UN PERRO GRANDE Y VERGUDO ME ABOTONÓ
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por entrecanoardiente.
Los perros grandes… y vergudos, me apasionan.
Me gustan las mujeres, pero también me gustan mucho las vergas de perros grandes. Esa pasión por los canes se me despertó cuando era casi adolescente, y por varios años he practicado la zoofilia en forma irregular pues no tenía perro propio, hasta que me casé y me vine a vivir donde vivo hoy. En realidad, en forma muy esporádica volví a tener algunas experiencias, pero no con la frecuencia que a mí me hubiera gustado (bueno, en realidad me gustaría tenerlas todos los días, jajajaja).
Hoy recuerdo la última vez que disfruté del perrote de mi suegra, y quería compartir la historia con ustedes.
Faltaban unos meses para casarme y, como casi todos los viernes me encontraba en la casa de mi suegra almorzando junto a mi novia cuando un perro que nunca había visto en la casa se acercó a la mesa donde nos encontrábamos disfrutando de un asado a reclamar un poco de comida. Al principio me asusté porque era uno de esos perros grandes, un poco más grande que un ovejero alemán, cruza de varias razas con perro de la calle, pero mi suegra me tranquilizó diciendo que se lo habían regalado hacía dos días para que le hiciera compañía ya que vivía sola, se llamaba “mancha”. Le dí una costillita y se la llevó a unos metros de la mesa. La verdad que era bastante amigable y manso. Pero lo que a mí realmente me llamó la atención fue el tamaño de su bulto. Era bastante grande y prometía mucho. Me excité pensando cuando mediría su bola basal, y cómo me abotonaría.
Al finalizar la comida mi novia me dijo que iban a ir un rato hasta la casa de la amiga de la madre, que se encontraba enferma, y que volverían en dos o tres horas, que aprovechara para dormir una siesta ya que la noche anterior me había tocado trabajar.
A mí lo que menos se me pasaba por la cabeza era dormir, solo pensaba en la hermosa vergota de mancha. Mi novia y su madre salieron caminando rumbo a la casa de la señora, y no habrán hecho ni cien metros que me dirigí a Mancha para acariciarlo. Le gustaba mucho, pero no me animaba a tocarle la verga tan rápido por miedo a que me mordiera. Fui haciéndolo despacito, comencé a acariciarle la cabeza y el lomo, y lentamente fui bajando hasta su panza. El perro estaba muy contento con esos mimos y eso me generaba más confianza. Me miraba y con sus ojos parecía pedirme que me animara a más. Mi excitación era irrefrenable, estaba muy caliente, no quería perder el tiempo. Quería tener esa verga dentro mío antes que llegaran mi novia y su madre. Esa situación riesgosa le agregaba un aditamento extra de excitación. Mi corazón se me iba a salir por la boca. No aguanté más y le tomé la verga con la mano.
El perro dio un salto y comenzó a hacer movimientos como si estuviera cojiendo. Me lo llevé al galpón que había al fondo de la casa y allí me bajé el pantalón y me arrodillé, pero el perro, si bien estaba excitado ya, no sabía lo que tenía que hacer. Me daba vueltas alrededor y ladraba.
Lo tomé de la verga para que se calmara y nuevamente comenzó a moverse como para coger, pero yo no quería que le saliera la bola porque sino no me abotonaría, que es lo que más me gusta.
Tomé sus dos patas delanteras y me las puse por encima de mi espalda. Una vez en esa posición el perro comenzó a moverse pero sin atinar a mi culito. Guié la punta de su verga con mi mano hasta que me la embocó. Se puso como loco y empujó endemoniadamente.
Levanté bien mi cola y pegué mi cara contra el suelo para que su cuerpo se deslizara hacia delante. Ahí el perro enloqueció y después de un par de minutos de movimiento frenéticos había quedado pegado a mi cola. Quedamos un ratito así hasta que pasó sus patas delanteras por sobre mi espalda para quedar cola con cola.
Sentía el palpitar de su enorme verga dentro de mí y con cada palpitación un chorrito de leche calentita que me inundaba. Su bola basal se hinchaba rápidamente. En ese momento tuve mi primera eyaculación. Estábamos acabando juntos. Un placer inconmensurable para los dos.
Pero me asusté un poco cuando intenté sacármelo de encima y no pude. Estábamos muy pegados porque su bola era más grande que mi dilatación. Entonces decidí dejarlo que vaciara toda su leche dentro mío y se relajara. Estuvimos así como veinte minutos, pero por más que lo intentara no lograba zafar de Mancha. Tenía miedo de que me desgarrara. El perro jadeaba y se babeaba del placer inmenso que sentía ¡Pero no me soltaba! Yo sentía una mezcla de placer inmenso con pánico por la llegada de mi novia.
En la pared del lado de afuera del galpón había una canilla, debía arrastrarme hasta allí con el perro a cuestas para derramar agua sobre la verga de mi amante. Eso me costó mucho, porque el perro era grande y tenía mucha fuerza, y cuando más tiraba para un lado, más tiraba él para el contrario, y eso me hacía doler mucho. Hasta que después de mucho trabajo llegué a la canilla, que tenía una manguera enganchada. La abrí y comencé a tirar aguan en el trozo de carne que nos unía a los dos. A los cinco minutos de mojar el perro pegó un tirón y su enorme bola salió de mi culito con un chasquido, y detrás de la verga del perro salió una catarata de leche perruna. Me había inundado el desgraciado.
Su bola basal tenía el tamaño de una manzana mediana, que al salir me dejó la cola palpitando, y allí tuve la segunda eyaculación. La visión de esa enorme vergota me excita cada vez que la recuerdo. Deberían ser como 25cms de largo de ardiente placer.
Tanta había sido mi calentura que no me había dado cuenta que mi pantalón se había mojado todo. Antes de sacármelo y ponerlo a secar, le dí unas últimas caricias a la vergota de Mancha para sacarle las últimas gotitas ¡Qué hermoso animal!
Mi suegra y mi novia llegaron como una hora después de mi cojida con el perro, yo me había puesto un short que tenía allí, y cuando me preguntaron qué me había pasado les dije que me había caído en el charco del fondo… No se dieron cuenta de nada.
Yo nunca voy a olvidar aquella cojida con Mancha, poruqe el perro al poco tiempo se fue atrás de alguna perra y no volvió más a la casa. Esa fue mi última gran cojida con un perro.
Ahora, como les contaba, vivo en un departamentito y busco gente (hombre, mujer, pareja, etc.) que le guste la zoofilia y que viva en Buenos Aires para charlar e intercambiar experiencias.
Me encantaría encontrar a alguien que tuviera perro para poder volver a disfrutar de una experiencia parecida a la que tuve con Mancha. Tengo 45, soy alto, buen físico, culto, respetuoso, limpio, agradable.
Un beso grandote a todos.
Jorge
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