Sumamos un perro a la joda.
Con Nelson se nos había hecho costumbre juntarnos de vez en cuando para joda.
Con Nelson se nos había hecho costumbre juntarnos de vez en cuando para joda, poco a poco nos fuimos teniendo tanta confianza que nos liberábamos de inhibiciones y soltábamos todos nuestros morbos descubriendo que los dos ´ramos bastante lascivos. Al principio tomábamos algo, alcohol por supuesto, y mirábamos porno para excitarnos y chuparnos las pijas. Nos penetrábamos y complacíamos nuestra calentura. A él le gustaba más que lo cogiera y así fuimos estableciendo nuestros roles.
Nelson tenía el morbo de vestirse con lencería femenina, a mí me gustaba la masculina y mirarnos al espejo. Me calentaba mirarme con el bulto de mi pene y mis huevos en esos atuendos apretados. A él mirarse con sus medias de red y su bodies ajustados de encaje y satén. Le gustaba que le acariciara la cola y rozarla en mi pene.
Acostumbraba pegarse unas líneas y yo que no lo había hecho nunca fui tomándole gusto a esa sustancia y al tabaco que nunca me faltaba. A veces jugábamos con el vaso de cerveza, metía mi poronga al vaso para mojarla con la bebida y luego se la daba a chupar a él, o mientras se arrodillaba para mamármela le echaba un chorro de birra mojándolo con morbo.
Una noche sugirió que pusiéramos pornografía con animales. Le confesé que eso me calentaba y entonces fue abrir una puerta nueva que nos iba mostrando hasta dónde compartíamos las desviaciones más sucias y candentes. Así me contó como saciaba su calentura con su perro cuando estaban solos en su casa. La verga gruesa que tenía el mastín y lo dispuesto que era a penetrarlo en esas noches tórridas, que se la mamaba y cómo se le ponía dura con la bola que tenían los perros y que nunca se había animado a que se la metiera del todo porque decía que si lo abotonaba podía quedarse atascado. Yo tampoco conocía mucho del tema y dudaba si eso podría suceder pero el sentido común y lo que había visto en los videos porno de zoo me decía que podía ser que te abotonara pero que en unos minutos se le bajaba y salía sola. Quedamos que en una próxima juntada sería con su perro y esto me calentó aún más. Lo cual sucedió al poco tiempo, me dijo , con tacto que si quería que dejara entrar al perro, le dije que lo hiciera a ver que pasaba. Ya para estas alturas era ponerse en bolas por toda la casa, chupar y darnos con todo lo que había. Me excitaba tener porno en la TV y fumar, tirarnos unas líneas.
Era un perro de mediana estatura, cuando entró el animal se mostraba muy en confianza y cómodo. Lo empezamos a tocar entre los dos, manoseando su tripa y viendo como poco a poco se le iba hinchando hasta ponerse a punto, era una pinchila colorada y jugosa que lengüeteábamos entre los dos hasta poner a la bestia más caliente que nunca.
Lo más fabuloso sucedió una noche en que estábamos especialmente al palo, yo tenía la verga dura y eso me encantaba, a Nelson los juguetes eróticos que fuimos coleccionando le resultaban un placer absoluto. La verga del perro latía de calentura, se la chupamos hasta que que dó bien dura y el animal se arrebataba buscando un culo, nos lamía los culos y las vergas y nos ponía mas cachondos.
Cuando surgió el momento Nelson se puso en cuatro y el perro comenzó a intentar ensartarlo con ganas de culiar y bombear. Estábamos a punto los tres el perro y yo nos turnábamos para penetrarlo a Nelson. Mientras filmábamos todo con avidez. El perro se la metió como a su hembra y tiraba líquidos seminales, no sé cuantas veces habrá volcado ese animal. Pero le llenó el culo de semen y lo dejó chorreando por los huevos. Fue la mejor noche de todas. Espero por más.
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