VIOLACION EN UNA BIBLIOTECA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ingrid, Azucena y yo, Marlene somos grandes amigas; estudiamos la prepa en una escuela particular y siempre hacemos todo juntas, incluso esto que voy a contar nos afectó a las tres.
Las tres tenemos 17 años; somos delgadas y nos consideramos guapas; no somos las más populares de la escuela, pero tenemos muchos pretendientes. El día en que ocurrió todo fue un jueves; mis amigas y yo estuvimos en casa de Azucena haciendo un trabajo que nos habían dejado y que teníamos que entregar al día siguiente y del que nos faltaba mucho por terminar; ya eran cerca de las 4:00 de la tarde cuando Ingrid se dio cuenta de que nos faltaba información; pensamos bajarla de la Internet, pero la compu de Azucena no funcionaba y el profe nos había dicho que investigáramos, que no quería nada bajado de Internet y como Ingrid es muy correcta en esos casos, nos dijo que fuéramos a investigar a la biblioteca que estaba a cinco cuadras de donde estábamos
Al final nos convenció y nos fuimos las tres a la biblioteca a buscar la dichosa información. Al ir caminando hacia allá con nuestros uniformes azules y nuestras faldas cortas tableadas, nos encontramos con unos muchachos bastante guapos que se hallaban en una esquina jugando entre ellos; al pasar nosotras nos silbaron y nos dijeron varias cosas incómodas; Ingrid y Azucena ni siquiera les hicieron caso, pero yo volteé y le sonreí al que me pareció más guapo, por lo que me gané el regaño de mis amigas por coquetear con “los nacos” como los llamábamos. Llegamos a la biblio y Azucena saludó a la bibliotecaria; una señora joven de tez blanca, bastante delgada y guapa, que usaba anteojos de intelectual. Le preguntamos dónde encontraríamos la información que necesitábamos y ella nos indicó el fichero donde creía que podría estar.
Encontramos varios libros que pensamos que nos servirían y nos organizamos para separarnos y buscar los libros. Me fui al área donde me tocó buscar; me tocó la parte más alejada de la biblio; me tardé un poco, pues como no estoy acostumbrada a ir a esos lugares, me estaba costando mucho trabajo encontrar los libros que necesitaba; me concentré en encontrar la información, estaba volteada hacia un estante cuando una voz masculina me dijo desde atrás: “¿Te ayudo a buscar?”; volteé y era el muchacho al que le había sonreído; le dije que no, gracias, que ya había encontrado lo que buscaba, tomé cualquier libro e hice el intento de regresar a donde había quedado de reunirme con mis amigas, pero él me cerró el paso diciéndome cosas como que yo era muy bonita y que le había gustado mucho; yo le di las gracias pero le pedí que me dejara pasar y él me abrazó a la fuerza; haciéndome soltar el libro que cayó al suelo con gran estrépito; le dije que me soltara o gritaría, pero él lo que hizo fue besarme en la boca; con la mano libre empezó a acariciarme las piernas y a subir por debajo de mi falda; esto me molestó mucho y traté de soltarme, pero él me tenía bien aprisionada; me arrinconó contra una pared en medio de dos estantes; yo esperaba que alguien llegar por el ruido del libro, pero nadie apareció.
El muchacho empezó a besarme el cuello y a acariciarme los pechos, le dije que me soltara o gritaría y él me contestó que aunque gritara nadie vendría a ayudarme y que si lo hacía tendría que golpearme; eso me asustó mucho, pues siempre he temido a la violencia, estuve unos momentos tratando de analizar la situación mientras él seguía tocándome por todos lados; de repente me acordé de algo que vi en la televisión y pensé que podría funcionar, aproveché que él seguía atento a mi cuerpo, y le di un fuerte rodillazo en medio de sus piernas; él se dobló de dolor, cerró los ojos y abrió la boca como queriendo jalar aire, aproveché para correr por el laberinto de estantes de la biblioteca, empecé a gritar para que mis amigas y la bibliotecaria me fueran a ayudar para castigar al cochino este, pero, extrañamente, nadie acudió, cosa que me extrañó mucho porque no había más ruido en la biblioteca, era imposible que no me oyeran. Llegué a la zona donde quedé de verme con mis amigas; en esa parte hay varias mesas grandes para trabajar y allí fue donde comprendí porqué nadie me había ayudado:
Mi amiga Azucena estaba empinada sobre una de las mesas, amordazada con la blusa abierta, las manos atadas a la espalda y la falda levantada; uno de los muchachos que vimos en la esquina estaba detrás de ella con los pantalones abajo, violándola; Azucena tenía los ojos cerrados pero lloraba copiosamente y se quejaba por el dolor que le causaba el muchacho. Por otro lado, la bibliotecaria estaba desnuda atravesada sobre una mesa boca arriba; de un lado un muchacho casi desnudo le metía y sacaba su pene con fuerza al tiempo que le acariciaba los senos; del otro lado, otro muchacho le sostenía las manos y la obligaba a chuparle su pene.
Ingrid estaba hincada a la mitad del lugar, con la blusa abierta y sin sostén; un muchacho parado frente a ella la obligaba a chuparle el pene mientras otro que estaba parado atrás le sostenía los brazos. Había otros dos muchachos atrás del que violaba a Azucena esperando su turno y uno más viendo lo que le hacían a la bibliotecaria. Me quedé pasmada un instante, pero luego arranqué a correr hacia un pasillo que daba a la puerta de salida a la calle; pero los muchachos reaccionaron y antes de que llegara al pasillo me capturaron entre dos de ellos y jalándome del cabello me hicieron regresar. En eso el muchacho al que yo había pateado salió de entre los estantes y les dijo a sus amigos lo que yo le había hecho y les pidió que me sostuvieran para poder vengarse de mí; empezó a acercarse amenazante y yo grité pidiéndoles que no me hicieran nada; los muchachos me sostenían de los brazos y por más que me jalaba hacia atrás, no lograba moverme ni soltarme.
El muchacho llegó hasta mí y me dio dos tremendas bofetadas que me hicieron llorar; él me ordenó callarme, pero por el contrario, yo empecé a gritar más diciéndole que nos dejaran ir, que no diría nada; la respuesta de él fue salvaje: Me tomó de las coletas del cabello y estrelló mi cara contra una de sus rodillas; de inmediato sentí como la sangre brotaba de mi nariz y caí al suelo semi desmayada, pero por lo que ocurrió después hubiera preferido estar muerta; haré acopio de fuerzas para poderlo contar.
Bueno, ahí va: Me di cuenta de que ellos me desvestían rompiéndome el uniforme y la ropa interior; quedé desnuda expuesta ante ellos sin poder defenderme. El muchacho que me había gustado empezó a acariciarme los senos y decía cosas que apenas entendía; pero dentro de eso entendí que se vengaría por el rodillazo que le había dado; él me abrió las piernas, se me encimó y sin ninguna consideración metió de repente todo su pene en mí; jamás había sentido un dolor tan fuerte como en ese momento; grité con todas mis fuerzas, pero eso hizo que él se emocionara más y empezó a moverse con furia adentro y afuera de mí; de repente, giró sobre sí mismo, haciéndome quedar arriba de él; para ese momento yo ya había recuperado totalmente la conciencia y me daba cuenta de lo que sucedía. Desde donde estaba vi que a Azucena seguía en la misma posición y otro muchacho la violaba con fuerza; la bibliotecaria estaba boca abajo encima de una mesa, solo su cabeza sobresalía por el borde de la mesa; un muchacho atrás de ella le clavaba su pene por atrás mientras otro que estaba adelante de ella la obligaba a chupárselo.
A Ingrid la habían hecho sentarse encima de un muchacho a horcajadas y la obligaban a moverse arriba y abajo; le habían atado los brazos a la espalda y otro muchacho parado a un lado de ella la hacía chupárselo también; me pareció que las tres lloraban, pero no pude detenerme mucho a observar porque ya uno de los muchachos estaba introduciendo un dedo en mi ano; intenté cubrírmelo pero el muchacho me tomó de los brazos con una mano y me los sostuvo con fuerza; de nuevo les supliqué llorando que me dejaran y que no me lo hicieran por allí; les decía: ¡No por favor, déjenme ir, por favor por allí no, se los suplico!. Pero el muchacho que estaba debajo de mí me dijo: “¡Chilla maldita puta, vas a pagar por lo que me hiciste; te vamos a coger todos por todos lados hasta reventarte desgraciada!”
De repente sentí como el muchacho que estaba detrás de mí me soltaba y con las manos me separó las nalgas; su pene empezó a penetrar lentamente en mí y entonces sentí verdadero dolor; creí que me iba a partir en dos; era insoportable y grité con más fuerza que nunca y el otro muchacho que estaba junto a mí me tomó de los cabellos y aprovechó cuando abrí la boca para gritar para meterme su pene en ella y me obligó a chupárselo mientras me insultaba: “¡Ándale puta, chúpamelo o te pongo una madriza!”.
Quise empujarlo, pero el muchacho de atrás me tomó de nuevo los brazos y los jaló; se impulsaba con ellos para entrar y salir de mi ano con fuerza.Lloré de dolor e impotencia, nunca creí ser humillada de esa forma, los muchachos me violaban por los tres lados sin compasión, gozando con mi dolor y mi sufrimiento; me hicieron moverme para que ellos sintieran placer mientras me insultaban y se burlaban de mí diciendo que yo les había coqueteado, que no me hiciera la santa, que seguramente me estaba gustando.
El que estaba delante de mí terminó y me sostuvo con fuerza de los cabellos para que no me pudiera alejar y me hizo tragarme sus líquidos; casi me vomito del asco, pero pude aguantarme. Él sacó su pene de mi boca y empecé a gritar: ¡Ya por favor, ya no más se los suplico, me está doliendo mucho! ; el muchacho que estaba debajo de mí me dijo que a él también le había dolido el rodillazo que le di y que me aguantara; en eso, el muchacho que me lo metía por atrás también terminó y sentí como llenaba de semen mis entrañas; él se salió, pero no me soltó los brazos; pidió una cuerda y se la dieron, mientras su amigo me seguía violado, él me ató los brazos cruzados en la espalda.
Volteé a ver a mis amigas y a la bibliotecaria; las tres estaban hincadas en el piso, semi desnudas y despeinadas, una al lado de otra con los brazos atados a la espalda y amordazadas con trapos; ellas lloraban mientras veían lo que los muchachos me hacían El muchacho que me penetraba me volteó de nuevo, quedando él encima de mí; sacó su pene, se enderezó un poco y me levantó las piernas; en esa posición me volvió a meter su pene hasta el fondo, provocándome un dolor aún más intenso que la primera vez; de nuevo grité y sus amigos lo festejaron, diciéndole cosas como: “¡Cógetela!, ¡dale duro!, ¡acuérdate del madrazo que te puso!, ¡Hazla sufrir!, ¡Que chille la cabrona!”; él, animado por sus amigos, siguió haciéndomelo cada vez más fuerte hasta que soltó una tremenda descarga de semen en mí.
El muchacho me soltó y se levantó triunfante, dejándome desmadejada en el piso; “todo acabó”, pensé; pero otros tres muchachos se acercaron a mí; me levantaron y uno de ellos se acostó boca abajo en el piso; me obligaron a sentarme a horcajadas sobre su pene erecto, haciendo que me lo clavara yo misma; no sé si fue porque aún tenía líquido pero me dolió un poco menos; el muchacho me agarró de las caderas y con palabras altisonantes me ordenó moverme; casi de inmediato, otro se colocó detrás de mí, me empujó hacia abajo y me abrió las nalgas, metiendo su pene en mi ano y el tercero se paró delante de mí y tomándome del cabello ya suelto, me ordenó chuparle el pene, tuve que hacerlo aguantándome el asco y el dolor.
De reojo alcancé a ver que a mis amigas y la bibliotecaria les quitaban el trapo de la boca y tres muchachos las hicieron que les chuparan sus penes. Mientras, los tres muchachos siguieron violándome por los tres lados hasta que terminaron uno a uno; primero el que estaba detrás de mí, luego el de abajo y casi de inmediato el que me hizo chupárselo. Los tres se salieron y me dejaron tirada de nuevo; yo ya estaba muy adolorida del ano, la vagina y la mandíbula y vi como los tres muchachos que habían hecho que mis amigas se los chuparan, se acercaron a mí y repitieron la historia, uno por delante, otro por atrás y el último por la boca, los tres terminaron dentro de mí en diferente orden.
Se levantaron y me dejaron allí; vejada, humillada y adolorida. El muchacho al que yo había pateado y que antes me había gustado, se acercó a mí y tomándome del cabello, me dijo: “Ya no eres tan ruda, ¿verdad puta?”; como yo estaba muy molesta por lo que me hicieron, le escupí en la cara y le dije que él era una escoria; pero antes de que yo terminara, ya él me había dado un par de bofetadas, sus amigos hicieron una expresión: “¡Uuuuhhh!” y él enojado me dijo: “¿Ah si?, no te la vas a acabar pinche puta, ahora si vas a sufrir hasta desear no haber nacido”. Dicho esto, tomó mi calzoncito; con una mano me apretó las mejillas obligándome a abrir la boca y lo metió en ella; luego tomó un trapo y me amordazó con él. Él repetía: “¡Ahorita vas a ver, ahorita vas a ver!”.
Me tomó del cabello y jalándome de él, me arrastró por el piso hasta donde estaban las mesas; con ayuda de sus amigos me subieron a una, acostándome boca arriba, me abrieron las piernas y me ataron los tobillos a las patas de la mesa; luego, hicieron levantarse a mis amigas y a la bibliotecaria; el muchacho que escupí les dijo algo al oído a cada una y ellas me vieron con tristeza; luego colocaron a Azucena a un lado de la mesa y la bibliotecaria del otro; a Ingrid la colocaron a mis pies; Azucena llorando me dijo: “¡perdónanos, pero nos están obligando!”; esto motivó que uno de los muchachos le pegara fuertemente en la cabeza, por lo que ya ninguna de ellas dijo nada.
Unos de los muchachos dijo: “¡Empiecen!” y ellas se inclinaron sobre mí; primero empezaron a lamerme los pechos y la vagina; esto lejos de ser desagradable, más bien se sentía bien; sin embargo, un poco después ellas ya no lamían, sino que empezaron a morderme los pezones y el clítoris; eso si me dolió; grité, pero de mi boca solo salían gemidos: ¡Mmm, Nnnn, mmm!; los muchachos reían y gritaban: “¡Más fuerte, más fuerte!” y cuando se dieron cuenta de que Ingrid no me mordía con fuerza, le dieron un tremendo palazo en las nalgas.
Luego fue Azucena la que aflojó un poco y también escuché el tremendo golpe que descargaron sobre ella; yo ya no soportaba el dolor, les gritaba a ellas que se detuvieran, pero además de que no se me entendía nada por la mordaza, en cuanto aflojaban recibían un castigo; Ingrid, después del palazo mordió con fuerza, pero luego aflojó de nuevo y entonces uno de los muchachos se colocó detrás de ella y le metió su pene de un solo golpe, haciéndola llorar y obligándola a apretar de nuevo los dientes sobre mi maltratado clítoris.
El castigo continuó durante una eternidad; a Ingrid le tocó que la violaran tres muchachos por haber aflojado; a Azucena uno y a la bibliotecaria ninguno, pues ella no aflojó ni un instante. Después de mucho tiempo, les ordenaron detenerse y ellas se levantaron, dejando mis pechos y mi clítoris excesivamente adoloridos. Dos muchachos se pararon a un lado de cada una y las juntaron, haciéndolas que vieran todo lo que me ocurría. Pensé que ese castigo había sido muy duro, pero el muchacho se acercó y me dijo que si lo volvería a escupir, yo volteé la cara a otro lado y él me tomó del cabello, obligándome a verlo y me dijo: “¡
Cuando yo te hable mírame a la cara, puta!”; se alejó un poco y me mostró su dedo medio; tomó una botella de alcohol y lo sumergió en ella, luego empezó a acariciarme el clítoris con ese dedo; el ardor era insoportable; me retorcí y me quejé y el me dijo: “Aguántate porque te estoy curando las heridas que te hico la puta de tu amiga”; yo intentaba cerrar las piernas, pero era imposible; cuando acabó, yo lloraba desconsoladamente y él me dijo: “Ya no eres tan valiente ¿verdad?”. El muchacho sacó una navaja y me la colocó cerca del pezón derecho mientras con la otra mano apretaba un poco mi seno; me dijo:
“¿Cómo te verías sin un pezón mamacita?”; me horroricé de solo pensarlo, le supliqué por detrás de la mordaza que no lo hiciera; el me hizo sentir el filo de la navaja y cerré los ojos, esperando lo peor. De repente me soltó y abrí los ojos; él apuntó la navaja hacia mi ojo derecho, me tomó del cabello con la otra mano y me dijo: “O tal vez te veas mejor tuerta”; grité de nuevo mientras la navaja se acercaba inexorable a mi ojo; me imaginé desangrándome y muriéndome del dolor; se escuchó un grito: “¡Ya déjenla en paz, malditos!”. El muchacho y yo volteamos a ver quién había gritado y vimos que era Azucena, que desesperada por la tortura que me aplicaba este tipo, decidió enfrentarlo.
El muchacho le dijo: “¿Qué, quieres ocupar tú su lugar?”; Azucena espantada movió la cabeza diciendo que no; “¡Entonces cállate!”, le dijo el tipo, Enseguida me desataron las piernas y me quitaron la mordaza, él me tomó del cabello y me atravesó en la mesa; dejó mis piernas colgando de un lado de la mesa y mi cabeza del otro y se paró frente a mí; me puso su pene flácido en la boca y me dijo: “¡Levántamelo puta!”; tuve que abrir la boca y chupar su pene para que se le parara; en esa posición yo no veía nada, pero sentí cuando alguien me abría las piernas y empezaba a clavar su pene en mi pobre vagina cansada.
Grité, pero el grito se apagó en el pene del muchacho que me hacía chupárselo; de cualquier manera, ellos siguieron con su orgía salvaje; el que me lo estaba haciendo por abajo descargó su semen en mí y el que me hizo chupárselo tomó su lugar, pues su pene ya estaba totalmente erecto. Así, uno a uno, hicieron que yo les levantara sus penes para después metérmelos por la vagina; ya no pude gritar ni llorar; solo deseaba que la pesadilla terminara.
Después de que todos ellos pasaron por mí, entre tres me llevaron a una parte oscura de la biblioteca, pues solo habían dejado prendidas las luces de la zona de mesas; vi como otros se llevaron a Azucena, a Ingrid y a la bibliotecaria por otros pasillos, separándonos. A mí me ataron a unos estantes con los brazos y piernas separados, como en X, colgando a unos centímetros del piso, me amordazaron y se fueron, dejándome allí desnuda, maltrecha y humillada; escuché como apagaron las luces.
No sé cuanto tiempo pasó, pero fue mucho, luego llegaron unos policías y mucha gente, me subieron a una camilla y me llevaron al hospital, donde me recuperé físicamente; pero ahora escribo esto porque dice el Doctor que es una terapia para recuperarme emocionalmente, espero que sirva.
Este tipo de relatos, no me gusta leerlos, primero por el sufrimiento que implica una violación, y más si el sexo no es consensuado, lejos de excitarme me hace pensar que esos son unos cobardes que merecen lo peor, de leerlo me imaginé a ustedes así sufriendo, y ellos aprovechando hicieron y deshicieron con ustedes, jamás debe de suceder esto, yo prefiero que si una mujer tenga sexo con quien sea, sea con alguien que ella desee y que realmente sea placentero, el sexo no debe de sufrirse sino sentirse con placer, si no, eso solo es violación, y más cuando la cobardía y la indolencia son más que la conmiseración, la piedad y sobre todo, el cuidado que se deba de tener para realizar un acto como este. No importa si tú como escritora coqueteaste con el chico, no merecías esto. Mi solidaridad, está bien que leer relatos de sexo me excitan, pero solo cuando son relatos que dan situaciones en donde hubo acuerdo, y en donde lejos de existir sufrimiento hay placer, si no amor de pareja o lo que sea, por lo menos esa aventura es acordada entre ambos o entre quien sea, pero las violaciones y más si dejan traumas son terribles, que dejan heridas en el alma y en el corazón que nunca sanarán, porque el estigma de la sociedad es grandísimo, y esos pueden ser los héroes lamentablemente.