Amor por los perritos callejeros II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Quedé sorprendida con el inmenso placer que el Negro, el perrito callejero, logró darle a mi cuerpo.
Cuando terminamos de coger, que se despegó de mí, lo dejé salir por la puerta a la calle (por suerte no sería la última vez que lo vería).
Desnuda como estaba y con mi vagina escurriendo semen canino, me asomé para asegurarme que nadie viera salir al perro de mi casa, pero igual que antes la calle estaba vacía, por lo que lo dejé salir.
El perro se perdió entre las calles y entonces recordé a mis otros tres héroes, pensé en recompensarlos con mi cuerpo, como lo hice con el Negro, pero al buscarlos noté que solo uno seguía cerca, los otros dos se habían ido.
El perrito que quedaba era color café, de esos de raza indefinida.
Era igual de alto que el Negro, pero más flaco.
No me hacía caso, tuve que acercarme más para llamar su atención, salí así desnuda a la calle y casi de inmediato empezó a seguirme, lo bueno es que nadie me vio.
Todo eso de salir desnuda a la calle y que pudieran descubrirme tenía mi corazón latiendo a mil por hora, y hacía todo esto aún más excitante.
El perro me siguió, pero esta vez decidí quedarnos en la sala, no en mi cuarto.
Como dije, aún estaba desnuda, con mi vagina aún llena de mis flujos y el semen del Negro, que momentos antes me hizo suya, por lo que este perrito no tardó en interesarse en mi entrepierna, yo me senté en el sofá, dejando mis piernas abiertas para darle libre acceso.
No tardó mucho en empezar a lamer mi húmeda vagina.
Mi excitación comenzaba a elevarse de nuevo, el morbo de que un animal me estuviera dando placer con su lengua me hacía dar vueltas la cabeza, acariciaba mis senos mientras el perro me lamía profundamente, y aunque no duró ni un minuto lamiendo me hizo alcanzar un orgasmo delicioso.
Con las piernas aun temblando me puse de pie, tomé uno de los cojines del sofá y lo puse en el suelo, me arrodillé sobre el cojín y recargué mi cabeza y brazos en el sofá, la excitación me tenía jadeando, el perro no parecía entenderme, no me montó en seguida, seguía oliendo mi vagina y ano, lanzó unas lamidas en mi ano que me sacaron un pequeño grito de sorpresa, la verdad me gustó mucho, nunca me lo habían hecho, separé mis nalgas para ver si seguía y lo hizo, me estuvo lamiendo por un breve pero rico momento (desde entonces me encanta que me laman el culo).
“Móntame cabrón, te estoy esperando” le decía, y después de un par de minutos de ruegos míos por fin intentó montarme, pero no atinaba en mi vagina.
-¡Cógeme ya!- le grité, pues mi cuerpo estaba muy caliente, necesitaba esa verga dentro mío.
Guié con mi mano su funda hacia mi vagina y por fin entró.
“¡Así, así, cógeme como a una perra callejera!” exclamé cuando empezó a penetrarme frenéticamente, arañaba mis muslos con sus patas delanteras en su movimiento copular y me hizo venirme casi enseguida.
Tardó cuando mucho 30 segundos cuando intentó anudarme, pero mi vagina estaba bastante dilatada por mi último encuentro, con el Negro, además de que la verga de este perrito no era tan grande.
Se despegó de mí cuando mi cuerpo aun temblaba por el orgasmo que acababa de tener.
Mi cabeza daba vueltas, el aroma a macho, semen, mi vagina húmeda, a sexo me estaban haciendo delirar, sentía que me estaba volviendo loca por todas esas sensaciones.
Mi respiración seguía agitada, así todavía arrodillada empecé a acariciar mi vagina y me masturbé hasta alcanzar otro orgasmo.
Tardé un momento en poder levantarme, me impulsé con el sillón y me desplomé sobre el mismo, quedando boca arriba.
Entonces empecé a reflexionar sobre todo lo que había hecho, noté mi cuerpo muy sudado, mi respiración agitada, mi vagina palpitante, por un momento me invadió un sentimiento, como si hubiera hecho algo malo, pero volteé hacia el perrito, echado lamiendo su pene, le silbé suavemente y volteó a verme moviendo la cola, casi sonriéndome, pensé que no había hecho ningún mal y todo mal sentimiento se fue de mi cabeza.
Tardé como 10 minutos en recuperar el aliento, me puse de pie, le puse un tazón con agua a mi macho y cuando se la terminó lo dejé salir por la puerta, por suerte ya tenía su pene guardado en su funda otra vez.
El perro salió casi disparado, le susurré “adiós bebé”, y me metí a limpiar mi casa, a borrar todo rastro de mi delito.
Me di un buen baño, me revisé por si alguna pulga o garrapata se me había quedado, pero estaba limpia y por la hora y lo cansada que estaba me acosté a dormir, me desperté casi al medio día del día siguiente de lo cansada que estaba, cuando me levanté mi mamá ya estaba en la casa.
De todos los perros de esa noche el Negro es el único que he vuelto a encontrarme por mi casa, pero esa es otra historia 😉
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