BOTIN DE GUERRA Quinta parte
Sigrid continúa su aprendizaje como sumisa.
Subieron al piso superior, a la habitación que usaba Alice. Se recostó en la cama mientras se quitaba la falda vaquera, manchada de chorretones de la corrida del perro, mientras Sigrid permanecía en pie ante ella.
– Venga, perra, acaríciate para mí -le ordenó a Sigrid.
– Perdón Miss Alice, pero el Señor Connors me dejó prohibido acariciarme -contestó
Sigrid.
– Una zorra obediente. Muy bien. Ven aquí, a gatas y lámeme la corrida de Browning. Déjame el coño impecable, lame hasta que me corra. -exigió Alice.- y méteme bien la lengua por el culo y ya veré si te lamo yo a tí, que eso sí puedes hacerlo, perra.
La germana se puso de rodillas y avanzó lentamente hasta el borde de la cama, donde ya Alice había separado las piernas y le hacía gestos de acercarse. Sigrid llegó hasta su vulva, comenzando despacio a pasar la lengua, sorbiendo los restos de semen del perro, que seguían goteando, mientras en los muslos ya aparecían manchas resecas.
– Así, zorrita, así, sorbe bien el regalito de Browning y luego sigue lamiéndome -dijo mientras alzaba las piernas y exponía su ano a la lengua de Sigrid, que separaba las nalgas de Alice para poder acceder al ano oscuro y levemente arrugado de su custodia. Alice aprovechó para sujetarle la cabeza, aplastando los labios contra el ano y el perineo y obligándola a babear toda la zona. La subió a la cama y le dio la vuelta, colocándola de nuevo con su cabeza entre los muslos, en la postura clásica del 69.
De nuevo apretó la cabeza de Sigrid contra su entrepierna, mientras también ella separaba las nalgas de la alemana, para observar ese ano que, desde que lo vio la excitaba tanto. Rosadito, un poquito arrugado, pero que la llenaba de deseo de introducir los dedos en él. Pero no podía. Connors se daría cuenta y no se lo perdonaría. El castigo podía ser salvaje. Esperaría a que él la hubiera disfrutado, como las leonas que dejaban que su macho se saciase para comer ellas los restos del banquete. Pero sólo con imaginarse arrancándola el virgo con las uñas se humedecía como una loca.
Metió las manos entre ambos cuerpos alcanzando los pequeños pechos de Sigrid. Pequeños, pero duros y redondeados, con unos pezones desafiantes, que sólo con acariciarlos resaltaban puntiagudos. Los cogió. Primero con la punta de los dedos, apretándolos lentamente hasta que escuchó un leve gemido de Sigrid. En ese momento comenzó a rozarlos con movimientos circulares, desde la punta a las areolas. Subió las manos y abrió totalmente los labios del coño de Sigrid, dejando al descubierto el clítoris, ya abultado, y por el que pasó la lengua y sorbió con los labios. Los jugos de la alemana brotaban, mientras escuchaba sus gemidos de excitación. En ese momento paró, para pasar las uñas suavemente por las nalgas de la jovencita, que movía las caderas intentando continuar con el roce que excitaba su sexo.
Pero Alice no estaba dispuesta a permitir que quien en ese momento estaba bajo su poder disfrutara tan rápidamente. Por ello dejó de lado el coño juvenil para dedicarse a los muslos y nalgas, en principio pasando suavemente las uñas, para proseguir palmeándolas cada vez con más vigor mientras azuzaba a su sometida para continuar con sus lamidas:
– Así, perra, así, lámeme. Chupa fuerte, excítame.
Volvió a pasar los dedos por el coño de Sigrid, deteniéndose lentamente en el clítoris, que automáticamente respondió endureciéndose aún más si cabe. Lo chupó durante unos segundos para luego introducir parte de la lengua en la vagina, lamiendo los jugos que la barnizaban. Sigrid gemía, urgiendo a Alice para que continuara, moviendo las caderas para apretar su sexo contra los labios esquivos de la americana.
– Por favor, Miss Alice, por favor, no se retire, déjeme disfrutar, se lo ruego -gimoteaba Sigrid.
– De ninguna manera, zorra, vas a aprender a aguantarte, puta viciosa. Te voy a enseñar a correrte cuando tus amos te autoricen, exclusivamente, y jamás sin su consentimiento.
Se incorporó, dejando a Sigrid en la cama, con la mano entre las piernas y éstas cruzadas, apretándolas. La cogió de las rodillas y se las separó totalmente, mientras le ponía las manos bajo la nuca.
– No, pequeña, no te vas a acariciar. Sabes que Connors te castigaría. Arrodíllate y sigue lamiendo -dijo poniendo las cabeza de Sigrid de nuevo en su coño. Ella sí movia la pelvis, con movimientos sinuosos y circulares, excitándose cada vez más con la lengua y los labios de Sigrid, hasta que en un espasmo, agarró con ambas manos la cabeza rubia y la apretó fuertemente contra su entrepierna, mientras cruzaba las piernas sobre el cuerpo de Sigrid e incrementaba aún más el contacto.
– Siiiiii, asíiiii, asiiii, -gritaba Alice- mientras apretaba su sexo contra la cara de Sigrid, y notaba las contracciones de su vientre, presa de un orgasmo salvaje. Sigrid, casi asfixiada, lamió todo el flujo que surgía del coño de Alice, con la cara embadurnada de una mezcla del semen del perro y de los jugos que goteaban de la entrepierna de su oponente.
– Por favor, Miss Alice, no me deje así, estoy muy excitada -gimoteó la alemana.
Una sonrisa surgió de la americana, que con dos dedos en los labios lanzó un silbido, a los que respondió un trote pesado, apareciendo el perro como un ciclón.
– Tranquilo, Browning, tranquilo -le sujetó por el collar, aproximándolo al coño de Sigrid. -¿Ves qué rico? Anda, golfo, huele y lame, que te va a gustar. ¿Qué, ya no le tienes miedo, zorra? -rió, al ver como Sigrid aproximaba tímidamente su coño al hocico del perro.
El animal comenzó a apretar con el hocico entre las piernas de la joven, cada vez con más fuerza, hasta que comenzó a pasar la lengua rugosa, chupeteando el coño fuertemente, mientras Sigrid le sujetaba la cabeza y le acariciaba como si fuera su amante.
– Si, siii, mmm, me encanta…. sigue, por favor -como si el can pudiera entenderla.
Alice notó en la cara que Sigrid estaba al borde del orgasmo, por lo que sujetó al perro de la correa, retirándole de entre las piernas de la alemana, para dirigirlo a su propia entrepierna.
– Ven aquí, que tu perrita puede esperar -dirigiendo esta vez el hocico a su propia entrepierna.
– Noooo, por favor, Miss Alice, por favor, era sólo un momento, sólo un momento -lloró Sigrid.
– Pero ahora me toca a mi, presta atención, putita, mira como tu amante me lame a gusto.
Y en efecto, el `perro de nuevo comenzó a chupar el coño de Alice, que le jaleaba y acariciaba.
– Siiii, así, con fuerza, mi señor, lame el coño a tu perra. Ven y miralo, puta, ven y mira como me da placer mi señor -se dirigió a Sigrid. -Cógele la polla, que le encanta.
Sigrid se acercó a donde Alice disfrutaba de las lamidas de Browning y dirigió su mano a la verga del animal, que asomaba levemente en su funda de piel, comenzando a acariciarla. Estaba muy caliente y, casi sin darse cuenta dirigiò su mano hacia la entrepierna, acariciándose. Alice se separó del animal y la cogiò fuertemente del cabello:
– ¿Qué haces, perra? SI quieres placer, dáselo a tu amante que lo está deseando, ¿no ves como tiene la verga totalmente fuera? ¡Lámelo, yo te ayudo!
En efecto, el perro tenía el pene totalmente fuera de su funda de piel, y se le notaba totalmente excitado. Alice cogió la cabeza de Sigrid y la aproxímó hacia él, de forma que sus labios y su lengua rozaran el pene del animal.
– Chúpala, perra, chúpala y dale gusto a tu señor -mientras movìa la mano alrededor del pene del animal, masturbándolo suavemente y Sigrid lamìa la punta, al principio suavemente y luego introduciéndola totalmente entre los labios, siguiendo el ritmo de la mano de Alice. El perro, acostado de lado, se dejaba hacer mientras movía nerviosamente el rabo, hasta que un chorro de liquido surgiò de la punta, llenando la boca de la alemana.
– Así, guarra, así, bébetela toda, no pierdas ni una gota -grió Alice a Sigrid mientras el perro se incorporaba y se volvia a un rincón, lamiéndose los genitales.
– Por favor, -suplicó Sigrid- acarícieme Miss Alice, sabe que yo no puedo hacerlo y estoy muy excitada, por favor, un poco sólo, estoy muy a punto.
– No lloriquees, zorra, -le recriminó mientras la acostaba en el suelo – Te voy a comer el coño, para que veas que soy generosa.
De nuevo la acostó en el suelo y la separó las piernas violentamente, dejando al descubierto el coño totalmente inflamado y encharcado. El clítoris salía entre sus labios y hacia él se inclinó, tomándolo en sus labios y pasando la lengua sobre él. Las manos de Sigrid fueron hacia su cabeza, con la intenciòn de sujetársela e impedir que se retirara, pero la americana se zafó, abofeteándola violentamente.
– No me sujetes, puerca, te comeré el coño como me apetezca, y te voy a dejar totalmente caliente. Vas a correrte cuando el Amo Connors te autorice, pero antes le suplicarás que te desvirgue.
Siguió lamiéndole la vulva, arriba y abajo, introduciendo la lengua y apretando la punta en el clítoris grueso de Sigrid, parando en cuanto veía que estaba al borde del orgasmo.
– Por favor, Miss Alice, por favor, no me deje así -lloriqueaba la alemana.
– Calla zorra, si has descubierto el placer hace dos días, o me vas a decir que en vuestros campamentos nazis no os masturbabais o follábais, maravillas raciales?? Me encantará ver si de verdad eres virgen…. Y como no lo seas te voy a meter los dedos hasta que te salgan por la garganta, puta.
Alice siguió lamiendo la vulva de Sigrid, mientras acariciaba su propio clítoris y se introducìa un par de dedos en el coño, hasta que el espasmo de un nuevo orgasmo la agitó, haciendo apretar los labios en el coño de la alemana que gemìa suplicando:
– Por favor Miss Alice, por favor, déjeme acompañarla, tengo todo mojado por usted, déjeme….
– Diooooossss, que gustazo…. Calla, puta, abrete de piernas y refresca tu coño. Te vas a correr cuando tu Amo te autorice, así que pídeselo a él cuando vuelva.
– Por favor, por favor, nunca he sentido ésto. Déjeme relajarme, Miss Alice -gimoteaba.
Alice le acarició la cabeza:
– Debes aprender a controlarte, perrita. Sabes que en un momento u otro podrás explotar, y cuanto más tnsa estés, mas fuerte será tu placer. Anda, date una ducha y estarás mucho mejor.
Condujo a Sigrid al baño y la tuvo un buen rato bajo la ducha helada, hasta que comenzó a tiritar. Luego, cuidadosamente, la secó con una suave toalla, cuidando, de vez en cuando, lentamente, pero sin insistir, en pasar la toalla por el sexo abultado de la alemana.
Colgó la toalla y sacó a Sigrid de la mano, conduciéndola de nuevo a su habitación:
– Venga, anda, vamos a divertirnos un rato. ¿Cuánto hace que no te pruebas ropa, putita?
Y comenzó a sacar vestidos, blusas y ropa interior, extendiéndolas sobre la cama:
– Vamos a ver con cual estás más bonita, para sorprender a tu Amo, ¿Te parece?
Estuvieron un rato jugueteando entre ellas, probándose camisas, faldas, vestidos, ropa interior. Estaba claro que la talla de Sigrid no era la talla de Alice, así que ésta fue descartando ropa, hasta quedar con un montón, en la que seguían eligiendo:
– Pruébate estas braguitas, están casi nuevas -dijo eligiendo unas minibraguitas de encaje .
Sigrid fue probándose ropa interior bajo la dirección de Alice, eligiendo unas braguitas y unos ligueros blancos.
– Mmm, te están muy bien, cariño. Tienes catorce años, y creo que los negros aún no te cuadran. Quedan mejor los blancos, más virginales, jajajaja, aunque las dos sabemos que eres una auténtica puta. Le darás una verdadera sorpresa a tu señor, creo que sí. Y estas braguitas, los ligueros, medias y la camisa blanca, abierta y anudada harán que te joda nada más llegar….. jajajajaja -se carcajeó.
Así continuaron a lo largo del día, jugando como dos ninfas, riendo y charlando. Así Sigrid se puso al corriente de sus obligaciones como propiedad de Connors, de lo que podía o no podía hacer, adiestrándose, sin saberlo ella, en el mundo de la dominación y la sumisión. Alice le fue contando lo feliz que se sentía al ser la esclava de su padre y señor Connors. Fue comprendiendo que la felicidad se sentía al hacer feliz a su Señor, que a veces el dolor de los latigazos daba paso al placer y al orgullo de ser propiedad de Connors.
Así mismo, le fue entrenando en las diversas posturas para practicar el sexo de la forma más placentera posible, de cómo sufriría, un poquito, cuando Connors le arrebatara la virginidad, y de lo que disfrutaría después. Del dolor que sentiría cuando entrara en su culo, como notaría cómo profundizaba en ella y los chorros de esperma caliente que recibiría.
-Pero el Amo Connors tiene el pene muy grande.. ¿Va a poder entrar? Bueno, creo que me dolerá mucho, no?? -se preocupaba Sigrid, resignada, a la vez que ilusionada, a ser poseída por Connors.
– Pues claro que te entrará, no lo dudes. Y luego serás tú la que no quiera que salga, jajajaja. Tienes catorce años y estás sin estrenar, pero te aseguro que vas a disfrutar con ello. Y recuerda que tu disfrute debe ser el placer de tu señor. Al principio sufrirás, hasta que lo asumas, pero luego pedirás que disfrute él, como él quiera, azotándote, besándote o cediéndote a sus amigos. Porque eres suya, y puede hacer lo que quiera contigo.
– ¿Le ha cedido a sus amigos, Miss Alice? -inquirió Sigrid.
– Claro que sí. Y tienes que hacer que él se sienta orgulloso de tí. ¿Te imaginas que sus amigos quedaran defraudados, o le dejaras en ridículo? El problema no es que te castigase, o te ignorase, como una mala sumisa, sino que incluso te echase. Debes asumir tu condición, que tú has decidido, has escogido. Si te cede a tres o cuatro amigos, deberás darles el máximo placer que seas capaz. Tu Señor se sentirá orgulloso de su propiedad.
A mí me hizo mujer a tu edad. Yo quería hacerle tan feliz como lo hacia mi madre, ya te conté, y a los catorce años todo mi cuerpo le pertenecía, y poco después mi mente. Con quince años bebía la lefa de 8 o 10 amigos suyos, sólo porque él lo quería, y veía su cara de felicidad y de orgullo. Y por la noche, después de haber sido usada por no sé cuantos hombres y mujeres, me arropaba, me acariciaba y me daba todo su cariño y amor. Ya verás cuando éso mismo te pase a ti…. Serás la mujer más feliz del mundo….. después de mi, claro….. jajajajajaja – se carcajeaban las dos juntas. Sigrid empezaba a sentir algo parecido a la felicidad, o la curiosidad, o al deseo…. Aunque sentia miedo ante la vuelta de Connors.
Y Connors volvio.
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