La hembra de Tohr (de los secretos de Anita)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Estábamos mi cuñada (a la que deseaba en secreto) y yo solos, charlando de negocios y tomando café en la terraza de su chalet, cuando en un determinado momento su perro pastor empezó a merodearla con visible nerviosismo.
El animal , con toda la lengua afuera, acercaba su hocico a la entrepierna de mi cuñada olisqueando ententóreamente y pegando lengüetazos ahí, sobre la cremallera del ajustado tejanito que – como es habitual- llevaba puesto la Flaca…Ella intentaba apartarlo diciendo: “Tooohr, lárgate!…Ahora, no!!!…Fuera!!” Pero el can seguía hurgando en “ese “ lugar del pantalón de Ana, hasta el punto de que note cómo el triangulito de tela vaquera que cubría su pubis quedaba húmedo por las babas del perro. Recuerdo que pensé para mis adentros: “quién fuera perro en estos momentos!…” y le comenté, viéndola azorada: “Parece que tu perrito quiere jugar…” y al decirlo, descubrí cómo de las patas traseras del animal colgaba un enorme cilindro de carne parduzca que iba extendiéndose por momentos. Inmediatamente, pensé “Esta tía está tan buena que se la quieren follar hasta los perros!!” y solté sin pensar: “¡Vaya, menuda tranca se gasta el ”perrito”!!” – A lo que Anita, con cierto apuro y mirando fijamente el “pollón” de Tohr, me contestó “Sí, es que el pobre está en celo y no hay hembras por aquí…” Repliqué: “Aparte de ti…” y contestó, sin entender la alusión, “Sí, claro, y me huele…” . “Como todos, nena!”, me dije para mis adentros, dedicándole una media sonrisa muda .Tras un breve lapso de desconcierto general, durante el cual la ágil lengua de Tohr siguió porfiando con el pantalón, sin que los esfuerzos de ella lograran alejarle, le pregunté, con el ánimo de romper el embarazoso silencio : ¿Y no habéis pensado en castrarle?…
Ella me miro entonces con aire ofendido-; se arrodilló al lado del agitado perro y me dijo: ”acércate un momento”. Me agaché a su lado y entonces ella cogió con la mano la base del pene del excitado animal y empezó a acariciarle los testículos, grandes como dos huevos de gallina de corral, “verás, esto le calma…”, dijo. ..“¿Tienes que hacerlo a menudo?”, le pregunté , por hacer o decir algo y viendo la maestría con que sobaba el escroto del perro. “Siempre que me lo pide…y no puedo darle otra cosa…” Me respondió enigmática.”??!!”. Y continuó, ya totalmente calmada y lanzándome una mirada malévola: “Me preguntaste por qué no lo habíamos capado…”, y -mientras deslizaba su mano por la larga , húmeda y tersa superficie rojiza del miembro del apaciguado can, una auténtica morcilla nervuda de más de 20 cms de longitud…- espetó, embelesada: ”Pues por que YO no quiero!” . Siguió acariciándole el cipote como si fuera a masturbarle y añadió: ”Y tampoco quiero que le traigan una hembra…porque para eso ya estoy yo…•Me miraba de reojo sin dejar de masajear el cada vez mas abultado miembro de la bestia, que permanecía quieta, con la lengua fuera , las orejas en punta y la mirada perdida en el horizonte. • “¿Verdad, Tohr?…¿Quién es la perrita de Tohr?”, decía con los labios en piquito puestos cerca de las picudas orejas del perro pastor. ¡Guau, Guau!, gruñó el animal, quien por un momento,y dentro de un total desconcierto por mi parte, me pareció el verdadero amo y señor de aquella casa. “Está excitado como nunca…¡Toca!” , dijo Ana colocando mi mano en el escroto del perro , “ Está a rebosar de rica leche calentita que quería ofrecer a su perrita y su perrita justo hoy no puede tomarlo por que tiene invitados que quieren caparlo…” “Oye Ana”, repliqué, “ si tienes algo pendiente con el Perro, por mi no te cortes…”. ”¿De verdad lo dices?…Es que hoy está tan cargado y jugoso que…bueno , si no te importa, mi iré tras a esa esquinita con él un ratito y vuelvo”.” Vale, vale,” le dije sorprendido, mientras mi cuñada, llevando al perro del grueso collar de cuero, se dirigía hacia una esquina de la casa . Al alejarse, a media voz le decía al perro: ”Ven, Cariño,que hoy tu perrita también esta en celo y quiero que me montes”.
Doblaron la esquina y , naturalmente, yo me evitar acercarme a espiar. Y Vi como Anita, apresuradamente, se quitaba las sandalias y el vaquero-¡Por primera vez se cumplía mi sueño de ver a mi cuñada en bragas: una escueta tanguita negra que el perro ansioso olfateaba y mordisqueaba!…•”Sí, mi amor, ya va, ya va!! Decía arrojándose al suelo riendo y dejando que el chucho tirara de su tanguita desgarrándola y finalmente arrancándosela. Con su lengua de envidiable longitud empezó y con una maestría que me dejó perplejo, empezó a pegarle sonoros lametones en el coño. Ella, ida, jadeaba. Me acerqué, (para tener la ocasión de contemplar su deliciosa conchita) y, arrodillado, traté de besarla mientras Tohr se despachaba a gusto con su conejito, pero al acercarme apartó la cara. Yo me hice a un lado para contemplar el tórrido espectáculo que ofrecían Ana y su can. Al rato se levanto y se volvió a acuclillar para besar y lamer la verga canina con frenesí inaudito, ignorando que su serio cuñado la estaba contemplando. Finalmente se colocó sobre un pretil de mediana altura que tenía un sucio cojín en su tope. Abrió las piernas y aquel titán con sus colosal porra se irguió sobre sus patas traseras ella para montarla por detrás.
Ni siquiera necesito ayuda. Apoyado sobre sobre la espalda de Anita, se la fue metiendo con la autoridad de un príncipe, iniciando una serie de brutales acometidas sobre su perra, insignificante bajo su la majestuosa masa de músculos y pelos dorados. Ana, fundida en un orgasmo olímpico, mordía el hueso de resina de Tohr para no gritar y para no llamar la atención del vecindario con sus gritos de placer. A los 15 minutos de aquelarre, contemplé como verdaderos chorreones de un líquido lechoso descendían a gotellones por las preciosas piernas morenas de mi cuñada hasta los pies de puntillas. Su macho la había colmado y la enorme cantidad de leche perruna, que ella había vaticinado al tacto, no cabía ya en su generosa vagina- Sin verme, me miró extenuada con ojos entreabiertos.
El perro, saciado, la dejo y se fue. Vi que no podía andar, que estaba casi sin sentido , así que la sujeté y la acompañe hasta la cama donde se durmió extenuada- Llevaba años deseándola sin atreverme ni a insinuárselo, pero excitado por la escena anterior y sintiéndola inconsciente le metí mano a placer, le abrí las piernas y en el momento en que Tohr entraba en la habitación y se echaba sobre la alfombra como un sultán para contemplar la escena, la violé.
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