El de mi tía y la de su vecina
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Un día de primavera por la tarde tuve que pasar a casa de mi tía a quedarme ahí, por no haber nadie en la nuestra (de mis padres y mía) y yo no tener llaves para entrar, ya que mi mamá tuvo que salir de improviso poco antes de la hora de almuerzo. Estábamos solas pues mi primo estudia por las tardes y su marido estaba en su trabajo.
Luego de que almorzáramos juntas, ella se fue a ver sus telenovelas invitándome a acompañarla, pero luego me aburrí y salí a deambular por la casa, llamándome especialmente la atención los ladridos del perro que se escuchaban desde el patio trasero. Es un quiltro de color absolutamente negro, que rasguñaba y ladraba a un pequeño agujero en la pared que separa del patio de la vecina de al lado, asomando su hocico y tirándole unos chorritos de orina de vez en cuando.
Mirando con atención note que en ocasiones se asomaba el hocico de otro perro desde el lado opuesto, recordándome que mi tía me había comentado que la perra de la vecina estaba en celo, por lo que entendí el extraño actuar del perro. Y de aburrida me quedé mirando al pobre animal, que al levantar su pata para lanzar su casi nada o escasa orina a aquel hoyo en la pared, se le asomaba la roja punta de su pene, algo muy agudo con aspecto de lápiz labial.
En un momento se sentó de costado quedándole asomada su cosa y se la puso a lamer, quedando yo como hipnotizada contemplando dicho cuadro. Se le descubría más que su punta con el accionar de su lengua, pudiendo notar una aparente suavidad en aquella cosa que normalmente estaba oculta en esa peluda funda, esto más la expresión de placer en su rostro al cerrar sus ojos en cada lamida produjo una extraña sensación en mi bajo vientre.
Seguía saltando y revoloteando en torno a ese agujero que estaba muy cerca del nivel del suelo en aquella pared, y la hembra le respondía desde el otro lado. Me entró la inquietud de que tan bella o interesante podía ser la que perturbaba a este inocente animal, y sin mediar mayor meditación me dirigí a el agujero para salir de mi interrogante. Ahuyenté al perro y luego de arrodillarme apoyé mis manos bien separadas para no ensuciármelas con su orina y me puse a mirar.
Casi en el acto este animalito se puso a husmear en mi entrepierna, la que me quedaba solo cubierta por mi calzón, ya que la faldita de mi uniforme era muy cortita y en esa posición se me subía entera, lo reprendí alejándolo con una de mis manos, pero volvía insistentemente. Observé a la perrita que se veía mucho más fina que él, no sé si de alguna raza definida pero con bastante más estirpe que él, su vagina la tenía muy hinchada y la ponía en dirección al agujero moviendo la cola, mientras este no despegaba su nariz de la zona de mi vagina hasta lamiéndome por sobre la tela de mi calzón. Seguí observando y hablándole a la perrita para llamar su atención, en tanto le hacía el quite a la lengua del perro moviendo mis caderas bruscamente de un lado y luego para el otro.
Y cuando me disponía a incorporarme el perro me tomó por la cintura dando de puntazos con su pene en mi entrepierna, cosa que paralizó mi respiración e hizo saltar mis ojos de sus cuencas, y parándome de un salto al sentir una certera estocada en el centro de mi vaginita, que de no haber sido por la tela de mi prenda intima hubiese terminado penetrándome. Avancé unos cuatro o cinco pasos en dirección de la puerta trasera de la casa notando que no me seguía, levanté mi mano amenazándolo y echaba sus orejas para atrás demostrando temor, zapateaba en el suelo y se agazapaba agachando su cabeza, cuyas reacciones me dieron a entender que no me había querido violar, sino que solo me trató de montar por la posición en que me encontraba y era yo la única dueña de la situación.
Aún tenía todo el vientre apretado, por la mezcla de miedo y emoción. No pudiendo negar que aparte del susto de ser tomada por sorpresa, la imagen instantánea de verme ensartada por ese pene, el que recién había estado apreciando me producía un extraño morbo. Momento en el cual se asoma mi tía preguntándome si quería acompañarla al supermercado, respondiéndole yo con un pensativo mmmmmmmmm………….!!??, y me dijo que en ir y volver sería como una hora y media o dos, contestándole que no, que no se preocupara que ya estaba algo entretenida jugando con su perro, y se fue dejándonos solos.
Mi calzón estaba demasiado húmedo, molestándome excesivamente eso e ideando la forma de secarlo, pero era algo que ya sabía y había hecho antes con otras prendas que necesitaba utilizar de emergencia, fui al baño me lo saqué corroborando lo mojado que estaba palpando con la yema de mis dedos el cristalino, viscoso y resbaloso líquido que el perro dejó en la entrepierna de mi prenda, extrañamente casi sin olor e intuitivamente lo saboreé con la punta de mi lengua sintiéndolo levemente ácido. Lo lavé muy bien y en la cocina lo puse a secar a baja potencia por unos diez minutos en el microondas.
Tiempo de espera en que volví a salir al patio, y al verlo otra vez lamiéndose su cosa noté como escurría de mi interior mi también jabonoso fluido. Lubricación que nunca salía antes de masturbarme sino que durante el acto mismo, me extrañaba el reaccionar de mi cuerpo no me entendía, miraba fijamente al perro mientras con una mano levantaba mi falda y con la otra acariciaba mi clítoris.
Me acerqué al perro que seguía olfateando el agujero y mirando a través de él, llegué a su lado y apoyándome en la muralla con las piernas separadas pretendía hablarle para autorizarlo a que me lamiera la vagina, pero antes que le digiera cualquier cosa ya tenía metido su hocico bajo mi faldita, incluso un cabezazo me di al arquear mi cuello hacia atrás con el primer contacto, mmmmmmhhhh………!!!!!, estaba riquísimo, su lengua producía una enorme cosquilla en mi sexo, primer cuerpo ajeno que hacía contacto directo con mi juvenil vagina, haciéndome retorcer el cuerpo del placer.
Pero en mi mente estaba su pene, el que según vi no era más grueso que la mayoría de los objetos con los que había probado la capacidad o elasticidad de mi vagina, podría gozar de un miembro de verdad sin el riesgo de embarazarme y sin que nadie lo supiera. Y estando aún disfrutando al máximo de su lengua, me bajé a posición de perrita volteándome por completo mi faldita hacia la cintura, con lo que no tardó este perro caliente en subírseme por atrás.
Inició un frenético bombeo, con el que tardó pocos segundos en dar en el blanco ensartándome su cosa hasta el fondo de mi vagina. Entró tal como esperaba sin expandir mucho mi entrada y deslizándose suave por mis labios interiores, pero era del largo justo o un poco más que lo profundo de mi vulva, ya que topaba como un taladro a percusión en mi útero, situación que solo en principio fue molesta puesto que el exquisito roce de su pene muy pronto me hizo entrar en éxtasis, no sabía si era mi vagina que se inflamaba por adentro o su miembro que se hinchaba en mi interior, pero se sentía fenomenal.
En un corto lapso de tiempo estaba gozando al máximo, sentía mi cavidad totalmente repleta y un punto en ella que parecía que me haría explotar y luego de un minuto de iniciado nuestro acto sexual lo hizo sumiéndome en el más profundo de los orgasmos, el que fue intensificado por el cálido y abundante semen del perro que inició su eyaculación a los segundos que comenzó éste, más que su pene latía en cada oleada de su esperma que inundaba mi útero, dándole vida propia a nuestros sexos y manteniendo mi clímax por largo rato en lo más alto de la cúspide.
Nunca pensé que el sexo de verdad podía ser tan rico, ni tampoco que se podía hacer con un animal, mis masturbadas y caricias no tenían punto de comparación con esto, estaba todo fenomenal hasta que su miembro paró de latir, ahí se bajó para un costado produciendo una extraña sensación de vacío en mi interior, era realmente su pene el que se había hinchado y ahora no salía, miré para atrás viendo que la pata contraria al lado que se bajo, la tenía levantada con su muslo por sobre la unión de nuestros genitales, pero luego la pasó sobre mi anca quedando con los traseros enfrentados. Pasé una mano para atrás tanteando que de la entrada de mi vagina solo una delgada manguera de carne salía perdiéndose en su peluda y arremangada funda, la que al estar levantada vuelta atrás dejaba colgando a su lado los testículos de mi perruno amante.
Y así nos quedamos entre unos quince o veinte minutos, en que yo seguí gozando de su aún cálido miembro moviendo mi pelvis y contrayendo mi vulva, claro que a ratos daba unos tirones que eran bastante desagradables, pero todo se compensaba por tanto placer recibido. Cuando pudo salir un “SSSHLAAAFFFT” precedió a su herramienta dando paso al exceso de fluidos que fluían de mi ahuecada caverna y ahí pude ver la real magnitud de su cosa que le quedó colgando todavía fuera de su funda, una especie de bola muy cerca de su base era la que se trabó en mi entrada y entiendo yo me dio tanto placer.
Luego de un rato de lamérsela se le entró y en pocos minutos el muy fresco quería repetición, lo que no negaré que yo también, estando ya de pié me lamió lo que escurría por mis piernas y me hizo un segundo sexo oral, dando vueltas a mi alrededor me incitaba a que me bajara y se paraba rodeándome las caderas con sus patas delanteras moviendo su pelvis, dándome a entender que estaba listo para una segunda incursión, pero me dio miedo que volviera mi tía y me sorprendiera, por lo que desistí de la idea y me fui a lavar para luego ponerme mis calzones y encerrarme en la casa.
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