De cómo mi Ama me empezó a dar el culo
Soy un labrador de cuatro años y mi Dueña me empezó a facilitar su ano hace unos días..
Cuando mi Ama me acaricia las bolas sé que quiere nudo, lo pide, quiere que la anude. Yo me hago el indiferente, miro para otro lado y dejo que sus finos, delgados y delicados dedos me acaricien la panza y las bolas, me magree el vientre y los huevos. Sus uñas pintadas siempre de negro o de rojo contrastan con el color de mi pelo, y eso hace que empiece a entusiasmarme. Mi pelaje se vuelve sutil entre sus dedos. Así, se mete un testículo en su pequeñita boca y lo succiona; primero uno y luego el otro, uno por vez. Lo acaricia con la lengua y el paladar, lo acomoda y lo da vuelta. Al final los dos juntos. Ella me ama, y por tal no puedo dejar de atarla por eso.
El panaco de mi Ama es portentoso y bien jugoso. Es gordo, o mejor dicho es abultado, y su monte es de un espesor críptico. Tiene gruesos labios y un clítoris voluminoso. Su capuchón es como un botón que se enciende y aumenta de tamaño; es un capullo que se abre. Sutil como un copo de nieve. Las formas humanas son tan raras, a la vez tan complejas y tan simples. Su raja es profunda y pronunciada, como un surco marcado en la tierra por viejos labriegos. Una herida primordial y placentera. En mi país a ésta se le llama vulgarmente “hachazo en el barro”. Su presencia es intimidante para cualquier humano menos para mí. Sus caderas son amplias y sus nalgas son duras y blandas a un tiempo. Tienen la consistencia de sus estados de ánimo. Un culo macizo, por eso se ata tan bien. Diríase un culazo masivo. Se hunde sus finos dedos que se pierden entre los pliegues de sus labios carnosos. Su humedad es insaciable y mi lengua es un viejo espeleólogo que se interna en la cueva que ha estudiado toda la vida. Ahora estoy en ella. Bueno, en fin, esta es la panochita a la que me ato tan regularmente como los días pasan.
Cuando regresa del trabajo puedo sentir su olor a la distancia, mucho antes de que abra la puerta puedo olerla y saber si está mojada o no; y si viene mojada sé que apenas traspase el umbral se pondrá en cuatro sin siquiera sacarse la pollera o las bragas. Se subirá la pollera sólo un poco, se bajará la tanga hasta las rodillas y yo la ataré ahí mismo sin contemplación, como ella quiere y merece, apenas haya traspasado la puerta de calle. Es lo que a ella le gusta y le doy con el gusto. Sin argucias. También a veces regresa del trabajo cansada y sin ganas, y es en ese momento que yo le pongo mis caritas y termino por hacerla feliz. Es cuando descubre que más ganas tiene, y más se ata salvajemente. Sé que ella me sobrevivirá en otros perros, en otros amores, en otros nudos. Pero qué importa si yo puedo cumplir su mandato.
Los dos tenemos una dieta muy rigurosa en general. A ella le encanta el polvo mañanero, y lo primero que hace al levantarse es buscarme. Incluso antes de asearse, me llama y yo la ato ahí donde la encuentro, en su pieza, en el baño, en el pasillo, en la sala, en la cocina, en el patio, donde sea. Tanto le gusta que puedo decir que su desayuno es mi leche que se traga toda luego de desabotonarme. Me chupa la pija y traga los últimos restos de mi eyaculación; y con un vaso se saca de la concha el grueso del semen y se lo traga. Ese es su verdadero desayuno, y luego va a bañarse y a prepararse un café para partir a su trabajo. Como digo, ella me ama con locura.
Así como es sistemática por las mañanas, de las noches no puedo decir lo mismo, porque aunque la anudo casi todas las noches cuando se queda, tiene una vida social muy activa y casi nunca se encuentra por las noches o pocas veces. Claro, esto me pone mal pero no tanto. No soy celoso y sin embargo que otros perros puedan atarla me pone en alerta, aunque pensándolo bien, que se ate a otros no hace sino que venga a mi pidiendo más. La conozco plenamente.
Su devoción hacia mí es impertinente. Me trata como un objeto sexual de uso constante, para ella no soy más que un nudo que se infla y desinfla adentro de ella y me usa sólo por eso y nada más. Aunque me ama con locura por lo que me dicen sus palabras, no es una zoofílica romántica sino una contumaz bestialista. Claro que dicho así parece una utilitaria que solo se fija en su interés, su propia ganancia; pero erraría en todo punto si la diera por interesada. Ella se anuda a mi nudo y puedo darle alivio físico por al menos un par de horas. Como yo quedo satisfecho ella queda más satisfecha. Sus pequeñas explosiones van acompañadas de pequeños grititos. Nada me hace al caso desde luego, pero en fin. Sin embargo, la conozco demasiado. Como digo, y no quiero jactarme, ella me ama con locura y devoción.
Su pedido permanente es como el sordo murmullo de un arroyo. Mi Ama me ama. A tal punto me ama que ahora se abre su delicado ano con sus deditos largos y blancos para mí. Me lo presenta así boqueando agonizante. Y yo amo a mi Ama porque cumplo en ella mi mandato.
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