Ansiedad, Comida y Sexo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Era verano e íbamos a cumplir ya un año de casados, tiempo en el cual había logrado bajar unos cuantos kilos calmando con sexo mi ansiedad, envés de comer como desesperada. Pero mi marido en lugar de excitarse más ahora conmigo y mi estupenda figura, había bajado considerablemente su apetito sexual, era yo la que tenía que buscarlo para que hiciéramos el amor.
Más que los fines de semana practicaba deporte y por las noches estaba muy cansado quedándoseme dormido aumentando la distancia entre una relación y otra. No digo que fuera muy poco, pero el primer mes de casado era casi a diario que lo hacíamos, luego bajamos a cuatro o tres veces en la semana, pero en el último mes tres casi parejito bajando en ocasiones a dos.
Bueno esto que les cuento a continuación, sucedió precisamente un día Lunes por la mañana, en que aprovechando la erección matinal de mi marido, me le monté encima abusando de él antes que tuviera que levantarse para ir a trabajar, ya que el Domingo por la noche apenas puso su cabeza en la almohada comenzó a roncar. Lo tenía durísimo y se sentía muy rico, pero pasó algo que entró a confirmar una teoría que me andaba rondando la cabeza, que al hacerlo menos seguido al parecer su pene se ponía más sensible y eyaculaba más pronto dejándome totalmente prendida e insatisfecha.
Apenas se marchó para su trabajo me propuse darme un gran desayuno que en parte calmaría mi ansiedad. Me fui para la cocina, preparé un par de huevos fritos con tocino mientras se hacían las tostadas y me serví un gran vaso con jugo de naranjas mientras hervía el agua para el café, el que me tomé apoyada en el marco de la puerta trasera de la cocina, la que abrí para tomar los cálidos primeros rayos del sol. Los que entibiaban de buena manera mis muslos, que tenía casi totalmente descubiertos por estar solo con una camiseta de mi marido, la que me puse encima para no andar desnuda por la casa.
Es ese entretanto se me acercó Tork, el pastor alemán que mi marido se llevó con nosotros a nuestra nueva vivienda de casados, el que llevaba viviendo con él un par de años antes en la casa de sus padres. Me dio un par de olfateadas y me lamió una pierna a la altura de la rodilla, a modo de saludo, lo que me dio algo de escalofríos y aparte de ponerme la piel de gallina, erectó mis pezones haciéndolos notar bajo la tela de la remera.
No le di asunto al perro y dejando la puerta abierta, me senté en la mesita de la cocina a engullir mi desayuno, reventé la yema con el pan escurriendo esta por sobre el resto del huevo, y al llevarme a la boca el pedazo de pan este chorreo en la mesa, mi café y hasta por entre mis piernas unas gotas cayeron al piso. Pero seguí comiendo creyendo que era lo único que podía calmar mi ansiedad.
A los pocos segundos Tork estaba lamiendo el piso entre mis pies, entendiendo yo que engullía las gotas de yema de huevo que se me habían caído, pero estuvo mucho tiempo ahí llamando mi atención esto. Miré para abajo dándome cuenta que eran unas gotas blanquecinas que lamía, las que caían desde el borde de mi asiento, el que al ser de melanina dejaba escurrir casi todos los fluidos que olvidé lavar desde mi vagina luego del coito con mi marido.
Sorprendida arremangué el borde de la camiseta y separé mis piernas para ver el menjunje que brotaba desde mi sexo, lo que el perro aprovechó para levantar su cabeza y sorprenderme con unas cuantas lamidas en mi entrepierna haciendo retorcer mis labios vaginales. Mi reaccionar fue tardío para espantar o alejar al perro, pero el encender de mi lívido fue instantáneo con las caricias de aquella lengua. Quedé despasmada luego de alejarlo, ambos nos quedamos mirando, yo con una de mis manos sobre mi almeja y él con su lengua fuera.
Luego de un par de minutos en que ninguno se movió de su posición, ya me estaba masajeando mis labios y clítoris en conjunto, giré mi cabeza mirando mi entorno, como asegurándome de estar a solas con Tork, cosa que sabía ciertamente pero no se porque lo hice, y llamé al perro dándome un par de golpecitos en la concha invitándolo a seguir. Se acercó lentamente y una vez ahí comenzó a lamer como desaforado, haciéndome contorsionar el abdomen de las exquisitas cosquillas recibidas.
No podía dar crédito a lo que estaba haciendo, pero estaba gozando muchísimo de aquello, mi marido no era muy seguido que me practicaba sexo oral y su perro casi me tenía relinchando del placer. Luego de unos instantes bajo la rapidez de su lengüetear cambiando a algo más lento y profundo, escarbando con su apéndice en mí realizando una especie de penetración que me produjo un rico orgasmo. Para lo cual mis nalgas ya colgaban desde el borde de la silla y una de mis manos acariciaba frenéticamente su cabeza.
Mi pelvis ya se movía a ritmo de coito e inconcientemente con mi otra mano busque el pene de Tork, el que tenía su punta desenfundada y bastante jabonosa. Me bajé de la silla para a gatas ir a ver directamente lo que recién había palpado, y cuando estuve ahí al tomárselo por su funda, este arqueó su lomo bombeando unas tres o cuatro veces para luego montárseme por atrás. La camiseta de mi marido me quedaba tan corta, y sobretodo en esa posición, que en el acto mismo sentía su miembro rozar por entre mis glúteos. Y muy por el contrario a desesperarme por estar a punto de ser violada por un perro, quería que acertara luego para sentir su pene dentro de mí.
Instintivamente incliné mi tronco hacia delante, con lo que mi vulva tomo mejor ángulo y altura, quedando en esta posición ya sentía puntazos muy cerca de mi entrada, con lo que bastó entrara un par de veces consecutivas la punta de su miembro para que supiera estaba en el camino correcto, y en lo siguiente me lo hundió hasta el fondo dando paso a una infrenable seguidilla de cortos y fuertes enviones, que ponían a vibrar su cosa en mi interior aumentando mi sensación de placer, a lo que se sumó un considerable incremento en el volumen de su herramienta provocando una especial presión cerca de la entrada de mi caverna del placer. Síntomas que en conjunto me hicieron estallar en un nuevo y profundo orgasmo.
Orgasmo que contraía mi vulva adaptándola a la forma del pene de mi canino amante, lo que al parecer le estimuló para dar inicio a su eyaculación, líquido caliente que al inundar mi útero acentuaba aún más mis espasmos y aparte del contraer de mis paredes vaginales su pene era un verdadero corazón que latía al interior de mi sexo, elevando al máximo mis sensaciones y dejándome casi inconciente del placer. Mi vientre no dejaba de ondular, mis pezones endurecidos a más no poder, y desde la cúspide del triángulo formado por mis muslos y el piso se sacudía el resto de mi cuerpo contorsionándose arítmicamente evidenciando el descontrol que me afectaba.
Una vez que su pene bajó bastante sus latidos, Tork se bajó inesperadamente y con un ¡¡¡SSHLOATP!!!, sacó su herramienta de mí estando yo aún en extasis…….
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