En mi cuarto despues de la ducha con Perry
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Era yo la que siempre se preocupaba de él, sus comidas, baños, paseos y todo, pues era mío y mis órdenes o mandatos predominaban sobre cualquier indicación que le diera otro miembro de la familia y así pasé de la niñez a la adolescencia y Perry a la adultez.
Lo que les voy a confesar pasó cuando yo ya tenía 15 y él 5. Siempre seguíamos siendo los mejores amigos, y por la higiene que le mantenía Perry era libre de deambular por la casa cuando quisiera y tenía su rincón en mi habitación para dormir, más bien era mi compañero de cuarto.
Un Sábado en la primavera de ese año, quedé sola por la mañana, ya que mis padres salieron de compras con mi hermano que había pegado un estirón, después de una fuerte gripe que lo tiró a la cama por varios días, y cuando se levantó todo le quedaba corto hasta calzado nuevo tenían que comprarle. Me levanté a ducharme al poco rato que salieron, terminé mi aseo y salí del baño a mi pieza envuelta en dos toallas, una en el torso y la otra como turbante en el cabello mojado.
Estaba Perry en la habitación mientras me saqué la toalla del torso para secarme el cuerpo, lo que hago habitualmente, pues a él pudor no le tengo, o mucho menos que a mi padre o a mi hermano, no siento ni una pizca de morbo en su mirada. Terminando dejo la toalla en el borde de la cama para sentarme en ella a secarme el pelo, sacudo la cabeza luego de desarmarme el turbante y noto que Perry lame su nariz y bigotes saboreando las gotas de agua que habían caído en ellos, acto seguido recuerdo que debí haberle dado su agua y alimento antes de meterme a la ducha, respetando sus horarios.
Pobrecito mi Perry!!! Que ama tan despreocupada tiene!!! Tome!!!, y sacudiendo mi cabeza hacia delante, lanzo todas las gotas de mi estilante cabello en su dirección, a lo que él reacciona abriendo su hocico para recibir directamente la mayor cantidad posible. Venga mi Perry!!, y se me abalanza posando sus patas delanteras en mis muslos, quedando su rostro frente al mío.
Lamió las pocas gotas que quedaban en mi cara y prosiguió buscando la humedad de mi pelo, dando unos pocos lametazos en el que colgaba por los costados de mi cuello y por último concentrándose donde estaba la mayor parte de la humedad, en las puntas, que debido a mi última sacudida habían quedado casi todas sobre mis senos.
Yo lo dejé lamer para que saciara algo su sed, pero su tibia, áspera y veloz lengua rozó insistentemente mis pezones, creando una sensación de electricidad que recorrió todo mi cuerpo e hizo que se comenzara a humedecer mi virginal vagina, me estaba excitando muchísimo y una especie de ansiedad se apoderó de mi cuerpo y mente. Temí perder el control, por lo que tomé su cabeza y la puse sobre mi hombro abrazándolo por el cuello, para evitar que siguiera seduciéndome.
Fue algo muy extraño, mis brazos no lo rodearon con sentimiento de represión, muy por el contrario por mis venas solo fluía amor. Estaba tan excitada y ansiosa, que incluso pensé en ofrecerle mi vagina, para probar la habilidad de su lengua y desahogar mis ganas, pero reprimiendo mi morbo pude desistir de aquello. Y teniéndolo tan cerca, como consuelo quise tener su pecho contra el mío, y sin soltarlo me eché para atrás arrastrándolo sobre mí y levantándolo del piso.
Percibí el tibio calor de su peludo pecho y mi corazón latía aún más fuerte, noté el volumen de su enfundado pene sobre mi bajo vientre cerca de mi ombligo y toda mi ansiedad se me iba a la vagina. Era como si estuviera a punto de hacer el amor con el hombre de mis sueños, no pude evitar el abrazarlo también con mis piernas para sentir todo el calor de su cuerpo.
No podía dar crédito a todo lo que estaba haciendo, mi lívido estaba al máximo. Instintivamente lo dejé bajar con sus patas traseras hasta el piso y bajando las piernas arrastré mi tronco hacia fuera de la cama, dejando a medio apoyar mis glúteos con mi trasero casi colgando. Y retorciendo mi pelvis busqué el contacto de mi vulva con la punta de su funda, la que sintiéndola ahí comencé a frotar y presionar contra mí, cargando con una de mis manos las caderas de mi Perry. No fue algo que tuviera planeado ni se me hubiera ocurrido antes, solo lo sentí en el momento y me dejé llevar.
Producto de la maniobra se asomó la punta de su miembro y al sentir mi calor su instinto lo hizo actuar, y de un solo empujón me la clavó hasta el fondo, comenzando un endemoniado mete y mete, embestía de una manera que parecía que me quería atravesar con su herramienta, la que en pocos segundos cobró gran volumen colmando toda mi vulva.
Ssiiiiiiii, mi Perry!!, así, así sigueeeeee!! Ah, ah, aaaaaaaahh!!, estaba teniendo mi primera relación sexual, y con mi perro, pero no me importaba solo gozaba y gozaba de aquello. Cuando el pene de Perry ya no se hinchó más, él se cargó con toda su fuerza en mí y comenzó a liberar su eyaculación, líquido abundante y caliente, que al no tener espacio en mi cavidad vaginal se fue directamente a inundar mi fértil útero, haciéndome acabar junto con mi Perry amante. Mientras recibía el semen, me imaginaba siendo fecundada por mi macho de la especie canina, pero sabía que no, pues en biología ya nos habían explicado eso del asunto de los cromosomas, y sabiendo de la libertad que gozaba, más intensamente disfrutaba de nuestro simultaneo orgasmo. Se me recogía y estrechaba toda la vulva, asimilando la forma del miembro de mi Perry. En ese instante éramos uno solo.
No puedo negar que algo me dolía la entrada de mi vagina, puesto que mi Perry no es un ejemplar pequeño, e imaginaba que su miembro debía guardar proporcionales dimensiones. Pero el placer era mayor y eso pasaba a ser un mero bache en mi camino a la gloria. El palpitar de su pene prolongaba el clímax de mi orgasmo, haciéndome sollozar de lujuria, no podía ni quería parar, mis senos que fueron los que iniciaron esta reacción en cadena, querían estallar y estaban duros como unas naranjas, ni hablar de mis pezones que se pusieron como verdaderos estoperoles.
Al parar de latir la verga de mi Perry, trató de retroceder haciéndome experimentar una extraña sensación, su aparato al salir producía un vacío que arrastraba mis vísceras y parecía que se iría con ellas a cuestas. Así que lo mantuve abrazado del cuello y enganché mis pies por detrás de sus muslos haciendo un candado y manteniéndolo pegado a mi pelvis, hasta que se le deshinchó considerablemente dejando escurrir el exceso de semen por mis nalgas.
Lo solté y en un solo ¡¡FFLLOAPT!!, saco su tremendo y deformado pedazo de pene, haciéndome saber lo equivocada que estaba. Había visto en unas revistas que llevó una compañera al colegio, a hombres con sus miembros erectos y pensé en el momento anterior que mi Perry guardaría directa relación de su tamaño v/s lo suyo, y siendo un perro de unos 50 kilos su verga sería más pequeña que las que aprecié en las revistas. Pero al verla salir de mi interior quedé absolutamente impresionada de lo que había sido capaz de albergar mi inexperta vulva y pude observar la protuberancia en su base que producía mi dolor y sensación de arrastre en succión al tratar de sacarla.
Mi Perry lamió gran cantidad del líquido derramado y el resto lo limpié profusamente para que nadie sospechara de lo sucedido. Al ver la verga colgando desenfundada me dieron muchas ganas de chupársela, pero ya habiendo tenido suficiente, el pudor y la cordura primaron en mí y pude contenerme, además que se veía muy fea.
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