Con el rottweiler de mi amiga
Me quedé a dormir en la casa de una compañera de colegio y mientras todos dormían yo cogí con su perro..
Entonces mi amiga y yo teníamos 14 años y el perro 4.
Ella vivía con sus padres y la abuela materna.
Mi amiga se llama Mara, el padre Tomás, la madre y la abuela no recuerdo y el perro se llamaba Keto.
Llegué a la casa un sábado por la mañana e iba a quedarme hasta la tarde domingo.
Hacía un año que había comenzado a coger con perros y al ver al rottweiler me encantó, yo también le gusté al perro.
-¡Quieto Keto!- le grito Tomás al perro que saltaba a mi lado y que ponía sobre mi cuerpo sus patas delanteras.
A mí solo me preocupaba que rompiera mi vestido de tela de verano.
-Parece que le gustaste a Keto- me dijo Tomás.
El padre de Mara, me lo dijo mirándome de arriba a abajo y yo pensé: «Me parece que a vos también te gusté»
-¿Es un rottweiler?- le pregunte.
-Si, un rottweiler quizás no puro. Veo que sabés de perros. ¿Te gustan los perros?- me dijo Tomás.
-Si- le respondi y me alejé de él para ir a saludar a la abuela de Mara.
Después de los saludos Mara me dijo: «Vamos que te muestro cual será hoy tu dormitorio»
Subimos a la planta alta y entramos a un cuarto que tenía una cama de dos plazas.
-¿Vamos a dormir juntas?- le pregunté.
-No, este es el cuarto de los invitados, después te muestro los otros y el resto de la casa- me dijo.
-¿Tienen muchos invitados que se quedan a dormir?
-Si porque como vivimos en los limites de la ciudad, aquí es casi el campo, y el terreno y la casa son grandes aquí vienen muchos parientes y amigos de mi papá, a él le gusta hacer asados y recibir invitados- me explicó.
Luego entramos a su dormitorio, al de los padres y al de su abuela. No diré nada de ellos para no hacer el relato demasiado largo.
Después recorrimos toda la casa.
En la planta baja estaba la sala, el comedor, la cocina un baño y dos dormitorios, uno de ellos era usado para guardar cosas en desuso, trastos, cachivaches. Horas más tarde en ese cuarto cogería con el perro.
Afuera había una piscina y la parrilla donde su padre hacía asados.
Me mostró todo eso y volvimos al comedor donde almorzaríamos.
Mara le preguntó a su mamá si faltaba mucho para comer y ella dijo que fuéramos a ver y le preguntásemos a Tomás.
Nosotras fuimos hasta la parrilla, allí estaban Tomás haciendo el asado y Keto que al verme se acercó y comenzó a olerme. Estaba más tranquilo que cuando me vio por primera vez.
Llegué hasta la parrilla acariciando a Keto. No presté atención a lo que conversó Mara con su padre.
Luego mientas acariciaba a Keto le dije a Tomás:
-Los rottweilers son muy fuertes por eso fueron utilizados por los militares y para seguridad.
-Son muy fuertes y muy obedientes, también protegen al ganado- me dijo Tomás.
-Pesan aproximadamente 50 kg ¿Cierto?- dije.
-Sí, la última vez que el veterinario lo pesó Keto pesaba 51 kg.
Veo que sabés de perros- dijo Tomás.
-Me gustan mucho los perros y los gatos- le dije.
-Y veo que a Keto le gustan las jovencitas rubias.
Lo dijo mirándome las piernas, sin dudas Tomás me deseaba.
-Al asado le falta bastante, vayamos al comedor a picar algo- dijo el padre de Mara.
Comimos queso, papas fritas, aceitunas, salamín y morcilla cruda.
Tomás tomó un pedazo grande de morcilla y mostrándomela como si fuera la verga de un negro me preguntó: »
-¿Te gusta la morcilla cruda?
-Sí, me gusta con pan- le dije como si no me hubiera dado cuenta de su intención.
Un rato después fue a buscar el asado y comimos. Keto estaba sentado en el piso al lado de Tomás.
Tomás le tiraba huesos y le daba pedacitos de carne en la boca.
-No le tires comida al piso que se ensucia- le dijo su mujer.
-¡Keto lleva los hueso afuera!- le ordenó Tomás.
La madre de Mara siguió protestando y Tomás me dijo: «¿Ves Daly que Keto es muy obediente?»
Le dije que sí y me quedé pensando en si yo cogería con el padre de Mara.
-Los perros se parecen a sus dueños, se nota que Keto es tuyo papá porque tiene tu misma cara- dijo Mara.
Bueno abreviaré.
Una hora después de comer fuimos a la piscina. Por el camino le pregunté a Mara de qué trabajaba su papá.
Ella me dijo que ahora no hacía nada, que vivía de rentas que alquilaba unos locales comerciales en el centro y que antes trabajaba de escribano.
Al llegar a la piscina Tomás me dijo:
-Te queda muy bien el azul- mi bikini era azul.
Me lo dijo cuando yo estaba de espalda, debo contar que siempre fui culona y sé que el culo es mi mayor atractivo.
No le dije nada, me tiré a la pileta de cabeza y nadé unos minutos.
Tomás también se metió, se mojó y salió.
-Nadás muy bien- me dijo él tratando de iniciar una conversación.
-Aprendí en el mar cuando tenía 3 años de edad- le dije.
Tomé una toalla y comencé a secarme la cara y el pelo. Entonces el perro se montó a una de mis piernas y comenzó a frotarse con mucha fuerza. Me hizo tambalear.
¡Keto, dejala! ¡Keto aquí!- gritó Tomás y el perro me dejo.
-¿Viste como me obedeció?- me dijo Tomás.
-Si, vi- dije.
-Debió costarle mucho cumplir semejante orden- dijo Tomás que estaba tan caliente como el perro.
No le respondí.
Keto y su dueño deseaban cogerme, yo ya había elegido al perro.
Luego mientras Mara y yo jugábamos con la computadora y conversábamos aproveché para sacarle información.
-¿Keto duerme adentro o afuera?
-¿Te preocupa?
-No para nada, es solo curiosidad- le dije.
-Duerme adentro, abajo y nunca sube- me dijo Mara.
-Ah, está bien- dije.
Era ideal para mis planes, podríamos coger en el cuarto que ellos llamaban «de los cachivaches»
Había visto lo que había, era el mejor lugar y estaba limpio.
Cuando Mara me lo mostró le dije que estaba demasiado limpio para ser un cuarto donde guardaban objetos en desuso.
Mara me contó que de lunes a viernes venían dos mujeres que hacían limpieza y otras tareas domesticas.
Jugamos con la computadora y conversamos hasta la hora de la cena.
Cenamos lo que sobró del almuerzo, agunas cosas las calentó y otras las comimos frías.
A mí lo que más me gustó fue una carne fría y lo dije, por decir algo.
Keto se comportó como al mediodía y Tomás le daba pedacitos de carne en la boca, sin tirar nada al piso.
De pronto, porque se le ocurrió Tomás comenzó a interrogarme.
-¿De donde sos?
-Vivo a 4 cuadras de la escuela- le dije.
-No, yo me refiero en donde naciste, en este municipio, en cual barrio, en la Capital en esta provincia en otra- me dijo.
-No, no nací en la Capital porque cuando yo nací ya había dejado de ser la Capital, y donde nací no hay provincias. Soy carioca, nací en Río de Janeiro en el barrio Flamengo- le dije.
-¡Ah sos brasileña! No pareces- me dijo.
-No porque mi mamá y mi papá son argentinos- les dije.
-Por eso aprendiste a nadar en el mar- comentó Tomás.
-Y seguro que jugás a fútbol- dijo Tomás.
-Sí, juego al fútbol en un equipo de amigas.
Después todos comenzaron a preguntar, opinar o comentar, algo acerca del Brasil.
Los tuve que corregir varias veces y otros errores los dejé pasar.
-Por tu apellido brasilero debimos habernos dado cuenta- dijo la madre de Mara.
-Mi abuelo paterno es portugués- les dije.
Conversamos un largo rato hasta que Tomás cambió de tema.
-¿Tenés novio?- me preguntó.
-Sí, tengo novio- le respondí.
-¿Que edad tiene?- repreguntó.
-20 años- respondí.
-Ah, grande.
Dijo y se quedó pensativo. Estaba segura que Tomás pensaba en mi virginidad perdida.
La abuela apenas había hablado, se la veía pensativa, dolorida, triste, quizás pensando en sus muertos queridos.
Después de un rato de charla la madre de Mara dijo:
-Me voy a dormir. ¿Vos mamá? ¿Querés que te ayude a subir?
-Sí, también me voy a ir a acostar- dijo la anciana.
-Vayamos todos a dormir- dijo el padre de Mara.
-No te olvides de sacar al perro- le dijo su mujer.
-Nunca me olvido- dijo Tomás y salió con Keto.
Pense: ¿No era que dormía adentro?
Mara respondió a mi pensamiento:
-Lo saca para que orine.
Unos minutos después volvieron Tomás y Keto.
-Vamos chicas ustedes también suban que es tarde- nos dijo él.
Subimos los tres juntos. La escalera era de madera y algunos escalones chirriaban.
Tendría que bajar con cuidado cuando fuera a coger con el perro.
Cuando me acosté me quedé pensando y planeando que podría hacer si mientras estaba encerrada cogiendo con Keto en el cuarto de los cachivaches, alguien iba a la cocina y notaba que no estaba el perro.
Imagine el peor de los casos iba Tomás y al no ver al perro lo llamaba y Keto ladraba. Se me ocurrió lo siguiente: Gritaría ¡Keto está conmigo, ya salgo y te explico! Luego de arreglarme un poco saldría y diría: «Vine a la cocina porque tenía ganas de tomar algo dulce, una gaseosa y Keto me agarró y no me dejaba, me quería coger. Entonces entre al cuarto de los cachivaches con en perro montado en mi pierna cerré los llave y le hice una paja para que se calme»
Al menos no sabrían que estaba cogiendo con el perro.
Después imaginé que Tomás me decía: «Yo también estoy caliente, haceme una paja para calmarme»
Eso me causó gracia.
Pero al fin de cuentas yo estaba dispuesta a correr algunos riesgos.
Mientras estaba pensando esas cosas escuché que alguien entraba al baño y luego que entraba otra persona. A los pocos minutos salieron hablando Tomás y su mujer.
Toda las ganas que había acumulado mirándome se las había quitado con su mujer.
Una hora después de haber escuchado a los padres de Mara decidí ir al encuentro del perro.
Me quité la tanga por temor a olvidarla donde cogeria, me puse una minifalda corta y una camiseta y abrí la puerta lentamente para no hacer ruido, salí, y cerre la puerta con llave. Comencé a bajar la escalera, estaba descalza, pisaba con suavidad para no hacer ruido.
Mucho antes de llegar al último escalón vi que abajo me estaba esperando Keto.
El perro me había escuchado o quizás olido.
Le hice gestos pidiéndole tranquilidad y silencio. El perro me hizo caso.
Fuimos hasta la cocina que era el lugar donde él dormía. Keto estaba más tranquilo de lo que había estado durante el día.
Lo acaricié, abrí la heladera y tomé un trago de agua directo de la jarra.
Luego fui al baño para orinar seguida por el perro, lo hice entrar.
Sentada en el inodoro lo acaricié con la intención de comenzarl a calentarlo.
Salimos del baño, a la derecha estaba el cuarto de los cachivaches, entré y conmigo Keto. Encendi la luz y cerré con llave.
La luz era muy poca solo una lamparita sucia y que parecia que estuviera a punto de quemarse.
Dejé la llave de mi dormitorio sobre una mesa pensando que no tenía que olvidarla y mi celular en un sillón.
Entre las cosas en desuso había unos sillones y un ropero muy antiguo que tenía un espejo que cubría toda la puerta del centro, sin dudas había pertenecido a la abuela o a la bisabuela de Mara.
Me senté en un sillón de dos metros de largo que estaba cerca del ropero y llamé a Keto.
Le agarré el pene con una mano y con la otra los testiculos.
Le dije al perro: Me vas a coger Keto.
Segui sobandolo mientras miraba que había mucho espacio libre en el piso. Resolví que el mejor lugar para coger era donde estábamos.
Me paré, me subí la minifalda y le ofrecí mi concha al perro.
No me iba a desnudar por temor a que clavara sus garras en mi cintura como hizo el primero.
Keto olió y lamió mi concha. Mientras yo lo acariciaba.
Luego me dejó, comenzó a lamerse el pene.
Vi que él ya estaba caliente y me puse en cuatro patas con la cabeza apoyada en el borde del sillón.
Keto me montó, me dio unos golpes de verga y me desmonto.
Hizo lo mismo varias veces estaba muy excitado.
Hasta que por fin me la metió y no me la sacó hasta descargar toda su leche en mi vagina.
Estaba sintiendo sobre mi espalda todo el peso de un rottweiler y en mi concha la rudeza de sus movimientos.
Se movió muy rapido hasta que se quedó quieto.
Me había abotonado.
Tomé sus patas para impedirle que se diera vuelta.
En ese momento tuve un orgasmo.
Tomé mi celular, que lo había dejado en el sillón y como pude le saqué fotos al espejo del ropero donde nos estábamos reflejando.
Unos minutos después senti que el perro descargaba un chorro de leche. Creí que iba a desmontarme pero no, el perro siguió quieto con su verga adentro de mi vagina.
El perro acercó su hocico a mi cara y me lamió la mejilla izquierda. Lo interpreté como un gesto cariñoso.
Unos minutos después el rottweiler descargó otro chorro de semen y me desabotonó.
Al sacar el nudo del pene comenzo a salir de mi concha mucha leche.
Luego me desmontó dejando a mi concha goteando como una un grifo mal cerrado.
El perro tenía el pene colgando, vi que era grande y le tomé un par de fotos. Vi que había un charco de semen en el piso. Pensé en limpiarlo pero no lo hice. Que lo limpiaran las mujeres que hacían la limpieza y si se daban cuenta que era leche de perro, que sacasen sus propias deducciones que no serían las verdaderas porque no me conocian.
Calculé que había estado abotonada unos 9 minutos.
Tomé el celular y las llaves de mi cuarto y traté de afinar el oido para saber si había alguien en la planta baja. Cogiendo me había olvidado de prestar atención a todo lo demás.
Salimos del cuarto de los cachivaches.
Keto aun tenía la verga afuera y colgando.
Ya me había dado el gusto de coger con el Rottweiler de mi amiga y el perro también se había dado el gusto de cogerme.
En total había pasado media hora desde que salí de mi cuarto.
Subí las escaleras sin cuidarme de hacer ruido.
Entre al baño de arriba pensando: Me iré a dormir, mañana será otro día.
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