A cargo del perro de mi hermano
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Esto sucedió a mis 19 años, producto de un par de coincidencias, y aún hasta la fecha no me lo he podido explicar.
Estaba yo en mi segundo año en la universidad y mi hermano cinco años mayor, se había titulado y estaba trabajando bien en una buena empresa, por lo que decidió independizarse yéndose a vivir a un departamento de soltero. En el edificio donde se mudó no permitían animales, así que dejó a mi cargo su perro querido, un coker-spaniel color chocolate de aproximadamente cinco años. Lo quería y cuidaba bastante, manteniéndolo siempre bien aseado y haciéndolo dormir en su habitación. Sufrió mucho por el hecho de tener que dejarlo, pues si lo descubrían le podían caducar el contrato de arriendo, y este departamento por ubicación, calidad y precio era una verdadera ganga.
Me dejó todas las indicaciones, de alimento, aseo, horarios y hábitos de higiene, fue una gran responsabilidad que tuve que asumir, obviamente con la correspondiente compensación monetaria, ya comprenderán que debía tener para comprarle sus cosas y a mí se me hacía poco el dinero para poder tener todas las mías. Así que gustosa acepté la solicitud-oferta.
Con lo que no contaba era que el can no tenía cama, ni nido, ni lugar físico donde dormir, y tenía que compartir mi cama con él, claro que él durmiendo a los pies de esta sobre la cubierta. Y así pasaron los meses hasta que llegó el invierno con el cual a este animalito le dio por meterse bajo las tapas para capear el frío, a lo que me resistí en un principio por incomodarme su contacto, pero era yo misma quien lo aseaba y estando segura de su higiene le permití que fuera mi calefactor viviente.
Pasó un par de semanas en que disfruté de su cálida compañía, entibiando mis piernas en las noches más frías, pero llegó el día en que comenzó mi regla, y el olor de mi flujo llamó de sobremanera la atención del perrito este. Se iba husmeando y olfateando insistentemente mi entrepierna, que tenía que reprenderlo y hasta a veces golpearlo para que se dejase de molestar. Fueron cuatro largas noches en que no pude conciliar bien el sueño, pero mi periodo se cortó y cambié de toalla higiénica a protectores.
Esa noche, entendiendo que no me molestaría y como no se acercó a mi entrepierna mientras estuve despierta, me quedé profundamente dormida, no supe de nada, ………………….., hasta que desperté con un fuerte cosquilleo en mi vagina, claro era él que metió su cabeza por debajo de mi camisola y había filtrado su lengua por un costado del rebaje de mi calzón proporcionándome un insistente lameteo. Como ya no estaba con flujo y se sentía tan rico, dejé mi pudor y prejuicios de lado, y me dejé hacer por tan hábil lengua canina.
Mi virginidad se la entregué ase como dos años antes a un novio que tuve, pero solo duramos once meses manteniendo relaciones, luego se aburrió de utilizarme y me pateó (dejó). Decidiendo yo, no entregar más mi cuerpo hasta no estar segura de que sea una relación duradera. Por lo que llevaba más de un año sin los placeres de la carne.
Entonces comprenderán que el roce de su lengua por sobre mis labios exteriores, despertó en mí nuevas sensaciones, además que mi ex novio jamás me practicó sexo oral. Su lengua quería entrar más y yo le di el gusto sacándome los calzones, a lo que el perro reaccionó pegando su hocico a la raja de mi entrepierna, lamiendo profusamente los jugos que comenzaban a salir desde mi ansiosa vulva, recorriendo con su lengua desde el borde de mi ano hasta mi cada vez más endurecido clítoris, haciéndome estremecer de placer.
Estaba exquisito, y fue mejor cuando hurgueteaba al interior, era como si me estuviera penetrando. Me estaba volviendo loca y apunto de estallar en lujuria, hace tanto tiempo que no tenía contacto con un pene, que instintivamente retorcí mi cuerpo hacia un costado y estirando mi mano alcancé el del perro, que apenas lo rodeé estiró sus piernas levantándose y con un leve movimiento de caderas ya le estaba haciendo el amor a mi mano.
Esto hizo estallar mi lívido y desear que envés de mi mano, fuese mi vulva la que albergara dicho miembro, pero estaban a alturas diferentes. Y sin pensar lo que estaba haciendo, mientras el can seguía lamiéndome, tomé mi almohada y la puse bajo mis caderas, viendo que no era suficiente agregué mi gran peluche que tenía a un costado y jalé al perro por sus patas delanteras, que pasándolas por sobre mi pelvis las dejé caer una a cada lado de mi cintura.
Solo bastó eso y que la punta de su pene percibiera el calor de mi vagina, para desatar el más controvertido coito. Su miembro era relativamente delgado y entro fácilmente, pero sus embestidas no eran igual que las aplicadas a mi mano, fueron muy rápidas y violentas, se cargaba como si quisiera atravesarme con su puntiagudo pene. Pero el roce y la velocidad con que lo hacía era muy agradable, aunque después de varios enviones era más placentera la sensación de su verga en mi interior, el grosor que alcanzó era increíble al compararlo de como había entrado.
Percibir mi vulva colmada, repleta y totalmente expandida por tal pedazo de carne, era placer puro que se extendía a cada parte de mi cuerpo. Desde que comenzó el lameteo hasta ese momento deben haber pasado unos cinco o seis minutos, corto tiempo en que gocé a concho como nunca antes en una relación sexual. La parte más ancha de su verga rozaba en el lugar preciso.
Pero se venía lo mejor, cuando me tenía a punto apunto se detuvo manteniéndose cargado y liberó su abundante eyaculación, líquido caliente que inundó todo mi útero haciéndome estallar en un profundo orgasmo, mis senos se querían reventar de lo duro que estaban, las cosquillas en mi vientre me hacían convulsionar continuamente mientras duraba su acabada, unos dos o tres minutos definidos por el lapso en que palpitó exquisitamente su miembro.
Apenas terminó su orgasmo soltó su apriete de mi cintura, entonces intuí que se quería salir, pero yo aún estaba gozando del mío y del volumen de su aparato reproductor, por lo que lo abracé con piernas y brazos impidiendo que se despegara de mí, contorsionando a ratos mi pelvis para incrementar mi placer. Placer que fue bajando a medida que su pene se deshinchaba paulatinamente, prolongando mi orgasmo hasta que se extinguió por sí solo y la copla misma unos 15 minutos más desde que él acabó.
Debe haber sido poquito menos de media hora, pero la ½ hora más intensa de mi vida, en lo que a sexo se refiere, mitad de una hora que fue coronada por un pequeño ¡¡CHHLOOCK!!, de su pene al anunciar la salida desde mi interior, liberando todo el exceso de fluidos que manchó mi camisola y sábanas, las cuales él mismo limpió lamiendo y engullendo todo el líquido. Al día siguiente me bastó con echar a lavar las sábanas, poner limpias y voltear el colchón.
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