Fantasía: Sexo casual
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por AngieZoo.
Camino por la calle completamente desorientada, no recuerdo que estaba haciendo, solo sé que es de noche, siento frio.
La luz del alumbrado público me permite apenas ver por dónde voy.
Puedo caminar con esfuerzo y sosteniéndome en la pared, traigo unas zapatillas de tacón muy alto, puedo ver las uñas de mis manos y pies pintadas.
No estoy borracha, me siento muy diferente, aturdida, confundida, tal vez estoy drogada.
No veo gente en la calle, ni un policía que me pueda auxiliar.
La luz intensa de una tienda de ropa que está más adelante lastima mis ojos, tal vez alguien me pueda ayudar… pero veo que está cerrado, no sé ni qué hora es, podría ser de madrugada.
Trato de ver el reloj que traigo en la pulsera pero no puedo enfocar las manecillas.
Me doy cuenta que llevo cargando un pequeño bolso de mano, lo reviso y encuentro condones, lápiz labial, mascada, una identificación, veo mi rostro pero no puedo leer mi nombre, las letras parece que se mueven.
Incluso encuentro algo de dinero, esperaré a que pase un taxi.
Paso por un aparador que parece espejo y puedo ver mi atuendo.
Estoy sorprendida, no sé si ya había usado esto antes.
Traigo una gabardina larga negra de piel, una blusa muy corta con un gran escote que deja ver una buena proporción de mis grandes pechos, una falda de mezclilla negra muy corta que junto con las zapatillas hacen ver mis piernas muy largas.
Mi cintura es estrecha y mi trasero bastante generoso.
Puedo reconocer mi rostro maquillado pero no recuerdo si mi peinado alto es el de siempre o me peinaba de forma diferente.
Trato de recordar a que me dedico, por mi atuendo podría parecer que soy una prostituta.
Wow! Tener sexo a cambio de dinero, la idea me parece atrayente.
Tal vez tengo filas de hombres esperando su turno para gozar de este cuerpo, teniendo relaciones sexuales toda la noche sin descanso.
Apenas me doy cuenta que mis pezones se han puesto muy duros y una de mis manos está presionándolos mientras la otra ya está debajo de la diminuta falda frotando mi entrepierna.
Reacciono cuando veo mi reflejo.
Retiro mi mano y noto que está empapada de mi lubricación.
Estoy tremendamente excitada, quiero sentir un hombre entrar en mí.
No me doy cuenta que ya no me tambaleo, estoy caminando a paso decidido y firme como si toda mi vida hubiera caminado con esos tacones tan altos.
Quiero un macho, el que sea.
De pronto escucho que alguien se mueve en un callejón obscuro.
Me acerco con cautela, mi vagina está pulsando y le digo: – ¿Podrías salir para que te vea, papi? – me sorprendo de lo cachonda que se escucha mi voz.
De nuevo escucho que se mueve alguien – No me dejes esperar más bebé – Esta vez lo dije frotando mis pechos.
Cuando sale del callejón un perro callejero que me miraba con curiosidad, un perro mediano, sucio, bastante fornido, se veía que tenía sangre de pitbull.
Casi me echo a reír, me agacho y le ofrezco mi mano para que la olfatee.
Olvidé que era la misma mano con la que froté mi entrepierna, el perro la lamió pero cuando me levanté se dio cuenta de dónde salía ese aroma tan afrodisiaco.
Metió su nariz debajo de mi falda directo en mis pantaletas.
Eso me tomó por sorpresa, caminé hacia atrás y me recargué en un muro, trate de empujar su cabeza pero mi vagina seguía pidiendo macho a gritos.
Perdí todas mis fuerzas como al principio y caigo sentada con las piernas abiertas y el perro lamiéndome.
Se sentía tan bien, comencé a jalar a un lado las pantaletas para darle acceso total a mi vagina.
Su lengua estaba entrando tan profundo.
Con la mano libre jalé hacia abajo mi blusa y bra para acariciar uno de mis pezones y masajear mis pechos, en unos segundos ya tenía ambos pechos al aire y yo estaba gimiendo de placer.
Ni una alma alrededor que viera esa unión innatural
Así estuvimos unos minutos, la lengua cada vez me mandaba olas de placer más y más grandes hasta que mi vagina explotó y un orgasmo bastante largo hizo que temblara todo mi cuerpo.
Mis piernas se levantaron mientras se agitaban.
Creo que grité de placer, mi conciencia se desvaneció unos segundos.
Entonces sentí una lengua en mi mejilla, era el perro callejero que parecía preocupado por mí.
Mis ojos se habían acostumbrado a la obscuridad lo suficiente como para distinguir su color, su corpulencia y su enorme miembro que se asomaba entre sus patas traseras, unos enormes testículos que colgaban llenos de esperma canino.
No me importaba nada ya, yo era una hembra y él un macho, ambos con el instinto de aparearnos.
Mi vagina aún sensible por el fenomenal orgasmo quería más, estaba completamente empapada por la saliva del perro y mi lubricación.
Me levanté la falda, me puse en 4 patas y me bajé las pantaletas hasta la rodilla – Vamos papi, quiero tu tranca – el perro olfateó y lamió otro poco mi vagina antes de saltar sobre mi espalda y tomar con fuerza mi delgada cintura con sus patas delanteras.
Sentía la punta de su pene tocando mis nalgas, el corazón me brincaba en el pecho, movía mi trasero para acomodarlo y que entrara.
El perro se esforzaba, sentía sus jadeos en mi nuca.
Usé una mano para guiar su falo, estaba húmedo y caliente, lo conduje hasta la entrada de mi hambrienta vagina y de una embestida me lo metió todo hasta el fondo.
Resbaló hasta adentro de golpe y yo arquee mi cabeza hacia atrás – Hay papi! Estás enorme! – Me estaba dando unas embestida poderosas, fuertes, casi me hace perder el equilibrio, tuve que apoyarme de nuevo con las dos manos.
Gemía y casi gritaba cuando sentí que estaba creciendo su pene, se hinchaba y estiraba las paredes de mi vagina.
Mis pechos se sacudían con la fuerza de las embestidas que me daba ese macho.
Sentía mi vagina llena, saturada y aparte estaba apareciendo una presión en la entrada por dentro como si estiraran las paredes de mis labios al máximo.
Un líquido salía de mi vagina que goteaba al piso y resbalaba por mi pierna.
Los sonidos de mi vagina siendo penetrada por un enorme pene canino eran de lo más erótico.
La tranca del perro dejó de entrar y salir, seguía moviéndose pero sentía como si jalara mi vagina hacia afuera y adentro, dejó de importarme cuando escuchaba como me nalgueaba con sus patas traseras y sus testículos tocando mi pubis.
Dejó de moverse, no sabía si los perros eyaculaban igual que los humanos, esperaba sentir un chorro en mi interior, pero lo que sentí es una enorme protuberancia atorada muy dentro de mi vagina, como si tuviera una pelota dura tapando mi salida.
El perro estaba jadeando pero inmóvil, me toqué la vagina y pude sentir que esa protuberancia provenía de su pene, entonces recordé cuando los perros se abotonan con las perras durante unos minutos, me tranquilizaba saber que no era para siempre, además sentía un poco incómodo pero no era doloroso.
Me concentré en su pene, sentía que estaba pulsando y al mismo tiempo sentía un líquido tibio directamente en mi útero – ¿Estás eyaculando bebé? ¿Me estás llenado de tu semen? – La sola idea me volvió loca y comencé a frotar mi hinchado clítoris hasta que me llegó otro orgasmo.
El perro seguía eyaculando y yo pensaba que mi vagina lo estaba ordeñando, no podía creer todo lo que estaba llenando mi vagina, mi vientre plano ya estaba abultado.
Con una sola mano trataba de masajear mis pechos y seguir frotando mi clítoris, decidí recargar la cabeza en el suelo para poder hacer ambas cosas al mismo tiempo y llegar a un nuevo orgasmo.
De nuevo explotó mi vagina y al mismo tiempo me desabotoné del perro.
Cayeron chorros de semen que empaparon mis pantaletas, el perro se acercó a limpiarme, yo me sentía sin fuerzas pero completamente satisfecha.
Mi vagina estaba dilatada, muy sensible pero feliz.
Ya en estado de calma sentada en el piso y acariciando a ese maravilloso perro callejero, empecé a recordar que estaba en un club y que me regalaron una bebida.
Eso debió afectarme, decidí quedarme sentada a esperar que el resto de mis recuerdos volvieran, quizá vivo en un lugar donde se me permita tener mascotas.
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