El despertar
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por marianar.
El despertar de mi sexualidad tuvo muchos matices. Antes de mi primera relación sexual con un chico, experimenté varias etapas, desde el descubrimiento de las zonas de mi cuerpo, la masturbación con mis dedos, pasando por la introducción de objetos pequeños a moderados, con los que dije adiós a mi himen y a la rigidez de mi esfínter anal.
Tenía catorce años, estaba próxima a cumplir mis 15 y como toda adolescente, con todas mis hormonas bullendo y empujándome a descubrir nuevos territorios.
Con mis amigas del colegio el tema central por supuesto era el sexo. En aquella época con mi mejor amiga de entonces pasábamos interminables noches charlando, imaginando, fantaseando, planeando como sería nuestra “primera vez” y todas esas cosas.
No recuerdo muy bien de qué manera surgió el tema, pero en cierta oportunidad de algún modo estábamos hablando algo de nuestros perros, la cosa es que terminamos hablando de la manera en que algunas veces se les veía la punta del pene y otras se notaba como se les salía de la funda como si estuvieran exitados. Reímos, hicimos bromas y entre nosotras la conversación terminó ahí.
Pero en mi mente algo empezó a ocurrir. Comencé a prestar más atención al sexo de mi perro (tenía un pastor alemán). Cuando le notaba la punta afuera, mis ojos se detenían y lo exploraban con la mirada.
No es que nunca hubiera visto un pene. Solo que la situación era “diferente”.
Fue así como una vez me sorprendí a mi misma acariciando a mi perro (siempre fui cariñosa con él) y deslizando mi mano hacia su funda.
Me animé a tocarla, palparla… sentí la dureza dentro de la vaina, con mi dedo índice rocé la punta roja que asomaba, retiré mi dedo húmedecido.
Mi respiración estaba a mil! No podía creer lo que hacía. Mil pensamientos comenzaron a dar vueltas por mi cabeza.
Dejé a mi perro que intentaba darme lengüetazos debido a mis caricias, me fui a mi habitación y me desnudé completamente. Me acosté en la alfombra y me masturbé frenéticamente.
En los días siguientes continué con mi exploración, animándome cada vez a ir un paso más lejos:
Sacar su glande de la funda, mojar mis dedos con sus jugos, acariciarlo, mis caricias estimulaban sus movimientos naturales de vaivén, así fue que aprendí a masturbarlo y a lograr las primeras gotas de semen entre mis dedos y mis manos.
Me animaba a más a medida que las hormonas me dominaban, yendo más y más lejos en mi locura y mi calentura.
Sentía curiosidad, tremenda curiosidad por lo que se sentiría tener un pene en la boca. Que sabor tendría, que textura… Ese pensamiento me llevaba loca y era motivo de tremendas masturbaciones que me dejaban exhausta sobre la alfombra de mi habitación.
Fue así que probé su sexo en mi boca, primeramente probando el sabor de sus fluidos de la punta de mis dedos y luego introduciendo su glande en mi boca. Aprendí a saborearlo y masturbarlo con mi boca, hasta que logré hacerlo terminar en mi boca.
Con todo esto, había pasado algo más de un mes y mi nivel de calentura era exponencial.
Debo decir que mi perro muchas veces intentó “montarme” o pararse en dos patas y aferrarse a mi cintura para frotarse contra mis piernas.
Al comienzo, en todas las ocasiones lo apartaba. Pero cuando mi calentura y mis fantasías y ganas de experimentar lo que sentiría ser penetrada fueron incontenibles, comencé a permitirle algunas “libertades”.
Las primeras veces lo dejaba frotarse contra mi pierna para finalmente masturbarlo con mi mano o mi boca. Luego gradualmente y cuando mi locura ya no me dejaba pensar y actuar racionalmente comencé a probar que me montara, siempre con la ropa puesta.
Me ponía en 4 patas y dejaba que él se subiera por detrás. Luego de unos instantes sentía a través de la ropa las infructuosas embestidas de su pene intentando abrirse camino a través de mi ropa.
Sentía su punta dura pinchar la entrada de mi vagina, mi ano, mis nalgas
En esos momentos mi mente deliraba, los jugos me caían a borbotones de mi vagina y cuando no podía mas, deslizaba mi mano dentro de mi pantalón y en segundos estallaba en orgasmos, uno tras otro, descubrí de esa forma los orgasmos en cadena. Me quedaba así en 4 patas, hasta que mi perro cesaba en su insistencia y se acostaba a mi lado.
Aprovechaba en esos momentos para que oliera mis dedos y siguiera el camino hacia mi vagina….
Nuevamente perdí la cordura, me quité el pantalón y deje que su hocico y su lengua me descubrieran. Su lengua larga y áspera recorrió mi vagina y mi ano, flexione mis piernas y con mis dedos le abrí la entra a mi vagina, expuse mi clítoris, separé mis nalgas y dilate mi ano para sentir su lengua más profundo….no guarde la cuenta de los orgasmos que tuve, solo que quedé tendida exhausta.
No sé cuánto tiempo estuve así, miré la hora y fui a ducharme pues faltaba poco para que regresaran mis padres de trabajar.
Esa noche tuve los sueños más morbosos que pudiera imaginar, producto de todo lo vivido y de todas las fantasías que había tenido.
Durante la mañana en el colegio solo pensaba en sentir ser penetrada. Mi mente ensayaba mil y un maneras de hacerlo, por momentos mi respiración se aceleraba tanto que creía me iba a descomponer.
Durante la tarde seguí dándole vueltas… pero decidí esperar a la noche, sabiendo que mis padres tenían una cena y volverían tarde.
Apenas ellos se fueren me encerré en mi habitación con mi perro, decidida a probar como sea.
Me quité el pantalón, me quedé con una camisa y mi tanga puesta y me puse en cuatro patas. Mi perro no tardó en montarme (¿fantasearía quizás el también con penetrarme? ¿O seria solo su instinto?)
No demoró en iniciar su vaivén frenético, sentí el calor y la humedad de su pene en contacto con mi piel, yo estaba presa del miedo por un lado, y encendida por el deseo de ese contacto.
Su pene se deslizó entre mis nalgas, lubrico mis glúteos y sentí su punta dura picotear en mis nalgas, en la entrada de mi ano y en la entrada de mi vagina.
Con temor y deseo, con una mano baje la parte de atrás de mi tanga, dejando libre la entrada a mi ano. Ya había decidido antes que no me iba a dejar penetrar la vagina, pues no sabía las consecuencias que podía tener.
Su pene, liberado de la barrera de mi tanga, se deslizo como flecha hacia la entrada de mi ano. En uno, dos y tres intentos logró meterme la punta y yo ahogué un grito de dolor.
Inmediatamente me incorporé y su pene se salió.
Nuevamente tomé coraje y otra vez lo mismo: me penetraba y yo gritaba de dolor.
¿Cómo hacer? Me apoyé contra la pared, incliné mi cuerpo un poco sin llegar a quedar en cuatro patas, de modo de controlar la profundidad de su movimiento.
Así fueron las cosas hasta que luego de varios intentos logré controlar la profundidad de su penetración.
Cuando tomé confianza, me puse en 4 patas, y él nuevamente no tardó en montarme. Esta vez la penetración fue rapidísima, ahogué nuevamente un grito cuando sentí su punta literalmente perforar mi ano.
Sus movimientos de vaivén se intensificaron, mi ano me dolía y me ardía, pero no obstante eso sentía mucho placer con la fricción y las arremetidas de su punta de flecha en el interior de mi culito casi virgen.
Deslice una mano hacia mi clítoris y comencé a estimularlo.
No tardé en empezar a venirme estimulada por mis dedos y por mi perro que me estaba clavando su dura verga hasta el fondo en cada embestida.
Comencé a sentir que el tamaño de su miembro aumentaba. Sentía las paredes de mi ano muy dilatadas y aunque me dolía, la fricción que me producía el movimiento y la sensación de llenarme con su verga completamente me volvía loca.
Sus movimientos se hicieron más lentos hasta que se detuvo, sentí su verga latir en las paredes de mi ano y al instante una sensación de líquido caliente llenando mis entrañas me inundó completamente. Comprendí que se estaba viniendo dentro mío y me sentí radiante de felicidad!
Me recosté sobre mis codos , cerré mis ojos y me abandoné al placer que sentía.
Al rato se bajó de mi. Tiró de su pene que salió de mi culito con un sonoro “flop”.
En la posición en que estaba, instintivamente me toqué mi ano: casi me muero del susto!
No podía creer lo dilatado que estaba!
Me entraban 4 dedos sin esfuerzo y por más fuerza que hacía, se negaba a cerrarse, más bien lo contrario. Mi perro tendido de lado a mis pies se dedicaba a lamer y limpiar su pene. Fue en ese momento que me di cuenta que yo … no estaba limpia. El suelo y mis nalgas estaban llenos de restos de jugos, semen, algo de sangre y … algo que los embates de mi perrito sacaron de mis intestinos. Me tendí al lado de mi perro, separe mis piernas para que el me limpiara cosa que hizo con muchas ganas y me arranco otro orgasmo, producto de sus lamidas y de la excitación que yo sentía con los aromas y por el hecho de sentirme atrevidamente sucia.
Esta fue la primera vez con mi perro, pero no la única. Durante casi un año tuve sexo frecuente con él, incluido sexo vaginal. Luego tuve mi primer novio, mi primer contacto con un chico y todo lo que vino después. Pero nunca más volví a tener sexo con un perro.
No me consideré nunca zoo, más bien como que fue una etapa de descubrimiento e inicio de mi sexualidad y quería compartirlo con la comunidad de SST.
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