TRIO CON DOS PERRAS CALIENTES
Al jalar a la Yanis hacia mi cara, ella levantó su cabeza y prácticamente se sentó en mí como adoptando esa posición que toman como cuando van a orinar. Mi lengua deseosa de sus jugos vaginales, comenzó lamiendo con delicadeza las partes exteriores de su vulva y, de afuera hacia adentro, le hice cír.
TRIO CON DOS PERRAS CALIENTES
En mi aporte anterior comenté que en casa tenía dos perras dóberman y después llegó la borracha, de quien hoy no platicaré. Ahora les relato la primera vez que les di fierro a la madre y a la hija, ambas acostumbradas a mi manera fuerte de coger y de mamar. Cuando andas enardecido y con la mente desconectada por el deseo insaciable de la edad temprana previa a los veinte años, deseas innovar y gozar del sexo hasta el paroxismo.
Ese sábado de marzo, mi familia entera había salido de vacaciones a la playa y yo decidí aprovechar la casa para hacer una bacanal con mis dos putas; la pasión y la euforia por esas vulvas tan apretadas, justificaban el quedarme sólo durante diez días. Fueron días sin huella, pues no solo cogí diario, me la pasé bebiendo y comiendo con un verdadero desenfreno.
Por ser el primer día de mi absoluta libertad zoo, decidí coger y mamar a las perras, de manera tal que ellas pudieran decidir cuándo, en donde y cuanto tiempo tendrían mi boca en sus deliciosos sexos. Pues evidentemente mi verga la tendrían adentro a mi entero arbitrio, pues no faltaba más; yo las había hecho adictas al sexo y bastaba que les tocara la panocha para que levantaran el rabo y se mantuvieran quietas hasta saciar mis ansias de fornicador.
Serían las siete de la noche cuando regresé de tomar un par de tragos con quien más adelante sería mi cuñado. Este gran amigo había ya entrado a la práctica del zoo con su perro, le daba por el culo y perro lo disfrutaba, cosa que me parece bien pero no la comparto. Mi predilección por las vulvas es lo que define mi placer supremo. Coger con hembras putas es un delirio.
En cuanto llegué a la casa ambas perras me saludaron dando brincos y queriendo lamer mi cara, caminé algunos pasos y me tiré en el césped del jardín de la entrada el cual siempre estaba en perfecto estado y era alumbrado por un hermoso farol blanco (bombilla) ambas perras lamían mi rostro y al sacar mi lengua ellas me lamían con mayor fuerza y lo rasposo de las suyas, me hizo pensar en una orgía interminable.
Sulema (la perra madre) y Yanis (la hija) eran encantadoramente pacientes y sumisas conmigo, aún tirado en el jardín con ellas limpiándome la cara, hice que la Yanis se colocara exactamente atrás de mi cabeza y la Sulema con sus patas traseras hacia mis pies. A Yanis la jalé hacia mí, forzándola para que su raja me quedara junto a mi cara y a la otra le ofrecí mi verga ya parada.
Sulema empezó a lamer mi verga y empezó a mostrarse excitada por el olor a sexo, me bajé el pantalón para que los güevos también me fueran acariciados por la que fuera mi primer amante.
Al jalar a la Yanis hacia mi cara, ella levantó su cabeza y prácticamente se sentó en mí como adoptando esa posición que toman las hembras cuando van a orinar. Mi lengua deseosa de sus jugos vaginales, comenzó lamiendo con delicadeza las partes exteriores de su vulva y, de afuera hacia adentro, le hice círculos de caricias concéntricas hasta que llegué a su entrada. Hice con mi lengua una pequeña daga de carne ensalivada y despacito se la fui hundiendo en esa maravillosa concha.
Sulema estaba muy excitada y dejando mi verga, se fue hacia mi cara y se unió a mi lengua que se encargaba de su hija, ambas lenguas chocaban en torno del bomboncito de la Yanis. Mi boca tenía sabores mezclados de saliva ajena y del néctar del sexo de mi puta más joven.
Solté a la Yanis y ella se pudo a lengüetear mi enardecida verga. La perra madre, fue a sustituir a su hija y le mamé la pucha con desesperación, esa hermosa vulva con la que me inicié en el zoo (mi historia más caliente) estaba tan acostumbrada a coger conmigo que entendía loa palabras, pues bastara conque le dijera “vamos acoger” o “dame las nalgas” para que ella se fuera a echar a mi cama a disfrutar de las tremendas clavadas de verga que le daba.
Los tres estábamos listos que clavar y mamar por horas infinitas. Me metí a la casa y las llevé a la enorme cama de mis padres, las acomodé de costado con sus lomos paralelos y angulados de tal manera que una iba a recibir mi verga y a la otra una feroz mamada. Yanis tenía la vulva más pequeña pues nunca había parido ni conocido otro macho que no fuera yo, por esa razón le díe lo privilegio de ser a quien mamara mientras le arrempujara le verga a su potísima perra madre.
Ambas putas estaban jadeando y muy mojadas. A la Sulema le acomodé la reata en la entrada de su raja y le clavé solo la cabecita, a la Yanis le metí dos dedos para que se mojara más y después de unos momentos me trague su vulva completa y chupé la misma para que me entregara las humedades más íntimas de su ser.
Acomodé la verga dentro de la panochita de Sulema y la enterré hasta el tope, me mantuve ahí sin moverme, gozando de su estreches. Mi boca seguía mamando, y mi verga empezó su movimiento de taladro. El meter y sacar la verga de su vagina y el mamar el botón de la otra, me llevó a un estado de excitación total, las bolas empezaron a doler y mi voluntad a abandonarme, no habían pasado ni cinco minutos, cuando mi verga dejó escapar una poderosa eyaculación que de manera frenética hizo que mi mazo se clavara hasta en fondo y mi boca soltara la vulva de la otra.
Mi placer fue intenso y mi lujuria se afianzó en mi cerebro, deseando invertir la ubicación de las perras, para que ahora la Yanis fuera enfierrada y moqueada, en tanto que la madre recibiera una mamada suprema que permitirá deleitarme con el brebaje que entre los dos habíamos preparado.
*****
Mayo 2023
Buen jodido relato caliente.