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Zoofilia Mujer

La finca.

decidimos de común acuerdo de comprar un Gran Danés.
Ciertamente en la actualidad no es fácil tener un animal en la ciudad, los espacios no dan abasto.     Además, si el perro es de raza grande como un Mastín Ingles adulto, entonces la cosa al parecer resulta imposible.     Mi primo Luciano y su esposa habían recibido de regalo un cachorrito macho de Mastín Ingles.     Cuando era pequeñito el perrito era amoroso y delicioso, sus dimensiones eran aceptables, pero con el tiempo comenzó a crecer.     Para no decir que cuando crecen hay que mantenerlo con actividad física diaria y es imposible abstenerse del paseo al parque todos los días.

 

Ese año venía el periodo de vacaciones estivas y seguramente el perro estorbaba.     Habían decidido de ir en un tour a Europa por los meses de diciembre y enero, no sabían donde dejar al perro, por lo que un domingo por la tarde, llegaron a la finca nuestra, a la afueras de la ciudad, donde vivo yo y mi madre.     Mi primo descendió de la camioneta e inmediatamente se vino a hablar conmigo.

—Emma, querida … Sé lo mucho que amas a los animales … No tenemos donde dejar a Kaiser y tú eres la única que puede ayudarnos … Tienes tanto espacio aquí en la finca …

Para decir la verdad, la cosa no me entusiasmaba para nada, íbamos a perder nuestra tranquilidad.     Además, se trataba de un perro enorme.    Él me vio titubear e intento convencerme diciendo.

—¡Vamos, querida! … Es buenito … Y … Y, bueno … Te pagaré por cada día que esté aquí …

También era verdad que nuestra situación económica desde cuando había muerto mi padre no era del todo floreciente.     A mis veintidós años había tenido que congelar mis estudios universitarios para dedicar todo mi tiempo al negocio de la familia en la hacienda agrícola que mamá y yo tratábamos de mantener a flote.

 

Estaba con nosotras mi prima Eva, hermana de Luciano y mas o menos de mi misma edad.     Cada año venía a colaborarnos con las faenas de sembrar, regar y cultivar nuestros productos.     Decía que la paz del campo le retornaba toda la paz que no encontraba en la ciudad.     Se quedaba con nosotras durante todo el periodo de vacaciones de la universidad.     Su compañía y su ayuda eran valiosas para nosotras.     Ciertamente un perro en casa habría alterado todas nuestras rutinas, pero fue precisamente Eva quien vino con la solución, diciendo que ella se comprometía a hacerse cargo del animal.     Más que sus palabras, fue el compromiso de Luciano a pagar por la estadía del perro lo que me convenció a aceptarlo por el tiempo que ellos estarían ausentes.

 

 

Kaiser era de un tamaño impresionante, pesaba más de sesenta kilos, pero era dócil y dulce, rápidamente se adaptó a la finca.    El sector de la casa estaba rodeado por una tupida cerca de setos, así que era libre de moverse a su propio ancho.

 

 

Desde los primeros días noté que el perro tenía un extraño y antipático comportamiento, trataba demasiado a menudo de meter su narigudo hocico entre las piernas mías, o de mi prima, o de mi madre.     Inicialmente no le dimos mucha importancia, mamá dijo que todos los perros hacían lo mismo y que era normal en ellos, yo no estuve muy de acuerdo con eso, pero había que aguantarlo.

 

 

Poco a poco que pasaban los días, Kaiser se hacía más insistente en sus manifestaciones y dado su peso, costaba mucho empujarlo y alejarlo.     Pero no se limitaba solo a meter su nariz, ahora también se alzaba y trataba de subirse a nuestras espaldas con un tentativo obvió de lograr algo más.    Y resultaba evidente lo que quería ese perro cochino.    Su grueso pene salía de su funda y se restregaba contra nuestras piernas, prueba fehaciente de su asquerosa excitación sexual.

 

 

Eso nos incomodaba, aunque tratábamos de restarle importancia y reírnos de tal embarazosa situación.

 

 

Un día cuando había terminado de ducharme.     Estaba un poco inclinada espalmando crema en mis piernas, cuando noté al perro detrás de mí, no hice a tiempo de enderezarme y el animal me saltó encima aferrando mi cintura con sus zampas delanteras e iniciando el típico movimiento que hacen los perros para follar.

 

 

Mi primera reacción fue de estupor y sorpresa, pero no reaccioné lo suficientemente rápido.    Cuando traté de retorcerme y escapar, me di cuenta de que estaba atrapada.    Mí pequeño físico, menos fuerte que el del perro me jugaba contra.     El peso de Kaiser no me permitía moverme, ni siquiera podía deslizarme de lado.     Me tenía bloqueada entre el mueble del lavamanos y la bañera, estaba prácticamente atascada allí.

 

 

El perro después de los primeros movimientos desordenados y convulsivos desafortunadamente logró encontrar el ángulo justo y preciso y me penetró.     Grité, no tanto por el dolor, hacía mucho tiempo que no era ya virgen, pero la sorpresa fue mayúscula.     Estaba convencida de que después del primer tentativo el perro se daría por vencido, jamás imaginé que se saliera con la suya de esa manera.     Traté de escabullirme y levantarme, pero el tamaño y el peso del animal definitivamente eran demasiado para mí.

 

 

No había nadie que pudiese venir en mi ayuda, mi madre estaba en el pueblo haciendo sus cosas, tampoco me hubiese gustado que ella me sorprendiera en esta posición.     Mientras tanto, la polla del perro entró y salió varias veces de mi conchita haciéndome chillar, luego ya no volvió a salir, sentí que se inflaba dentro de mí y me llenaba por completo dando saltitos y tratando de encaramarse más encima de mí con sus veloces movimientos.

 

 

No estaba entendiendo nada, me sentía más y más confundida, me resultaba imposible darme cuenta de lo que me estaba sucediendo realmente.     El perro continuaba a bombear frenéticamente y sentí que un extraño entorpecimiento se apoderaba de mí y me dejaba sin voluntad de reaccionar, incluso los intentos por escapar de él se hacían más débiles y menos insistentes.     Un delicioso calor comenzó a invadir mi bajo vientre, ¡Dios Santo!   Me estaba haciendo gozar.

 

 

Estaba impactada, jamás imaginé que podría sentir placer en una situación de este tipo, de hecho, solo pensar en ello me habría disgustado.     Sin embargo, ahora mi cuerpo me traicionaba y reaccionaba en contra de mi voluntad.     Permanecí en cuatro y sin moverme, dejando a Kaiser en libertad de follarme y disfrutando las nuevas y cachondas sensaciones que él me causaba.

 

 

La agitada y afanosa respiración de Kaiser, me indicaba que estaba pronto a correrse y muy luego algo caliente se esparció por mis entrañas, comenzó a llenarme con su leche.     Mi panza se hinchó en forma increíble, parecía que su esperma y su pene hubiesen colmado todos los espacios dentro de mí.     Mientras el llenaba mi útero con su semen, me abandoné a las deliciosas sensaciones y me corrí como nunca pensé fuese posible, fue un orgasmo literalmente bestial, me sentí como una verdadera perra y gruñí empujando mi trasero contra su polla.     Mi orgasmo fue violento y prolongado, mis músculos vaginales se contraían alrededor del pene enormemente hinchado del perro.     Mis jadeos, gemidos y chillidos se extendieron por toda la casa, total, nadie podía escucharlos.

 

 

Todo me pareció demasiado breve, permanecimos por algunos segundos inmóviles jadeando, estaba realmente exhausta y traté de liberarme de está posición un tanto incómoda.      Sentí que me ardían los hombros y los costados por los arañazos causados por las uñas del perro.     Kaiser, ahora satisfecho, trató de bajarse de mi espalda, pero no pudo, su pene hinchado permanecía atascado firmemente dentro de mí y en cada intento causaba dolor para ambos.

 

 

Nos quedamos pegados por varios minutos, estaba muy preocupada y asustada, sentía que mi coño había sido estirado más allá de toda medida y no sabía que hacer para liberarme.     Kaiser daba tirones para liberarse y continuaba a rasguñarme con sus uñas haciéndome sangrar.    Estaba en una situación realmente complicada.     Para colmo, aterrorizada escuché la camioneta de mamá que se detenía en el patio.     No quería que ella me descubriera en esta situación, con la fuerza de la desesperación, me agarré al borde de la bañera con una mano y con la mano libre agarré la polla de Kaiser y tiré lo más fuerte posible sin importarme el dolor.     Kaiser se quejó desesperado y me arañó la espalda, pero el esfuerzo fue recompensado y con un obsceno ruido y un gorgoteo de semen que fluía de mi almejita, su pene salió disparado de mi panocha.

 

 

Estaba empapada de sudor y semen, me giré a mirar la polla de Kaiser, era monstruosamente grande, tenía el tamaño de una calabaza a forma de globo, de esas que se usan para contener líquido.     Mientras tanto, en el suelo, se había formado una poza de liquido que salía de mi coño mezcla de semen y sangre que seguramente era mía dado el ardor que sentía.     El perro por su lado estaba lamiéndose su pene que poco a poco volvía a la normalidad.

 

 

Un poco apagada me llegó la voz de mi madre, estaba todavía un poco aturdida, confundida y no lograba pensar con lucidez, tenía necesidad de tomar un poco de tiempo.     Sí me veía así, se hubiese inmediatamente dado cuenta de que algo no iba bien.

—¡Emma! … ¿Estás allí? …

—Estoy aquí en el baño … Bañándome, mamá …

Respondí mientras volvía a llenar la bañera nuevamente, necesitaba relajarme y reflexionar sobre lo que me había sucedido.

 

 

Ciertamente esta vivencia inesperada me tenía avergonzada y confusa por haberme dejado ir y haber gozado con la polla de Kaiser.     Ni siquiera con mi novio había probado un placer tan intenso y salvaje.

 

 

Sumergida en el agua tibia y perfumada con sales de baño, comencé poco a poco a recomponerme.     Tenía muy claro que las manifestaciones de Kaiser no eran para nada normales, el episodio apenas acaecido era como la confirmación a mis pensamientos.     Para comportarse así, debía haberlo ya aprendido en alguna parte.     Inmediatamente mi pensamiento se fue a mí primo y su mujer; solo ellos podían haberlo habituado a este tipo de experiencia.     Solo ahora me doy cuenta de que no era la falta de espacio o las vacaciones de verano lo que les preocupaba, la verdad es que después de disfrutarlo quien sabe cuánto.     Sus manifestaciones se estaban volviendo incontrolables y vergonzosas, sobre todo cuando se sacaba de paseo al aire libre, y mucho menos en vacaciones.     Su comportamiento habría revelado a terceros el uso poco ortodoxo del perro.

 

 

Me puse la bata y me fui a saludar a mi madre; Kaiser no estaba por ninguna parte.

—¡Hola, madre! … ¿Has visto a Kaiser? … —Pregunté lo más neutral posible.

—Sí, me paso por delante como un cohete … Creo que se fue al granero …

Me quité la bata para vestirme.

—¡Santo cielo! … ¿Que sucedió a tu espalda? …

La voz estridente de mi madre me tomó por sorpresa.    Debido a los dolores en mi abusada vagina, me había olvidado totalmente de los rasguños que me había procurado Kaiser con sus zampas.

—¡Oh, eso! … Me las hice mientras trasladaba algunas herramientas al garaje … Pero no me duele … No es nada …

Dije ruborizándome completamente.     Sé que mi respuesta no fue del todo convincente, pero mi madre no preguntó nada más, me miró de una extraña manera y se alejó.     Estaba segura de que nunca hubiera imaginado como me infligí esos rasguños.     ¡Qué estúpida que fui!   Casi dejo que me descubran.

 

 

¿De Kaiser?, ni luces.     Ningún rastro de este perro de mierda; solo a la hora de la comida lo vi aparecer, trotó tranquilo, como si nada, entró en la cocina hacia su escudilla a comer.

 

 

Ese fin de semana llegó Eva, con ella pasábamos de alegría en alegría, era del tipo extrovertida, siempre contenta de la vida y nos contaba las cosas que le habían sucedido en la ciudad durante la semana.      Kaiser como de costumbre le saltó encima apenas la vio, tratando de derribarla y subirse encima de ella, estuvo a punto de hacerla caer de rodillas.     Nos reímos del asunto un tanto embarazoso, hasta ahora era su forma de saludar y dar la bienvenida, pero dentro de mí yo sabía muy bien cual era el objetivo de ese perro cachondo.

 

 

Me estremecí de solo pensar a lo que me había sucedido a mí, pero en vez de disgusto, una extraña forma de excitación recorrió mi espina dorsal, partiendo de mi húmeda panocha.     Además, todavía sentía en medio a mis piernas esa mezcla de dolor y placer que me recordaba constantemente lo que el perro me había provocado.     Afortunadamente, en estos últimos tres días los rasguños había cicatrizados y también las molestias en mi vagina se habían atenuado y casi ya no sentía nada.

 

 

Como lo había prometido, Eva se ocupó del perro, lo bañaba y cuidaba de su comida, después desaparecían en el campo por toda la tarde, ella en bicicleta y él trotando detrás de ella.

 

 

En esos días, pensé muy seguido a lo que me había sucedido.     Ya había superado todo sentimiento inhibitorio y de vergüenza, solo me quedaban las cachondas sensaciones que Kaiser me había hecho sentir y no veía la hora de repetir toda esa maravillosa experiencia.     Lo deseaba como nunca había deseado a un hombre, por las tardes en mi cama acariciaba mi conchita soñando con el enorme pene de Kaiser y mis intensos orgasmos.

 

 

Esperé con ansias el lunes, Eva se marchó a la ciudad, Kaiser volvió a venir detrás de mí meneando su cola feliz, pero no manifestaba la habitual fogosidad de tratar de enfilar su hocico entre mis piernas, tampoco era evidente su manifiesta cachondez.     ¿Que se haya cansado así repentinamente de mí?     ¿Qué esté tan satisfecho de no tener ganas?     No logré encontrar ninguna respuesta a estas incógnitas, si era habitual para él correr detrás de una mujer, debería, en teoría, hacer todo lo que su instinto de macho le sugería.     ¿Por qué no lo estaba haciendo?

 

 

Esperé al día siguiente, pero las cosas no cambiaron.     Tal vez debería ser estimulado, pensé.   ¿Pero cómo?     Me metí a internet a buscar alguna información que me diera alguna pista sobre como resolver este asunto.     Pronto encontré un sitio porno de sexo con animales, inmediatamente descarté todos los videos que mostraban caballos, serpientes, cerdos y me dediqué única y exclusivamente a ver esos que trataban de perros.     Me impactaron las imágenes de las mujeres que se llevaban a la boca esas gruesas y largas vergas rojizas de varias especies de perros.     Algunas se llenaban la boca de ese líquido seminal acuoso que brotaba a chorritos continuos de la polla de los perros.     ¿Era probablemente esa la única forma de excitar al animal?

 

 

Esa noche casi no pude dormir pensando a los videos vistos en la web, sentía un poco de disgusto de hacer algo de ese tipo.      Ni siquiera a mi novio le he hecho alguna vez una mamada.     Pero, en fin, siempre hay algún precio que pagar.     Si quiero volver a sentir las sensaciones de la vez pasada creo que tendré que llegar a una suerte de compromiso con Kaiser.     Si al día siguiente Kaiser no manifestaba ningún interés, entonces iba a hacer eso que había visto en los videos.     Mamá ya me había dicho que tenía que volver en notaría la mañana siguiente y eso era justo la oportunidad que yo necesitaba.

 

 

En la mañana esperé que mamá se alejara con su camioneta y llamé a Kaiser que vino trotando y meneando su cola alegremente.     Le giré bailoteando alrededor, le acaricié el hocico, me levanté la falda para hacerle ver de que estaba sin bragas, pero él nada.     No daba ningún signo de querer hacerlo conmigo, jugaba y daba saltitos por aquí y por allá, pero nada más.      Creo que necesitaba ser estimulado, así que como me lo había prometido, me despojé de todos mis vestidos e inicie a tocarlo, acariciando suavemente la funda que escondía su enorme polla.     Se quedó inmóvil aceptando mis caricias.     Poco a poco mis carantoñas comenzaron a surtir el efecto deseado y la puntita aguzada y rojiza de su pene salió de entre su pelaje oscuro y brillante.

 

 

Ahora comenzaba la parte más ardua, pensé.     Era el momento de llevarlo a mi boca.     Me senté en la alfombra y empujé su pene entre sus patas traseras, incliné mi cabeza para mirarlo de cerca.     Rocé mi panocha con una mano y estaba mojada en forma increíble, la cachondez y calentura por lo que estaba haciendo me hacían tremolar como una hoja al viento.     El grueso pene rojo como el fuego estaba completamente fuera de la funda, sin más, cerré los ojos y me lo llevé a la boca.

 

 

Me sentí gratamente sorprendida, estaba preparada para un sabor disgustoso, en cambio descubrí que me gustaba, era un poco salado, también su olor me cautivó, era como una esencia exótica y salvaje que llenó todos mis sentidos y me hizo poner más caliente.     Me dediqué a chupársela con verdadera pasión, lo lamí y relamí por todas partes, hasta lo tiré un poco para azotar mis duras tetas, cuando comenzaron a fluir gotitas de líquido canino, lo apunté a mis pechos para bañarlos en esa tibia esperma acuosa.     Me sentí perdida en miles sensaciones y bebí de su tronco caliente y violáceo, tragando su polla hasta tocar el tope de mi garganta.     La polla de Kaiser había alcanzado dimensiones estratosféricas y decidí que había llegado el momento de hacer que me prendiera como lo había hecho la vez pasada.

 

 

Me giré estando en cuatro y apoyé mi torso sobre el diván, me quedé quieta esperando que él me saltara encima.     Esta vez Kaiser no se hizo de rogar, inmediatamente saltó sobre mi espalda y sentí sus filudas uñas.     Caliente como estaba olvidé de proteger mi espalda, pero ya era demasiado tarde para hacerlo.

 

 

El perro comenzó a dar punteadas detrás de mí en el tentativo de penetrarme con su pija, esta vez yo le ayudé de otro modo arriesgaba de que su loco pene me penetrara en el agujero equivocado.     Ya se había convertido en una estaca hermosa y gruesa cuando me penetró, estaba tan bien lubricada que no tuvo ninguna resistencia, su polla entró completamente en mí.

 

 

Comenzó a follarme en forma demencial y a una velocidad increíble.     Por varios minutos me cabalgó jadeando sobre mi espalda, yo me la estaba gozando toda, deleitándome de su enorme verga que segundo a segundo crecía más y más dentro de mi panocha, estirando todos mi pliegues y empujando mis paredes vaginales más allá de sus límites.     No logré resistir mucho, un improviso y violento orgasmo me hizo chillar y estremecer de lujuria.     Descargas eléctricas partían desde mi vientre hasta hacer erizar los vellos de mi nuca, me estaba revolviendo los sesos.

 

 

Mi almejita estaba forzada y desgarrada, la dilatación causada por su enorme polla había alcanzado limites extremos y dolorosos que agudizaban aún más mi placer y goce.     Me estaba volviendo loca.     La dicha y cachondez se hicieron casi insoportables, me estremecía gritando y chillando como una perra, rasguñando con mis uñas la tela del sofá.

 

 

Traté de recomponerme, Kaiser había eyaculado y trataba de alejarse, pero al igual que la vez pasada, su pene estaba atorado dentro de mi estrecha panocha, sus movimientos me causaban ulteriores ondas post orgásmicas y contracciones deliciosas que parecían infinitas.      Una vez más mi espalda sufrió los rasguños de sus zampas, pero finalmente se liberó.

 

 

Debía estar atenta con Eva, normalmente tomábamos baños de sol desnudas y no sabría como encontrar una explicación plausible a esos arañazos.

 

 

Esta vez fue mucho más hermoso que la primera vez, tal vez porque estaba preparada.    También el sentimiento de culpa y de vergüenza venían notablemente atenuados por la gratificación de mis sentidos y los esplendidos orgasmos.     El único inconveniente eran los zarpazos que habían arañado mi espalda, los que tenía que esconder para que nadie los viera.

 

 

El tiempo trascurrió muy rápido, eran casi cuatro semanas que Kaiser estaba con nosotras y un sábado después de almuerzo, vi la SUV de mi primo detenerse en el vial de la casa.

—¡Hola!, Emma … Vine a ver a Kaiser … ¿Cómo está? …

Preguntó Luciano mientras de detrás del granero apareció Kaiser corriendo a toda fuerza para saludar a su amo.     Le di algunas informaciones sobre el perro y él me dijo que tenía intención de llevárselo por algunos días.     Por supuesto que no estuve de acuerdo, ya estaba acostumbrada a la presencia del perro y… a todo lo demás.     También Eva protesto con su hermano, aduciendo que tenía que lavarlo, darle su comida y sacarlo de paseo.     No podía llevárselo justo en los días en que estaba ella para cuidarlo.

 

 

Mi madre asomó por la puerta para reclamarle y expresarle su contrariedad, diciendo que era inútil molestar al animal y sacarlo del entorno donde se encontraba tan bien cuidado.     Luciano no escuchó ninguna de nuestras razones, simplemente cargó a Kaiser en su móvil y se lo llevó diciendo que lo traería de regreso en unos días más.

 

 

Inmediatamente imagine como lo traería de regreso, él y la zorra de su mujer satisfarían todas sus ganas, abusándolo y disfrutándolo al extremo.     Sabía que no podía pretender nada, pero me molestaba que otra pudiese hacer con el perro lo mismo que había hecho yo.     Por otra parte, el perro era de ellos y podían hacer todo lo que quisieran con él.

 

 

Los días pasaron monótonos y aburridos, se sentía la ausencia de Kaiser.     También Eva se había resentido y estaba más apagada y triste.     Todas no veíamos la hora de que nos trajesen a Kaiser de regreso.     Finalmente, cinco días después, Luciano lo trajo de regreso.

 

 

Apenas mi primo se fue, en un momento en que Eva y mi madre no estaban, examiné atentamente al perro para entender de su comportamiento si algo le habían hecho durante estos días.     Me parecía más vivo que nunca, muy curioso, excitado diría, había tratado con fuerza de meter su nariz bajo mi falda para olisquear mi conchita.     Trató más de una vez de saltarme encima para derribarme y, lo logro una vez, solo mis calzones y mis panties me salvaron de que no llevara a cabo con éxito su alevoso acto copulatorio.     Esto me sorprendió, nunca lo había visto tan excitado conmigo; estaba convencida de que regresaría vacío y consumido, en cambio, estaba más cachondo que antes.

 

 

Me resultó evidente de la mujer de mi primo no había aprovechado de él, de otro modo no habría regresado así tan recargado.     Decidí de tenerlo calmo, apenas Eva se fuera el lunes y aprovechando la ausencia de mamá, lo disfrutaría por un par de horas.

 

 

Ya sabía que Kaiser después de cualquier performance, se quedaba tranquilo por algunos días.   Y si este era su comportamiento normal, ¿por qué entonces las semanas recién pasadas estaba sin deseos de nada y ahora después de una semana de ausencia, le había regresado toda la fogosidad?     Dejé de pensar en ello ya que no tenía ninguna respuesta de cómodo.

 

 

El lunes por la mañana me preparé, estaba muy cachonda y excitada.     Saludé a Eva que regresaba a la ciudad y esperé que mi madre se alejara en su camioneta hacia el pueblo cercano.     Había decidido de hacerlo al aire libre y había escogido la plantación de choclos donde había un delicado césped y suelo blandito, además, allí nadie me vería.

 

 

Caminé hacia el predio sembrado de choclos, me había dejado una remera apretada para protegerme de las uñas filudas de Kaiser, una faldita corta y sin bragas.     Llamé a Kaiser que no quiso venir detrás de mí, el perro vino y me olfateó en medio a las piernas, luego se echó a un metro de distancia.     Me esperaba su ímpetu y fogosidad, en cambio se mantenía alejado de mí, tranquilo, como si no le importara que yo estuviera ahí dispuesta a todo por él.     No encontré ninguna explicación, solo el día antes estaba desesperado por saltarme encima y ahora de pronto toda su excitación y entusiasmo se habían ido, ¿Por qué este cambiamiento en tan poco tiempo?

 

 

La cosa no me resultaba clara, esto era más bien sospechoso.     El problema no era la mujer de mí primo, parecía ser algo más cercano.     El perro parecía ya satisfecho, y si no fui yo a satisfacerlo, ¿Dónde habrá encontrado quien lo satisficiera?    ¿Quién podía ser?   Aquí en casa aparte de mí, estaba mi madre, mi prima y la contable que venía una vez por semana a poner en orden los libros de contabilidad.

 

 

¿Habrá encontrado una perra en celo?     Inmediatamente descarté esta hipótesis, ya que la finca está rodeada por una cerca eléctrica para no permitir el ingreso de animales desconocidos.     Quedaban solo la contable y mi prima, descarté a mamá porque ella jamás haría una cosa de este tipo, religiosa y beata como es.

 

 

Me sentí desilusionada y renuncié a tener sexo con Kaiser, debía descubrir cueste lo que cueste la causa de la indiferencia y del bajo estado de ánimo del perro.

 

 

Al día siguiente debía venir la contable, decidí prepararme para espiarla y sorprenderla si se atreviese a yacer con Kaiser, tal vez ella era la causa de todo.     Puntualmente después de almuerzo ella llegó a la finca, como siempre se presentó y después de intercambiar algunas informaciones con mamá, se fue a la oficina a hacer su trabajo.     Mamá dijo que iba a regar un par de hectáreas y yo dije que iría a la estancia vecina a visitar una amiga.     De ese modo, dejamos a la contable a solas con el perro, ahora debía solo esperar.

 

 

Me escabullí por detrás de la casa y me acerqué a la ventanita que daba al estudio.     Podía verla perfectamente de espalda a mí trabajando con su calculadora y escribiendo notas en los libros.     Kaiser estaba echado a los pies de ella.     De cuando en cuando levantaba su hocico queriendo enfilarse bajo la corta falda de ella; pero ella lo alejaba con decisión, firmeza y delicadez, pero ante la insistencia del perro, le mandó una fuerte patada en la nariz, Kaiser lanzó un quejido de dolor y se levantó para salir de la habitación.     Me quedé atónita, la hipótesis que más había defendido caía estrepitosamente.

 

 

Descartada la mujer de mi primo, descartada también la contable, ¿Quién más podía estar satisfaciendo al perro, aparte de yo misma?     Solo quedaban mi prima y mi madre.     Por supuesto que debía descartar a mí madre, ¿podía ser Eva la causa del cambiamiento de Kaiser?

 

 

Esa noche no lograba prender sueño, estaba todavía caliente e insatisfecha; trataba de entender como y en que momento mi prima había estado con Kaiser.     No me restaba que esperar hasta el próximo sábado para encontrar una respuesta a mis incógnitas.     Presa de estas preocupaciones, me levanté y baje al piso de abajo.    Salí al porche, la noche estaba estupenda, un cuarto de luna esplendente parecía hacer ver que el cielo bordado de estrellas estuviese sonriendo.     Noté que dentro al granero una luz se movía, ¿ladrones?   ¿y donde está ese perro de mierda que no los ahuyenta? Pensé.    Sigilosamente me encaminé hacia allí, una ligera brisa acarició mi piel.

 

 

Me acerqué a la puerta que estaba ligeramente abierta y escuché algunos rumores provenientes del interior, miré sospechosamente dentro del deposito e inmediatamente casi grite de sorpresa por lo que vi.     A la tenue luz de una linterna eléctrica, mi madre completamente desnuda, esta apoyada en un fardo de heno con Kaiser que la estaba montando con toda fogosidad.     Con la poca luz, todavía lograba ver el rostro de mi madre deformado por la lujuria y el placer, nunca pensé en ver en los ojos de mi madre tanto goce y lascivia pura.

 

 

Estaba consternada, un nudo me apretaba la garganta, quería huir de allí, borrar la grotesca escena que estaba presenciando.     Cayeron algunas lágrimas de mis ojos, pero seguí mirando, al parecer era ya rato que estaban apareándose, los jadeos de Kaiser me decían que estaba eyaculando dentro de ella.     Conocía muy bien esos últimos frenéticos movimientos de él.

 

 

También ella estaba prisionera de su orgasmo, la vi enterrar su cara en el heno para sofocar sus chillidos de espantoso placer.     Con lágrimas que descendían por mis mejillas, miré a mamá anudada a la enorme polla de Kaiser.     Ahora Kaiser luchaba por despegarse, su polla estaba a estrecho contacto con la panocha de mamá.     Estaba por alejarme cuando escuché un profundo lamento que me obligo a seguir mirando.     El perro había logrado voltearse y ahora estaba pegado con mamá, pero no con su sexo, su polla enorme de gruesa estaba en el culo de mi madre.     ¡Cosas de loco!    ¡No lo podía creer!    ¡Mi santa madrecita!    Mi estupor y fascinación fue tan grande, que caí arrodillada.

 

 

Los quejidos y lamentos continuaban, el perro tiraba en la dirección opuesta y causaba un tremendo dolor a mi madre.     Solo después de innumerables y dolorosos tentativos, la gorda y grande polla de Kaiser, monstruosamente engrosada salió del trasero de mamá dejándola sin fuerzas, exhausta caída sobre el heno del suelo.

 

 

Estaba demasiado molesta y temerosa por lo que había visto y me alejé rápidamente.     Durante el resto de la noche no pude dormir, jamás pensé que mi rival era mi madre.     Mientras las imágenes rondaban en mi mente me preguntaba ¿cómo voy a volver a mirarla a la cara?     Pero pensándolo mejor, de algún modo, era lo mismo que había hecho yo algunos días antes.      Creo que no tenía motivos para criticarla.

 

 

La mañana siguiente bajé a la cocina y no encontré a nadie.     Fui a ver a mi madre en su habitación, ella estaba acostada.

—Mamá … ¿Qué tienes? … ¿Te sucede algo? …

—¡Oh! … No es nada … Solo un estirón que sufrí en mi espalda …

—¿Necesitas algo? … ¿Te traigo alguna cosita? …

—No …No te preocupes … Me levantaré más tarde …

Lógicamente me hice la desentendida y la dejé reposar.    Más que un estirón, fueron varios los tirones que le dio Kaiser tratando de liberarse de su culo apretado.     Ciertamente que el dolor debe haber sido intenso para obligarla a estar en cama.

 

 

Al día siguiente, todo pareció regresar a la normalidad.     Mi madre parecía haberse recuperado de su mal y caminaba normalmente por la cocina charlando de esto y esto otro.     De Kaiser, ni la sombra, parecía tragado por la tierra, no se había hecho ver por toda la mañana.

 

 

Mientras desayunaba, observé el cuerpo de mamá, su figura era esbelta, todavía conservaba rasgos de juventud a su cuarenta y cinco años.     De cuando papá había fallecido, no la había visto con nadie y ciertamente a esa edad, los estímulos sexuales estaban todavía muy vivos.     Pero jamás la pensé haciendo lo que había hecho.     Todavía me resultaba increíble que se haya hecho sodomizar por el perro y su monstruoso arnés, ya que a mí me había dejado muy adolorida de la vagina.     Es probable que el perro la haya penetrado cuando su polla todavía no se engrosaba, sin imaginar cuanto iba a crecer después.     Solo de ese modo lograba comprender el porqué de una acción tan loca.

 

 

La contemplé, vestía una falda holgada y una remera sin mangas que le dejaba parte de la espalda al descubierto.     Algunos rasguños en su espalda me llamaron la atención.     Yo sabía muy bien de que se trataban.     Eran los arañazos de Kaiser.

—Mami … ¿Qué te pasó en la espalda? …

Tal vez no debería haberle hecho esta pregunta que sabía la iba a meter en embarazo, pero la rabia de haber descubierto que ella era mi rival fue más fuerte que yo, y después de todo, ¿ella no había hecho lo mismo conmigo?

—¡Oh! … Nada de importante … Tuve que recuperar unas herramientas de debajo de los rosales …

Me respondió girándose a lavar la vajilla.     Yo creo que en ese preciso instante, tanto ella como yo comprendimos que conocíamos la una el secreto de la otra.     Ambas sabíamos a ciencia cierta cual era el origen de nuestros rasguños.     Nos dimos una última mirada cómplice y nos fuimos a nuestras labores acostumbradas.

 

 

Todo lo que había sucedido me habían hecho postergar todo lo que tenía pensado de hacer con Kaiser.     Llegó el sábado y vino Eva como de costumbre.     Todo parecía normal.     Ella se iba a encargar de tener a Kaiser limpio y bien alimentado.

 

 

El perro había vuelto a ser más entusiasta y, mientras ella lo estaba lavando con la manguera del agua, el perro insistía en saltarle encima en el tentativo de derribarla y montarla.     Ella reía divertida haciéndole el quite y continuaba a enjabonarlo con el guante de esponja.     Los miré riendo de las locuras de esos juegos.     Los masajes de esponja bajo la panza surtieron los efectos no deseados, Kaiser se estaba excitando y la puntita de su aguzada polla comenzó a hacerse notar.     Eva me miró incómoda.

—¡Mira qué cosota! …

Me dijo riéndose como una boba y apuntando con su dedo la polla oscilante que yo conocía muy bien.

—A este le gustaría mucho hacerme la fiesta …

Agregó haciéndole el quite por enésima vez.     El jueguito comenzó a molestarme, debería ser yo quien excitara a Kaiser para luego hacer lo que desde hace días estaba postergando, y no me gustaba ver a otra mujer incitándolo sexualmente.

—Déjalo … No lo hagas sufrir …

—Pero ¿qué dices? … A él le gusta …

Respondió Eva sacudiendo el pene de Kaiser con su mano enguantada con el guante de esponja, luego agregó.

—Espera … Ahora se lo voy a tocar … Veamos que sucede …

Con la mano enguantada aferró delicadamente la verga canina que a este punto estaba gruesa y grande comenzando a menearlo hacia atrás y hacia adelante.

—¿Te volviste loca? …

Dije más que enojada por su descaro.

—¡Detente! … Déjalo ya …

Kaiser había comenzado a hacer un movimiento automático de follar con su polla tremendamente inflada y algunas gotitas en chorritos salían de su arnés.     Pero Eva ya no me escuchaba, estaba embelesada a magrear la inmensa verga de Kaiser que parecía haberle crecido aún más en su jabonosa mano.     Me vi obligada a tomarla de un brazo y recriminarla.

—¿Acaso has enloquecido? … ¿Qué entiendes hacerle? …

Se encogió de hombros y con una vocecita ronca me dijo.

—Me hubiera gustado verlo gozar …

Hizo una pausa y sonriendo me preguntó.

—¿A ti no? …

Me quedé callada, si hubiera sabido la conmoción que se desarrollaba dentro de mí, habría tenido mucho cuidado de no hacerme tales preguntas.     La cosa terminó ahí; volví a casa mientras ella se subía a la bicicleta y se alejaba hacia el sendero que iba al bosque seguida de cerca por Kaiser.

 

 

Después de presenciar el espectáculo sin escrúpulos y de que cosa era capaz de hacer, me puse sospechosa.     Estaba segura de que ella iba a tratar de terminar lo que yo no le permití.     La había visto muy excitada a masturbar a Kaiser y no podía creer que haya sido solo una casualidad.     Subí al piso superior y tomé el catalejo que había pertenecido a papá y busqué en la dirección en que ella se había alejado.     El sendero estaba vacío, esperé unos segundos y vi aparecer a Kaiser que daba saltitos a la orilla del arroyuelo, luego apareció mi prima que se había bajado de la bicicleta y parecía acomodarse bajo un aromo.     El prismático no era de los mejores, traté de meter a foco la figura de ella, me pareció que no estaba vestida, me pareció ver sus tetas desnudas.     Cuando se fue estaba vestida con una polera roja y ahora no tenía nada de rojo encima.     ¡Esa puta!  Pensé.     Algo le está haciendo a Kaiser y decidí de ir a ver.

 

 

Me fui por entremedio de la chacra para no ser vista, hasta que estuve a la vera del camino donde la había visto.     Me escondí detrás de unos setos, nada, no había nada.     Luego escuché el afanoso respiro de Kaiser, me acerqué cautelosamente tratando de no hacer ruidos.

 

 

Estaban en un pequeño espacio entre el riachuelo y el árbol a pocos metros de mí.     Esa yegua estaba desnuda, sentada sobre la hierba intentando masturbar a Kaiser que estaba cerca de ella tratando de lengüetear sus piernas.     Me llené de ira y celos y hubiera querido interrumpir lo que estaba haciendo con el perro.     Me sentía traicionada, lo sé que suena absurdo, pero mis celos eran por Kaiser.

 

 

Afortunadamente no me dejé enceguecer por mis emociones, estaba razonando como si se tratara de una persona humana.     Eva no estaba al tanto y no podía imaginar que yo había tenido una relación con el animal.

 

 

Ella en tanto, con la mano libre se mojaba los dedos con saliva y se los metía en el trasero para lubricarlo.     Al momento no lograba entender la razón de ese comportamiento suyo.     La única explicación es que le gustara excitarse magreando su culo.     De hecho, cada vez que se penetraba con los dedos gemía y meneaba su trasero.     Continuó imperturbable en su propósito de lubricar su estrecho orificio que al parecer, ya se había dilatado bastante, puesto que lograba meter sus cuatro dedos con cierta holgura.     Luego se posicionó bajo el perro de espalda; levantó sus caderas y trató de penetrar su agujero en esa posición.     Pero por más que levantara su pierna, no había ángulo seguro para que el perro se lo metiera.     Del modo en que lo estaba haciendo, se veía que no tenía experiencia alguna.     Después de varios fallidos tentativos, se dio cuenta de que era imposible que el perro la penetrara en esa posición.     Sudada, jadeante y excitada, entendió que tenía que colocarse a cuatro zampas.

 

 

En cuanto Kaiser entendió que ahora la perra estaba lista y dispuesta, la monto como enloquecido y comenzó a dar embates contra las piernas y las nalgas de ella con su discretamente rígido pene.     Ella lo aferró y lo apunto al agujerito donde quería sentirlo.     Me di cuenta de haberme excitado, metí mi mano entre mi labia vaginal y la saqué empapada con mis jugos.     Miré la mano de Eva que tenía aferrado firmemente el pene de Kaiser, lo restregó cerca de su peluda vulva y, para mi grande sorpresa lo centró en el estrecho agujerito de su ano.

 

 

Kaiser no sabía que orificio era o no era, solo empujó violentamente su polla y se lo metió hasta el fondo, hasta que desapareció totalmente.     Eva emitió un chillido y gruñido de placer y con una mano comenzó a tocar su túrgido clítoris.     A este punto no estaba entendiendo nada.     Ella al igual que mi madre prefería ser penetrada en ese innatural agujero.      No podía comprender por cual motivo preferían ser enculadas, cuando era más fácil y ardorosamente gratificante prenderlo en el coño.

 

 

No pude evitar de pensar en la escena de mi madre y sus gritos de dolor y que ella probablemente sabía a que se arriesgaba; mientras se notaba que Eva era inexperta y seguramente era su primera vez con un perro y un miembro de esas dimensiones.

 

 

Me estremecí de solo pensarlo, pero me dio miedo pensar a las consecuencias.     ¿Sería Eva capaz de salir de esta fea situación, teniendo en cuenta las reacciones del perro?   Estaba morbosamente curiosa por saber que fin tendría toda esta situación.

 

 

Yo había probado solo con mi novio, el quería sodomizarme y yo acepté, pero francamente no me produjo ningún placer, prefería de todas maneras hacerlo en el modo tradicional.

 

 

Mi prima en tanto parecía enloquecida, movía su trasero y empujaba bajo la panza de Kaiser, como si quisiera que el perro se lo metiera más adentro.     Vi como Kaiser la follaba a una velocidad extrema, mientras sus peludos testículos azotaban los glúteos de ella.    Primero fue el perro que comenzó a eyacular en su culo y casi de inmediato ella se corrió restregando su coño a toda fuerza.     Luego presa de las sensaciones de su orgasmo, dejó de frotar su coño continuando a menear su culo contra el pene del perro.     Los intensos jadeos y gemidos que escapaban de su boca hicieron que una increíble cachondez creciera en mí e inconscientemente comencé a frotar mi panocha.

 

 

Un alarido aspaventoso me trajo de nuevo a la realidad, era Eva con los ojos que casi salían de sus cuencas aterrorizada por el dolor que le estaba procurando Kaiser al tratar de despegarse de ella con fuerza.     La arrastró por varios metros sobre el césped.     En su intento por despegarse de ella, Kaiser la había arrastrado y la había arañado en la espalda hasta hacerla sangrar.     Pero los gritos de Eva no eran por esos rasguños, sino por la dilatación forzosa a la que había sido sometido su estrecho ano.     Kaiser se había logrado girar y ahora estaban pegados culo con culo.     El perro gimiendo, tiraba hacia su parte avanzando a ligeros saltitos y Eva venía arrastrada como de rebote.     Pudiera haber parecido jocoso, pero una cosa muy delicada.     Eva continuaba con sus ojos abiertos como platos por encontrarse en tan peligrosa e inesperada situación.     Tal vez era hora de que yo interviniese, pero ¿cómo?

 

 

El tiempo pasaba y Kaiser alternaba momentos de calma con tentativos por liberarse, provocando en Eva sollozos silenciosos a estridentes gritos de dolor.     Me encontraba muy agitada y me puse imprudente, así que cuando me moví, Eva me vio.

—¡Ayúdame, por amor de Dios! … ¡Me está destrozando! …

No sabía que hacer, miré su ano desmesuradamente dilatado desde donde asomaba fuera una pequeña parte del pene de Kaiser que parecía más una tremenda pelota de tanto que se había inflado.

—¡Por favor! … ¡Te ruego! … ¡Ayúdame! …

Me imploraba Eva con sus ojos sollozando.     Todavía no tenía un plan, pero me recordé que el agua fría podía ayudar, tomé su remera y la sumergí en el arroyo y luego la estrujé en el trasero de ella y la polla del perro, repetí la acción varias veces y finalmente la acción dio resultado, la polla de Kaiser salió disparada de su culo, junto a algo enrojecido, parecido al fuelle de un bandoneón, era el esfínter de Eva que salió fuera de su culo.     Delicadamente lo empujé dentro de ella otra vez, mientras chillaba de dolor semi desmayada sobre la hierba.    Recogí algo más de agua y le bañé la cara, por fortuna estaba solo exhausta.     Su culo todavía estaba dilatado, pero no había nada fuera de un tremendo y dilatado agujero misto a algunas gotas de sangre y esperma canino goteando sobre el césped, señal de que debía haber alguna laceración.

 

 

Pasaron varios minutos antes de que ella diera signos de recuperarse.     Se levantó con un esfuerzo sobre humano y fatigaba a mantenerse en pie.     Sollozaba con la cabeza baja.

—¡Ay! … ¡Qué vergüenza! … ¡Qué vergüenza! …

Repetía una y otra vez entre sollozos.

—¡Vamos! … Vístete …

Le dije pasándole la falda y la camiseta húmeda.     Debíamos regresar a casa.     Le pasé también mí pañoleta para que la usara y cubrir su trasero que todavía sangraba.     Ni hablar de montar la bicicleta.     Le pregunté si podía caminar y me respondió que sí moviendo su cabeza.     Tomé la bicicleta y nos encaminamos por el sendero hacia la casa.     Ni ella ni yo teníamos ningún deseo de hablar,  la ignominia y la vergüenza eran tangibles.     La observaba caminar con la cabeza baja, casi arrastrando sus pies, se veía que sufría mucho, en fondo me daba pena por ella.

 

 

Hubiera querido hacer algo por ella, hacerla entender que podía confiar en mí, decirle que también yo había tenido una experiencia del mismo tipo, pero con consecuencias menores.     Probablemente se hubiera sentido un poco más aliviada.

—Eva, no te preocupes, apenas llegaremos a casa veré modo de curarte para aliviar tu dolor …

Le dije en tono tranquilo.     Me miró con una carita de gratitud e hizo una mueca como una sonrisa.     Más allá de lo que le había sucedido, estaba curiosa por saber porque se había hecho sodomizar por el perro, me resultaba difícil comprenderlo.     Si tenía ganas de aparearse con Kaiser, ¿por qué no lo hizo con su coño?    Eso le habría procurado menos problemas y más placer.     Estábamos por llegar a casa y le dije.

—Eva, quiero que sepas que entiendo lo que te pasó … puedes confiar en mí … Esto será un secreto entre tú y yo …

Me miró gratamente y dijo.

—Esto ha sido muy difícil para mí … Gracias …

Entonces le pregunté.

—Perdona si lo pregunto … pero ¿Por qué lo hiciste por detrás? … Acaso no sabías que la polla de los perros se hincha y se pone muy gruesa? …

Ella siguió caminando sin responderme, entonces agregué.

—Si no llegaba yo ahí, probablemente todavía estarías pegada a Kaiser …

Se detuvo mirándome, sus labios temblaban, con un poco de balbuceo y llanto me dijo.

—Sé que puedo confiar en ti … No sabía eso de los perros … Hasta ahora lo había solo masturbado … Mientras lo lavaba vi esa cosa grande y me vinieron ganas de hacerlo …

—Sí … Pero ¿Por qué por tu trasero? …

—Por que me gusta más hacerlo de ese modo …

Me dijo secándose las lágrimas dejando de llorar y visiblemente ruborizada; luego agregó.

—Desde muy niña … Lo probé con mi novio … Me gusta así … No puedo resistir … Es más fuerte que yo …

—¡Oh! … Entiendo …

Le dije, pero, a decir verdad, todavía para mí era incomprensible; luego me dijo.

—Además … Hacerlo con un perro, me pareció más seguro por atrás que por delante … Por miedo a las enfermedades, ¿sabes? …

Pensé a mi madre, tal vez ella había pensado del mismo modo que Eva.     No le quise decir que a mi nunca me ha gustado eso.     Después de todo, cada una tenía sus propios gustos y preferencias.

 

 

Eva no pudo regresar a la ciudad el lunes.     Todavía no estaba curada de las dolencias después del acto bestial que le laceró el ano.     Como le había venido un poco de fiebre, mi madre tuvo que intervenir y se enteró de todo.     Ella le hizo las debidas curaciones para evitarle la vergüenza de llamar un médico.     Mamá no hizo ningún comentario y se limito a hacerle las curaciones debidas.     Seguramente sintió un poco de solidaridad pensando que también ella había tenido una experiencia similar y, que solo su experiencia, le evitó consecuencias peores.

 

 

La vida en la finca continuó en forma normal.     Cada una de nosotras sabíamos que hacer con el perro, pero fingíamos no saber nada de nada.     De ese modo nos turnábamos para aprovechar de Kaiser apenas se hacía posible y disponible.     Kaiser estaba super empeñado.     Yo sabía que mi madre lo usaba algunas noches llevándoselo al granero.     Eva se repuso y siguió jugando con Kaiser, seguramente ya no se lo hacía meter por atrás, pero noté que regresaba alegre y contenta después de cada paseo con el perro.

 

 

Y yo, bueno, yo esperaba cuando no había nadie en casa para llevármelo a mi dormitorio y hacer de todo con él y gozar de su prestancia física, su polla gigantesca ya no era un problema para mí, me había acostumbrada a sus dimensiones y lo gozaba plenamente.

 

 

El verano terminó y, como previsto, a fin de febrero Luciano vino a llevarse a Kaiser definitivamente.     Mi madre, Eva y yo protestamos en coro para que mi primo no se llevara al perro, argumentando que no había ningún lugar mejor para él.     Pero todo fue inútil, Luciano no quiso escuchar.     Pagó la pensión del animal y se lo llevó de regreso a la ciudad.

 

 

Nos quedamos desilusionadas y tristes.     Todas teníamos una sonrisa cómplice en nuestros rostros, así que en ese mismo momento decidimos de común acuerdo de comprar un Gran Danés, esta vez solo nuestro y solo para nosotras tres.

 

Fin

 

***** ***** ***** ***** ***** ***** ***** *****

 

 

El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias.  Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!

 

 

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70 Lecturas/6 junio, 2025/0 Comentarios/por Juan Alberto
Etiquetas: amiga, hermana, hermano, madre, padre, sexo, vacaciones, vecina
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