Un Pug muy travieso
Mi esposa jamás imaginó que Beto me dió tanto placer esa mañana.
Hace un par de años y después de varios intentos por parte de mi esposa para convencerme y adoptar un cachorrito para hacerlo parte de nuestra vida, finalmente sucedido.
Soy un hombre de 40 y a lo largo de mi vida había tenido un par de cachorros en la infancia que fueron grandes amigos y compañeros de vida. Pero más allá del cariño con que viví el tener en su momento una mascota, mi negativa hasta entonces para volver a adoptar un perrito, recaía sobre todo en las tareas diarias y constantes que conlleva el mantener una buena atención, limpieza y calidad de vida para eso.
No me sentía con tantas ganas pero finalmente decidimos aceptar el obsequio de un cachorro raza Pug que a mi esposa le ofrecía una amiga con la promesa del buen cuidado y atenciones adecuadas, así llegó Beto a nuestra vida. Después de dos años nos habíamos acostumbrado y acoplado bien. Aunque honestamente ella era quien más estaba al pendiente de él. Sin llegar a ser un «perrijo» pero era un perro consentido.
Mi esposa es una mujer que gusta de salir a correr por las mañanas y hacer algo de ejercicio para mantenerse en forma y vaya que lo logra. Yo comienzo mi dia justo cuando ella sale por la mañana ya que para alistarse me da un beso antes de salir; algunos días aprovecho que ella sale de casa ese tiempo para poner algun video y ver algo de porno antes del baño mientras ella está ausente y aunque entre mis gustos para elegir videos hasta entonces no se encontraba la categoría de zoofilia, aquél día eso cambiaría porqué para mí se abría una puerta nueva en el amplio mundo del placer.
Por alguna razón quiero aclarar que las relaciones en cuanto al sexo y el amor con ella son geniales y nos gusta descubrir cosas juntos y experimentarlas sin tabus ni un juicio cuando se trata del gusto o inquietud del otro. Pero esta es una experiencia que me sucedió en su ausencia y que hasta hoy en día no me atrevo a confesarle.
Aquella mañana comencé a ver un video porno y comencé a tocarme y autosatisfacer el vigor con que desperté. Ahí estaba yo muy ocupado bastante prendido en el cuarto, cuando comencé a escuchar que la puerta se abría y de pronto me recorrió aquella sensación casi infantil de cuando alguien te descubre en dicha maniobra pensando que mi esposa había vuelto demasiado pronto.
Y mi sorpresa y tranquilidad sucedieron cuando me di cuenta que era Beto quien estaba empujando la puerta y entrando al cuarto. Yo necesité un momento para recuperar el aliento y quitarme esa sensación de haber sido descubierto, mismo momento que Beto aprovecho para dar un brinco hacia arriba de la cama y colocarse recostado justo entre mis piernas y posó su cabeza prácticamente frente a mi empuñado miembro.
Fue incomodo para mi por un momento pero ese momento fue muy breve y no me permití un reacomodo para bajarlo de la cama cuando percibí como Beto comenzó a olfatearme y acercar su cara cada vez más a mi húmedo miembro. Acto seguido me permití molestarlo y darle unos golpecitos en la cara con mi falo. No lo pensé y solo lo hice ya que suelo molestar a Beto cuando está tirado en el piso como broma o de maneras diversas para que mi esposa lo defienda.
Pero esta ocasión sucedió algo diferente, Beto comenzó de forma tímida a lamerme la punta con un gesto angustioso en su rostro a lo cual me provocó instantáneamente un placer único y hasta ese momento totalmente diferente. El sexo oral con mi esposa es delicioso, suave y muy rico pero aquella sensación al sentir la textura de esta lengua rugosa me provocó una inesperada ansiedad de seguir disfrutando. Así que sin pensarlo, quité mi mano y deje que Beto pudiera emprender una tarea muy dedicada y deliciosa.
No me permití pensar en lo que estaba pasando y me abandoné al placer de aquella nueva forma de sexo oral. Beto cada vez ponía más énfasis en lo que hacía y parecía empezar a tener un descontrol en sus embestidas, de tal forma que incluso comencé a preocuparme por ser lastimado así que traté de apartarlo de mi.
Aquella película porno que había iniciado hace ya algunos minutos quedaba ya en el olvido, pues yo tenía una situación mucho más intensa y real en mi cama pero aun me encontraba con la mitad de las piernas metidas entre las cobijas y no tenía mucho margen de maniobra con Beto encima de mi. Beto era tan solo un cachorro pero ya había ganado cierto peso y no fue fácil lograr detenerlo y sacarmelo de encima en un momento de cierta cordura que me alcanzo.
En realidad no pude, o no quise hacerlo y Beto en su insistencia ya solo buscaba entre las sabanas mi miembro. Era como si le hubiera dado una gran pista a un sabueso hambriento y ya no parecía haber manera de detenerle hasta llegar a la meta.
Honestamente esa necedad animal que se había despertado en nuestro cachorro y que nunca había mostrado antes me estaba excitando demasiado. No pude resistirme tampoco yo, estaba ya muy prendido y quite las cobijas que por un momento me defendieron de los embates. Ahí estaba Beto muy alterado con respiraciones agitadas y pidiéndome con su carita que le dejara terminar lo que había comenzado a hacer de manera espectacular. Así que le hice un par de movimientos con la mano hacia mi entrepierna y no dudo en aventarse nuevamente como si se tratara de un gran festín al cual solo nosotros estábamos invitados.
Unos momentos después yo había logrado incorporarme sobre la cama y me puse de pie en el suelo frente a él poniéndole a justa altura mi trozo, pero esta vez quería que me chupara desde más abajo; quería sentir esa lengua rugosa y húmeda recorrer el largo de mi virilidad. Beto se había dado a la tarea de deleitar ese liquido preseminal que como néctar y premio se ganaba con cada lenguetazo y yo gozaba habiendo perdido noción del tiempo. Ya sin preocuparme por que mi esposa apareciera en cualquier momento y me encontrar en aquella situación tan comprometedora.
Beto parado sobre la cama me tenía seducido y abandonado al placer con aquella habilidad y dedicación mostrada; yo de pie pegado al colchón dejándolo hacer y en los siguiente momentos y sin querer detenerme sentí que explotaba de placer por lo que para cuidar las colchas y la evidencia solo pude hacerme unos pasos hacia atrás y girar el cuerpo para dejar caer todo al piso. Beto no dudo en aventarse para alcanzarme pero al bajar de la cama seguramente olfateo aquel premio delicioso que no dudo en comenzar a devorar del piso con vehemencia.
Fue entonces cuando recobré la cordura después del éxtasis y me apresuré a apagar la pantalla de TV, correr al baño a darme un aseo. Era un sentimiento final de angustia por ser descubierto, prisa por volver a revisar la evidencia del suelo y abrir la ventana para liberar el olor del cuarto. Beto aun lucía alterado y me seguía por todo el departamento hacía donde me movía mostrando que él aún tenía toda la intención de seguir disfrutando.
Al salir de bañarme y ya más tranquilo encontré a mi esposa con Beto en la sala, el lucia intranquilo aún y ella notaba en él algo raro, me preguntó si notaba algo raro en Beto, pero fingí desinterés ante la mirada traviesa de Beto.
Ahora éramos cómplices de una travesura y un momento que hasta la fecha al recordar y volver a compartir con ustedes, me hace volver a disfrutar de manera muy especial.
Me encantará saber sus opiniones sobre esta primera relato que les comparto.
Que delicia! Ojala tengas mas experiencias con Beto, la chupada de un perro es deliciosa! Saludos!
Gracias por tus buenos deseos, en verdad que asi sucedió, Beto se convirtió en más que una mascota y ahora es un gran amigo amigo sexual!
Saludos!
Saludos, buen betito, bien curioso.
Saludos! gracias por leerme!