Annette.
En modo casi imperceptible e inconscientemente, Annette comenzó a mover su pelvis y caderas empujando hacia atrás, balanceaba su trasero de un lado a otro, acompañando los poderosos embates de Blacky..
Annette no imaginaba lo que le estaba por suceder. Su amiga Luisa le había confiado su mascota por el fin de semana, debido a un imprevisto viaje al sur. Ella no era muy amante de los animales, ni menos se le pasaba por la cabeza tener alguna vez sexo con alguno de ellos.
¡Oh, Dios mío! Por enésima vez había una interrupción del suministro eléctrico. Solo una lluvia moderada bastaba para mandar en tilt todo el sistema. Se levantó para buscar una linterna o encender una vela. Pero se detuvo de golpe al ver esos dos ojos amarillos y lucientes que la observaban. Se imaginó un monstruo alienígena. ¿Será esto una alucinación? ¿Solo un juego de mi mente? Los ojos ardientes continuaban a fijarla.
Sintió un miedo terrible, vio como esos resplandores se acercaban a ella, la acechaban. Se petrificó al verlos frente a ella. Hizo a un lado unos mechones de sus cabellos para verlo mejor, sus ojos almendrados estaban agitados y asustados. El ser extraño se abalanzó contra ella botándola sobre el piso, esos ojos biliosos y coléricos estaban sobre su rostro, podía sentir el vaho tibio de su respiración y el aroma ignoto de su aliento.
Annette se congeló, como si manos invisibles la sujetaran en su lugar. Más que ver, imaginó las fauces de una poderosa y enorme bestia, la saliva goteaba de sus afilados colmillos que brillaban a la tenue luz filtrada del exterior. La chica contuvo su respiración, sintió su garganta cerrada, oprimida por una involuntaria contracción. No podía apartar la vista de esa tragadera horrible y esos intimidantes ojos ambarinos. La bestia emitió un espeluznante gruñido. El terror termino por inmovilizarla por completo.
Recién ahora se dio cuenta de que era él, Blacky, la mascota de su amiga, un perro. Pero sintiendo el feroz gruñido no le pareció tranquilizarla, se animó a tocar su cuello, había un collar de cadena alrededor de su poderoso cuello. El perro sentía su temor y la dominaba, quiso levantarse, pero él se lo impidió sosteniendo sus cabellos con sus feroces fauces y gruñendo, Annette creyó desmayarse.
La muchacha sintió una sensación de calor y hormigueo en la parte inferior de su abdomen. Trató de levantarse, pero el gruñido del perro la hizo desistir. Recostada boca arriba, todo un torbellino de pensamientos e imágenes, incoherentes alguna de ellas, pasaron por su mente. Arrugó su ceño en confusión. Temerosa de moverse abrió sus ojos que se habían acostumbrado a las penumbras. Las sensaciones en su bajo vientre se estaban incrementando e inexplicablemente una excitación se hizo espacio en su mente. Trató de empezar a analizar su situación. Estaba en la sala de estar de su habitación. Había una oscuridad todo a su alrededor. Desde el exterior se filtraba un claror de los rayos y truenos que se sentían en la lejanía. Encima de ella se encontraba esta bestia canina que impresionantemente se había transformado de amigable mascota a feroz agresor.
Vio un potente relámpago que iluminó toda la habitación, seguido por un estruendoso trueno que hizo temblar los vidrios de las ventanas, en esa milésima de segundo que la luz inundo la habitación ella vio que estaba completamente desnuda y en medio a sus piernas agazapado estaba el Pastor alemán de su amiga, asemejaba a un siniestro lobo y podía sentir en sus muslos la humedad de su baba que dejaba su lengua al acercarse al centro de su sexo. Toda una serie de descargas eléctricas recorrieron la parte inferior de su cuerpo centrándose en su abdomen y bajo vientre. Otro lampo iluminó todo y vio al pastor más cerca de su coño, un repentino y completamente inexplicable sensación de excitación recorrió entre sus muslos y finalmente la lengua caliente y babosa del pastor golpeo los desnudos labios de su coño.
El joven cuerpo de Annette se contorsionó en forma erótica. Los regordetes labios de su coño fueron empujados de aparte y la lengua acarició la tibieza de su empapada carne rosada. Se deslizó entre ellos y bañó todo el surco de esa panocha ardiente. Inesperadamente Annette sintió una sensación de cosquilleo casi insoportable en su ingle y su piel se erizo completamente, haciéndola arquear su espalda y encorvar sus piececitos al tiempo que exclamaba con la boca entreabierta de placer un gemido:
—¡Oh, mi Dios! …
Él la lamió allí mismo, entre sus muslos separados. Si antes la imagen era de su cuerpo petrificado por el miedo, ahora su espalda arqueada sus pechos que se erguían hinchados hacia adelante con sus duros pezones apuntando hacia el cielo, denotaban placer y lujuria. La chica se llevo la mano a la boca para acallar los chillidos de placer que comenzaban a escapar de su garganta. El espectáculo increíble e imposible de lo que estaba pasando entre sus piernas, se daba cuenta de que un animal estaba lamiendo salvaje y descaradamente su vagina con esa tortuosa lengua ardiente, que la llevaban al borde de un histérico paroxismo de placer. Se contuvo a mala pena para esconder su delicioso temblor que delataba su placer perverso. Pero sabía también que si se oponía el perro la podría atacar y morder.
—¡Blacky! … ¡No es posible que me hagas esto! … ¡Eres un perro perverso y malo! … ¿Por qué haces esto a un ser humano? … ¿Por qué necesitas todo esto? …
Le dijo en un sollozo, al siguiente relámpago vio claramente el contorno de su hocico en su entrepierna húmeda y reluciente. La lengua se deslizó descaradamente sobre sus hinchados labios y los separó elásticamente. Annette se volvió a estremecer y movió involuntaria y convulsivamente sus caderas, experimentando una ardiente sensación de placer que la hizo avergonzar. El perro continuaba a lamer su concha ardorosamente, deleitándose de su sabor y aroma.
—¡Oh, Dios! … se comporta casi como un ser humano …
Pero los ojos amarillos se veían todavía de aspecto feroz y salvaje.
—¡Oooohhhh! … ¡Uhmmmm! … ¡Aaahhh! …
Como un trino dulce los gemidos escaparon de la garganta de ella, se cubrió la boca con una mano asustada de su perversión.
—¿Qué está haciendo? … ¿Qué me está haciendo? …
Susurró febrilmente para sí. Jamás antes en su vida había experimentado sensaciones tan deliciosas y excitantes. Esas maripositas en su estómago y el cosquilleo en su vagina a pesar de todo el horror. Lo que estaba pasando era un absurdo, una especie de llama de fuego que encendía todo su ser. Incluso hasta en sus pechos sentía ese escozor que hacía titilar sus pezones en un deleite inexplicable, que le provocaba escalofríos y espasmos convulsivos. Inconscientemente se llevó las manos a sus tetas y las apretó hasta causarse un pequeño dolor, pellizco esa aceitunas maduras que eran sus pezones endurecidos y de nuevo fue incapaz de contener los gemidos y chillidos de lascivia y placentero bienestar.
—¡Oh, no! … no, esto es una locura … no puedo estar gozando con un perro …
Exclamó entre gemidos susurrados. Se volvía loca sintiendo sus propios senos que resbalaban entre sus dedos. Trataba de pensar racionalmente, necesitaba volver en sí, pensó de simplemente ponerse en pie y correr a toda fuerza, pero un gruñido la inmovilizó.
Al cabo de un rato, Annette probó de nuevo, empujó al animal, sacudió las piernas convulsivamente y logró girarse hasta quedar en cuatro patas. Blacky se demoró solo un instante en saltar sobre ella y atrapar su cuello entre sus fauces, gruñendo amenazadoramente. Con el peso del animal, Annette había arqueado su espalda inclinándose apetitosamente en una inusual pose. Ella volvió a congelarse al sentir los afilados dientes de Blacky en su cuello.
La chica desnuda, sollozaba involuntariamente tratando de respirar y aspirar el máximo de oxígeno, el peso del animal la dejaba casi sin aliento. El enorme animal parecía vacilar afirmado en su espalda, pero luego reaccionó aferrándola por la cintura y acercando su pene con decisión a las nalgas de ella. Las poderosas garras arañaron y lastimaron dolorosamente la delicada piel de Annette.
La muchacha contuvo la respiración. Estaba horrorizada sintiendo como su peludo cuerpo se acomodaba detrás de ella. Las duras almohadillas de la zampas delanteras, estaban firmemente cerradas en torno a su cintura y su vientre afelpado y caliente presionaba su arqueada espalda. Ahora ella se inquietó, estaba comprendiendo que cosa quería el macho que la retenía firmemente. Ya lo había visto decenas de veces entre animales, pero nunca con un ser humano.
—¡Oh, Dios! … ¡no! …
Los fuertes y elásticos pechos de la muchacha comenzaron a mecerse y balancearse al ritmo de los embistes que comenzaba a darle el perro que la tironeaba cada vez más fuerte hacia su rojiza pija que blandía el aire de lado a lado hacia su apetitoso trasero. Gotas de saliva cayeron en su espalda.
—¡Oh, Dios! … ¿Me lo vas a hacer como a una perra? … ¡Nn-no, no! … ¡Por favor! …
Escuchó su propia voz, pero como en un universo paralelo. Algo caliente, duro y puntiagudo comenzó a hurgar cerca de su culo, se deslizaba a veces entre sus nalgas indecentemente separadas y otras en medio a los jugosos labios de su vagina. Miró entre sus piernas y vio la envergadura maciza de la verga de Blacky y asustada dijo:
—¡Oh, Dios! … ¡Eso me va a doler! …
Todos los pensamiento extraños y temerosos fueron barridos de la mente de Annette de un certero golpe, cuando el aerodinámico y puntiagudo pene de Blacky bañado de pre-semen canino, se metió en la mojada vagina de ella.
—¡Dios mío! … ¡No, no, no, nooo! …
Gritó Annette tratando de escabullirse por última vez, retorció su cuerpo hacia adelante queriéndose liberar del peso muerto del perro. Dobló los codos, queriendo escaparse por debajo, pero el perro la tironeo y logro meterle también la grande bola que comenzó a hincharse inmediatamente. Mientras más de movía, más profundo andaba el pene del perro que apuñalaba su coño sin ninguna piedad.
Finalmente, Annette jadeó sintiendo la gigantesca y dura pija increíblemente caliente que se adentraba más y más en ella. Colmaba todo su espacio interior. Era como el brazo de un hombre deslizándose en la manga de un suéter. El aguzado y puntiagudo ápice del miembro perruno se hundió en lo más profundo de su matriz, casi tocando el cuello uterino. Annette sollozó, puso su mejilla al piso, aplastando sus tetas contra la alfombra. Escuchó un rugido de triunfo de la enorme bestia que iniciaba a follarla alocadamente a un ritmo salvaje. Su vagina succionaba naturalmente la enorme polla de Blacky.
La mente de Annette trataba de tener todo bajo control, pero la sensación tan salvaje la sobrepasaba. Involuntariamente comenzó a empujar con su culo hacia la verga del perro. Su delicado y albino cuerpo se destacaba en la penumbra de la habitación, sus labios se torcieron, se contrajeron y formaron una lujuriosa mueca. Su ano se contrajo rítmicamente en convulsiones de agonía sensual. Un verdadero vendaval se desató en su vagina. Dulces mareas de fluidos inundaron su coño. Sin embargo, ella trató de luchar contra el creciente placer sexual, se avergonzaba y se sentía asqueada de sí misma, pero todavía no podía sustraerse al loco placer que esa verga le daba en sus calientes entrañas.
Blacky como sintiendo la resistencia mental de su perra humana, aumentó bruscamente la presión y velocidad con que su polla martillaba el estrecho coño de Annette. La inmensa bola del perro estaba completamente atorada e hinchada dentro de su concha, a ratos sentía que la iba a partir en dos.
—¡Oh, mi Dios! … ¡Moriré aquí desventrada por esta maldita bestia! …
Sollozo con grandes lágrimas que caían de sus cansados ojos. Nuevamente empezó a retorcerse tratando de deshacerse del miembro que le forzaba las entrañas, tiró de su trasero, pero todo fue en vano. Estaba anudada, atada firmemente a la pija de Blacky. Un gruñido animal y malvado enfrió rápidamente su ímpetu. Las felpudas patas de él la amarraron con mayor fuerza por la cintura y arañaron e hirieron sus muslos.
El perro la embestía cada vez con mayor ardor y energías. Sentía como una bola de fuego en su vagina que había engullido completamente la monstruosa pija, se había sumergido en sus fluidos e intentaba inundarla con su semen. Annette cada vez oponía menos resistencia, gemía con sus puños cerrados y apretaba sus nalgas para mantener la polla de Blacky dentro de su temblorosa cuquita.
Blacky sintió que su perra humana se estaba rindiendo, se sometía y obedecía. No intentaba ningún modo de resistencia debajo de su violador. Tomó esta sumisión de la perra de piel blanca como lo natural, al final, todas las perras se resisten al principio. Ahora debía enfocarse en el motivo principal de este apareamiento, impregnar los óvulos de esta perra blanca que quizás le daría retoños, ahora dio rienda suelta a sus instintos y procedió a follarla con renovados bríos. Annette levantó su culo y se entregó al desenfreno lujurioso que le provocaba esa inmensa pija afondada profundamente en su coño.
El perro con su agudo instinto sintió cómo su pene hinchado se hundía en algún lugar de esas profundidades calientes y palpitantes de su perra. Sus pesados testículos rebosantes de esperma abofetearon los delicados muslos de ella. Aumentó los empujes y el ritmo haciéndola gemir lascivamente debajo de él. Sintió como el cuerpo de su hembra temblaba, succionando y ordeñando su polla y trató de empujar su pene dentro de su matriz.
Annette ya no se sentía tan disgustada por la violencia a la que estaba siendo sometida. Pudo ignorar el dolor y la molestia. Todo eso se transformó en una agradable cosquilla sensual y de felicidad. Ella era la hembra y él el macho. Quería ser bañada con su esperma y recibir en su fértil útero todo ese esperma canino, aún cuando sabía que era imposible que él la fecundara. Prácticamente se olvido del horror, la vergüenza y la obscenidad del acto pervertido cometido con ella por el perro. Gradualmente se impuso esa sensación de placer dulce y embriagador. Todo lo que sentía ahora, era el pistón inexorable que la penetraba sin descanso haciéndola descubrir sensaciones nuevas y desconocidas, nadie había estado tan profundo en su coño. La ruda y tosca sensibilidad del animal. Ráfagas de loca felicidad jamás experimentadas. Oleadas de placer que se formaban profundamente en sus entrañas, extendiéndose por todo su cuerpo. Esa picazón que le quema las tetas. Sus ojos que bailan en sus orbitas. Escuchó un sonido obsceno y acuoso de su entrepierna y tuvo la sensación de que algo se inflaba y palpitaba en su chocho, como si la punta del pene del perro comenzara a palpitar y agitarse. Lágrimas corrieron por sus mejillas ruborizadas y su respiración se hizo afanosa. Sollozó y chilló sintiendo la fricción en su coño, el animal empujó violentamente un par de veces más y comenzó a follar con mayor fuerza su apretado coño. El perro no le prestó ninguna atención cuando ella se corrió chillando y bufando. Todo su joven y flexible cuerpo fue sacudido por involuntarias convulsiones. Él hizo simplemente su trabajo bombeando sin cesar su receptivo útero. Ya no hubo ni dolor ni malestar, se había convertido en la perrita perfecta disfrutando la inmensa pija del perro. Su orgasmo había sido mucho más potente de cuando Blacky lamió su panocha. Sumida en un goce infinito, Annette onduló su vientre plano, empujando su culo contra la polla de él, succionando su pija y las gotas del dulce y viscoso jarabe que emanaban de su pene. Totalmente entregada al placer bufó:
—¡Fóllame Blacky! … lo sé que no esta bien, pero no te detengas … ¡Fóllame fuerte! …
Los sentidos de Annette se sensibilizaron increíblemente, comenzó a sentir la suave textura sedosa del pelaje del perro. Le hacía cosquillas en la delicada piel de sus nalgas. Presionó su rostro ardoroso contra el suelo. Respiró afanosamente con la boca abierta. Gimiendo, sintió una deliciosa sensación cuando sus pezones rozaron las briznas de la alfombra.
Su cerebro estaba obnubilado en un abismo de demenciales placeres pervertidos. Ella una tímida adolescente follada bestialmente por un animal salvaje. De hecho, estaba siendo poseída como una perra de manada y eso era muy intenso y placentero.
—¡Oooohhhh!, Blacky … ¡Qué rico que lo haces! … ¡Más! … ¡Más! … ¡Dios, que bueno! …
No sabía porque ahora se sentía así. Probablemente su enorme pene que la llenaba tan deliciosamente. Jamás había sentido una lujuria tan ardiente. Ese furioso cosquilleo en el entrepierna. Se confesó a sí misma que le gustaba y que quería continuar con esas obscenas sensaciones. Quiero que él me folle toda la vida.
—¡Ooohhh! … ¡Uhmmmm! … sí, sí, sí … ¡Fóllame con fuerza! … ¡Hazlo mi Blacky ¡…
Gemía y susurraba Annette totalmente encendida y sin aliento. Miró hacia atrás con ojos nublados y vio la enorme mole del perro en su espalda gruñendo y bufando, inició una obscena danza con su culo anudado a su pene. Sintió cada milímetro de esa polla penetrándola y revolviendo sus entrañas, solo los cojones de él estaban fuera de su coño y se deleitaba con esas nuevas sensaciones de placer, dulzura, loca languidez y fulminante ardor que abrasaba su coño caliente.
Respirando con dificultad, emitía gemidos sensuales y lascivos cada vez con más frecuencia, se mordía los labios temblando de lujuria. En modo casi imperceptible e inconscientemente, Annette comenzó a mover su pelvis y caderas empujando hacia atrás, balanceaba su trasero de un lado a otro, acompañando los poderosos embates de Blacky.
Apenas controló el repentino despertar de irrefrenables deseos antinaturales. Annette actuó intuitivamente, con pasión deseaba ser poseída agresivamente por la bestia. Que penetrara con lujuria su vagina. Era muy parecido a un ataque de irracionalidad. Se eliminaba cualquier atisbo de miedo y vergüenza, se entregó a la infame bestia con todo el ímpetu de su joven organismo hambriento de polla. La lujuria la inundó más allá de todo límite. Los suaves contornos de sus apetitosas nalgas dibujaban orbitas inimaginables, presionado la pija de él. Obligando al miembro a adentrarse aún más en su coño efervescente. El miedo al animal se había transformado en pasión por él y ahora todos los pensamientos, todas las sensaciones de ella se concentraron alrededor de su húmeda vagina en la que ardía un nuevo y verdadero fuego incandescente.
Annette trataba de justificar su conducta y se convenció a sí misma que, si se entregaba al perro con todo su ardor, se convertiría en un objeto de satisfacción tanto para ella como para él. Ella había aprendido mucho de los animales durante su niñez. El tío Luis le había dicho todo sobre los perros, excepto lo que estaba experimentando ahora. Eran cosas placenteras y nuevas que tenía aún qué asimilar. Estaba tranquila hasta un cierto punto, el perro jamás podría contarle a nadie lo sucedido.
Su húmeda vagina envolvió y succionó esa magnifica verga. Sabía que el perro la dominaba, pero ella podía ejercer su poder de hembra sobre él. Se sintió poderosa al ser poseída por un poderoso macho. La enorme presión que ejercía ese enorme pene en sus paredes vaginales la hacían volver loca. Cuando sintió la ola gigantesca de semen caliente inundar su matriz, ella se derritió y se corrió junto a su amante. Sus manos estaban crispadas, su culo empujando en el aire, sus glúteos temblando en modo incontenible, sus piececitos encorvados y sus gruñidos solo eran superados por el animal que aullaba descargando toda su esperma en su coño estrecho. Ahora él era el amo y ella la esclava de esa pija que la llenaba. Quizás esos roles se invertirían más tarde, pero no en este momento que ella literalmente pendía de su pija y era poseída en modo bestial por Blacky que era el dueño de su panocha.
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Buen relato caliente, se nota que eres escritor. Me puso duro el pene, y supongo que esa en la idea. Por lo tanto, tu relato logró el cometido, y además me tuve que masturbar.
(dejé todo mi semen enchastrando la laptop, con teclado y pantalla completas).