La Educacion de Sara (II)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Como mi padre es medico, tenia un poco de cloroformo y con el, atacandola por la espalda, la atonte lo suficiente como para que no pudiese resistirse.
Le quite las bragas, se las meti en la boca y le puse una mordaza de esas que llevan una bola con agujeros en el medio. Cuando me reconocio intento soltarse aterrada pero le di varias bofetadas rapidas y se mantuvo quieta lo suficiente como para acabar de atarle las manos detras de la espalda. Cuando le ataba los tobillos pude – por fin – ver, bajo su falda breve, su sexo entreabierto. Ella descubrio mi interes e intento chillar, pero solo un murmullo pudo salir de su boca taponada.
Despues de un rapido viaje en mi furgoneta, baje a Sara en el garaje del chalet de mis padres. Tumbada en el suelo, con la falda levantada y todo aquel blanco trasero a la vista, me dieron ganas de patearla… pero tenia pensadas cosas aun peores para esa zorra.
Le puse unas muñequeras de cuero con argollas y de estas la colgue de un gancho que caia del techo y que habia preparado previamente. Le levante la falda y le abri la blusa. Con otras correas uni sus tobillos a los extremos de una barra y asi no pudo juntar las piernas. Casi me acierta con una patada al hacerlo y tuve que abofetearla un par de veces. Alli estaba la Sara que gustaba de burlarse de los hombres… la misma que se habia reido de mi, junto con sus amigas y medio barrio. Alli estaba con sus pechos medio fuera de sujetador por la posicion forzada y su coño bien abierto. Ahora no reia, ahora lloraba.
La deje asi hasta la hora de comer, para que se amansase un poco, y baje entonces con un poco de pan, agua y queso para ella. Le solte la mordaza y le dije que escupiera sus bragas. Nada mas tener la boca despejada empezo a insultarme y yo, mientras la oia, tranquilamente, deje el alimento sobre una mesa y cogi unas tijeras y una pequeña fusta que tenia a mano. Con las tijeras le corte, por detras, la falda, la blusa y el sosten y le arranque toda la ropa que le quedaba encima.
– Vas a aprender a respetar a tu amo.- le dije anunciandole el castigo.- Grita lo que quieras. Este chalet esta muy lejos del pueblo mas cercano…
Con la fusta, le di dos golpes en la espalda y tres en el trasero y aullo de dolor. Despues abri sus nalgas y de golpe meti unos quince centimetros del mango de la misma fusta en su ano y lo deje ahi.
– Buen rabito tienes ahora so zorra… Y a partir de ahora, siempre que te dirijas a mi me llamaras amo.- dije mirando a aquellos ojos en los que se corria el rimel por las lagrimas de dolor.
Le di un poco de pan y queso mientras miraba aquellos pechos hermosos que bailaban como el resto de su cuerpo suspendido. Despues de darle unos tragos de agua, fui hasta un armario del rincon y volvi con una sorpresa para ella. Eran dos pinzas metalicas de las que pendian dos pequeños pesos. Le di unos golpecitos en el pezon izquierdo y despues le coloque una pinza en el mismo. El tiron del peso al caer le arranco un grito.
Como no queria seguir escuchandola, recogi sus bragas del suelo y se las meti primero en la vagina para que empaparan todos sus fluidos y luego en su boca. Volvi a ponerle la mordaza y suspendi el otro peso en el pezon libre. Esta vez solo oi un breve gemido. Para atormentarla un poco mas, la hice girar sobre si misma varias veces.
– Ten cuidado: cada vez que vea la fusta en el suelo, te dare diez golpes con ella.
Inmediatamente vi como apretaba las nalgas para que el azote no le saliese de su pequeño agujero.
Despues volvi al armario, mientras ella aun giraba suspendida y con el culo apretado.
Le enseñe el nuevo juguete: un consolador de buen tamaño y con forma de pepino. Ella nego varias veces con la cabeza, pero yo sin hacer caso le introduje la mitad en su coño.
La mire y el espectaculo me parecio magnifico. Su cuerpo desnudo brillaba, por el sudor, bajo el sol de la tarde que entraba por los ventanucos altos del garaje. La fusta aun cimbreaba un poco saliendole por detras, de su boca caian hilillos de saliva, los pesos pendulaban tirando de sus pezones y el pepino artificial se hundia en su vientre. Como sabia que habia sido parte de su fuerza, con las tijeras le corte el cabello que quedo, en trozos, desmadejado a sus pies. Antes de subir, empuje la fusta y esta se introdujo en ella casi hasta la mitad.
A media noche volvi a bajar y la encontre semidesmayada. La fusta y el pepino estaban en el suelo. El primer zurriagazo en el culo la espabilo.
– Animo zorra… solo te quedan nueve.- me rei.
Sus movimientos hacian bailar los pesos y esto aumento el dolor que sentia. Le di un golpe en cada seno, algunos en el vientre y dos en el coño abierto que la hicieron agitarse con fuerza. Cuando acabe temblaba de pies a cabeza. Volvi el azote a su ano y tire de los pelos de su entrepierna.
– Esto sobra… a mi me gustas rasuradita.- le adverti.
La deje unos segundos y volvi del cuarto de baño con una palangana, agua tibia, espuma de afeitar y una navaja de monte.
– Yo de ti no me moveria.- dije iniciando la operacion.- No es la navaja apropiada, pero esta muy afilada.
La rasure con cuidado y deleite, dejando adrede unos cuantos pelillos en cada labio mayor.
– Vaya, se me han quedado unos pelos…- dije riendo.
Volvi con unos alicates y me arrodille de nuevo bajo ella. Arriba su cabeza negaba con suplica. Cogi un solo pelo con la herramienta y lo arranque de cuajo. Asi segui hasta que no quedo ni uno rodeando su coño. Con los movimientos volvio a caer la fusta y ella gimio al sentirlo. Cuando la cogi, vi que estaba un poco manchada del interior de su culo y del suelo del garaje. Le enseñe el mango y le dije que tenia que limpiarlo. Le quite la mordaza y le dije que escupiera las bragas, pero no quiso hacerlo sabiendo lo que la esperaba. Volvi a introducirle la fusta en el ano, esa vez bien adentro, y fui a por un latigo al armario.
Un solo latigazo en la espalda y arrojo la prenda. Le saque la fusta y la dije que la limpiara con su boca. Segundos mas tarde la azotaba con la fusta reluciente. Al acabar y despues de aquel dia agotador, la baje del gancho y atandola a una argolla baja en la pared, le eche una manta y me fui a dormir. Evidentemente echa durmio con las pinzas, el pepino, la fusta y la mordaza en su sitio.
(Continuara…)
Autor: Anonimo
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