Amelia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Era la menor de dos hermanos y teníamos distinto horario en el colegio, nuestros padres ambos trabajaban, por lo cual mi hermano dos años mayor quedaba solo por las mañanas y yo por las tardes. Sabiendo cada cual sus responsabilidades, hacíamos nuestras tareas cuando correspondía y no nos iba mal en nuestros estudios, por lo que nuestros padres ya no nos dejaban al cuidado de nadie y gozábamos de ciertas libertades con sus correspondientes obligaciones.
Había en casa un perro de raza indefinida y de mediano tamaño, el que tenía ya un par de años y seguía igual de juguetón que cuando era cachorro, le gustaba corretear por el patio, mordisquear los pantalones o calzado para salir luego huyendo, y cuando se tiraba encima de una si le ponían la rodilla o el muslo en el pecho, lo aferraba con sus patas delanteras poniéndose a hacer movimientos de coito como si se estuviera montando una perrita, cosa que hacía usualmente y nos daba mucha risa.
Pero un día que llegué aburrida del colegio, después de almorzar me di unas buenas masturbadas en un sillón del estar, pensando en como sería el tener entre mis manos o dentro de mi vaginita un pene real. Desistí de aquello subiéndome los calzones y acomodándome la faldita del uniforme, salí al patio trasero a refrescarme un poco para pasar el calor de mis enrojecidas mejillas. Y ahí estaba él con su lengua afuera, aparentemente sediento haciéndome recordar que debía darle su comida y agua.
Estaba reclinada llenando sus tiestos cuando se me subió por un costado comenzando a hacer su gracia, miré de reojo para el costado por donde me estaba molestando prestándole especial atención a su pene, el que tendía a despegarse de su vientre estirando la piel entre éste y su funda, provocando que una roja puntita se asomara desde su prepucio. Cosa que envés de darme asco, produjo una intensa curiosidad por aquel miembro viril, que aunque no era el de un hombre, era lo que tenía al alcance.
Y mientras comía y bebía, le sobaba su lomo preparándolo para que me dejara intrusearle su cosa, pero no aguanté mucho y antes que terminara ya le tenía tomado su delgado pene, el que percibí del grosor de uno de mis dedos por debajo de su funda, instintivamente moví mi mano de adelante para atrás repitiendo seguidamente ese movimiento, lo que hizo salir al perro de lo que estaba haciendo y arquear su lomo, logrando en conjunto que se asomara como la mitad de ese rojo y delgado pedazo de carne, el que lenta pero constantemente empezó a engrosar, pero lo hacía con mayor volumen y velocidad dentro de mi mano, por lo que empujé más fuerte para atrás logrando que una especie de bola saliera de su funda.
Era una forma muy rara, había visto parejas de perros pegados pero jamás un pene de ellos solito y menos de tan cerca. No lo solté, manteniéndolo apretado por donde lo tenía tomado y acto seguido comenzó a lanzar constantes chorritos de un líquido blanquecino, el que entiendo sería su semen, pues antes cuando lo estaba masturbando eran chorritos más pequeños y cristalinos que pensé podía ser orina. Se lo mantuve sujeto hasta que paró de latir y escupir, manteniendo un suave movimiento con mi mano, lo que no sé porque lo hice solo seguí mis instintos.
Ya cuando terminó de acabar lo solté, quedándole su cosa colgando casi del mismo porte que estaba sin guardársele en su funda, la que tenía toda arremangada detrás de esa bola. Pero lentamente se le fue encogiendo hasta que solo se fue para dentro de su capullo. No podía dar crédito a lo que había hecho y menos a lo humedecida que tenía mi vagina, mis jugos mojaban por completo toda mi entrepierna y rebaje de mi calzón, nunca antes me excité tanto sin tocarme mi conchita, estaba tan jabonosa que con facilidad entraban tres de mis dedos que era lo máximo que me metía, pero después de un rato de masturbarme, claro que hasta la mitad nomás pues en la base se me hacían muy grueso.
Me entré a la casa y en el baño me di una buena masturbada con el mango de un cepillo de pelo, el que al ser corrugado como pistola de marciano, me produjo gran placer pero igual me dejó con gusto a poco. Me sentía muy extraña, no quise salir nuevamente al patio por todo lo que quedaba de tarde, de noche llegué a soñar con lo que había hecho. Al otro día en el colegio no podía borrar de mi mente el pene de mi perro, una especie de ansiedad me invadía, no hallaba el momento que llegara la hora de volver a casa.
Pero llegó la hora y me fui muy pensativa camino a casa, no sabía que me pasaba solo que mi corazón latía muy rápido cuando me acordaba de aquello. Entre en la casa y no fui capaz de almorzar, un tremendo nudo me oprimía el abdomen, traté de ver televisión pero no tomaba asunto a lo que estaban dando, traté de no pensar en mi perro, pero cuando lo hice el nudo se me bajó a mi sexo, comenzándoseme a humedecer mi vagina.
Como un robot, con la mente en blanco me paré del sillón y me dirigí para la cocina en donde está la puerta trasera que da al patio, tomé la manilla sujetándola por un par de minutos, solo mirándola y sintiendo como se me revolvían los intestinos y mi vagina seguía humedeciéndose, tirité por unos segundos y se me paralizaba la respiración, pero finalmente la abrí y me dejé ir.
Ahí estaba él esperándome en la entrada, como sabiendo mis intenciones se fue directamente con su nariz bajo mi falda, hundiéndola en mi pubis y lamiendo mis fluidos por sobre la tela de mi calzón, cosa que me hizo liberar mi respiración contenida e iniciar mi actuar en lo que me correspondía. Corrí mi calzón para un costado ofreciéndole mi sexo desnudo, el que gustoso siguió lamiendo invitándome a despojarme de mi prenda intima para estar más cómoda, se sentía fenomenal ese primer cuerpo ajeno en contacto con mi ansiosa vagina.
Su lengua estaba causando estragos en todo mi cuerpo, haciéndome contorcer por las exquisitas cosquillas. Estaba con mis piernas bien abiertas, mi espalda apoyada en el muro posterior de la casa y mis manos separándome los labios vaginales para facilitarle la labor, llegando a mi primer orgasmo en muy poco tiempo. Habiendo saciado mi calentura inicial, fui a buscar su pene pero esta vez a gatas, ya que mis piernas me temblaban mucho y no podía agacharme o encuclillarme.
No alcancé a tomárselo, cuando salió de mi costado dando de saltos y no dejando que tomara lo que yo quería, me iba hacia su vientre y se me corría para un costado, haciéndome girar en círculos unas cuantas veces. Me detuve y le dije “que te pasa, ¿a caso no quieres?”, cuando repentinamente se me subió a la espalda dándome a entender que quería copular conmigo…………., quedé atónita imaginándome penetrada por la herramienta que ayer tuve en mis manos, su primera parte probablemente me entraría pues se asemejaba al grosor de tres de mis dedos juntos, pero su bola era del porte de una mandarina grande que no tendría como entrar en mi jovial vaginita.
Pensando eso y conociendo el abrupto cambio de volumen, lo dejé seguir estando segura que no me entraría su bola. Se acomodó bien en mi parte posterior aferrándome por la cintura y dando de puntazos en mi trasero por sobre mi falda, aumentaba mi deseo de sentir su pene dentro, por lo que tuve que apoyarme en mi cabeza y hombros para con ambas manos poder levantar mi faldita. Bastó nada más esto para que en un tercer puntazo al descubierto, entrara su punta unos tres o cuatro centímetros, y en los siguientes dos me la tuvo metida hasta el fondo, no causándome ningún dolor y recordándome que en principio partía delgado para luego engrosar.
Pero estaba tan sabroso la velocidad con que lo hacía, que me olvidé de todo dedicándome solo a sentir y gozar de esta mi primera penetración. No tardando en percibir como se colmaba mi vulva con tan preciada herramienta, llenando cada parte de mi sexo y proporcionándome un enorme placer que me hizo estallar en un precipitoso orgasmo que convulsionó todo mi cuerpo, al ritmo que se contraía mi vagina, lo que al parecer estimuló al perro para que comenzara a eyacular, respondiendo con pálpitos de su pene e inundando con su cálido semen mi inmaculado útero, lo que acentuó en extremo mi ya profundo orgasmo, dejándome casi en estado de inconciencia.
No se si su eyaculación fue muy larga o el placer recibido fue tal, que lo sentía eterno, nunca había gozado tanto tiempo continuamente. Cuando me masturbaba llegaba a un punto máximo, que ni siquiera se acercaba a esto que estaba sintiendo y me costaba mucho mantener, duraba unos pocos segundos y bajaba estrepitosamente. Pero esto era algo que no podía creer, jamás pensé en la fuente de placer que tenía tan cerca y a mi diaria disposición.
Y en tanto pensaba esto, mi perro se bajó para un costado creando una enorme presión en la entrada de mi vagina y un vacío dentro de ella con su miembro que no salía de mi interior, pero pasó una de sus patas traseras por sobre nuestros sexos quedando totalmente volteado para atrás su pene, uniéndonos trasero con trasero. Y por nuestra inexperiencia, él tiraba y yo apretaba los músculos de mi vagina, haciendo de éste el final de nuestra primera vez, algo muy traumático para ambos pagando el noviciado en la zoofilia.
Pero después de un rato que lo tuve afirmado por la cola para que no jalase, su pene se deshinchó considerablemente pudiendo salir sin problema y dando paso al exceso de fluidos que aún contenía mi ya iniciada, saciada y agradecida vulva, gran cantidad de semen mezclado con mis fluidos pero apenas teñido de rosado, evidenciando la escasa sangre resultante de mi desvirgada que supongo se debió a lo asidua a masturbarme.
Como todo vicio, lo hacíamos a diario durante la semana, y hasta tres veces durante el tiempo que estaba sola en la tarde, en promedio como cada hora y media cuando estábamos más calientes. Obviamente no podíamos el fin de semana, por lo que yo evitaba estar en casa y cuando estaba me tenía que aguantar las ganas de ser su perrita y él no ocultaba sus ansias por poseerme, cosa que con el tiempo aprendió que era solo cuando estábamos a solas.
Luego de un par de semanas ya no era necesario afirmarlo por la cola, incluso con el tiempo también aprendió a no bajarse hasta terminar por completo con su larga eyaculación y yo a relajar de tal modo mi entrepierna que lo podía dejar salir a voluntad con su bola hinchada a su máxima expresión, cosa que pensé nos podía servir para cualquier caso de emergencia, además que servía para iniciar o retomar un coito con su miembro ya bien erecto y cuando él estaba con más energía en la primera incursión de la tarde o sobretodo los días Lunes, daba embestidas más largas pudiendo yo dejar que su bola entrara y saliera con su rápido mete y saca, pues no iniciaba su eyaculación hasta que sentía aprisionado su miembro, sintiendo yo muy agradable y rico esto, además que me encantaba ese sonido de ¡¡¡¡CHLAFT, CHLAFT, CHLAFT, CHLAFT!!!!……,
Siempre íbamos tratando de probar cosas nuevas, hasta por el ano me dejé penetrar pero pese a que sentí muy rico y diferente se me hacía muy feo botar su semen mezclado con mi caca, era como una diarrea amarilla que me salía y corríamos ambos el riesgo de agarrarnos alguna infección, practicándolo solo un par de veces más en que le puse condón, pero me costaba mucho colocárselo y en la última ocasión este igual se rompió.
Disculpen si me alargué mucho queridas amigas, pero si tienen la oportunidad pruébenlo no se arrepentirán, si tu perro lo hace solo contigo casi no corres riesgo de infecciones, no tienes que cuidarte de no quedar embarazada, él no le contará a nadie y tampoco te pondrá los cuernos si es que no puede salir para la calle. Además si tu tienes ganas él con solo sentir el olor de tus fluidos, también las tendrá, por lo general estará casi siempre dispuesto………., que más puedes pedir???
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