Pequeño pervertido.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Desde temprana edad comencé a sentir atracción sexual por casi todo, llegué al punto en el que a mis ocho años de edad tuve sexo anal con otro niño, claro consensualmente.
Un tiempo después tuve un perro desde cachorro. Recuerdo que solía cargarlo y sentarlo sobre mis genitales, sentir su calor me provocaba cierta satisfacción agradable; sentir su cuerpo me hacia querer frotar mi cuerpo desnudo con el suyo, cosa que hice cuando el perro creció, pero fue en muy pocas ocasiones, pues casi nunca me dejaron solo en casa.
Estos primeros contactos fueron, en cierta medida, inocentes, pues en raras ocasiones llegué a tocar el pene de mi perro, pues lo que buscaba era frotar mi entrepierna en general con el cuerpo del perro, sin buscar otra clase de contacto sexual, pues mi cuerpo nunca lo exigió; así mismo nunca permití que mi perro lamiera mi pene, cosa que ocasionalmente quería hacer, únicamente me interesaba sentir su calor corporal.
Ya entrado en la pubertad, mi perro había muerto tiempo atrás, y únicamente convivía con perros en casas de familiares, donde en una ocasión masturbé a su perro, pero fue algo tan bello, por que nunca antes había tocado de esa forma el pene del perro; tener su pene en mi mano era una sensación familiar, era como cuando yo mismo me masturbaba, así que comencé a masturbarlo, a tal grado que comenzó a hincharse, lo cual era nuevo para mi, pues no sabia que ello ocurría. Pero tristemente tuve que dejar ese placer a medias, pues tenía que ocultarme de la vista de otros, cosa que no podía llevarse a cabo por mucho tiempo.
Pero regresé, el perro simplemente se tumbaba en el suelo y dejaba que yo lo tocara a mi gusto. En esas ocasiones lo más excitante era el nerviosismo de tocar al perro sin que nadie se diera cuenta, era algo que, aunado a la excitación que de por si ya tenia, me obligaba a correr al baño para masturbarme ahí.
Para ser honesto nunca hice eyacular al perro y mucho menos nunca interactué con el como hubiese querido (pues tengo que admitirlo, en cuanto a perros se trata soy bisexual, me atrae por igual el pene de un perro que la vagina de una perrita, pero sólo he tenido oportunidad de acercarme a perros).
En una ocasión tuve una oportunidad única, tenía un burro frente a mí y ambos estábamos solos. En esa ocasión fui a visitar familiares de la provincia, obviamente tenían animales y entre ellos un burro. Esa vez llevamos a pastar al burro; me dejaron solo con el y yo tenia pleno conocimiento de que disponía de tiempo suficiente para estar un poco con el, cosa que sí hice.
Cuando comencé a acariciar el pene del burro fue algo nuevo, tanto para el como para mí, pues su pene se me hacia muy áspero al tacto, así mismo el se sintió un poco incomodo con el manoseo, pero finalmente cedió; a diferencia de los perros con ese burro tuve la oportunidad de lamerlo, únicamente la punta del pene era áspera, pues cuando el burro comenzó a tener una erección sentí el resto de su pene muy blando, grueso y fragilmente firme, pero era en suma blando; tenia 13 años, fue hermoso, aún hoy mi mano y mis labios recuerdan aquella sensación.
Lo triste de mi historia es que mi vida sexual zoofilica terminó ahí, pues no he tenido oportunidad alguna para re-incidir. Claro siempre aprovechaba la situación, pero nunca obligué a nadie a llevar a cabo dichos actos, finalmente tanto el burro como los dos perros cedieron, cortejarlos era mi parte favorita, pues sentía un nerviosismo y excitación indescriptibles. Hoy en día tengo 22 años y no he tocado a ningún perro desde entonces, quisiera hacerlo, pero simplemente no puedo.
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