INICIACION (PRIMERA PARTE)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Somos un matrimonio de 35 años. Mi marido y yo, que nos conocemos desde siempre, tenemos una empresa donde se adiestran perros para tareas especiales.
Empezamos con el negocio como una aventura juvenil y hoy en día, sinceramente, el negocio nos funciona muy, pero que muy bien lo que nos ha llevado a una posición muy holgada en la vida.
En realidad se puede decir que el negocio lo llevo yo con mi secretaria desde la oficina que tenemos en la ciudad ya que me encargo de casi todo, relaciones comerciales, pedidos, suministros, administración, etc.
El entrenamiento de los animales, que es en realidad el trabajo duro, lo realiza mi marido con su hermano y otros tres ayudantes en las afueras donde está la escuela.
Yo por allí casi nunca aparezco y, es más, casi nunca conozco a los ayudantes ya que van rotando en practicas cada 2 años más o menos.
Pero vayamos al grano, nuestra pasión son los animales y muy en especial los perros, ya que son un ejemplo de cariño y fidelidad que ya quisieran la mayoría de las personas. Más pasión levantan aun, por lo menos en mi caso, cuando los conoces con un carácter mas, digamos, “intimo” y descubres un abanico de posibilidades sexuales bastante amplio.
Hace ya años que mantengo relaciones sexuales, de vez en cuando y con carácter esporádico, con algunos perros que me trae mi marido cuando se lo pido. A él le encanta verme jugar con ellos y ambos lo disfrutamos mucho.
Creo que en cuanto se apartan ciertos tabúes, como me ocurrió por pura casualidad hace años, empiezas a disfrutar de otra manera con estos maravillosos animales.
Os cuento en pocas palabras como me inicié en este mundo y, después, en la segunda parte del relato os contaré uno de los “rituales de iniciación” como yo los llamo y que hicimos una vez con una jovencita, novia de mi cuñado, que quería aprender.
Hace ya años, una noche de sábado, estaba haciéndolo con mi marido en el suelo del salón de casa de sus padres, entonces éramos novios, y cuando él acabó me dejó a medias e insatisfecha pero no se lo dije para que no se sintiera mal porque llevábamos poco saliendo y había fingido una especie de orgasmo.
Mientras el se duchaba empecé a jugar con el perro que tenia entonces y su pelota de tenis. Era un precioso golden retriever, un poco mayor que había recogido hace años y que se llamaba Sultán.
Una cosa llevo a la otra. Yo notaba al animal bastante “salido” pero no le di más importancia. Estaba sentada desnuda en un puff de esos de los años 80, acariciándole, cuando de repente se me echo encima y me hizo caer de espaldas sobre el puff con él entre las piernas.
Yo estaba muy mojada y caliente todavía cuando note su polla intentando embestirme el coño. Mi instinto fue apartarle la polla con al mano e intentar levantarme pero no podía y fue en un instante cuando por error o casualidad me la metió.
Di un salto como pude pero lo único que hice fue metérmela más y más, y cual fue mi sorpresa cuando me di cuenta que me estaba gustando ser montada y estaba descubriendo sensaciones distintas y le dejé hacer.
Me tumbé completamente sobre el puff, bien abierta de piernas y eché la cabeza y los brazos hacia atrás ofreciéndome completamente a Sultán.
Estaba el perro, con las patas delanteras dobladas a cada lado de mi cuerpo impidiéndome mover y embistiéndome sin piedad, mientras yo jadeaba de placer en aquella fantástica monta cuando, de repente, volvió mi marido.
No se lo que pasó por su cabeza pero ni se inmutó. Se fue a la cocina, cogió una cerveza, volvió y se sentó en el sofá para disfrutar del “espectáculo”.
Yo estaba en la gloria con aquel perrazo entre las piernas, su fantástica polla follándome sin parar y su cabezota rozándome los pechos. Aquel día también descubrí que me iba lo de la sumisión al macho.
Con los años y la practica he llegado a la conclusión que el “ritmo” que mantienen estos animales follando es muy parecido al de las mujeres.
No se cuanto tiempo estuve siendo montada por el perro porque estaba en la gloria.
Al de un rato mi marido me dijo: -date la vuelta y ponte a cuatro patas en el suelo,…, te gustará más y Sultán estará mas cómodo-
-No puedo ni moverme- respondí entre jadeos.
Entonces se levantó, sujeto a Sultán y pude levantarme del puff. Me puse en el suelo de rodillas y bien abierta para mi perro. Cuando le soltó se lanzó contra mí, se me subió e intentó metérmela pero no acertaba. Ese siempre ha sido el gran problema en estas relaciones.
Mi marido se la agarró al animal y le ayudó a introducírmela. Todavía me acuerdo de aquella embestida. Me la metió hasta el fondo, fuertemente y sin miramientos. Me izó un poco de daño con su descomunal verga, pero se me pasó al momento porque la lujuria todo lo puede.
Sultán me sujetaba por la cintura con sus patas delanteras como para que no me moviera y obligarme a mantener su ritmo. Fue estupendo someterme a sus caprichos y dejarse llevar por el macho dominante.
Mi marido se volvió a sentar en el sofá con su cerveza, completamente empalmado y acariciándose su “juguete” como el lo llama.
Yo estaba ya cerca del éxtasis y le dije: -acércate,…., y métemela en la boca-
No se lo pensó dos veces. Se arrodillo delante de mí. Con su mano derecha se sujeto la polla y con la izquierda me agarró por la nuca. No hice más que abrir la boca cuando me la introdujo sin miramientos.
Aquello fue más de lo que podía aguantar. El perro embistiéndome por detrás a su ritmo y mi marido metiendo y sacando su polla de mi boca. En apenas un par de minutos me corrí como una perra en celo. Pocas veces me ha ocurrido en la vida.
Fueron increíbles esos instantes de éxtasis, entregada totalmente a ellos.
Mi marido paró al notar mi culminación pero no me la sacó de la boca y seguía sujetándome la cabeza mientras Sultán continuaba sin parar. Al poco tiempo note como el perro me embestía con furia y me apretaba con más fuerza con sus patas delanteras.
Note como le crecía dentro de mí. Aquella sensación fue increíble y fue una lastima el haberme corrido antes porque enseguida llego la suya.
Supongo que yo estaba muy sensible porque note su semen derramándose dentro de mí, cosa que nunca he vuelto a sentir.
El perro iba parándose mientras mi marido aun me sujetaba la cabeza. Aunque ya me había corrido y me iba calmando, aquella sensación de inmovilidad, de sentirme un simple objeto sexual, una perra que les da placer a sus machos, creo, que transformó mis apetitos sexuales para siempre.
Sultán me descabalgó al de poco sacándome su descomunal rabo y aunque parecía que estaba como desorientado comenzó a lamerme por detrás, como limpiándome, mientras mi marido me decía que le hiciera una mamada.
En aquella misma postura se la agarré con la mano derecha y comencé a chupársela con ganas mientras el perro continuaba “limpiándome” entre las piernas.
No me aguantó mucho la felación, apenas un par de minutos hasta que se me corrió en la boca, y eso que apenas media hora antes había tenido otra eyaculación. Sinceramente, me sentía algo orgullosa.
El perro se fue a un rincón a chuparse y limpiarse a si mismo, y yo me quedé delante de mi “amo”, y ahora sí, plenamente satisfecha.
Nos sentamos juntos en el suelo para descansar. Le cogí la cerveza y di un buen trago mientras él me preguntaba: -¿y esto?,……, ¿no sabia que te iba este asunto?-
-Cariño,…, ni yo lo sabia, pero la culpa es tuya por dejarme insatisfecha… ¿no te ha gustado?,…., porque bien que disfrutabas mirando- le replique.
-No, no, no,…., no me mal interpretes por favor porque me ha encantado. Siempre había soñado con algo así. Lo que pasa es que no me lo esperaba de ti que eres tan,…., fina y así como,…, elegante y con clase- me soltó ruborizándose.
Yo solo pude reírme. Sí, era verdad que ya entonces me gustaba vestir siempre bien e ir arregladita sin grandes excesos. Una chica fina con esa “exhibición” y tan desatada tuvo que ser una gran sorpresa para él.
Continuó diciéndome mientras me cogía la cerveza: -¿me perdonas lo de dejarte a medias?, no lo sabia y como no me dijiste nada pues…..-
Le corte mientras le besaba: -no te preocupes porque gracias a eso he descubierto mi “lado animal”. ¿Te importaría que practicáramos mas juegos de estos de vez en cuando?-
-¿A mi?- dijo rápidamente. –Cuando tu quieras podemos hacer lo que te apetezca, no te preocupes, que aunque tu seas la perrita sumisa, en realidad yo soy tu obediente esclavo.
Le conteste: -de acuerdo, te tomo la palabra.- y le volví a besar.
Y aquella fue mi iniciación por accidente en ese mundo del amor animal que la mayoría de las veces es muy incomprendido por nuestra sociedad, y que, en realidad, todos ocultamos.
Durante los casi 14 años que llevamos hemos seguido manteniendo este tipo de, digamos, tríos, aunque en realidad mi marido solo se dedicaba a disfrutar del “espectáculo” y compartirme con sus “chicos” como los suele llamar cariñosamente.
Incluso me acuerdo que una vez realicé un show publico con nuestro perro en un local de espectáculos eróticos en una ciudad del mediterráneo cuando estábamos de vacaciones. Por supuesto, nadie nos conocía y realicé aquel show debidamente tapada con un antifaz, por supuesto. Locuras de jóvenes pero me levante una pasta.
No se cuanto tardaré en redactar la segunda parte y os pido perdón por ello, pero os prometo que la escribiré.
Espero y deseo que os haya gustado este relato que, aunque adornado, fue así.
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