Chayan fue el primero.
Estoy pensando que será un buen momento para conocer un poco mejor a Chayan y ver que cosas más es capaz de hacer..
Esto me sucedió cuando tenia apenas trece años. Han pasado muchos años desde entonces, espero recordar los hechos lo suficientemente bien para relatarlos sin agregar ni exagerar nada. Esta es la primera vez que reúno el coraje suficiente para contar mi historia. Ni siquiera mi marido lo sabe.
Tengo mas de veinte años de matrimonio con dos hijos encantadores. Mi vida sexual con mi esposo es del todo natural y normal. Él todavía piensa que perdí mi virginidad con un compañero de mi colegio. Pero no tiene la menor idea de que mi telita fue rota por una gruesa polla de perro. Nuestro perro de familia.
Solo después de descubrir un sitio de Bestialidad en la red, sentí la necesidad de relatar mi historia anónimamente. Era como sacarme un peso de encima, ya que nadie sabe hasta ahora como realmente fui desflorada por nuestra mascota.
Todo comienza conmigo ayudando a mi madre con algunas faenas hogareñas. Estaba en el sótano preparando la ropa sucia de lavar. Mi madre estaba atendiendo a mi hermano menor que lloraba por haberse caído de la bicicleta, por lo que no podía oírme gritarle a nuestro perro Chayan que empujaba su fría nariz en medio a mis piernas. Chayan es un dulce Mastín Italiano que generalmente se sabe comportar, pero cada vez que me encuentro con mi periodo, él parece volverse loco. Mi madre dijo que era una sucia costumbre y que a menudo la avergonzaba delante a sus amigas.
Estaba vestida con una remera sobre mi traje de baño, ya que mi piel es muy blanca y delicada y la camiseta evita que el sol me queme demasiado. Teníamos una piscina en nuestro patio trasero y había pensado de darme un chapuzón cuando terminara mis tareas. Chayan porfiadamente no me daba tregua y seguía tratando de empujar su hocico en mi entrepierna, cada vez que me inclinaba a poner más ropa en la secadora. Le tiré algunos puntapiés a su nariz para desanimarlo, pero él persistía en su propósito.
Cuando terminé de colocar ropa en la secadora, la cerré y la puse en funcionamiento, luego tomé el envase de suavizante y aroma de sábanas para dejarlo en su gabinete que está en altura, para lo cual tuve que alzar mi brazo y alzarme un poco, cosa que Chayan aprovechó viniendo subrepticiamente detrás de mí y empujó su hocico entre mis muslos, aplicando una presión directa sobre mi vagina a través de la fina tela de mi traje de baño. Esto me provocó un estremecimiento y un escalofrío muy extraño. Nuevamente lo empujé, guardé el suavizante y cerré el mueble. La maquina secadora junto a la lavadora hacían un ruido bastante fuerte, así que decidí ir al patio.
Chayan comenzó a alzarse en sus patas trasera y a saltar sobre mí intentando derribarme mientras me dirigía a las escaleras del sótano. No me sorprendía para nada, porque desde hace meses que trata de hacer lo mismo. Cuando era más pequeño era fácil apartarlo, pero ahora es un perro que si se para en dos patas me llega a mirar directamente a los ojos; es muy grande y pesa más que yo. Como pude lo empujé hacia abajo agarrándome con una mano de la barandilla. Mientras levantaba el pie para subir otro escalón, Chayan de algún modo se me cruzó por delante y me hizo perder el equilibrio, haciéndome caer hacia atrás. Aterricé sentada en las frías baldosas. Como no me lastimé, me reí y pensé que Chayan estaba tratando de jugar conmigo.
Chayan había sido comprado de cachorro por mi padre, el cual había vaticinado que se transformaría en un gran perro guardián. Pero nadie nos dijo que sería también un enorme perro bobo. Ahora tiene dos años y pesa casi sesenta kilos, eso quiere decir que todavía está creciendo. Papá dijo a mi madre que lo iba a castrar, pero mamá se opuso aduciendo de que eso era una crueldad inútil, así que papá nunca volvió a mencionarlo. No creo que papá se rindiera cuenta de lo cachondo que iba a ser este perro bobo.
En ese tiempo yo todavía era virgen y jamás había tenido ningún tipo de relaciones sexuales con nadie. Todo lo que sabía de sexo me lo enseñaron las monjas en el colegio con antiguas figuritas en blanco y negro, cuando cursaba el sexto año de básica. Sabía bastante de los pajaritos y las abejitas, pero nada de los humanos. En séptimo nos enseñaron anatomía con muchas advertencias de cuidarnos y mantenernos “puras” y no tener relaciones sexuales antes del matrimonio.
Algunas amigas del colegio hablaron de masturbación y una de ellas nos explicó como hacerlo. A veces frotaba mi clítoris con mis dedos cuando estaba acostada en la cama debajo de las sábanas, pero nunca me atreví a meterme un dedo en la vagina. Frotaba mí clítoris y sentía que me humedecía entre las piernas y había una substancia líquida, pegajosa y cálida. Empero, cada vez que me aproximaba a un orgasmo siempre me detenía. No entendía lo que me sucedía y me daba mucho miedo ir demasiado lejos, aun cuando lo que sentía electrizaba todo mi cuerpo y era maravilloso.
La primera vez que di un beso, el chico me metió la lengua a la boca y me dieron ganas de vomitar; él era mucho más grande que yo y se enojó mucho, yo tenía apenas diez años y él unos quince. Fue una experiencia nauseabunda. Hasta que sucedió lo que les voy a contar y toda mi vida cambió rápidamente.
Esa vez que Chayan me derribó por tierra, me levanté sonriente, agarré la enorme cabeza del perro entre mis manos y le planté un beso en la punta de la nariz, él me dio un lengüetazo desde la barbilla hasta la frente que me dio asco. Volví sobre mis pasos y me acerqué al fregadero de la lavandería para lavarme la cara. Chayan se puso en dos patas detrás de mí, tratando de aferrarme con sus zampas y saltar sobre mi espalda. De pronto sentí una cosa dura, pegajosa y caliente que golpeaba la parte posterior de mis muslos, casi llegando a mis nalgas. Me di vuelta y empujé a Chayan al piso, quedó parado en sus cuatro patas. Entonces lo vi, di un respingo y jadeé estupefacta. Debajo de su panza pendía una larga, gruesa y rojiza polla de perro. Me vinieron ganas de reírme porque me pareció una cosa ridículamente grande que rebotaba por todos lados a centímetros del suelo.
Mi segunda reacción fue de miedo y traté de alejarme de él, ya que esa cosa era aspaventosamente grande. Rápidamente me giré y me dirigí hacia las escaleras, pero Chayan corrió detrás de mí y volvió a derribarme, esta vez hacia adelante, caí sobre mis manos y rodillas. Entonces él me atenazó fuertemente con sus zampas alrededor de mi cintura y comenzó a empujar su enorme pene rojo y mojado por todo mi trasero tratando de aparearse conmigo.
Entré en modo pánico y comencé a llamar a mamá a gritos; pero con el ruido de la secadora, la lavadora y el llanto de mi hermano, ella no me escuchaba. Me invadió un miedo enorme pues sabía que ella no podía venir en mi ayuda. Seguí luchando con Chayan que no aflojaba su firme agarre a mi cintura; me tenía prácticamente inmovilizada con todo su peso sobre mi espalda y moviendo alocadamente sus flancos. Menos mal que llevaba mi remera, de otro modo me habría dejado toda rasguñada con su uñas que se clavaban a mis costados.
—¡Suéltame, Chayan! … ¡Detente! … ¡Déjame! …
Grité desesperada tratando de gatear hacia las escaleras, pero él siguió empujando su pija contra mi trasero de un lado a otro. Su gran polla rojiza golpeaba mis nalgas y mojaba mi traje de baño; estaba muy asustada y totalmente indefensa. Escapar de sus firmes zampas era imposible. Comencé a llorar; rogando que mi madre apareciera, pero con todos los ruidos de casa sabía que eso no iba a ser posible. Además, ahora escuchaba claramente que ella estaba utilizando la aspiradora en la sala de estar, entonces supe que ella nunca me escucharía.
Chayan continuaba en su afán de aparearse conmigo. No sé en que momento me confundió con una perrita. Sentía su pene mojado entre mis piernas. Intente de salir de debajo de su cuerpo, pero él me gruño y sentí su quijada cerrarse mordiendo mis cabellos, aterrorizada dejé de luchar. Entonces él me aseguró tironeándome más hacia su polla. Traté de mover mis caderas, pero produjo que su puntiagudo pene se introdujera bajo la abertura elástica de mi traje de baño.
Mientras lloraba y gritaba a Chayan para que se detuviera, sentí su polla golpeando mi labia vaginal. ¡Esto no podía estar sucediéndome a mí, Dios mío! Su pija dura, viscosa y caliente estaba abriéndose paso dentro de mi entrepierna. Estaba caliente y mojada su gran polla que se deslizaba empujando mis labios vaginales en un extraño ángulo, untando con algo pegajoso los vellos de mi coño. Me desesperé e intenté con todas mis fuerzas de zafarme de su agarre, pero fue justo lo que Chayan necesitaba para embocar la puntita afilada de su pene en mi vagina.
—¡Aarrgghh! … ¡Ouch! … ¡Ay! … ¡Ay! … ¡Ayayay! … ¡Nooo! … ¡Nooo! … ¡Argh! … ¡Ouch! … ¡Ay! … ¡Ay! …
En dos o tres enérgicos golpes, el pene de Chayan penetró mi coño virgen rompiendo mi himen somo si nada, casi partiendo mi cuerpo en dos mitades. Su gruesa y caliente polla se metió profundamente en mi coño haciéndome chillar y llorar de dolor y humillación.
Dejé de llamar a mi madre y dejé de gritarle a Chayan. Me quedé sollozando en silencio y quieta, ya no intenté de escapar. Probablemente estaba en estado de shock o algo así. Era todo tan surrealista que parecía que no me estaba sucediendo a mí. ¡Esto no podía estar pasándome a mí! Pero la realidad era que aquí estaba yo de rodillas sobre las frías baldosas del sótano, mientras mi propio perro seguía violándome con inusitadas fuerzas y velocidad, una violencia que jamás imaginé posible en él.
Chayan me folló bien follada como un grueso martillo neumático. Cada golpe dentro de mi vagina me estiraba cada vez más mis rosáceas carnecitas íntimas, permitiendo que su enorme polla se hundiera profundamente en mi coño estrechito. Sus zampas me aferraban aún más firme y sus veloces movimientos estremecían todo mi agotado y adolorido cuerpo. No me soltaba y no dejaba de follarme ni un segundo. Bombeaba y empujaba su pene de perrito dentro de mí como si lo hiciese con una perrita, su velocidad era constante y se acompañaba con saltitos detrás de mí, como si quisiera enterrar su polla más y más adentro de mí. Nunca se detuvo ni disminuyó su velocidad.
Todavía no me convencía de que estaba teniendo relaciones sexuales con el perro de casa, ¡un animal! Y con cada violento empujón su polla estiraba un poco más mis pliegues vaginales, para acomodar la enorme pija. Se sentía como un macho grande, potente y duro dentro de mí.
Mi panocha me ardía y hormigueaba dolorosamente siendo atacada y desgarrada de este modo tan salvaje. Cuando me penetró por vez primera, era algo insoportable, pero de algún modo ahora comencé a relajarme. Había una nueva sensación en mí al tener algo tan grueso y caliente alojado profundamente dentro de mí, que golpeaba mi coño por dentro.
Pronto volví a asustarme, sentí una enorme presión en mi anillo vaginal, mi coño abierto parecía abrirse aún más. ¡Santo Dios, era el nudo! Chayan estaba tratando de atarme a su polla. En el momento en que esto sucedía, yo no tenía conocimiento de la naturaleza de esto, solo sentía una cosa en mi interior que se inflaba más y más. Sentí miedo y dolor. ¿Pero que tenía Chayan en su pene? Abrumada y asustada de algún modo logré aplanarme sobre el suelo y salí de debajo de mi perro. Su enorme polla escapó de mí coño con un brutal chasquido y él se quedó allí quieto expulsando chorros de semen trasparente sobre mis nalgas. Solo sus caderas seguían moviéndose en ese violento y veloz modo de follar, torpemente tratando de volver a meterlo en mi panocha. Afortunadamente no había logrado anudarme.
Chayan continuaba a bombear su polla en el aire y me miraba con una boba expresión confusa, pero esta vez fui más rápida que él. Corrí al baño del sótano y cerré la puerta detrás de mí. Pero instantes antes de escapar, no pude evitar de mirar esa enorme polla de color rojo purpura toda llena de venitas azules que lanzaba chorro tras chorro de esperma canino y cerca de la base una bulbosa bola un poco más blanquecina y roja, después estaba su funda recogida y sus enormes testículos. Tuve suerte de escapar de él cuando lo hice.
Una vez en la seguridad y privacidad del baño cerrado, comencé a examinar mi abusado coño para ver los daños que me había causado la grande polla de Chayan. Sentía toda la zona inflamada y muy adolorida. También había un poco de sangre mezclada con la viscosidad del esperma de Chayan; por primera vez me di cuenta de que mi panocha ya no era virgen. ¡Había perdido mí virginidad con un perro! Me invadió un sentimiento de vergüenza y humillación, me sentí compungida y lloré sentada a la taza del inodoro, mientras los líquidos dentro de mi vagina recién desflorada goteaban en el agua.
Al cabo de algunos minutos me recompuse, lavé la sangre de mi entrepierna y de mi traje de baño con agua tibia y jabón, luego salí del baño. Pasé junto a Chayan que ahora estaba lamiendo su polla en un rincón de la habitación, ni siquiera se dignó de mirarme, ya había obtenido todo lo que quería de mí. Con las piernas aún temblorosas, salí al patio y salté dentro de la piscina antes de que mi madre me viera y pudiera notar de que me había sucedido algo.
Estaba flotando en un flotador a forma de tiburón y comencé a relajarme y a calmarme. El agua fría se sintió como un bálsamo calmante en mi adolorida vagina. Por curiosidad comencé a tocarme bajo el agua, quería sentir el estado de mi coño. Inmediatamente lo sentí diferente. Sí, es cierto que estaba muy adolorida, pero ahora se sentía mucho más grande. Mis labios vaginales estaban hinchados y engrosados, todo me parecía muy extraño. Me atreví a poner un dedo dentro, cosa que jamás había hecho cuando me masturbaba. Pero como ya no era virgen, ya nada importaba. Mi dedo entró fácilmente e incluso pude meter dos más. ¡Mi coño se sentía muy estirado y grande! ¡Me sorprendió el repentino cambio de mi cuerpo!
Todavía salía un poco de sangre y también sentía algo de dolor, pero no puedo negar que también sentía una cálida e inusual sensación en lo profundo de mi vientre. Mi coño estaba resbaladizo, había una substancia viscosa y caliente que todavía rezumaba de mi agujero, sentí unos eléctricos escalofríos que me recorrieron entera. Me sentí mujer. Me sentí hembra. Me sentí sexy; sí muy sexy. Incluso mis pezones parecían haber crecido y se sentían duros. Me di cuenta de que mi estado era de excitación sexual, estaba pensando a la polla de Chayan que me violo y me quitó en forma violenta mi virginidad. Esto me confundió bastante. Me sentí usada y cochina. Lo que había hecho con Chayan era terrible, era algo muy malo. Sin embargo, mi coño estaba caliente y cachondo. ¡Dios Santo! ¿Qué me estaba pasando?
Justo cuando comenzaba a subir las escaleras para salir de la piscina, mi madre salió con mi hermano pequeño y me dijo que iba al supermercado. Como yo estaba todavía en traje de baño me dijo que me quedara en casa. Lo agradecí eternamente. No quería enfrentarme a ella, pues no estaba lista para aceptar lo que me acababa de ocurrir. Además, me sentía tan cachonda como nunca me había sentido y no quería ir a ningún lado, excepto de regreso al sótano.
Tan pronto como el carro de mamá salió del vial hacia la calle, me envolví en una toalla y me dirigí a paso firme hacia la casa. Prácticamente bajé corriendo las escaleras del sótano llamando a Chayan que ahora estaba durmiendo sobre su colchoneta. Automáticamente corrió hacia mí, comenzando a saltarme alrededor. Me quité la parte inferior de mi bikini y puse la toalla sobre un saco de ropa sucia y me senté frente a la lavadora; entonces abrí mis piernas de par en par. En un segundo Chayan estaba en medio a mis muslos olfateando mi agujero, me dio una lamida desde mi culo, mi vagina hasta llegar a mi clítoris en una sola pasada. ¡Nunca antes había sentido nada así de bueno! Me apoyé en mis codos y lo dejé hacer abriendo ampliamente mi piernas, de modo que él pudiera atacarme a voluntad.
Chayan me lengüeteaba una y otra vez mi culo, mi mojada panocha y mi botoncito del placer. ¡La sensación era tan increíble que me fui mojando cada vez más! Sentí que los músculos de mi vientre se tensaban y empujé mis caderas contras la lengua de mi perro. Me enderecé un poco y con mis dos manos abrí los labios de mí coño, de ese modo su lengua podía entrar libremente al interno de mi conchita empapada. No podía creer lo que Chayan me estaba haciendo sentir y lo cachonda que me ponía. Pronto la sensación en mi bajo abdomen comenzó a crecer y sentí que mi panocha estaba más y más caliente.
Su gran lengua caldeada era ligeramente tosca, muy fuerte y musculosa. Lamió mi coño con verdadero gusto. De algún modo, plegó su lengua y la metió profundamente en mi conchita. Golpeó mis candentes paredes internas haciendo que mi cuerpo se retorciera de placer. Resopló sobre mi monte de venus y su nariz empujaba mi clítoris. La sensación era tan fuerte, tan caliente y tan asombrosa que me era imposible mantener mi cordura. Mis caderas se movían enloquecidamente y mi chocho convulsionaba en contracciones nunca sentida antes. Separé mis piernas para que él pudiera hacer todo lo que quisiera conmigo. Ya no tenía ningún temor, solo ganas de que esto no se acabara jamás. Chillé como una marrana cuando mis temblores incontrolables me hicieron caer sentada sobre las baldosas. Nunca me sentí tan bien en mi vida. Mi cuerpo estaba electrizado; olas y olas de placer me abrumaban. Mis piernas se abrían y cerraban sin ningún control. Inflé mi pecho para realzar mis incipientes tetitas. Me estremecí mientras Chayan no cesaba de chuparme la concha y llevarme en un sube y baja de orgasmos frenéticos.
Era todo tan intenso que ya no podía volver a correrme una vez más. Mi cuerpo estaba entumecido y tuve que empujar a Chayan, alejándolo de mi panocha que temblaba sin control. Mi cuerpo hormigueaba de pies a cabeza.
Todavía no podía creer todo lo que me había sucedido en un solo día. Simplemente a pensar en todo eso, volvía a ponerme cachonda, entonces me pregunté. Si el sexo se siente tan bien, ¿Por qué en el colegio enseñan que no debemos practicarlo y conservarnos hasta el matrimonio? ¡Las monjas debería pasar unos minutos con Chayan, así dejarían de predicar absurdidades en clases de Educación Sexual! Pensé.
Con ese blasfemo y malicioso pensamiento en mi mente, sonreí y aferré a Chayan para besarlo en su hocico empapado. Saqué la toalla de debajo de mis nalgas y sequé el hocico mojado de Chayan para eliminar cualquier evidencia de mis fluidos; también limpié mi coño enrojecido y empapado. Volví a meter mis dedos en mi vagina para comprobar que ya no era virgen. Me encantó la sensación, ahora cabían fácilmente tres de mis dedos y esto volvió a excitarme. Todavía sentía un ligero dolor en el interior de mi coño, pero el placer y el deleite superaban cualquier malestar. Pensé a la enorme polla de Chayan cuando deslice dentro y fuera mis dedos. Todavía mi conchita estaba pegajosa con los fluidos caninos. Me entró una tremenda curiosidad por la anatomía del sexo de Chayan.
Lo tiré un poco de lado y metí mi mano bajo su panza, toqueteando tentativamente su funda peluda. Encontré sobresalían de esa unos tres centímetros de su caliente polla rojiza de perrito. Se sentía resbaladiza y mojada; cuando lo aferré con mis dedos, su pene pareció crecer unos siete u ocho centímetros más. Chayan comenzó a follar mi mano mientras su pija crecía descomunalmente, al parecer estaba listo para otra ronda. Y esta vez yo estaba lista para él.
Levanté la toalla y la plegué bien para darle más altura a mi coño mientras me recostaba boca arriba sobre el saco de la ropa que me servía como un improvisado colchón. Chayan estaba confundido, se puso a dar vueltas frente a mí no sabiendo que hacer. No hacía mucho me había follado a lo perrito y ahora no sabía como acercarse a mi coño con su puntiaguda polla pulsante y goteante. Pacientemente me senté y lo tiré entre mis muslos, busqué su polla con mi mano y la encanalé hacia mi agujero, la puntita roja penetró mi húmeda vagina. Inmediatamente él entendió, se hizo un poco hacia adelante y curvó sus patas traseras empujando hacia adelante. Sus patas sobrepasaron mis hombros de tan grande que era. Con un brutal empujón, volvió a desgarrar mi coño por segunda vez. Levanté mis blancas piernas en el aire y las envolví alrededor de su peluda piel, mientras el golpeaba sin piedad mi ingle empujando su pene más y más adentro de mi vagina. Era muy rudo, nunca se distrajo y nunca hizo una pausa, solo me follaba violenta y velozmente. Miraba de frente como si nada le importara, excepto su dura polla dentro de su perra buscando de impregnarla con sus cachorritos.
Esta vez su polla se sentía mucho más grande. De hecho, parecía estar volviéndose más ancha, gorda y larga. Además, muy caliente dentro de mí. Su incesable martillar me estaba volviendo loca. El aroma de sexo y de perro llenaba toda la habitación y simplemente pensar en la forma en que Chayan me follaba me hacía mojarme aún más.
Una cálida sensación comenzó a crecer dentro de mi vientre, parecía que de un momento a otro me iba a correr. Comencé a relajarme y disfrutar de la magnifica polla de Chayan y de sus profundos y constantes empujones que su enorme pene presionaba dentro de mi coño. Desenredé mis piernas de su lomo y las apoyé en el piso, abriendo mis piernas ampliamente para sentirlo más dentro de mí.
Ahora me llenaba por completo. Su panza peluda se frotaba contra mi abdomen y mis tetas. Rebotaba contra mis nalgas. Puse mis manos en sus patas traseras y sentí la vibración de sus poderosos músculos mientras su polla se movía estirando mi coño fuera y dentro cada vez más rápido.
Chayan tenía mucha fuerza en su pelvis, tanta que ningún macho humano podría igualar. Sus movimientos eran fuertes, espasmódicos, ondulatorios, rápidos y bruscos, pero me estimulaban demencialmente. A él le importaba un bledo todo esto, solo buscaba su satisfacción y llenar el coño fértil de su perra. Diría casi como cualquier macho humano.
Repentinamente sentí que algo extraño sucedía dentro de mí. Mi estomago se anduvo acalambrando y hubo un poco de dolor. Lo que estaba sucediendo era que Chayan había alcanzado con su puntiagudo pene el cuello de mi útero y no sabría decir si esto era muy placentero o muy doloroso, pues la sensación era una mezcla de ambas. Al no saber cabalmente lo que me e3staba pasando entre en una especie de pánico controlado. Traté de empujar y alejar un poco a Chayan de mi panocha, pero sus patas agarraron mis hombros con más fuerzas, tironeándome hacia abajo sobre su polla poderosa; obligándola a entrar un poco más adentro. Lo que fuera que estuviera pasando dentro de mi cuerpo no iba a poder evitarlo. Chayan continuaba sus violentos y veloces empellones contra mi vagina y no se detuvo hasta que comenzó a verter su semen muy dentro de mi coño en forma de calientes borbotones que me llenaban toda, luego se quedó quieto.
La lengua de Chayan estaba colgando fuera de su hocico y había dejado de follarme, pero su nudo se sentía delicioso sellando de verdad mi ojete vaginal, solo unas pequeñas gotas caían de mi conchita estrecha. Me soltó los hombros y quedó sentado en mi regazo con su polla enterrada en mi vagina, al menos no me dolía mucho. Traté de apartarlo otra vez empujándolo para que se bajara de mí, pero nuevamente me gruñó. Mire hacia abajo entre nosotros y vi esa cosa rojiza que salía de mi coño, estábamos atrapados, pegados el uno al otro. Su nudo permanecía dentro de mí y no había forma de sacarlo. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Qué pasaría si mi madre volviera a casa en este momento?
En algún modo logré bajarlo y saqué la toalla que había usado para darle altura a mi coño. Limpié el semen que escurría en el punto donde estábamos amarrados. Esa cosa lechosa y pegajosa continuó a salir derramándose sobre las baldosas. Era inverosímil la cantidad que salía de mi coño, había absorbido mucho con la toalla, pero todavía sentía mi coño lleno.
Chayan comenzó a impacientarse, todavía me tenía anudada, logró girar su cuerpo. Ahora podía ver su lomo, su culo y sus cojones, pero su polla estaba todavía profundamente enterrada en mi chocho. Seguí tratando de sacarlo mientras usaba la toalla para absorber la interminable cantidad de esperma canino que seguía saliendo de mi almejita. Pasaron cerca de diez minutos y el nudo de Chayan se había achicado lo suficiente para salir de mi vagina, cuando salió parecía que se me había caído un melón desde mi apretado coño. Entré en pánico cuando vi el torrente de semen debajo de mi y que continuaba salir sin detenerse, ¡Parecían litros! Tomé una esquina de la toalla y la metí dentro de mí para hacer una especie de tapón. ¡Funcionó! No podía creer cuanto había cambiado mi cuerpo desde esta mañana que era virgen.
Chayan volvió a su colchoneta y comenzó a lamer su polla. Como pude trate de secar esa pegajosa substancia desde el piso y detener la que salía de mi coño. Me quité la toalla empapada de semen de mi coño y la mezcle con otras prendas sucias, luego la metí en el saco para ser lavada.
Mi coño ahora se sentía enorme cuando metí mis dedos dentro. De alguna manera eso me hizo sentir que había crecido, ya no era una niña, era una cachonda y muy sexy mujer. Caminé hasta donde estaba Chayan que continuaba a lamer sus genitales, le di unas palmaditas en la cabeza. Movió sus ojos hacia arriba para mirarme en forma inocente y boba, luego su lengua entró en contacto con mi vagina comenzando a lamerme.
Sentí que mis rodillas se plegaban y caí frente a él ofreciéndole mi coño mojado. Chayan siguió lamiéndome como si no hubiese un mañana. Lengüeteó mis muslos, mi vientre, mi monte de venus y mi vagina; tomándose un tiempo extra atendiendo a mi botoncito de la locura, cosa que me hizo convulsionar mientras me acercaba a pasos agigantados hacia el país de los orgasmos una vez más.
Cuando logré recuperarme, me puse la parte inferior de mi bikini, termine de limpiar el piso del sótano y luego subí de carreras a darme una zambullida en la piscina. Necesitaba deshacerme de cualquier olor persistente de sexo o de semen de perrito. Me sentí una nueva y sexy mujer con mi nuevo cuerpo ya no virgen. Es cierto que la experiencia era un tanto sucia, pero no me sentía así. Pronto me encontré metiéndome otra vez los dedos a mi chocho, jugando y divirtiéndome conmigo misma. Experimentando cosas que jamás había sentido en mi joven vida. ¡Ya no era virgen! ¡Un perro me había violado! Lo peor es que volví donde él y nuevamente tuve relaciones con él. Luego volvió a lamer mi coño. Definitivamente todo me resultaba esplendido me había gustado mucho. Se suponía que era algo horrible, pero jamás me había sentido tan bien. Mientras más lo pensaba, más cachonda me ponía.
¡No podía creer que quería ser follada por Chayan una y otra vez! La sola idea de volver a tener relaciones sexuales con él me excitaba al máximo. Maliciosamente sonreí para mis adentros. Me dije que estaba lista para follar incluso con hombres. Me preguntaba si los hombres follarían del mismo modo que Chayan. ¿Tendrán pollas tan grandes como la de mi perro? ¿Serán del mismo color? Lo único que recordé fueron las imágenes en blanco y negro que nos mostraban las monjas. No se si alguna vez sería capaz de contar todo lo que me había sucedido.
Fui interrumpida por la llegada de mi madre. Estacionó su auto en el vial de ingreso. Me llamó y me pidió ayuda con las compras, ya que llevaba a mi hermanito menor en sus brazos. Envolví mi cintura con mi toalla para ocultar mi nuevo y sexy cuerpo. ¿Podría haber notado que ya no era virgen? No me detuve a averiguarlo. Ayudé a mamá guardando las compras en la alacena, mientras ella llevaba a mi hermano al piso superior para dormir un poco.
Cuando bajó, lo hizo con una cesta de ropa sucia y me dijo que iba al sótano a lavarla. Me ofrecí a ayudarla, pero ella me dio las gracias y me dijo que ya había ayudado bastante y me mando de regreso a la piscina. Un poco descontenta accedí; ella se fue al sótano y yo me dirigí al patio.
Me di varios chapuzones en la piscina soñando despierta sobre todo lo acontecido. Decidí tomar un poco de sol y tomé la botella de crema bronceadora, pero estaba casi vacía. Necesitaba conseguir otra botella de protector solar antes de quemarme al sol.
Me dirigí al sótano, en la alacena del baño había otra botella de loción protectora. Abrí la puerta, la lavadora estaba metiendo ruido, mamá ya estaba lavando. Creí escucharla decir algo a baja voz, pero no entendí nada. Baje lentamente las escaleras y casi me voy de bruces cuando vi lo que estaba haciendo mamá. Ella estaba recostada sobre la vieja tumbona plegable con las piernas abiertas y el vestido subido sobre su estómago. La parte inferior de su cuerpo echado al borde de la silla, para que Chayan le lamiera el clítoris, la conchita y el culo con su larga lengua.
Tenía los ojos cerrados en éxtasis y gemía murmurando frases alentadoras al perro mientras él lamía y lengüeteaba sus partes íntimas. Me quedé paralizada al pie de las escaleras; todavía estaba fuera de la vista de ella, pero yo no podía apartar la vista de ella y de Chayan. Ahora entendí por qué el perro sabía tanto sobre follar y comer coño. Mamá debe haberlo entrenado porque papá está fuera por negocios con mucha frecuencia. Y ella necesitaba sexo cuando él no estaba en casa. Eso también explica porque ella no quería castrarlo. ¡Si papá supiera la verdad!
Mamá se corrió contorsionándose con tenues gemidos de placer, luego se levantó de la silla. No sabía si debía darme la vuelta y salir corriendo antes de que ella se percatara que yo estaba allí; o simplemente fingir como si recién entrara bajando a buscar el tubo de loción protectora. Pero no tuve tiempo de nada. Ya que mamá rápidamente se dio vuelta y se arrodilló ofreciéndole su trasero a Chayan.
Rápidamente comenzó a lamerle el agujero del culo y ella gimió más que cuando le lamía el coño. Chayan intentaba meter su lengua en el ano de mamá mientras ella contoneaba sus caderas y empujaba hacia atrás. De repente Chayan le saltó sobre la espalda y comenzó su movimiento de follar al igual que lo había hecho conmigo. ¡Note que él tenía calcetas en sus patas delanteras! Probablemente lo hace para que Chayan no le deje marcas que tendría que explicar a papá.
Chayan dio varios saltitos tratando de penetrar su culo, pero sin éxito. Mamá metió su mano hacia atrás y aferro el pene del perro guiándolo a su estrecha ranura engurruñada. ¡No podía creer lo que estaba viendo!
Chayan había tomado mi virginidad horas antes y me dejó el coño roto y expansivo que estoy segura de que la mitad de mi mano podía entrar sin dificultades. No pude evitar de pensar que, si él folla el culo de mamá con su enorme polla de perrito, ¡eso va a doler como el infierno!
Tan pronto como el perro sintió la cálida estrechez del culo de mamá, lo enterró con todas sus fuerzas hasta que sus cojones se estrellaron con las nalgas de ella. ¡Mamá soltó un gemido que me hizo dar un respingo! Aferró firmemente la cintura de mamá con sus patas calcetadas y comenzó a dárselo todo con furia y violencia, cada vez más y más rápido. Mamá giro su cabeza un instante y la escuché decir.
—Eres un encanto, tesoro … Eres todo lo que quiero … Dámelo fuerte …
A mamá le gustaba prenderlo por el culo y la polla de Chayan estaba totalmente dentro de su estrecho recto. Sus patas con calcetines nunca soltaron a mamá, él permanecía con su lomo un tanto encorvado bombeando con rudeza y velocidad el trasero de mamá
Su culo parecía estar estirado como para prender una naranja medio grande, pienso que mi boca no se abría tanto como el trasero de mamá. Me asombró y me fascino lo que estaba viendo. No sabía que Chayan también podía follar traseros y ya me estaba viniendo una idea. Nunca había visto a mi madre bajo su falda, tampoco había visto a nadie tener relaciones sexuales. Especialmente con un perro. Mi naturaleza cachonda comenzó a manifestarse de nuevo y comencé a mojarme. Todavía me dolía mi coño, pero nada que no pudiera soportar; así que me metí la botella de loción protectora en mi coño y lo moví dentro y fuera suavemente, se sentía estupendamente bien.
Meneé el tubo de loción dentro y fuera mientras veía como mi madre era follada por el culo por nuestro perro en el sótano de casa. El tubo de loción era solo un poco más grueso que un tubo de pasta de dientes hubiera deseado que fuera un poco más ancho. Chayan había estirado mi coño demasiado. Pensé que iba a ser un verdadero desafío encontrar un hombre que me folle con una pija tan grande como la de mi perro. Me reí ante este pensamiento malicioso, entonces noté que mamá comenzaba a moverse. Había agarrado a Chayan de su peluda piel y lo tiraba más dentro de ella murmurando palabras que yo no podía descifrar. No sé si ella pretendía que el monstruo de Chayan la dejara anudada y desearía haber podido asistir a esa escena hasta el final; pero sabía que arriesgaba a que ella me viera y esta era la única posibilidad que tenía de escapar, así que subí rápida y sigilosamente las escaleras y regresé a la piscina. El tubo de loción todavía estaba insertado en mi conchita; me hizo sentir cachonda y sexy a la vez. Entonces me lancé en zambullida a la piscina, la frialdad del agua me hizo sentir bien. Saqué el tubo de mi coño y este salió con restos de sangre y semen de la corrida de Chayan. Moví las aguas para hacer desaparecer cualquier traza de ello.
Papá regresa a casa este fin de semana. Por lo general él y mamá salen de viaje y se toman un par de días para estar juntos y me dejan a mí a cuidar a mi hermanito pequeño. Son pequeñas lunas de miel que ellos siempre han hecho y les permite de volver a retomar su vida íntima.
Estoy pensando que será un buen momento para conocer un poco mejor a Chayan y ver que cosas más es capaz de hacer.
Fin
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