Karla y Boby
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Me describo; era una niña normal para mi edad, un poquito desarrollada pero nada fuera de lo común, medía 1.55 mt., mas o menos 47 kilos, 78 de cadera, 55 de cintura y 75 de firme y redondeado busto, aunque mis pezones todavía no se desarrollaban por completo, eran como dos mitades de limón y mis botones solo se marcan cuando tenía mucho frío.
Vivía en una casa que es de mi abuelo que es viudo, y la compartíamos con la familia de una tía (hermana de mi mamá). Esto fue un día de semana por la noche, pues al otro día tenia que ir al colegio, me quedé tarde en Internet buscando una tarea. Mamá fue a mi habitación y me reprendió por no haber comenzado mas temprano, me llevó un vaso de leche caliente y galletas con mermelada para después del baño y me dijo que se iba a dormir, ya que ese día le había tocado levantarse muy temprano para acompañar a mi abuelo al médico.
Finalizando, dejé imprimiendo el trabajo (la tarea), y me fui a dar una buena ducha. Estaba tensa, la tarea era con nota al libro (calificación tipo examen) y me había tomado más tiempo del presupuestado, necesitaba relajarme.
Bajo el agua tibia comencé sobando mi cuello primero atrás y luego por los costados, baje a mis senos acariciándolos suave y despues intensamente, coloqué mis manos en la mitad de mi espalda arqueándome hacia atrás para liberar la tensión de tanto rato sentada, cargué mis palmas deslizándose lentamente hasta mis redondeados y suaves glúteos.
Apoyé mi espalda en la cerámica, y mientras con mi mano izquierda amasaba mis pechos, con la derecha comencé una suave y superficial masturbación, que lentamente fue interiorizándose hasta quedar con dos dedos completos entrando y saliendo de mi estrecha vaginita.
Terminando me sequé, eché la ropa sucia a la lavadora y salí solo con mi camisola de dormir que me llega sobre el medio muslo, la que había llevado para no devolverme a dejar la toalla. No podía irme desnuda, porque el pasillo es largo y me podía haber topado con mi primo o con mi tío.
Llegando a mi habitación doble sorpresa la que me llevé, no le puse más hojas a la impresora y solo salieron las tres que quedaban en el cargador, y para rematar el confianzudo del Boby el perro de la casa, se había tomado mas de la mitad de la leche, que aún debía de estar tibia, y que habría terminado de relajarme por completo para poder tener un buen dormir.
Boby es parecido a un perro salchicha, pero es mestizo, su hocico es más corto y su tronco no tan largo, por el resto se parece bastante. Así que puse papel para seguir imprimiendo y quede sentada mirando desconsolada la babeada leche y aprovechando que estaba sin calzones, seguí sobando mi vaginita mientras salían las 14 hojas restantes. Momento en que el perro se acerca nuevamente al escritorio del PC, que está a los pies de mi cama, por donde sube este maldito animal.
Lo tomo por una oreja y lo reprendo; ¡¡AMBRIENTO, SINRESPETO!! , ¡¡ESO NO SE HACE!! y como sus orejas son largas, giró un poco su cabeza, pensé yo para morderme, pero olfateo mi mano y la empezó a lamer desesperadamente, claro era mi derecha con la que me estaba masturbando. Lamió mis dedos y luego entre ellos, se sentía una cosquilla rica, que cuando siguió lamiendo por la palma, me produjo un intenso escalofrío, que mis dilatados pezones se contrajeron haciendo notar ambos botones bajo mi única prenda de algodón, estaba calentándome con su lengua.
Instintivamente y por lo excitante de la sensación, me paré al borde de la cama mientras Boby seguía lamiendo mi mano, y sabiendo que era el sabor de mis fluidos el que degustaba, con la izquierda levanté mi camisola e inclinando mi pelvis hacia delante le ofrecí mi vagina. Gustoso inició una sesión de rápidas lamidas que me hicieron entrar en éxtasis en pocos segundos. Con dos de mis dedos separé mis labios y su áspera y tibia lengua empezó a rozar la entrada de mi vulva y en su recogida mi ya endurecido clítoris.
El cosquilleo en mi abdomen algo anunciaba, mis senos querían reventar, los músculos delanteros de mi torso al igual que los interiores de mis muslos, se contraían abrupta e intermitentemente. Era un orgasmo el que me estaba invadiendo, el primero de mi vida. Estaba comenzando a convulsionar, había sentido placer antes, pero nada comparado a esto.
Producto de mis contorciones, mis piernas comenzaron a flaquear y me tiré de espaldas en la cama a un costado de Boby. Al parecer este no había saciado su apetito, porque se acomodó rápidamente para seguir en su labor, de modo que yo ni tonta ni perezosa separé mis piernas para seguir gozando.
Esta vez por la posición en que estaba su lengua recorría toda mi vaginita, desde casi el borde de mi ano hasta la comisura frontal de mis labios exteriores, MMMmmmm!!, la sensación era fenomenal e iba in crechendo, incluso era tal el alcance de su húmeda extensión que comenzó a introducirla en mi caverna del placer.
OOoohhh!!!, la cosquilla que me provocaba en el interior mismo de la vagina, hacía que esta se me contrajera rítmicamente, dando la sensación como de que me estaba latiendo. Y no se si fue un nuevo orgasmo o el mismo inicial que se intensificó, pero una especie de corriente eléctrica nació desde el interior de mi vulva y me recorrió e hizo temblar todo el cuerpo.
Ya queriendo descansar de tanto placer, tomé por ambos lados la cabeza de Boby y la acerqué a mi vientre para que no me siguiera lamiendo y le abracé a modo de agradecimiento por el goce concedido, con mis manos le aprisioné la nuca y levantando las rodillas con mis ya tiritonas piernas lo rodee por las costillas, mientras trataba de recuperar el aliento.
Pasado unos instantes, lo siento moverse dando reiterados tirones, pensé que lo estaba asfixiando y lo solté pensando que se retiraría hacia atrás. Pero estaba equivocada, el perro se había excitado, no se si con el sabor de mis fluidos o al sentir el calor de mi entrepierna entre su pecho y abdomen. Y el muy caliente (bueno yo también) se acomodo un poco más adelante y antes que yo pudiera reaccionar me tenía encajado su pene casi hasta el fondo, bombeando a una velocidad increíble.
Como no me dolía y se sentía riquísimo, lo deje hacer, pues él ya me había dado mi momento de gloria, y se merecía lo suyo. Nunca pensé tener un pene en mi vaginita a tan temprana edad y menos el de un perro, pero la calentura del momento me hizo perder la cabeza.
— Hasta el momento el único pene que había sentido, es el de un tío (marido de otra hermana de mi mamá), con el cual tengo cierto grado de confianza, y me juego sentándome o tirándome sobre él resfregando mi trasero y entrepierna por sus genitales, (de preferencia cuando está tendido sobre su cama, porque mamá me ha dicho que no debo sentarme en las piernas de hombres que no sea mi papá, y yo le hago caso porque nunca me ha hablado del abdomen, genitales, caderas, etcétera, etcétera..…Ji, ji,ji) en varias ocasiones se le ha erectado y hasta con una mano me he apoyado sobre el sintiendo su tamaño y dureza, pero no ha pasado a mayores porque él, en cierto modo me respeta, y ahora que estoy mas desarrollada me da vergüenza, porque ya no pasaría solo por un juego de niñita inocente. —
Siguiendo con lo de Boby, al parecer su pene no entró erecto, pues lo sentí muy delgado, apenas más grueso que uno de mis dedos, pero eso si, bien calientito. No se si entró tan fácilmente por lo jabonoso que lo sentí o por la rigidez de su cartílago (como he leído recientemente). La velocidad con que culeaba y su hirviente miembro, me estaban haciendo gozar nuevamente, su miembro empezó a hincharse lentamente a medida que iba dando sus embestidas y ya cuando había duplicado su diámetro y más que triplicado su volumen, la sensación se hacía infinitamente más exquisita, mi vagina estaba colmada completamente por tan deliciosa verga, y estaba sufriendo un nuevo y más profundo orgasmo.
No alcancé a terminar de disfrutar de tan precioso y convulsionado tesoro, cuando me percato que algo comienza a ejercer extremada presión en la entrada de mi vulva, y Boby rasguñaba los costados de mi guatita queriendo echarse más para adelante, si bien traía puesta mi camisola, igual me dolían los arañazos, pero el dolor más fuerte era abajo, mis labios interiores como que se me iban a rajar.
No soportando más, tomé al perro con ambas manos por el pecho y lo levanté un poco haciéndolo hacia atrás. Ahí fue cuando pude apreciar realmente cuanto había crecido su pene y la bola en su base un poco más grande que una pelota de ping-pong, que quería metérmela toda y me hacía tanto doler, mientras lanzaba intermitentes y abundantes chorros de semen sobre mi vagina, los que escurrían hasta la cubierta de la cama. Entre tanto observaba tamaño espectáculo, Boby daba de manotazos y algo gruñía, debe haberse enojado porque lo hice acabar fuera. Pero fue así, no pude soportar el dolor.
Tome el cobertor de la cama lo tiré al piso y sobre la mancha de semen le derramé la leche que quedaba en el vaso y algo de mermelada sobre las pocas gotas de sangre que me había salido, para ocultar las evidencias. Ya se imaginarán que excusa le di a mamá por el entuerto.
Adiós, besos Karla.
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