Ariman…mi pastor alemán
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por barquito.
ARIMAN…mi pastor alemán
Marcela había quedado en ir a buscar una amiga y colega para dar una vuelta por el centro e ir luego a cenar, pero a último momento aquella pospuso ese encuentro una hora porque tenía problemas con un juicio.
Ella ya se había vestido y arreglado y un poco enfurruñada, se sentó en el sillón grande del living y prendió el televisor; la abogada tenía un interés personal en la fiscal porque en realidad era muy sensual y atractiva pero especialmente porque, sin utilizar corpiño nunca, alucinaba a los demás con la exhibición de unas tetas esplendidas que impactaban tanto en hombres como en mujeres.
Deseando que tal vez esa noche pudiera concretar ese sueño por poseerla, expresamente no usaba corpiño y por el amplio escote de ese vestidito juvenil de falda muy corta casi traslucida y amplia, se percibían los gelatinosos senos que oscilaban a cada movimiento que no dejaba nada librado a la imaginación.
Con treinta y seis años y una figurita que la hacia aparentar diez menos gracias la gimnasia y el yoga, había consolidado su carrera no sólo por merito intelectual propio sino por saberla utilizar a la hora de conseguir favores de fiscales, jueces y, naturalmente, clientes. Pero en los últimos tres años y justamente satisfaciendo a una empresaria que le confiara la custodia legal de sus empresas, no sólo había descubierto lo lésbico sino que se había hecho furibunda devota con resultados espectaculares, ya que comprobó asombrada que en el ámbito judicial abundaban los mujeres practicantes y otras tantas que desesperaban por acceder a esa homosexualidad reprimida.
Inmersa en esas meditaciones, miraba sin ver la pantalla del televisor con los codos apoyados en sus rodillas, cuando percibió que Ariman, el enorme pastor alemán, su encontraba tirado de costado a su izquierda y con su lengua limpiaba la vaina peluda de su verga…tal vez por cotidiano, no solía prestarle atención pero ahora vio que de ese estuche, surgía una punta intensamente roja que el perro se afanaba en lamer; así como no lo hiciera con el lesbianismo, tampoco era ni siquiera espectadora de videos de zoofilia pero quizás por esa excitación que tenia por concretar sexo con Miranda, fijó su atención en el animal que seguía laboriosamente dándole lengua al sexo que ya asomaba un par de centímetros y en ese momento, Ariman levantó la cabeza para fijar en los suyos la chispeante alegría amarrillo-verdosa de los suyos y alzó las orejas atento.
Una palmada involuntaria al muslo y su amplia sonrisa, parecieron convocar al animal que se levantó contento para acercarse a ella meneando la cola y sentándose delante de sus piernas, dio cariñosamente un húmedo lengüetaza a una rodilla; Marcela estaba acostumbrada a esos jugueteos de Ariman que solía acompañarla donde iba, olisqueando travieso por debajo de las faldas o lamiendo sus piernas y hasta dándole inquietantes besos húmedos que ella propiciaba sin otra intención que juguetear, pero ahora, tal vez por la predisposición que instalara en su vientre la imaginaria relación con la atractiva fiscal, se estremeció por una punzada ardiente que se instaló en sus entrañas.
Ariman jadeaba mirándola mientras ladeaba la enorme cabeza de un lado a otro como cuando esperaba una gratificación y ella, observando el grosor de esa punta roja que salía paulatinamente de su funda, separó minimamente las rodillas y apoyando las manos en sus muslos, se inclinó para iniciar uno de aquellos jugueteos orales con el perro; esta vez sí un oscuro deseo la llevo a enfrentar la desmesurada lengua ancha y larga del animal con la suya en un tremolar de húmeda pasión al que respondieron las piernas separándose instintivamente y, quizás atraído por la almizclada tufarada de sus flatulencias vaginales, Ariman se deshizo del besuqueo para meter el hocico entre sus piernas, olisqueado y resollando fuertemente.
Esa actitud la impactó de tal manera que, reprochándose su lascivia pero respirando agitada por la emoción, se dejo caer laxamente contra el respaldo del sillón y entonces el perro, ya sin obstáculos, acercó el hocico a la entrepierna y bufando, pego dos o tres lenguetazos sobre la mínima tanga; Marcela no imaginaba como la iba a impactar aquello, pero el contacto de una lengua de ese tamaño con su sexo, acostumbrado a las lides orales de hombres y mujeres, la hizo desear fervientemente ser satisfecha y corriendo con dos dedos la estrecha franja de tela, alentó al animal para que la chupara.
Inconscientemente, se felicitaba por haber utilizado en esa región el inodoro pero atrayente extracto de feromonas que usaba cuando pretendía seducir, pero que el instinto animal del perro y su olfato habían detectado como el de una hembra en celo; ciertamente, a la vista del sexo ya húmedo, el perro dio varios lenguetazos con esa rasposa carnosidad que la sacudieron y elevando las piernas abiertas, inicio un meneo copulatorio al tiempo que lo alentaba a chuparla con cariñosas palabras halagadores.
Saboreando eso jugos primitivos de la hembra, el perro movía entusiasmado la cola al tiempo que alternaba las lamidas con rempujones del hocico sobre todo el sexo y tanto hundía la lengua afilada en la cavidad vaginal como estimulaba al ano; Marcela nunca había experimentado semejantes sensaciones e incorporándose para quitarse el vestidito por encima de la cabeza, totalmente desnuda, incremento el accionar del perro con sus dedos restregando vigorosamente al clítoris y ya exasperada por tanto goce tomó la cabeza de Ariman entre sus manos para arrastrarlo hacia arriba, haciendo que el can lambeteara deliciosamente sus pezones pero esa posición hizo que la verga semi escondida golpeteara su entrepierna y ya totalmente desquiciada, se levantó para hacer caer al suelo al perro y echándosele encima, buscó con sus manos el pecho del animal.
Encantado por esas caricias y como participando de un juego, el perro rotaba y retorcía con las patas encogidas y jadeaba con alegría, cosa que provocó a Marcela para acariciar todo el poderoso pecho con la dos manos y atraída obsesivamente por esa punta roja que entresalía de la vaina, llevo sus dedos a ella para ejercer una suave masturbación, maravillándose por la solidez de su interior y sorpresivamente vio salir una roja barra de carne de mas de diez centímetros; obnubilada por la pasión y el deseo, llevo la lengua a recorrerla y ese gusto entre picante y dulzón la impactó de tal forma que sus labios se entregaron a chupetear todo ese portento. De asombro en asombro, comprobó que la verga no cesaba de crecer y añadiendo dedos a los chupeteos, fue masturbándolo para ver como milagrosamente el falo tomaba una forma ahusada con un grosor increíble en el centro y una gran cabeza plana que albergaba una puntita parecida a un pezón.
Una avalancha de deseo animal la dominó y abriendo la boca, fue introduciendo el tronco para verificar que en el centro cobraba un tamaño que le dificultaba su introducción pero que la depresión posterior le facilitaba la tarea de moverse adelante y atrás por la pulida superficie colmada de venas azules y comenzando una de sus mas satisfactorias felaciones, se empeño en la chupada, comprobando que Ariman lanzaba pequeños chorritos de un liquido casi transparente que fue inundando su boca para después caer sobre la verijas del animal; obnubilada, sin tener en cuenta lo que hacia, se dio vuelta arrodillada ofreciéndosele al perro mientras lo alentaba con palmadas a sus nalgas y entonces, después de dar unas vueltas nervioso alrededor de ella, como dudando, Ariman la monto y Marcela tomó sus patas delanteras para engancharlas a su cintura al tiempo que sentía la enorme verga golpeando al azar su entrepierna y pasando una mano por entre las piernas, buscó el falo para guiarlo hacia la concha.
Realmente, ella no había calculado las consecuencias y por primera vez sentía en la baqueteada vagina algo tan grueso y tan caliente, casi quemante e imprimiendo ella misma un vaivén a su cuerpo, se acompasó a los rempujones del animal, sintiendo como este iba eyaculando sus chorritos que le causaron un picor desconocido y bramando de pasión y lujuria, le aferró las patas traseras para empujarlo aun mas adentro y en ese momentos sintió como la bola dilataba los esfínteres para entrar a la vagina y entonces el animal comenzó una eyaculación tan grande que excedía al sexo para chorrear a través del falo y escurrir por sus piernas.
Con la mente perturbada por tanto placer y los síntomas que anunciaban su inminente orgasmo, se sacudió con frenesí para comprobar que Ariman se había abotonado a ella y aunque intento un desacople, esto era imposible por lo que esperó el termino de sus remezones y recostándose con suavidad con la verga adentro, hizo que el perro hiciera lo mismo; casi veinte minutos después su favorito se incorporó para pegar un tirón y con un seco estampido húmedo, la bola desinflada salio de ella dejando que una marejada de semen escurriera por nalgas, ano y muslos…
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