Consintiendo a mi cachorro
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Cuando tenía cerca de los 11 años y medio, trajeron a casa un cachorro para que hiciera a las veces de mascota de la casa y más delante de guardián, pero yo como niña que aún le gustaba jugar con muñecas volqué todo mi instinto maternal en consentir a aquel tierno cachorro. Lo hacía dormir en mi habitación y hasta en mi cama lo acosté en algunas de las noches más frías de ese invierno, pero pasó su primer año de vida y durante él creció bastante llegando prácticamente a su tamaño de adulto, por lo que no me permitieron mantenerlo en mi habitación luego pasando a estar la mayor parte del tiempo en el patio, solo se le permitía dormir en la cocina las noches más frías o cuando llovía. Cosa que me producía cierto grado de pena pues al tenerlo de chiquito conmigo me hizo crear ciertos lazos de afecto especial por él.
Bueno la cosa es que él crecía y yo también, no faltando entre sus juegos el típico de apareamiento que hacen los cachorros en los muslos de sus amos, pero yo por ser la más bajita de la casa él fácilmente me podía agarrar de la cintura y lo hacía cuando me pillaba descuidada. Lo que en principio me parecía muy gracioso y me producía mucha risa, pero luego a mis 13 años me llegó mi primera menstruación y me explicaron que yo ya era una señorita y todo eso, produciéndome extremada vergüenza el hecho de que él me tomara por las caderas haciendo su jueguito ese delante de mis padres o cualquier otra persona, simulaba que no me importaba dando de carcajadas tal cual como lo hacía cuando más niña pero el intenso enrojecimiento de mis mejillas me delataba.
No me molestaba el hecho de que él hiciera ese jueguito conmigo, pues era mi regalón y entendía que lo hacía solo como un juego, pero me preocupaba que pensaran los demás y la connotación sexual de aquello. Si ya bien era una señorita, estaba empezando a explorar mi cuerpo y cuando estaba a solas me acariciaba senos y vagina, existía cierto morbo en mí que me hacía creer que los demás podían darle otra interpretación a esa permisiva actitud mía ante la exigencias de los juegos de mi perro. Por lo que decidí entrenarlo para que jugara a eso solamente cuando estuviéramos a solas.
Esto no fue algo que sucediera en un par de semanas, ni en algunos meses fue algo más extendido en el tiempo, yo ya tenía más de 14 y él casi 3 años cuando logré que dejara de molestarme en público. En el transcurso de dicho entrenamiento utilicé una pelota de tenis como distractivo para evitar que me tomara de la cintura, cuando lo veía con intenciones de hacer eso o se le notaba su cototo de excitación siempre tenía alguna pelota a mano en cualquier lugar de la casa para lanzársela lejos para que me la fuera a buscar, era otro juego que también le gustaba mucho. Y cuando estábamos solos en casa le movía mi trasero indicándole que estaba dispuesta a su jueguito de apareamiento, lo que le salió más fácil entender a que no tenía que hacerlo cuando hubiera más gente.
En su lapso de aprendizaje después de un tiempo noté que me jalaba con mucha fuerza para abajo, entendiendo que quería o necesitaba que su cosa hiciera contacto con mi trasero. Lo que pese a que me producía cierto rechazo, lentamente le fui accediendo doblando levemente mis rodillas quedando a cierta distancia de su pene el cual quedaba dando puntazos a escasos centímetros de mi trasero……, y en una de esas no sé si mis piernas se doblaron más de lo que debían o él se elevó en el aire, pero su aparato dio un certero puntazo entre mi ano y vagina hundiendo la tela de mi pantalón deportivo de algodón entre ellos haciéndome dar un grito de entre risa, asombro y nerviosismo, lo que acompañado de un salto me hizo separarme de él. Bueno, no les había contado que soy hija única, mi madre no trabaja pero participa de un club social a cual asiste los martes y jueves por la tarde, en donde mi papá la pasa a buscar desde su trabajo, por lo que esos dos días de la semana cuando llegaba del colegio quedaba a solas con mi perro unas tres horas en esas tardes, aproximadamente entre las 17:00 y 20:00hrs. Esa vez del primer contacto entre nuestras zonas genitales, fue un día jueves en que me tocaba la asignatura de preparación física por eso es que andaba con esa tenida deportiva. Fue una extraña sensación de lo que no sabría explicar del porque mi corazón quedó tan agitado, y él se puso muy efusivo saltando de un lado para otro tratando insistentemente de tomarme nuevamente por la cintura, con esa bola en la base de su pene algo hinchaba evidenciando su nivel de excitación.
Al martes siguiente apenas llegue del colegio me puse unos jeans viejos de mezclilla, estando dispuesta a dejarlo que me punteara continuo y prolongado pero sin el riesgo que me hundiera mis ropas en mis hendiduras naturales, era solo con la intensión de dejarlo jugar como él quería pero sin dejarlo que invadiera mucho mi intimidad, solo por el cariño que le tengo. Sintiéndome segura de las ropas que me protegían, esta vez no solo me recliné agachándome hasta quedar a su alcance sino que me puse directamente en cuatro patas. Posición en que anteriormente me había pillado descuidada, pero yo me enderezaba rápidamente no dejándolo proseguir y ni siquiera acercar su aparato a mi entrepierna. Esta sería nuestra primera vez, primera ocasión en que lo dejaría jugar más atrevidamente y en una posición que entendía se le hacía muy natural el jueguito ese.
Me puse en esa posición y entendió en el acto de que se trataba, apenas me montó por atrás comencé a sentir el golpeteo de su pene por distintos lugares de mi entrepierna, era una sensación muy extraña pero no se me hacía desagradable. Él luego de un instante se bajaba y sentándose de costado se lamía el tercio de su aparato que le quedaba desenfundado por la posición en que se ponía, y luego me volvía a montar. Fue algo muy raro, nunca había visto esa fracción de su pene fuera de su funda, solamente la puntita cuando levanta su pata trasera para orinar, era algo feo pero no dejaba de producirme unas extrañas cosquillas en el vientre. Se subió varias veces más hasta que en la última de ellas se quedó apretándome fuerte con sus patas delanteras refregando su miembro entre la hendidura de la parte alta de mis nalgas, casi colgándose de mi parte posterior momento mismo en que sentí mojada mi baja espalda por un tibio líquido.
Apenas alcancé a percibir la humedad de mis ropas cuando mi perro se bajó para un costado y quedó bombeando en el aire, tirando chorritos de un turbio líquido por la aguda y roja punta de su raro pene, el que ahora estaba casi todo desenfundado excepto su bola de excitación. Por suerte estábamos en la cocina y no en mi habitación, pues me salía mucho más fácil limpiar el piso cerámico de la cocina que el cubre piso tipo alfombra de mi habitación. Lo eché para fuera cerrándole la puerta de la cocina para limpiar las evidencias y luego cambiarme de ropa.
Terminé de limpiar y cuando me estaba cambiando vi que gran parte del trasero de mi jeans estaba manchado con sangre, lo que me hizo pensar o entender que la mezclilla era muy dura como para que él rozara su pene contra ella. Por lo que decidí que el jueves que venía me pondría un pantalón deportivo de algodón y con doble calzón, obviamente destiné mi pantalón deportivo más viejo para estos menesteres, el cual solo lavaría de vez en cuando y decidí ocultarlo en una bolsa plástica abajo al fondo de mi closet detrás del calzado donde mamá nunca lo encontraría. Luego que me cambié y terminé de maquinear el próximo juego con mi perro, fui a verlo al patio para ver si le seguía sangrando su pene, pues no me di cuenta hasta que vi mis jeans, pero al parecer todo había sido solamente superficial, ya que lo fui a examinar y no se veían restos de sangre en su prepucio y para asegurarme con mucho nerviosismo y recelo le tomé su funda echándosela para atrás corroborando que ya no estaba sangrando. Quedé con una extraña sensación, jamás le había tomado el pene, solo se lo había rozado antes bañándolo al momento de jabonarle el vientre sin ninguna otra intención.
Llegó el jueves e hice lo que tenía planeado, me saqué la faldita del uniforme, me puse un segundo calzón sobre el que ya traía y me puse el pantalón deportivo que asigné para los jueguitos con mi perro, le abrí la puerta de la cocina dejándolo entrar y entendió de inmediato de que se trataba, pues antes que pusiera a cuatro patas ya me estaba intentando montar. Fue casi todo muy normal, parecido a como lo habíamos hecho un par de días atrás pero con un pequeño par de diferencias, lo primero y más importante fue que no le sangró su pene, y lo segundo que me dejó algo contrariada fue que pese a estar con dos calzones igual percibí como su aparato al picotear en mi entrepierna cuando daba en el centro de mi vagina esta se me contraía en una especie de espasmo y se me ponía mi piel de gallina. En suma era una extraña sensación que me hacía sentir culpable, pero en el fondo realmente no me importaba porque le estaba dando en el gusto a mi cachorro querido y regalón, la idea era satisfacerlo a él sin violar mi intimidad.
Así pasamos varios meses en que él aprendió definitivamente a no buscarme para esos juegos cuando estábamos con más gente y yo dejé de usar doble calzón permitiendo que hundiera un poco mis prendas de algodón en la rajadura de mi trasero para que él sintiera mejor. No me di cuenta cuando pasé de querer satisfacer un simple juego de cachorros a algo ya más netamente sexual, incluso en un par de ocasiones me puse colaless bajo mi pantalón encajándomele en mi trasero antes de ponerme en cuatro y empapándolo con aceite en esa zona para que él sintiera más suavecito y satisfacerlo mejor. Si bien los primeros puntazos los daba en mi vagina y sus entornos, donde quedaba frotando su pene antes de acabar era ahí. No puedo negar con el tiempo que llevábamos haciéndolo que aparte de darle placer a mi perro, yo también terminaba excitándome y luego de echarlo para el patio terminaba masturbándome en el baño con mis dedos u otro objeto cilíndrico que pudiera simular fuera un pene. Me imaginaba siendo penetrada por él, dejándolo que me hiciera el amor o más bien dicho que se apareara conmigo, entregarle mi virginidad, ser su perrita, hasta tenía sueño húmedos con eso. Pero en mi mente tenía muy claro que era un límite el cual no iba a pasar, así estaba bien la cosa y pensaba dejar de hacerlo en un tiempo más. Ya tenía un par de pretendientes tras de mí y no pensaba seguir siendo virgen por mucho tiempo más.
Pero un día en que mamá se fue tarde a su reunión del club social y me la alcancé a topar en casa antes que saliera, apenas ella se fue me dirigí a mi habitación y sacándome mi uniforme del colegio en puros calzones me agaché a sacar mi pantalón deportivo de la parte baja del closet, momento en que oí el resoplido de la nariz de mi perro y acto seguido sentí su peludo pecho sobre mi espalda con sus patas delanteras aferrándome por la cintura……., “¡¡¡No, no, no, no, déjame……, espera que me ponga mi pantalón!!!…” le dije al momento que estaba sintiendo su pene picoteando mi entrepierna y unos cuantos puntazos ya habían dado en la línea central de mi vagina hundiendo la delgada tela de mi prenda intima un par de centímetros en la rajadura de mi almeja, pude haberme liberado fácilmente enderezándome y reprendiéndolo pero no lo hice, es más se bajó como lo hacía habitualmente a lamerse su pene antes de proseguir y no aproveché ahí de escapar de esa posición.
Obviamente mamá había dejado abierta la puerta de la cocina y yo no me di cuenta…., volvió a subirse y con la rajadura de mi almeja ya marcada en mi calzón esta vez hundió su miembro justo en la entrada de mi vagina, penetrando con tela y todo unos 4 centímetros en mi caverna haciéndome sentir en mis labios exteriores el roce de su pene desnudo por los costados del rebaje de mi calzón en cada empujón que daba, lo que me puso la piel de gallina no sé si de miedo o por la sensación misma del contacto casi directo de nuestros sexos. Sentí como que me orinaba al momento que mis pezones se endurecían, fue algo definitivamente muy raro, él se bajó una segunda vez y yo aproveché para ir a desencajarme el calzón de mi vagina, lo que hice metiendo mis dedos por el costado derecho del rebaje de mi prenda y estando ahí al percibir la humedad que venía desde mi interior no pude evitar el introducirme un par de dedos en mi ansiosa vulva masturbándome un poquito antes que él volviera al ataque, pero por tener mis ojos cerrados no me di cuenta hasta que ya lo tenía encima y antes que alcanzara a sacar mi mano su pene se coló por entre mis dedos dándome un par de puntazos que entraron muy poco, pero que al sumarse al grosor de mis dedos me hizo dar un grito de espanto.
¡¡¡AAaaAAaaAaAhhhhg…..!!!, lo que lo hizo bajarse de inmediato mientras yo me sentaba de costado. No fue realmente dolor lo que sentí, sino que fue la impresión de sentir extremadamente dilatada la entrada de mi vagina tan de improviso y sin estar preparada para aquello, fue un miedo increíble el que me invadió en esa fracción de segundos. Pero al ver la cara de susto de mi perro me di cuenta que había exagerado, pues no había ardor ni sangre. Asustada ahí aún sentada a piernas abiertas en el piso, me corrí completo para un lado el rebaje de mi calzón para examinarme mientras él sigiloso se acercaba, le preguntaba del por qué había hecho eso y le decía que tenía que esperar que yo le indicara cuando me podía montar, tiempo de plática que aprovechó para llegar a escasos centímetros de mi vagina con su nariz, y como yo no le dije nada ni me tapé él simplemente se puso a lamer……., ¡¡¡Oh, oh, oooohhh, Mmmm, mmmm, Aaahh, aaahh!!!…, su lengua me producía unas cosquillas enormes, se sentía riquísimo era una sensación indescriptible que nunca antes había experimentado, él siempre andaba tratando de husmear en mi entrepierna pero yo lo alejaba o simplemente no le tomaba asunto ni lo dejaba ir más allá, en una ocasión en que salía recién duchada del baño solamente envuelta en una toalla él trato de meter su hocico por abajo insistiendo un par de veces pero yo no lo dejé pese a que estábamos solos en casa, ¡muy estúpida yo!!!, no supe de que me estaba perdiendo. Quedé recostada en el piso y él no paraba de lengüetear haciéndome gozar como nunca antes, por lo que me saqué los calzones para dejarlo hacer lo suyo.
Incomparablemente su lengua superaba sin límites al actuar de mis dedos o cualquier otro objeto que me pudiera introducir, absorbió todos mis fluidos que se encontraban en mis labios exteriores e interiores terminando por escarbar en la entrada de mi vulva, realizando una semi-penetración que me hizo estallar en un profundo y convulsionado orgasmo totalmente distinto y más intenso que los que había logrado masturbándome, me dejó absolutamente extasiada, no encontraba un gesto con el cual agradecer tanto placer proporcionado.
Ahí estaba sentada desnuda a piernas abiertas, algo reclinada apoyada con mis brazos atrás, él se acercó me lamió el cuello y por detrás de la oreja creando un nuevo escalofrío que recorría mi cuerpo, momento mismo en que entrelazó su cuello con el mío jaló mi cintura para arriba con una de sus patas delanteras. Pude haberlo masturbado y haberle hecho un sexo oral, pero entendiendo lo que él quería y estando ahí mismo casi bajo su pecho me di vuelta apoyando mis rodillas y codos en el piso dejando mi entrepierna justo frente a su sexo, el que por tanto rato que había lamido ya estaba enfundado y con su cototo que anuncia su grado de excitación que casi ni se le notaba, estaba a un volumen muy moderado como cuando recién comenzamos a jugar.
Él solo hizo lo que quería, necesitaba y tenía que hacer….., me aferró fuerte por la cintura y sintiendo mi piel desnuda con la punta de su pene cada siguiente embestida la daba con más ganas que la anterior, hasta que encontró el camino correcto y “SHLAFPLT, SHLAFPLT, SHLAFPLT, SHLAFPLT, SHLAFPLT”, dio unas cinco o seis puntadas profundas en que sentí mucho más de la mitad de su pene entrar y hasta la peluda punta de su arremangada funda haciendo una extraña cosquilla en la entrada de mi vagina. Pero como de costumbre se bajo a lamerse su aparato el que estaba desenfundado hasta justo antes el nudo de su base el que ya estaba a medio hinchar, luego se incorporó y antes de volverme a montar se dio el tiempo de lengüetearme un par de veces la vagina. Esta vez empezó con más calma moviéndose suavecito antes de encontrar mi vagina, pero cuando encontró el camino exacto me hundió su miembro viril en solo un par de estocadas, me apretó tan fuerte que sus uñas dañaban mi vientre, ya no eran puntazos ni estocadas solo empujones y empujones que terminaron por hacer que su bola de excitación se desenfundara entrando ajustadamente en mi hasta ahora convencionalmente virginal cavidad.
Una vez su nudo adentro, siguió empujando por unos 15 ó 20 segundos más, pequeño lapso de tiempo en que sentí que esa cosa se hinchó aún más, y con los cortitos empujones que daba como que lo hacía vibrar en mi interior, con lo que me hizo caer en un nuevo y más profundo orgasmo en el cual mi vulva se contraía apretando y adaptándose a la forma de su pene, el que respondió con una seguidilla de palpitaciones que anunciaban el inicio de su eyaculación, lo que hizo sentirme en una unión a otro nivel con mi perro, no era solamente sexo, ese caudal intermitente de semen inundando mi útero anunciaba un enlace que duraría por mucho tiempo, fue como la consumación de un mutuo amor que ya existía hace tiempo.
Bueno a mitad de su eyaculación se dió vuelta sin poder sacar aún su aparato de mi interior, haciéndome sentir como una verdadera perrita pues me tenía abotonada, lo que no sabía si podía ocurrir habiendo pensado en ello anteriormente, pero pese a los tirones que daba se sentía riquísimo y lo disfruté durante todo el rato que estuvo adentro, su temperatura, su palpitar no hicieron más que agudizar mi orgasmo hasta casi hacerme perder el conocimiento.
Pero luego de un rato volvió a jalar y en un inesperado "FFFFSSSSOAPT"…., salió su pene con unas dimensiones que jamás pensé que alcanzaría, pues cuando jugábamos su punta no se hichaba de esa forma ni su nudo crecía tan desproporcionadamente, aclarándome el por qué no había podido salir de dentro de mi conchita y dejándome orgullosa de ella.
Me fui al cuarto de baño a dejar salir todo el exceso de fluidos de dentro de mí, sin manchar más de lo que ya estaba el piso de mi habitación. Y luego de limpiar todo, después de un rato en que se le hubo guardado su miembro y lo noté aparentemente repuesto, le ofrecí mi sexo en cuatro patas y él lo aceptó gustoso, lo que luego repetimos una vez más aprovechando la tarde a solas……
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