. Fui con gusto, y excitado, porque mi sexo zoo venía siéndolo con mi perro macho, y me había gustado disfrutar de esa vulva, más en compañía de mi amigo que lo hacía todo mucho más erótico.
Fui a su casa y todo estaba dispuesto como la vez anterior, la perra parada sobre la cama y el lubricante y demás elementos preparados. Antes de ir a lo nuestro, me hizo ver un video que había grabado mientras se cojía a la perra por el culo; fue muy excitante verlo.
Luego, ya erectos y calientes, nos desnudamos y fuimos con la hembra. Mi amigo me dijo que esta vez, yo debería comenzar y repetir todo lo que él había hecho anteriormente. Observé que la perra tenía la vulva hinchada y turgente por el celo, pero abierta, dilatada. A preguntas mías, Juan me confesó que ni bien empezó este ciclo de celo, se la venía cojiendo diariamente. Es más, reconoció que el día anterior la había copulado 5 veces por la concha y una por el ano.
Comencé las maniobras de dilatación de la vulva con mis dedos, que entraban fácilmente por la gran apertura que tenía. Con dos dedos llegué hasta el fondo y lo mantuve así porque me excitó comprobar lo caliente que estaba la cavidad, húmeda, chorreando jugos. Mientras tanto, con la otra mano le acariciaba las tetillas.
Juan me exigió que la estimulara con la boca. Por un instante vacilé, porque pensaba que el dia anterior él la había dejado recojida, además observé que la vulva despedía muchos jugos. Pero estaba tan caliente, tan excitado, que decidí experimentar. Me arrodillé, sostuve sus patas con ambas manos y empecé a lamer la vulva lentamente, lo que hizo que la hembra soltara más jugo todavía, esta vez más espeso. Me gustó comprobar que lo que hacía calentaba a la perra, y puse toda la vulva adentro de mi boca. Con la lengua empecé a penetrar el orificio, luego a succionar como mamando.
Esta succión me calentó tanto que yo también -como lo había hecho Juan la vez anterior- me enloquecí y chupé con fuerza, sacudiendo a la hembra con mis movimientos. Noté que la concha ya estaba dilatada y la perra receptiva. Con mis dedos coloqué lubricante dentro de la cavidad y también por fuera y cubrí mi verga con el mismo material. Mi polla estaba hinchadísima, y me dolían las bolas de la calentura que tenía.
La penetré enseguida, profundamente, porque la concha estaba muy abierta. La hembra hacía contracciones que me amasaban mi miembro, y me enloquecía por el calor y la humedad de esa concha. Le dí y le dí con todas mis fuerzas, bombeando, revolviendo. Incluso saqué todo mi miembro y lo volví a introducir de un golpe varias veces, haciendo gemir a la hembra.
Estaba por explotar, pero retuve mi acabada para seguir disfrutando. Mi amigo observaba muy excitado mientras se masturbaba y me decía: "Asi, asi macho, cojela, cojela" y a ella: "hembra puta, como te dejás…".
En un momento, en plena cojida, sentí que la perra hacía una tremenda contracción que me aprisionó la pija, y percibí que una cantidad de líquido explotaba adentro, la puta había acabado. Descubrir eso me enloqueció y empecé a bombearla con más fuerta todavía, gritándole "puta, puta, tomá". Eyaculé interminables chorros de leche dentro de ella, que gimió cuando se sintió servida. En mi boca, todavía sentía los sabores de esa concha caliente.
Mi amigo me aconsejó que, aunque haya acabado, le mantenga la verga adentro, la deje abotonada, para que mi leche se consolide y acomode bien en la cavidad.
Al final, retiré mi verga y de la concha salió mucha cantidad de liquido espeso.
Mi amigo, como enloquecido, me apartó, se arrodilló y empezó a chupar esa vulva con desesperación, mamándose todos esos jugos de la hembra y -seguro- parte de mi semen. Inmediatamente después, se la cojió con furia y eyaculó bien adentro de ella. Seguramente celoso porque la hembra había sido tan receptiva conmigo, rato después me exigió que mirara. Le lubricó el ano y la penetró con furia, haciéndola chillar. Le dió sin descanso hasta eyacularle en el culo.
Fue una vivencia hermosa, tremendamente erótica. La dejamos bien servida, una vez más.
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