Dandy, mi primera vez con un perro (Parte 3)
Última parte donde relato como me desvirgó el perro de mi amiga. (Historia real) .
… ¿Que estaba pasando? Aquella polla rosa no paraba de crecer. Como si fuera un truco de magia, Dandy hacia aparecer cada vez más trozo.
Miré el coño de mi amiga. Un flujo rosado emanaba de él. Miré el mio y vi que estaba igual. Seguíamos sangrando pero estábamos en extasis y el juego no iba a parar.
– ¡Saca la lengua!. – Me dijo agarrandome de la nuca con una mano, mientras seguía pajeando a Dandy con la otra.
Obedecí y saque mi lengua todo lo que pude, sabiendo lo que iba a recibir. Empujó mi cabeza contra la entrepierna del perro. Un sabor salado y dulzón invadió mis papilas gustativas, olía literalmente a perro, pero me agradó. El tacto era suave y resbaladizo, y en contraste con los pelos de alrededor formaban una sensación agradable. Noté el calor de la polla en mi lengua y casi instintivamente la rodeé con mis labios y empecé a mamar. Nunca había hecho una felación como dios manda, pero si que le había comido la polla a algún que otro chaval de mi colegio. Sabía que les gustaba que hiciera eso, que succionara como si quisiera sacar leche (inocente de mi), así que me lancé a hacerle lo mismo a Dandy. Su polla a diferencia de la de los niños que me la habían metido en la boca, era dura. No tenía pellejos elásticos como las que me había acostumbrado, y lo mejor, aquella polla echaba sin parar un líquido viscoso que me encantaba. Con su verga dentro de mi boca, recorrí con la lengua cada rincón de ella. Notaba las venas gordas palpitando, y pequeñas contracciones y movimientos.
Levanté mi cabeza y dejé paso a Nayara, que más torpemente intentó imitar mis movimientos. Dandy permanecía quieto. No se si era placer, o el calor sofocante, pero sollozaba y gemía ligeramente, respirando agitado.
Empecé a acariciarme el clitoris, pero paré de golpe ya que sabía que si seguía así, todo aquel climax perdería intensidad. Mire mis dedos, manchados de fluidos, flujo y sangre de Naya y míos. Se los acerque al perro al ocico, que lamió como si se tratara de mejor de los manjares. Naya seguía chupandosela y yo me moría de ganas por metermela de alguna manera en mi coño.
– Naya, ¿quieres que nos folle Dandy? ¿Crees que nos cabrá su polla en el coño?. – Dije.
– A mi me da un poco de miedo. Prueba tu primero.
Intenté subirme a orcajadas encima de él, pero fue una idea horrible. Dandy se revolvió escondiendo la polla, lo que nos decepcionó y nos obligó a empezar de nuevo el proceso de pajas y mamadas.
Cuando Dandy volvió a tener la polla fuera, mi amiga muy audaz tuvo una brillante idea.
– ¿Que tal si te tumbas, abrazas su muñeco y así él se cree que folla con el peluche , y te la mete?.
Que genialidad!
De nuevo volví a tumbarme, en la que parecía se había convertido en mi postura favorita. Apoyé mi cabeza de nuevo en la almohada, abrí mis piernas y Naya colocó el peluche favorito de Dandy sobre mis pequeñas tetas.
Dandy se lanzó hacia mi sin dudarlo y empezó a culear fuertemente. Con sus patas delanteras me arañaba las tetas, que me dolían horrores, imagino que debido al crecimiento. Notaba como algo me golpeaba en los muslos, pero por mi coñito deseoso y abierto no entró nada. Dandy empezó a gruñir y mordisquearme la oreja, así que lo aparté de mi de un empujón.
Que chasco, necesitaba realmente ser penetrado por aquel perro. Ya no era un deseo, era una necesidad.
Dandy siguió dando culetazos al aire, agarrando y mordiendo su peluche mientras yo le observaba pensativa.
– Ya lo tengo! Me pondré como se ponen las perras, a cuatro patas.
Rápidamente me arrodille en el suelo, colocando mis codos sobre el borde de la cama, como si estuviera rezandole una plegaria a Dios para que aquel perro abusara de mi coño como es debido. Alcé el culo cuanto pude, abrí mis piernas y esperé ansiosa.
Dandy bajó de la cama y empezó a olisquersme, imagino que reconoció el olor del muñeco o quizá no mi propio olor. Ese olor a coño que cada vez que entraba en su casa, olfateaba ansioso. Metió su ocico en mi culo y empezó a lamer. Hasta ese momento, no habría imaginado que podría sentir tanto placer en esa zona. Relajé mi esfinter y dejé que su grande lengua lamiera lo más profundamente posible. Siguió lamiendo sin parar, mi culo, mis muslos, mi coño, mi clitoris…
Aquella sensación era fantástica, pero realmente ansiaba su polla dentro de mi, así que alzando mis manos hacía atrás, empujé al perro con fuerza hacia mi.
– Naya ayúdame, quiero que se suba.- le dije a mi amiga desesperada.
Nayara colocó de nuevo el muñeco sobre mi espalda con la esperanza de que volviera a abalanzarme contra mi y dándome goloecitos en la espalda, indicándole el camino, lo llamaba y animaba a subir encima de mi.
Dandy, de un salto, volvió a avalanzarse sobre mí como un animal en celo. Exactamente lo que era. Noté como abrazaba con fuerza mi torso desnudo. Mis sensibles pezones rozaban esas sábanas que íbamos a tener que tirar. Notaba el aliento del perro en mi nuca y su vientre caliente contra mi espalda. Comenzó a balancearse hacia delante y hacia atrás. Movía sus caderas con tanta fuerza que yo debía agarrarme fuerte a la cama para mantener la postura, cuando en una de sus embestidas noté un dolor punzante en mi vagina. Entró, y vaya si entró!. Note un quemazón intenso en el agujero de mi coño, hasta ese momento virgen. Sentí tal dolor que mis ojos se llenaron de lágrimas y solté un grito ahogado. No podía hacer ruido, o los hermanos de mi amiga se enterarían que era una puta follaperros. Mordí la almohada con fuerza y por unos instantes el arrepentimiento me recorrió la mente. Ese perro me había metido su polla y no pensaba parar de empujarla contra mí útero hasta llenarlo de su leche. Aunque eso yo aún no lo sabía.
En décimas de segundos me recompuse. Estaba exactamente en la situación que yo habia buscado. Había conseguido tener una verga dura dentro de mi, una real, y no como esos objetos que habíamos estado introduciendonos. Era una valiente, era la más guarra de mis amigas, más guarra incluso que las chicas del video. Ellas se dejaban penetrar por un hombre peludo, y yo lo estaba haciendo con un perro. Un animal que llevaba tiempo buscando mi coño y que por fin lo había conseguido. Un animal cuyo instinto lo empujaba dentro de mi casa vez con más fuerza.
Intenté aislar el dolor, apartarlo de mi mente ingenua que no sabía que lo peor aún estaba por llegar.
A penas había empezado a disfrutar de la situación cuando se pronto sentí literalmente como se me desgarraba la vagina. Solo podía sentir una presión enorme dentro del conducto. Era tan fuerte que me mee. ¿Su polla había crecido y duplicado su tamaño? ¿Que estaba pasando?.
– ¡Te ha metido los huevos!! Y hay sangre en el suelo.- Gritó asustadisima mi amiga ¿Que hago Sandy?
Yo no podía oír nada, era tan fuerte el dolor que me pintaban los oídos. Mi cabeza daba vueltas y me temblaban las piernas. Nayara al escucharme soyozar y asustada por la situación, agarró las caderas de Dandy y empezó a tirar hacia atrás. Sentía como algo caliente chorreaba a borbotones por mis piernas hacia abajo. No sabía si era mi sangre o mi pis, aunque no tardé en descubrir que era su leche.
Dandy se había corrido! Y todo el semen que había en mi interior intentaba escaparse por las finas ranuras que quedaban entre su polla y la piel de mi elástico pero quebrado coño.
La enorme presión que había estado sintiendo en la vagina, ahora la notaba también en el vientre. Me había llenado el útero de al menos un litro de lefa caliente. Me escocía y me encantaba. ¿Como era posible que me estuviera gustando tanto, con el dolor tan terrible que estaba sintiendo?.
Dejé de llorar e intenté relajarme de nuevo. Dandy había dejado de embestrme pero aún seguía dentro de mi. Nayara tiraba fuerte de él, pero no podía separarnos. Nos habíamos unido. Había metido lo que ahora se que es el nudo de su pene, dentro de mi coño virgen y cerrado, y ahora no había forma de sacarlo. Extrañamente era una situación que me aterraba y me excitaba a partes iguales. Tal era así, que de repente tuve un orgasmo. El mejor de mis orgasmos hasta el momento. Notar su enorme polla aprisionada en mi coño, saber que había sido una perrita obediente y pensar en la sensación que tenía de haber sido violada por un perro, me hizo que saliera de mi un gran chorro de lo que creía que era pis. Pero no podía ser pis, segundos antes me había meado, y la sensación era muy distinta. Era diferente, y ahora sé que eyaculé, cosa que no volvió a sucederme hasta muchos años después.
Con los nervios más calmados, aunque con el gran pene de Dandy aún dentro de mi, decidimos analizar la situación. El perro había dejado de montarme, se había bajado de mis espaldas y se había colocado en la misma posición que yo, pero al contrario. Culo contra culo.
– Nayara, me duele mucho, sacármelo por favor. – Le suplique.
– No se como hacerlo, no tengo fuerza.
Dandy intentaba tirar e irse, pero seguía abotonado a mi. ¿Cuanto iba a durar eso? En algún momento esa polla tendría que volverse más pequeña y recuperar su tamaño normal. Y efectivamente así fue. Aunque a mi se me antojó una eternidad, en realidad no pasó mucho rato cuando en uno de los tirones de Dandy salió disparado de mi interior. Una catarata de fluidos salieron de mi vagina. El escozor y dolor que sentía eran inexplicables. Solo quería llorar. Ya no estaba cachonda y empezaba a ver con claridad la locura que acababa de cometer. Me observé el coño en busca de heridas y no tarde en encontrarlas. Un pequeña raja en la entrada de la vagina era la que más me dolía.
Miré al perro y vi que aún seguía con el pene fuera. Entero. Duro y soltando chorritos de algo por la punta. Naya y yo corrimos a mirarselo de cerca, odiaba pensar en que podía haberle hecho daño sin querer. Pero todo parecía correcto, dentro de nuestro entender, todo menos esas bolas enormes en la base del pene. ¿Que cojones era eso? No lo habíamos visto jamás, ni siquiera Nayara, que ya había visto a Dandy follarse a su muñeco, y que ella misma había jugado con él y su polla antes. No podía creer que eso hubiera estado dentro de mi. Era enorme. Quería contarle mi azaña a todo el mundo, pero sabía que no debía hacerlo.
Sacamos la sábana de la cama y limpiamos con ella el estropicio que había en el suelo. Las metimos en una bolsa y las guardamos en el fondo del armario. Los padres de Nayara no podían ver esa tela llena de manchas de sangre, semen y flujo.
Decidimos darnos un baño juntas, algo que llevábamos haciendo desde pequeñas, a ver si así podía relajar el dolor de mi coñito malherido. Naya me lo labó con agua tibia, con cuidado y cariño. Y yo en agradecimiento decidí hacer lo mismo, frotandole el clitoris suavemente. No sé si fue su primer orgasmo, pero si se que fué el primero que yo le proboqué.
Las heridas empezaron a sanar rápido, aunque lo que más rabia me daba, era perderme los juegos del lavabo en el recreo. Pero, si no podía casi ni hacer pis, ¿como iba a dejar que otros niños me lo hicieran encima?.
Hoy en día, aún me masturbo muchas veces recordando ese maravillo día, en el que el perro de mi mejor amiga me desfloró.
FIN
Genial chica, gracias por ti historia!! Está buena uwu
Guauuuuuu,
genial.
maravilloso.
tengo mi coñito caliente.
todavia soy virgen.
como me gustaria probarla.
chevere chica:
(。♡‿♡。)
Excelente relato.. muy entretenido
Hermoso relato, me hiciste recordar mi primera vez con mi perro en ese entonces un Pastor Aleman quien me desvirgo, buen relato gracias
Gracias por tu relato, me gusto mucho.