Berenice
Una clase de biologia involuntaria.
Era la última clase. El aburrimiento estaba al máximo.
Solo 10 minutos mas y todo acabaría.
¡Al fin las 2 ! El timbre anunció el fin del martirio de la escuela. Berenice guardo sus cosas y abandono el salón. Sus amigas habían salido temprano. Así que se dirigió sola a la salida.
El regreso a casa era tedioso, bajo un sol agobiante, pero Berenice lo afronto decidida, anhelando quitarse el uniforme de la secundaria y tomar la siesta de después de comer. El camino a casa serpenteaba por callejones y terrenos baldíos cubiertos por hierba crecida y arbustos sin podar. En uno de estos espacio a la distancia alcanzó a ver dos figuras que movían el irregular follaje. Al acercarse al jaleo, se dio cuenta de quién sacudía con furor la hierba crecida: un perro tratando de montar a una perra. Era la primera vez que presenciaba algo parecido, pues aunque en clase de biología había ya tenido platicas de sexualidad y así también había escuchado las platicas de sus compañeras mas enteradas de semejantes asuntos, hasta ese día no había presenciado un acto similar en directo.
Se detuvo unos segundos a mirar la escena; sin embargo se dio cuenta que gente pasaba por ahí. Algunos aceleraban el paso y miraba a otro lado, otros simplemente sonreían y seguían su camino.
Se sintió un tanto cohibida por la curiosidad que le provocaba la situación, así que busco algún lugar en que pudiera observar sin que los demás notaran su presencia. Encontró un hueco entre la unión de una ventana que ofrecía un excelente escondite. Dejo la mochila en el suelo y enfoco su toda su atención a los amantes caninos.
La chica quedo hipnotizada contemplando el ritual canino: el perro rodeaba a su compañera por los costados tratando de subirse en ella, esta a su vez ella se movía juguetona, cambiando de posición, y alejándose unos centímetros, para luego invitar a su ansioso pretendiente, mostrándole el culo y levantando la vulva. El perro inmediatamente reaccionaba y le lamia el coño.
Al tercer o cuarto intento de montarla, logro su objetivo. trepado con las manos en la espalda de la perra, la sujeto con gran fuerza y empezó el movimiento de cadera. La perra levantaba el culo mientras recibía la puntiaguda verga. El acelerado movimiento duro algunos minutos y repentinamente se detuvo.
La perra jadeaba entornando los ojos, lo que hacia pensar que estaba experimentando un intenso placer. Entonces el perro bajo de su acogedora percha y paso sus patas por el lomo de esta, quedando culo con culo.
Berenice escucho un gemido que la hizo despertar de su hipnótico letargo. Para su sorpresa, fue ella misma quien había emitido ese gemido, y se descubrió con la mano en la entrepierna acariciando su conchita.
Ruborizada recogió apresuradamente la mochila del suelo y retomo el camino a casa. aun faltaban unas cuadras para llegar y su mente viajaba por un huracán de emociones y deseos. Al llegar a la puerta de su casa y buscar la llave, se dio cuenta de lo empapada que estaba, su almeja había dejado salir aceites que ahora impregnaba sus bragas.
Al abrir la puerta, la recibió como siempre, Pipo, la mascota de casa. Un mestizo nada definido, de talla mediana, pelo hirsuto y hocico largo. Las fiesta y muestras de cariño se hicieron presentes, pero esta vez hubo una pequeña, pero importante variación: Pipo dirigió su nariz a su entrepierna. El movimiento sorprendió y excito mas a la muchacha. Asustada aparto de un manotazo la cabeza del perro.
Su madre la saludo, apurada, dándole instrucciones de calentar su comida y los deberes que debía hacer en su ausencia. Tenia el turno vespertino en el trabajo y estaba con el tiempo justo para no llegar tarde a su empleo. Se marcho apresurada dándole un apurado beso de despedida.
A Berenice le revoloteaba en la cabeza la escena que había presenciado algunos minutos antes. Trato de aclarar sus pensamientos. Se cambio de ropa, substituyendo el uniforma escolar por una camiseta holgada, que le llagaba hasta la mitad de los muslos. Hacia calor.
Sirvió la su comida y disfruto del sazón de su madre.
Al ya casi terminar de comer, de nuevo otra sorpresa le cayo enzima: por debajo de la mesa, una vez mas Pipo acerco su nariz a su panocha. La niña exclamo una maldición para el perro. Pasado el sobresalto, sabiéndose sola y segura, dejo hurgar al perro por su sexo. Se empezó a mojarse de nuevo, lo que animo a Pipo a utilizar su lengua. A pesar de que se interponía la tela del calzón entre la lengua y los labios de la muchacha.
Berenice, ya excitada, bajo su mano y deslizo el tiro de la braga hacia un lado para dejar libre su raja a la lengua de Pipo. Este empezó, con gran destreza, recorrer la concha de la chica. Ella aferro sus manos al filo de la mesa y comenzó a gemir por el intenso placer que le estaba brindando la lengua del perro. Pipo cada ves introducía más la lengua en la caverna de Berenice, la que se expandía y recibía gustosa, los lamidos del perro. De repente los dientes de Pipo encontraron el botón de la chica, muy delicadamente lo presiono con los dientes superiores y la lengua.
Berenice lanzo un tremendo grito de placer al venirse con ese particular masaje.
Pasado unos minutos el perro salió de debajo de la mesa y la chica regreso a su mundo.
Recogió los trastos y los deposito en el fregadero. Se dirigió a su cuarto para descansar, acompañada por Pipo. En el trayecto sintió un hilo liquido que le resbalaba por los muslos, mezcla de saliva y fluidos vaginales. Se levanto la camiseta para limpiarse y de nuevo Pipo le ayudo con su lengua, pero esta vez no solo lamió los muslos, sino también las nalgas expuestas. De nuevo la imagen de los perros cogiendo le vinieron al la mente y la panocha. Recordó la jadeante cara de la perra, gozando las envestidas del perro , teniendo su verga dentro. Su cubeta se volvió a humedecer, volviendo loco al perro con ese ataque de hormonas, provocando que se levantara en las paras traseras y tratando de montarla. Berenice, de nuevo sintió el ardor del deseo. Se imagino en el lugar de la perra siendo montada, jadeante. Se pregunto qué tan rico sentiría tener una polla dentro, si el masaje en la vulva había sido tan glorioso.
Sin pensarlo mucho y poseída por la cachonderia que le provocaba las imágenes en su mente, imaginándose siendo penetrada por tremendo animal, bajo sus bragas, y se hinco sobra la alfombra del la sala. Apenas había tocado las rodillas en el piso, Pipo se lanzo sobre ella. Berenice era de talla pequeña, así que con la envestida cayo y expuso su chorreante almeja. Esta ves él macho lamió solo un poco, pero aun así tumbada trató de montarla. Berenice recordó que la perra, al principio se resistía juguetona. Entonces decidio aplicar lo aprendido: empujó al perro por un costado dándole tiempo a ponerse en cuatro. Y le mostró el culo a Pipo. Este trato de montarla, ella se quito y descubrió que el perro movía la cadera hacia atrás y adelante tratando de envestir el aire. La chica alcanzo a ver una puntilla rosada que salía apenas unos pocos centímetros de su funda. No aguanto más, el deseo y la calentura ganaron. Le mostró la panocha hinchada al perro y este entendió el mensaje. Levanto las manos y las paso sobre la espalda de la chica, cogiéndose de los costados con una fuerza que ella no imaginaba.
El macho jalo con fuerza la cintura de la chica acercando las nalgas y la pucha hacia su polla.
Berenice sentía el ir y venir de esa punta rozando los lados de sus nalgas, tocando apenas la entrada a su caja. Pero de pronto esa punta encontró el camino. Pipo envistió con mucho mayor fuerza, introduciéndose al interior de la pucha de la chica-perra.
Tenia dentro la verga de Pipo, que siguió empujando cada vez con más fuerza. Repentinamente, ella soltó un estruendoso grito al sentir como se rompia su himen. Berenice sintió el mas delicioso dolor que jamás había sentido a sus 13 años.
Fue cuando se dio cuenta que Pipo dejaba de ser ese perrito tierno y compañero de juegos, para convertirse en el macho hambriento de hembra, con instinto de propiedad de la panocha de su perra. A su vez ella se había convertido en una autentica perra puta callejera, que estaba siendo poseída por su macho.
El perro siguió acometiendo cada vez con más fuerza, apretaba los costados de Berenice clavándole las uñas, lo que junto con el bombeo de la verga dentro de ella, hacia tener una serie de múltiples orgasmos. La perra-chica susurraba pidiendo más y a la vez maldiciendo por el placentero dolor que sentía. Pipo seguía envistiendo, el dolor se intensificaba a cada acometida, Berenice gritaba. Deslizo las manos por la alfombra y quedo apoyada por los codos, haciendo que su culo quedara un poco mas arriba, lo que dejó que la tranca del macho entrara aun más. La recién desvirgada perra sintió dentó cómo empezaba a detenerse el golpeteo, aumentando del volumen de la verga. De nuevo el delicioso dolor le hizo gritar. Escucho arriba de su cabeza el jadeo de su macho y se dio cuenta que ella misma respiraba por la boca. ¡Se había convertido en una la legitima perra puta de Pipo!
Pararon unos minutos, Pipo se había calmado un poco, cesaron los movimientos de cadera, el macho empezó a hacer intentos de bajarse del lomo de su perra. Ella le suplico : “No te salgas porfis”. Sin embargo el perro continuo con el proceso de bajarse de su hembra, paso primero la mano, después la pata trasera, quedando pegado a Berenice, que de nuevo soltó un grito de dolor. El macho jadeaba y de vez en cuando trataba de liberarse, pero la infantil vagina recién estrenada, era estrecha y firme, reteniendo la descomunal tranca del perro.
Berenice recordó la escena de la mañana, de cómo la pareja de canes se habían abotonado y permanecían extasiados culo con culo. De reojo alcanzo a ver el vidrio de la vitrina que tenia al lado y se vio anudada con Pipo. ¡ En qué perra puta se había convertido! Se volvió a correr al ver que estaba ¡culo con culo con Pipo!
Nunca más olvidaría esa hermosa imagen.
El macho de nuevo intento zafarse, empezó avanzar arrastrando a la perra por parte de la sala, ella gritaba asustada y extasiada por el placer que le producía el jaloneo en las paredes del cuello uterino.
Pasaron alrededor de 25 minutos. La perra-chica ya cogida de un sillón para evitar ser arrastrada, seguía teniendo múltiples orgasmos.
El volumen de la bola de la verga del perro empezó a disminuir . y en uno de esos intento al fin logro soltarse de su acogedora gruta. Al salir emitió un sonido como cuando se destapa una botella de vino. De nuevo salió de la entraña de la niña-perra un grito al salir ese tremendo tapón. Brotó de su cubeta un cocktail de líquidos; sangre combinada con semen y restos de orina.
Berenice se desplomo en la alfombra, mientras Pipo dedico a limpiar su herramienta.
La chica-perra se quedo dormida por un par de horas ahí donde habían consumado su lujurioso acto. Su macho junto a ella.
Los dos soñaron con el nudo con el que ahora estaban unidos.
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