La tierna Amazona
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
El sol quemaba la piel, pero a su vez embellecía los colores de las numerosas flores que decoraban el campo con su embriagador aroma y presencia. El campo se tornaba hacia un amarillo brillante y sólo era turbada la clara imagen del paisaje por las ruidosas carcajadas de cuatro jóvenes. Tres varones y una muchacha. Los tres muchachos reían mientras la delicada criatura de ojos azules enrojecía y exigía a sus parientes cesar sus burlas. El motivo de la mofa surgió en el desayuno.
-Clío, ¿Quieres más leche? -Preguntó la madre-.
-Sí mamá, gracias. -Respondió la muchacha de ojos azules-.
La mujer se retiró para atender asuntos en la cocina mientras los presentes en la mesa empezaron a reír disimuladamente en torno a la muchacha.
-¿Has probado la leche de cabra? -Preguntó uno de los jóvenes-.
-No, pero me han dicho que sabe más fuerte, además, aquí en el rancho no hay cabras, así que no puedo pedírsela a mamá porque no hay. Pero me gusta mucho la de vaca, no quiero otra para desayunar. Ésta me gusta mucho.
-¿Y la de caballo la has probado? -Empezaron a reír todos salvajemente-.
-No, la de caballo tampoco. ¿Por qué os estáis riendo? ¿Os gusta la leche de caballo?
-Eh… La verdad a mí me encanta. -Respondió uno de los muchachos-. Es mucho mejor que la de vaca, no hay diferencia. Sobre todo para desayunar.
-Mamá nunca me ha dado de esa leche. Eso es que no está tan buena.
-Mamá no te da de esa leche porque está demasiado rica, y no quiere que te la acabes tú toda. Pero yo la he probado, todos la hemos probado.
-Sí, es cierto, es deliciosa. -Corroboró otro de los muchachos sentados a la mesa mientras mojaba el pan en la yema del huevo-.
-¿No la has probado en serio? -Rió-. Que triste es eso.
-¡No! Ahora que me acuerdo… Creo que sí la he probado, pero me gustó más la de vaca. -La joven mintió para no ser la excepción-.
-Si la hubieras probado no preferirías la de vaca.
-Bueno, la verdad, es que me gustan las dos igual.
-Eso es imposible.
-¡Sí! ¡Me gustan igual! -Enrojeció por la rabia, y mirando con odio a los muchachos se levantó de la mesa-. No quiero comer más.
Continuaron las carcajadas mientras la muchacha apartaba mechones de pelo negro de su brillante melena reflejando que se encontraba ofuscada por la soberbia de sus primos y hermanos. Más tarde se reunieron en el claro y continuaron las burlas mientras la muchacha aseguraba haber probado esa leche antes para no ser marginada en sus conversaciones.
-Pero si la has probado. ¿Sabrás de dónde sale no?
-Claro que lo sé. ¿Lo sabes tú? -Preguntó achinando sus ojos azules mientras giraba el rostro de forma arrogante-.
-Es evidente. ¿Por qué no lo compruebas tú misma? Tu padre tiene como 30 caballos en esa cuadra. -Eran exactamente 27, y uno de ellos, un purasangre inglés muy preciado-.
-Yo siempre… -Una voz la interrumpió desde la lejana entrada a la finca-.
-¡Manuel! -Se oyó a lo lejos-. Dile a los muchachos que entren en la casa, nos vamos. Despedíos de Clío.
-¡Hasta luego prima! Los primos se vienen conmigo y con Fernando. ¡Te quedas sola! -Se echaron a reír mientras se alejaban dejando a la muchacha de pelo negro hablando sola-.
-No me importa, yo no me divierto cuando están ellos aquí. ¡No me importa! ¡Que se queden en tu casa y que no vuelvan! -Respondió encolerizada intentando hacerse oír, pero los muchachos ya estaban haciendo bromas y se alejaban ignorándola-.
Estuvo cerca de media hora más en aquel claro, había una valla que limitaba los previos de la casa con el terreno dedicado a las reses. Ella estaba subida en aquella valla, y tras mirar con curiosidad la caballeriza, se planteó probar por fin esa leche. Ya había extraído la leche de una vaca, su abuelo le había enseñado cómo, le pareció algo muy divertido, pero tenía un mal recuerdo porque su abuelo le dio una bofetada al intentar beber de la leche directamente de la ubre del animal. Primero había que hervirla, le dijo. Pero pese a estas palabras, la joven quedó con ganas de catar el sabor de la leche recién salida de la ubre. Por aquella vez en la que se vio frustrado su intento de saborear aquella leche virgen, y por las burlas de sus primos, se lanzó en una carrera hacia el establo.
Abrió la puerta, no había nadie, al parecer los mozos de la caballeriza no volvían hasta mañana ya que su turno había llegado a su fin. Solo estaba ella, acompañada por 25 de los 27 animales que solían estar en el establo. Comenzó a mirarlos entonces uno a uno. Al parecer las hembras no tenían ubres, lo que las dejaba, a su parecer, incapacitadas para proporcionar leche. Pero dio con el semental, un purasangre de color negro enorme, que, mientras los demás dormían, éste parecía mirar las estrellas mientras meditaba apaciblemente. Su piel era brillante y parecía distar de apenas un milimetro del músculo, tenía una forma excepcional. Saltó la puerta, ya que requería de una llave para entrar y nunca le habían dejado tenerla ni siquiera en las manos. Se sentía violenta empezando a ordeñarlo sin una presentación previa, así que le habló de esta forma:
-Hola caballito. No sé si me conoces, pero yo a ti sí te conozco. Eres el caballo que más le gusta a mi padre, porque eres muy fuerte y bonito. -El caballo bufó al notar la presencia de la joven-. Tengo que pedirte un favor: ¿Podrías darme un poco de leche? Sólo tengo que ordeñarte -Decía al rocín mientras acariciaba la crin aterciopelada-, lo he hecho antes, y sé que no te va a doler nada. Es sólo que quiero probarla. ¿Me dejas?
El caballo movió la cabeza de arriba a abajo ya que disfrutaba de las caricias de la muchacha, gesto que ella interpretó como una señal de aprobación.
-¡Gracias caballito! Si consigo sacar bastante, te daré un poco a ti también. ¿Vale?
Rodeó con la mirada repetidas veces al podenco, éste echaba en falta las caricias de la muchacha y con el hocico empezó a acariciar sus hombros. Ella ensimismada en su objetivo, se arrodilló y caminando con las rodillas entre la paja se introdujo entre sus cuatro patas. El rocín era enorme, pero carecía de ubres, de hecho, sólo tenía una. A la joven esto le extrañó, pero no iba a frenar su curiosidad. Empezó a manosear el miembro del animal de forma curiosa, midiendo su peso, y acercando su nariz para averiguar qué olor tenía. Era algo bastante fuerte, y, en principio le desagradaba, pero continuó con las caricias. El semental empezaba a bufar con más fuerza, se había vuelto revoltoso en su habitación y lucía ahora una erección no muy grande, pero que se convertiría en algo del tamaño del brazo de la muchacha pocos segundos después.
-¿Se está llenando de leche? -Preguntó ilusionada-. ¿Cómo la saco? -Se rió-. Pero si tú no hablas… -Volvió a reír-. Espera, ahora la saco para que bebamos los dos.
El caballo, cada vez más inquieto dio varios pasos hacia el frente, estuvo a punto de pisar a la joven, y ésta, asustada se arrojó al suelo para escapar del movimiento de sus fuertes piernas. Al reincorporarse, enfurecida dio un fuerte empujón al animal que a penas lo movió de su sitio.
-¡Tonto! ¿Por qué me has tirado al suelo? Ahora no te daré nada y me la beberé toda yo sola. -Reflexionó durante un segundo, si no le ofrecía leche al caballo, quizás él no la dejase probar ni una gota-. Bueno, te daré un poquito, pero, ¡Me tienes que dejar sacarla primero!
El caballo, echando en falta aquellas caricias, acercó su hocico y empezó a acariciar el rostro de la muchacha de forma cariñosa.
-Bueno tonto… La partiré entre los dos.
Acarició de nuevo las crines y volvió a arrodillarse, esta vez estaba dispuesta a extraer la leche a cualquier precio, vio como se empezaban a humedecer sus manos a causa de que de la punta del miembro salían pequeñas gotas muy pegajosas de un líquido translúcido y de sabor muy suave. La muchacha, no quería avisar al animal, ya que quería deleitarse ella primero con los primeros sorbos de la leche, y empezó a lamer lentamente la punta del miembro, intentando que el caballo no se diera cuanta de que estaba ya saboreando parte de la leche.
Empezó a impacientarse, salía una gota cada 30 segundos, pero no era suficiente para disfrutar del sabor, de modo que con sus manos empezó a apretar de arriba abajo el gran miembro con el fin de exprimir su contenido. Cada vez que veía una nueva gota, lanzaba la lengua discretamente y la atrapaba para mezclarla con su saliva y así intentar descifrar el sabor que tenía. Empezaron a salir con más frecuencia las pequeñas gotas, y ya, cuando la joven alcanzaba a distinguir un poco el sabor que tenía, algo fuerte, descubría que tampoco era desagradable del todo -Tenía que dar un trago como es debido para juzgar su sabor correctamente-. Y justo entonces escapó a su lengua un pequeño chorro que impactó en su rodilla. La muchacha, asustada, se sorprendió porque el caballo empezó a bufar de forma poco normal, pero no podía echarse atrás ahora.
Entonces, se agachó para probar el chorro que había impactado en su rodilla directamente de su piel. La muchacha de ojos azules y pelo negro como la crin del caballo, inclinó su cabeza para lamer su propia rodilla y limpiarla de aquel preciado líquido que tanto le estaba costando sacar. Empezó a saborearlo, pero no le pareció suficiente para deducir su sabor completamente, de modo que esta vez, con la lección aprendida, no iba a dejar que se escapase ninguno de los brotes de leche que saldrían del miembro, de modo que encerró en su boca el grande del animal para no dejar escapar ni una gota. Mientras tanto, movía con las manos la piel del animal de arriba a abajo de nuevo esperando el siguiente chorro de leche. No tardó mucho en salir el segundo y último chorro. La muchacha agitaba el miembro mientras respiraba violentamente por la nariz ya que tenía la boca cubriendo la punta. Entonces notó el golpe en la lengua del líquido caliente, se apresuró a tragar todo cuanto pudo sin tener tiempo de saborearlo. Tragó una primera vez con poca dificultad, la segunda tuvo ya que hacerlo con bastante prisa porque salía demasiada leche del animal. Intentó hacerlo una tercera, pero no fue capaz; era demasiada la leche que salía del miembro, empezó a toser repetidas veces y a expulsar chorros de saliva mezclada con semen del caballo al suelo mientras éste, aún seguía eyaculando pero ya en su cara. La tos mareó a la muchacha que se cayó al suelo apoyada en las nalgas y el codo izquierdo. Volvió a toser, se limpió la boca un poco y abrió los ojos. Una pequeña gota de aquella leche entró en uno de ellos, se levantó enormemente sorprendida y molesta por la aguda sensación de dolor que invadía su retina. Se tambaleó y calló de nuevo, esta vez acariciándose el ojo que estaba rebosante de lágrimas.
-¡Ah…! Me duele. Caballito, ¿Qué hago? Me duele mucho.
Corrió a ciegas como un perro apoyando en el suelo sus rodillas y las palmas de las manos hasta el bebedero del caballo, y comenzó a echarse agua en grandes cantidades en el ojo intentando retirar los restos de semen de la cara que se estaban empezando a endurecer formando una capa brillante en su rostro.
Ya algo más tranquila e intentando deshacer los nudos que formaban las gotas de esperma ya endurecidas en su pelo, se acercó al caballo y le dijo:
-¿Estás enfadado? Sé que a mamá no le gusta que llore, pero me dolía mucho. -Volvió a mirar el pene del animal que aún goteaba-. ¡Oh! Lo siento no te pude dar nada, espera… -Se agachó e intentó exprimir de nuevo el miembro a lo que el caballo respondió con un bufido aún mayor que los anteriores- ¿No quieres? A mí me hizo daño pero… ¡Porque me cayó en un ojo! Si lo pruebas no sabe tan mal. Pero claro, ahora no vas a poder probar un trago como lo hice yo, lo siento. ¿Pero no te enfadas verdad? -Preguntó acariciando las crines delicadamente-. Mira, mañana traeré un vaso y meteré la leche dentro para que los dos podamos beberla ¿Vale?
El caballo bufó en señal de satisfacción por las caricias en su pelo, y ya colmado de placer, empezó a preguntarse si mañana podría volver a experimentar un placer como aquel.
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