De visita en la casa de mi tía
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Gran parte de mi infancia y toda mi adolescencia la pasé en el campo, viniendo a la Capital alguno que otro fin de semana de vez en cuando durante el año, y gran parte del verano durante mis vacaciones escolares. Quedándonos con mi mamá en casa de mi Abuela (su mamá) o de una Tía (su hermana).
Para el verano de ese entonces, yo tenía ya quince años con mi cuerpo de adolescente bastante desarrollado y deseoso de sexo. Si bien mi comportamiento era absolutamente el de una niña, en mi interior había toda una hembra que quería florecer.
Esa mañana de Domingo en casa de mi Tía todos iban a la Iglesia queriéndome llevar a mi también, pero yo me sentía toda una pecadora por ser muy asidua a masturbarme, e inventé las mil y una excusas para no ir. Pero mi mamá y mi tía me decían que como me iba a quedar sola, a lo que les respondí que no se preocuparan que para la calle no saldría, con lo que increíblemente para mí accedieron fácilmente sin poner más tapujos.
Era temprano y me dispuse a bañarme, pero al dar el agua de la ducha (regadera) esta apenas salía tibia. Si bien era verano y no necesitaba más temperatura, mi deseo era darme un baño con agua continua y bien caliente, no como en el campo que calentábamos un fondo grande para entibiar agua en baldes de 20 litros y con un jarro nos echábamos el agua encima e incluso en verano solo nos bañábamos con agua fría.
Entonces abrí la ventana y sacando mi brazo izquierdo giré completa la perilla del calefón que estaba en la misma muralla, pero del lado contrario por fuera de la casa, bajo un cobertizo que se proyectaba como unos tres metros a continuación de la vivienda hacia el patio trasero y con un cierre de listones cruzados bien tupidos que no dejan ver desde afuera.
La sorpresa que me llevé fue que de inmediato el agua comenzó a salir totalmente fría, claro giré la perilla para el lado contrario y había apagado toda la llama del aparato. Obligadamente tenía que salir a encender la llama piloto, y como estaba sola salí raudamente tal cual me encontraba desnuda. Y para mi mala fortuna, al llevar las manos mojadas humedecí casi todos fósforos (cerillos), y para rematar mientras trataba de encender uno solo que fuera, llegó a juguetear con migo Storm el perro de la casa, un cachorro negro de unos dos años.
Se paraba empujándome con sus patas delanteras en mi cintura y espalda, estorbándome para cumplir mi cometido. ¡¡Ya déjate pesado!! Mientras le hacía el quite esquivándolo con mis caderas para evitar el contacto de sus uñas con mi piel, que algo me lastimaba. Lo que a poco de comenzar se convirtió en un juego, ya que estaba más preocupada de hacerlo pasar de largo en sus embestidas envés que de encender el calefón.
Se aburrió de tratar de ponerme sus patas encima y se dedicó a cargar su cuello, hombros y costados en mis piernas, no suavemente como lo hacen los gatos, sino que algo más pesado como empujándome, a lo que respondía devolviéndole los empujones con mis muslos y rodillas. ¡¡Ya pues Storm, córtala!!, no ves que no puedo encender esta cosa?? Pero seguía ahí pasándose por mis piernas.
Noté el exquisito cosquilleo que producía su suave pelaje sobre mi piel sintiéndolo muy agradable, pero lo que me mató fue cuando se puso a lamer las gotas de agua que en la ducha habían salpicado en mis tobillos y pies, la enorme cosquilla me hizo estallar en una nerviosa carcajada. Desentendiéndome de los fósforos me fui empujándolo con mis piernas a medida que trataba de pisarle sus patas con la punta de mis pies y manteniendo una de mis manos sobre su lomo para evitar que se levantase.
Al sentir su mullido pelaje entre mis manos recordé cuando lo conocí en una de mis vacaciones de invierno, en que tenía tres meses, lo tomaba en brazos y podía acariciarlo completo. Ya había gozado del roce de su pelaje en mis piernas, y aprovechando que estaba desnuda lo tomé por detrás levantándolo para sentir su velluda piel en mis senos y abdomen. Pero ahora era muy pesado, sintiendo envés de roce presión sobre mi cuerpo y cansándome rápidamente.
Así que dejándolo en el piso, me puse sobre él a cuatro patas con mis brazos y piernas estirados, o sino lo aplastaba, y me puse a restregar mi torso con su lomo. ¡¡Mmmmmmmm…..!!, era una sensación única de suavidad que regocijaba mi piel, haciéndome estremecer de placer. Esto había pasado de un jueguito de niños a algo más netamente sexual. Digo esto porque mis senos al estar tan plenos, algo transmitían a mi vulva que se contraía involuntariamente haciendo aflorar mi humedad hormonal.
No pude evitar el ponerme a un costado de Storm, dándome una buena masturbada arrodillada a piernas abiertas. La suavidad de su pelaje era tal que había terminado excitándome por completa, pero no contaba con que se interesaría por lo que estaba pasando con mi entrepierna, y se fue directamente a meter su nariz en mi vagina, ayudándome con unas fenomenales lamidas en mis labios mientras yo frotaba mi clítoris. No estuve mucho así, ya que necesitaba meterme algo aunque fueran mis dedos.
Su lengua me estaba volviendo loca y no quería que la sacara de ahí, de modo que lentamente fui levantando mi pelvis y pasé mi mano por detrás para poder introducirme los dedos sin estorbarlo. Y fue un éxtasis total, su lengua era mucho mejor que mis dedos masajeando mi clítoris, su aspereza proporcionaba un cosquilleo que hacía levantar mis pezones a su máxima capacidad. Nunca antes mi sexo había tenido contacto con una carne ajena a la mía.
Estuve disfrutando de aquello por varios minutos, hasta que Storm inesperadamente se paró apoyando sus codos en mis hombros con sus patas afirmando mi espalda, pasó su cuello por el costado del mío y se puso a hacer movimiento de coito. Pese a lo asombrada y extrañada que estaba, ya que en ningún momento yo había estimulado su sexo, como no se lo podía ver y lo tenía tan cerca, se lo tanteé con mi mano cerciorándome que estaba excitado, pues toqué su desenfundada y húmeda punta que iba y venía.
¡¡Bueno, porque no!!, me dije, y se lo rodeé con mi mano para que se masturbara al hacer sus movimientos, y pequeños chorritos de un tibio líquido saltaban a la boca de mi estómago, el que escurría hasta mi ombligo. Solté su cosa para palpar este fluido, momento en el cual Storm se bajó y aproveché de frotármelo en mis senos, lo que llamó la atención del perro y se fue a lamer su propio semen desparramado en mi pecho.
Se sentía muy rico su cálida lengua masajeando mis glándulas mamarias, pero lo más excitante era cuando pasaba por mis pezones, una intensa corriente fluía directamente al centro de mi vulva aumentando inmensamente mi ansiedad. Quería algo más que mis dedos en su interior, y mientras empujaba tres de ellos lo más adentro que podía, vi a Storm de costado con casi media herramienta desenfundada, por supuesto que no era muy bella ni se parecía mucho a la de un hombre, pero era lo que había y debido a mi calentura la veía muy apetitosa.
Sin pensar en nada me puse en cuatro patas apoyada en mis rodillas y manos, a lo que el perro se acercó y restregó su cuerpo con el mío por un costado, prosiguiendo a poner sus patas delanteras sobre mi espalda. Lo intenté empujar con mi cabeza para atrás, pero este envés de irse para donde lo estaba guiando, me puso su pecho sobre un omóplato y me afirmó entre un lado del cuello y la axila contraria, tratando de hacerme el amor por la cabeza. Pero esto me sirvió para volverlo a masturbar y apreciar su miembro desde muy cerca, el que por su grosor vi que no habría problema para que me entrara, aunque en su base tenía una bola más gruesa que el resto de su pene, pero como no salía de la funda no le di mayor importancia.
Hasta que se puso en el lugar correcto haciendo que mi emoción subiera al máximo, me aferraba por la cintura y empezaba bombear. ¡¡Uuuuuuuhhh!!!, ahora si que voy a saber que es tener un pene dentro……, pero nada. Su verga resbalaba por entre mis redondeados glúteos, humedeciendo toda la rajadura de mi trasero chorreando hasta la entrepierna, pero no atinaba.
Repitió la montada fallida un par de veces más, dejándome con todas las ganas cada vez, sus fluidos se estaban mezclando con los míos y escurrían por el interior de mis muslos. Ya para la cuarta subida estaba aburrida de que no le acertara y apunto de desistir, por lo que para descansar de mi posición me apoyé en mis codos para dejar mis manos libres y afirmar mi cabeza desde mis mejillas. Alcancé a poner mi cara entre mis manos, y descansé mi torso dejándolo colgar entre mis hombros y caderas, con lo que al parecer quedó más expuesta mi vagina.
Pensaba que para Storm era suficiente masturbarse entre las paredes de mi trasero, pero algo pasó………. Imagínense la expresión de mi rostro con los ojos totalmente abiertos y una inhalada letra ó dibujada en mi boca, fue una certera estocada en que su miembro entró casi por completo, y en las sucesivas dos o tres me lo metió todo todo, hasta su bola sentí que cruzó el umbral de mi convencionalmente virgen vagina. No dolió tanto como pensé que podría haber sido.
Y de inmediato comenzó con una seguidilla de cortos y rápidos empujones que me hacían vibrar de placer, sentía su pene llenar cada espacio de mi ahora agradecida vulva, que con cada envión estaba más y más colmada. Era una experiencia única, nunca pensé que el sexo real fuera tan formidablemente bueno, el calor y dureza de su miembro me estaba transformando en una perra gozadora. Pero vino lo mejor, su verdadera eyaculación que fue un río caliente inundando mi útero y me hizo estallar en un intenso orgasmo. El que hacía temblar mis piernas, contorsionar mi abdomen e hinchar mis senos, síntomas que se vieron afectados cuando Storm trató de salirse pasando una de sus patas traseras sobre mi trasero y quedamos culo con culo con su cosa volteada hacia atrás y aún eyaculando en mi interior. Si bien igual se sentía rico su pene dentro, era bastante incomodo, sobre todo cada vez que jalaba y producía una especie de raro vacío en mis viseras, pero luego no jaló tanto y seguí disfrutando de su interminable acabada. Pero luego de unos 7 u 8 minutos su pene se deshinchó y salió sin mayores inconvenientes, limpié el piso y fui a darme el baño que me esperaba.
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