¡Las Bolas no! … – Primera Parte.
No pensé en nada de lo agotada que estaba, mi coño seguía virgen, pero ahora tenía un amante y estaba dispuesta a todo con tal de tenerlo quieto y que no perdiera sus bolas.
Me llamo Carolina, soy una chica típica de esta época, libre, me siento bonita y creo que poseo una libido un tanto desarrollada para mi corta edad, voy al colegio y curso segundo medio. Me encanta mirarme al espejo y presumir mi cuerpo pubescente. Tengo un trasero a forma de corazón con una estrecha cintura, me encanta sentir el aire en mis piernas desnudas cuando uso pantaloncitos cortos o minifalda. No necesito usar sujetadores, mis senos son como copas de champagne y mis pezones protuberantes apuntan hacia el cielo. Me doy cuenta de que mis compañeros tratan de estar cerca de mí, y no solo ellos, mis profesores me siguen con la mirada y algunos tratan de mirar a escondidas mis piernas y mis posaderas. Pero también en casa tengo la atención de mi padre, que mira mi escote boquiabierto y la convergencia de mis muslos cuando visto los pantaloncitos de yoga o leggins.
Nunca me preocupé de esas no tan veladas miradas, quizás mi espíritu exhibicionista me compelía a comportarme en cierto modo. Pero estaba segura de que no podía mostrar mis tetas desnudas o mi coño lampiño a los chicos del colegio, ni a mis profesores y menos a mi padre. Solo que yo quería que alguien admirara mi juvenil cuerpo. Entonces me di cuenta de que había otro ser en casa que podía mirarme y admirarme sin mayores complicaciones. Nuestro perro Scotty. Un Pastor Alemán de dos años de raza pura certificada que papá había comprado con la idea de cruzarlo con perras de su raza y comercializarlos en la Internet.
Scotty tiene una lengua larguísima, unos colmillos amenazantes, unos ojos marrones muy dulces. A dos años pesaba tanto como yo y ya me había visto en ropa interior cuando me cambiaba y él estaba en mi pieza. Sé que mi padre tenía intenciones de carácter comerciales con él, pero instintivamente encontré que él podía ser adiestrado para otras cosas.
Si podemos darle una fecha de inicio, todo comenzó al principio del segundo semestre del colegio, llegaban los días templados de la primavera y algunos más cálidos que presagiaban un verano caluroso. Me sentía un tanto frustrada, pues me consideraba de estar lista para tener relaciones sexuales, pero ni siquiera tenía un novio. Encontraba a los chicos del colegio muy tontos. No me imaginaba a ninguno de ellos teniendo sexo conmigo. Mi joven cuerpo y exuberante juventud mantenían mi coño mojado permanentemente.
Ese día en el colegio apareció un chico que no había notado con anterioridad, comencé a coquetear con él esperando se acercara y me invitara a salir. Podía ver sobre la tela de sus jeans el dibujo de un magnífico pene grande y duro, mi coño se derritió bañando mis bragas, me ajusté la blusa para hacerle notar mis tetas y me subí la falda unos cuantos centímetros para que admirara el bronceado de mis muslos, le sonreí y él me devolvió la sonrisa. Todo parecía que marchaba bien, me miraba insistentemente y casi ya se estaba decidiendo a venir hacia mí, entonces apareció otra chica de no sé dónde, lo tomó del brazo y se alejó con él ¡Maldita la puta esa!
Llegué a casa abrumada y apesadumbrada, Scotty salió a recibirme meneando su sola, lo abracé con fuerza y se fue conmigo a mi habitación, estaba lista para llorar. Me detuve frente al espejo de mi armario y miré mi cuerpo ¡Qué diablos pasa conmigo? ¿Por qué no logro tener un novio? Comencé a examinar mis formas reflejadas en el espejo mientras me desnudaba.
Mi cara era bonita, mis cabellos largos y rubios, mis ojos centelleaban pasión, mi cuerpo era sinuoso con pechos redondos y en desarrollo constante, ya había cambiado la talla de mi sujetador dos veces y mis tetas seguían creciendo. Mis piernas eran largas y torneadas, mi trasero redondito y firme, mi coño apretado, rosado y con incipiente vellosidad dorada como el oro.
Terminé de quitarme las bragas y las pateé a un costado, miré mi vientre plano e inspeccioné mi hendedura vaginal. Rasqué mis suaves vellos dorados y con un dedo comprobé la humedad de mi chocho, con dos dedos separé mis labios mayores y con la otra mano toqué la calidez que emanaban mis carnes virginales. No pude resistirme y comencé a dedear mi coño famélico de verga, me giré y el espejo me devolvió una imagen de mi culo perfecto, con mi dedo húmedo de fluidos me abrí camino en medio de las nalgas y rocé el pequeño orificio de mi ano rugoso y marrón.
Froté mi coño con desesperación y comencé a fantasear con el muchacho que había visto en el colegio, mientras revolvía mis dedos dentro de mi conchita, me parecía tener su voluminosa verga penetrándome y rompiendo mi himen. Me hubiese gustado chupar su pija enardecida y dura, poner mis manos alrededor de su barrote de carne y magrearlo hasta sentir la tibieza de las gotitas de su semen deslizarse entre mis dedos. Entonces engullir su polla hasta sentirla que me quitaba el aliento y masajear sus bolas candentes y cargadas de más esperma, para luego dejarlo que me taladrara mi coño empapado y me llenara con su lechita caliente y pegajosa. Esto no fallaba y siempre me llevaba al pináculo de un orgasmo exquisito, haciéndome convulsionar sobre el piso o sobre mi cama, ya que era tan potente que no podía permanecer en pie.
Al término de ese momento crucial, me percaté de que Scotty olisqueaba mis bragas, luego las tomó en su hocico y las zamarreó en el aire, después se acercó a mí, las deposito a mis pies y comenzó a lamber mi prenda íntima, a ratos alzaba su cabeza y me miraba expectante ¿Qué querrá de mí este animal bobo? Pensé.
—¡Oh!, cariño … ¿Te gustan mis bragas? …
Scotty me hacía unas divertidas caras raras y bobas, sabía que no podía responderme, pero a mi me gustaba interpelarlo en muchas ocasiones.
—¿Están bonitas? … ¿Te gusta lo que hueles en ellas? …
Scotty hizo una especie de divertidos y suaves rugidos y me ladró un par de veces.
—¿Hueles que mi coño está listo para follar? …
Scotty ladeó su hermosa cabeza, aguzó sus orejas y me miró jadeante con la mitad de su lengua fuera de su hocico, era una tonta expresión, pero yo la adoraba.
—¿Crees que soy bastante bonita para follar con un chico? …
Scotty prestaba mucha atención a mi discurso humano y realmente incomprensible para él. Era lo suficientemente inteligente para saber de que me estaba dirigiendo a él cuando le hablaba, pero sin entender a cabalidad mis preguntas. Lo vi que se agachaba a recoger mis húmedas bragas, las volvió a olfatear y a lengüetear, me recordé de que ya me había arruinado un par de estas mordisqueando el sector a contacto con mi coño, entonces me agaché y se las quité:
—¡Oh, no Scotty! … no volverás a romperme otro par de bragas …
Esto lo desconcertó, se quedó mirándome expectante para ver si yo las lanzaba hacia algún lado, como si fuera un juego, bajé mi mano libre y le rasqué su cabezota juguetona cariñosamente. ¿Qué tienen de bueno un par de bragas usadas y malolientes? Imaginé que olían a orina y pedos … y … como un flashazo algo cruzó por mi mente y tuve una idea:
—Es el olor de mi coño lo que te seduce y te gusta tanto, ¿verdad? …
Caminé directamente hacia él con mi ingle hacia adelante, inmediatamente Scotty trató de enterrar su hocico entre mis piernas. Su nariz estaba fría contra mi rajita caliente y mojada.
—¡Uyuyuy! … ¡Es mi coño! …
Apenas sentí su larga y áspera lengua recorrer los hinchados y rojizos labios de mi dulce conchita adolescente, eché el culo para atrás, la sensación simplemente me abrumó y sorprendió.
—¡Qué perro más loco! … ¡Eres un perro travieso y caliente, Scotty! …
Mi coño comenzó a generar fluidos como nunca y sentí que se calentaba y se contraía placenteramente. A él no le interesaban ni entendía mis dichos, lo único que deseaba era seguir oliendo ese aroma femenino maravilloso. Me ladró y gimió haciendo reverencias a mi chocho bañado de su baba:
—Realmente te gusta mi chocho, ¿No es así, perrito? …
Scotty volvió a acercarse a mi coño empujando su nariz en mi apretada hendedura, olfateaba y lamía una y otra vez. No pude soportarlo más y me alejé de su lengua invasora. Él gimió lastimeramente y me siguió, yo levantaba mis piernas para alejar su hocico de mí, pero el no cejaba en su intento por lamer mi conchita. Me di vuelta y corrí alrededor de mi cama. Scotty me ladró y se vino detrás de mí, sentí su húmedo y frio hocico entre mis nalgas que alcazaba mi coño desde atrás, olió mi trasero y su lengua me hizo erizar la piel cuando lamió mi diminuto orificio anal.
—¡Scotty! … ¡No … Scotty, basta ya! …
Pero él estaba obsesionado con mi chocho y no entendía razones. Me pareció muy similar a cuando mamá alzaba un bistec en el aire y él se desesperaba y brincaba hasta alcanzarlo. Scotty tenía hambre de coño humano, creí fuese divertido hacerlo desvariar un poco y molestarlo con mi chuchita cálida y empapada.
Retrocedí y meneé mis posaderas hacia él, inmediatamente Scotty incrustó su nariz entre mis glúteos acercándose a la encantadora esencia de hembra que irradiaba desde mi coño enrojecido y caliente. Me alejé bailando y contoneando mi culo burlándome de él, Scotty me ladró y trato de asirme por mis caderas casi haciéndome caer, arranqué saltando por sobre mi cama, él me siguió ladrando. Me detuve abriendo mis piernas y lo dejé olerme desde atrás, Scotty enterró su nariz en mi culo y su lengua en mi coño, di un salto pues la sensación fue abrasadora, hasta mis tetas sintieron ese impulso animalesco de contracciones de mi chocho. Gruñí como una perra en celo mientras Scotty saltaba detrás de mí empujando su lengua dentro de mi coño.
Por largo rato jugamos al pillarse, yo le bailaba meneando mi concha en su hocico y el gemía y ladraba tratando de meter su nariz y su jeta con su lengua maravillosa. Me lamió los labios haciéndome erizar la piel y me causo un estremecimiento cuando me envolvió la cintura con sus patas peludas.
—¡Ayyá!, perro tonto … ¿Qué pretendes? …
Fue entonces que me fije en sus cuartos traseros, de su peluda funda estaba saliendo una puntiaguda verga rojo-azulina, una pequeña polla de perro aerodinámica como un proyectil. Cómo la puntita de un lápiz labial. Cuando era más cachorro yo había visto una delgada pija de perrito, pero esto era diferente. Su tamaño era considerablemente más grande que en ese entonces.
—¿No me digas que te estás poniendo cachondo con mi coño? …
Me causo risa, lo miré y él se sentó a mirarme con su cara ladeada y su gran pija rosada bien paradita entre sus patas.
—¿Esa erección de perrito es por mí, Scotty? …
Por toda respuesta él se echó a lamer su verga, esto enardeció mi coño. Debía excitarlo aún más. No podía molestar a los chicos con mi chocho dorado, pero a Scotty sí. Me giré y con mis manos abrí mis nalgas mostrándole mi culo abierto, así él podía tener acceso a mi acogedora conchita y a mi delicioso ano contemporáneamente.
—¡Huéleme! … ¡Huele mi trasero, Scotty! …
Me quedé quietecita para volver sentir esa lengua gruesa y húmeda. Scotty olisqueó el aire en modo malicioso y sospechoso. Había un olor que lo volvía loco, pero sabía que yo no le dejaba hacer lo que él quería hacer, solo que él sabía muy bien de adonde provenía esa esencia intoxicante como una droga, se paró casi fatigosamente y olfateó mis pantorrillas, luego el interno de mis muslos y sorpresivamente empujo su lengua penetrando la pequeña abertura de mí coño saboreando los fluidos que empapaban mí almejita.
Me sentí electrizada y paralizada, apreté mis glúteos, sonreí sintiéndome deseada y sexy. No me moví ni un centímetro, su nariz fría y húmeda me hacía cosquillas en mí conchita, los pelos de su hocico hormigueaban mis tiernos muslos.
—¡Oh!, Scotty … ¡Eres un perro tonto! …
Lo dejé oler y resoplar sobre mi chocho, estaba extasiada con la nueva sensación, abrí más mis piernas moviendo mi trasero de un lado al otro sobre su hocico, alejándome y acercándome a sus lamidas, mi coño rezumaba, goteaba fluidos y me estaba estremeciendo con sus lengüetazos que se hacían cada vez más profundos.
—¡Oh!, Scotty … ¡Eres un encanto! …
Me giré y le di unas palmaditas en su cabeza mientras él persistía en su empeño en lamer mi chocho, la tibieza de su lengua se sentía caliente en comparación con su fría nariz. La sensación de tener algo cálido y húmedo deslizándose sobre los labios de mi coño era extraña y nueva. Era muy diferente a mis dedos duros y resbaladizos. Se sentía muy, pero muy bien. Pero también sentía que estaba muy, pero muy mal. Había sentimientos encontrados y me sentí con la superioridad para reprocharlo, lo apunté con el dedo acusador de mi mano derecha, pero el tono de mi voz era jocoso y casi me venía de reír mirando sus divertidos ojos brillantes. Además, bajo su vientre había un pene enorme, brillaba con un color rojo oscuro, amoratado, cubierto de venas azulinas y en algún modo un poco torcido.
—¡Oh!, Scotty … ¡Eres un perro pervertido! … ¡Guau! … ¡Pero qué cosa tan grande! …
Sabía que en algún modo yo era la responsable de esa gigantesca erección de Scotty. Estaba cachonda y había hecho que Scotty se sintiera caliente, haciendo que su polla de perrito se endureciera y estuviera pronta a follar una perrita. Ese era el poder de mi coño adolescente, me sentí poderosa frente a este travieso animal que se había excitado con el olor de mí conchita.
—¡Oh!, Scotty … ¡Que gran erección que tienes! …
Jugando a remedar una voz masculina, puse una mano en mi boca y me respondí yo misma:
—¡Para follarte mejor, cariño! …
Me sentí un tanto depravada al decir esto, aun cuando fuese en tono de broma. Por supuesto que jamás dejaría que un canino me follara, no había discusión al respecto. También era evidente que la erección de Scotty era debido a la proximidad de mi coño. Esa polla enardecida y dura era porque yo le había permitido de meter su lengua al interno de mi conchita. Era obvio que Scotty quería mi chocho para follarlo, me parecía una cosa divertida, pero demasiado licenciosa como para tenerla siquiera en consideración. Pero me halagaba de estar en posesión de un poder tal de hacer que hasta un perro se excitara sintiendo y saboreando mis fluidos vaginales.
—Deveras te gusta mi pequeño coñito, ¿verdad? …
Giré en torno a él bailando desnuda, a ratos me inclinaba y le dejaba tocarme. La inmensa polla de él se balanceaba bajo su vientre mientras me perseguía. Más de una vez intento subirse a mi espalda, lo que me causaba una risa hilarante. Mi coño estaba tan caliente y mojado que un hilillo de fluidos mezclados a la baba de Scotty, había comenzado a escurrir por el interno de mis muslos. También él estaba muy excitado con su turgente pija endurecida y crecida al máximo.
Seguí corriendo dentro de mi cuarto escondiéndome detrás del escritorio, sentándome en una silla con mis piernas juntas para ocultar mi coño, subiéndome a mi cama para volver a bajar por el lado opuesto. En esos momentos el saltaba sobre mi espalda y sentí su verga golpear mis nalgas y glúteos, salpicaba mis piernas con su esperma de perrito, pero yo me alejaba rápidamente no permitiéndole atraparme. Toda esta frenética actividad me produjo unos deseos irrefrenables de correrme, necesitaba un desahogo en forma urgente, mi coño era un volcán en erupción, me deje caer de espaldas sobre mi cama y Scotty saltó detrás de mí. Se quedo jadeante, media lengua fuera de su hocico y una divertida expresión en su carita mientras me miraba recostada. Toqué la punta de mis pezones estaban duros como nunca, los apreté y junté mis piernas sicalípticamente, me mordí mi labio inferior bajo la atenta mirada de Scotty.
—Esto ha sido muy divertido, perrito … pero ahora déjame en paz pues necesito correrme …
Amasé mis tetas pellizcando mis pezones y él ladeó la cabeza interrogativamente.
—¿Mis tetas? … ¿También te gustan mis tetitas, Scotty? … ¿Quieres lamer mi pezoncitos, perrito? …
Aferré mi seno derecho y lo apunté con mi duro pezón, su larga lengua salió como en cámara lenta de su hocico y casi se enroscó en mi puntiagudo seno.
—¡Ooohhh!, Scotty … lame un poco más mis tetas gorditas, buen perrito …
Como si hubiese entendido, él comenzó a barrer mis senos y a pringarme con su baba caliente, muy pronto mis pechos brillaban con los lengüetazos que él me procuraba. Yo le elogiaba y acariciaba sus orejas, presionando su hocico sobre mis tetas. Por un momento imaginé a un chico besando y mordisqueando mis endurecidos pezones. Pero el interés principal de él era mi coño y después de bañar mis senos con su lengua, se desplazó a lamber mi vientre y la convergencia de mis muslos, rozando mi monte de venus y mis labios hinchados y protuberantes, como recompensa a sus acuciosas lengüeteadas, le deje hacer empujando mis caderas contra su hocico que presionaba intentando abrir mis piernas.
—¡Ooohhh!, Scotty … ¡Qué lengua mas larga y caliente que tienes! …
Me estaba haciendo gemir y follar su hocico, como pude bajé mi mano que se deslizó a tocar mis labios empapados y calientes, mi dedo tocó suavemente mi clítoris que se erguía entre mis suaves vellos dorados, esto me hizo estremecer, apretando mis muslos y levantando hacia arriba mis piernas apretadas. La sensación era abrumadora, me provocaba escalofríos y mi piel se erizaba bajo la diestra lengua de Scotty. Persiguiendo mi coño, él casi se cae de la cama, así que, para facilitarle las cosas, me senté al borde de la cama, abrí un poco los labios de mi chocho y comencé a acariciar mi encharcada almejita. Muy pronto Scotty se ubicó entre mis piernas colgantes y comenzó a drenar mis fluidos con su lengua devoradora, yo ensimismada en mis sensaciones lo empujaba tratando de follar mi coño con mis dedos, el gemía lastimeramente al sentir mi rechazo, no me dejaba concentrarme en mis deseos de correrme:
—¡Urgh! … ¿Qué quieres perro tonto? … ¿No ves que estoy tratando de masturbarme para correrme y tú con tus lamentos no me dejas concentrarme? …
Sabía que si el continuaba con sus plañidos no me dejaría terminar mi sesión masturbatoria. Pensé en darle un par de patadas y echarlo de mi pieza, pero no quería levantarme de la cama sin concluir con el desahogo de mi cuquita, entonces se me pasó por la mente de dejarlo hacer y que colaborara a mis placeres carnales, para ello me hice más al borde de la cama y abrí bien mis piernas, así él podría olerme y dejaría de quejarse en modo lastimoso.
—¡Ya! … puedes olerme mientras me toco … y déjate de llorisquear como un perro maricón …
Sabía que él quería lo que le estaba dando y en fondo de mi mente pensaba que quizás sería beneficioso también para mí, tal vez él pudiera darme algo más que lambidas.
Mis gemidos surgieron espontáneos, mientras dedeaba mí coño expuesto, rápidamente el lóbulo olfativo de Scotty se centró en la esencia sexual de mí chocho, empujó su nariz profundamente en mi ojete vaginal haciendo alzar un poco las piernas y abriéndolas un poco más para él. En algún modo él se percató de que ya no huiría, resopló complacido y comenzó a lamer mi coño, penetrándome con su lengua en profundidad para así beber y saciarse con mis jugos vaginales.
Scotty lamía mis dedos y mi cuquita en modo enfebrecido, saqué los dedos de mí coño y le dejé vía libre a su lengua incansable que recorría los vericuetos de mi conchita procurándome nuevas sensaciones que me hacían disfrutar, gemir y contorsionar de placer todo mi cuerpo, la planta de mis pies estaban encorvadas y los deditos se abrían y cerraban, el goce era demencial y él se estaba festinando con mi chuchita.
—¡Aaaahhhh! … ¡Uhmmmmm! … ¡Ssssiiii! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡Uhmm! … ¡Uhmm! …
El hormigueo en los labios menores de mi coño era insoportable, estaba tiritando frenéticamente y se me escapaban chillidos y gritos de placer, su lengua gorda y húmeda se deslizaba enérgicamente sobre mí apretado, sabroso y jugoso chocho, luego sucedió aquello … su lengua golpeó mi clítoris:
—¡Oh!, Scotty … ¡Oh!, Santo Dios … ¡Eso se siente increíble! … ¡Oh!, mi Dios …
Mi coño rezumaba y goteaba considerables cantidades de fluidos. El perro lamía y sorbía como un sediento, luego la punta de su lengua se encanaló dentro de mí apertura buscando más y más de mis exquisitas secreciones femeninas. Froté mi clítoris con fuerza y arrebato, la lengua de Scotty entraba y salía de mi panocha. Restregué furiosamente mi botoncito escondido por mis dorados vellitos, Scotty empujó su lengua caliente por recónditos lugares de mi coño y el cielo se abrió. Un relámpago electrificó todo mi cuerpo, nubes multicolores inundaron todos mis sentidos, mi cerebro fue obnubilado por maravillosas sensaciones, mis muslos eran recorridos por cientos de miles de estímulos que hormigueaban sobre mi piel, mi voz se quebró en sollozos, gemidos, quejidos y después sonoras carcajadas descontroladas, mi orgasmo era infinito, maravillosamente inacabable, inexorablemente irresistible, todo mi cuerpo se entregó a estos espasmos deliciosos.
—¡Oooohhhh! … ¡Scotty! … ¡Scotty! … ¡Scotty! …
Llevé mis manos a mis pechos que temblaban, aplasté mi seno izquierdo mientras tironeaba y pellizcaba mi teta derecha, mis tetas hormigueaban con impulsos eléctricos demenciales, mi clítoris parecía pronto a explotar, el placer era también doloroso, no podía soportar más roces de esa lengua persistente que golpeaba y separaba mis labios mayores, para terminar estrellándose contra mi botoncito sensible haciéndome plegar en posición fetal, escondiendo mi panocha a la lengua torturadora de Scotty. Jamás nunca me había corrido de esta manera bestial. Cuando una ola orgásmica parecía terminar, una nueva se apoderaba de mi cuerpo y me hacía convulsionar.
—¡Ayayay! … ¡Ay! … ¡Oooohhhh! … ¡Argh! … ¡Uhmmmmm! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! …
Mantuve mis piernas cerradas con fuerza para alejar la lengua de Scotty de mí hipersensible coño, lo sentía lamer mis nalgas y a ratos se interesaba directamente en lamer mi ano, también disfrutaba esos lamidos, pero estaba en una especie de letargo, casi inerte sobre el edredón intentando de reponerme de esta abrumadora sensación post orgásmica.
—¡Oh!, Scotty … ¡Qué maravillosa lengua que tienes! …
Con los ojos cerrados y mi mente en blanco experimentaba pequeñas y placenteras olas de goce que todavía remecían mi cuerpo. En algún modo sabía que esta no iba a ser la última vez que Scotty y yo nos juntáramos a disfrutar mutuamente el uno del otro. Una cosa que se estaba formando en mi mente, es que el disfrute mayor había sido el mío, el pobre Scotty solo había sido un instrumento para mi propio placer. El pobrecito continuaba con su verga totalmente fuera de su funda y sin un desahogo oportuno. Me sentí en parte culpable, pero por el momento no tenía la solución a esa parte del problema. ¿Cómo hacer para que él goce tanto cómo yo? … Si él me lame, ¿Podría yo también lamer su pija? … Me parecía un poco indecente, ¿A qué cosa sabrá su polla? …
Me levanté y me encaminé a mi baño, él vino a olfatear mi coño una vez más, pero chorreaba fluidos y lo sentía demasiado sensible para dejarlo acercarse más, él gemía en modo implorante, continuaba a rociar mi alfombra con líquido de perrito preseminal. Sus lastimeros gemidos parecían estar implorando que lo ayudara a liberarse de esa tortura. Cerré la puerta del baño y le dejé sufrir.
Pasaron varios días antes de que volviera a sentir esa urgencia de satisfacer mis apetitos sexuales, pero esta vez ya sabía a quién acudir, solo que me consumía el arrepentimiento de tener que hacerlo con un perro. No había ninguna duda de que el animal me procuraba un placer gigantesco, inigualable e irrenunciable. También me causaba un cierto remordimiento de que el principal artífice de mi placer se quedara sin una satisfacción propia. Me parecía más que justo retribuir el goce recibido. Pero ¿Cómo hacer que Scotty gozara a la par mía? Una idea ya se estaba formando en mi mente, pero de seguro debería ser un poco más osada con él. Esa mañana me levante con algunos gritos de mamá.
—¡Esteban! … ¡Ven a ver qué está haciendo tu perro asqueroso! … ¡No lo puedo aguantar más! …
Esteban es mi padre, y la que grita es Alessandra, mi madre. No sé a qué se refería mi madre, pero me lo podía imaginar, sin esfuerzo me vino la imagen de Scotty chupando su entera polla echado en la alfombra de la sala, una escena que no me podía perder. Rápidamente salí de mi habitación y efectivamente, mamá con ojos desorbitados miraba la tremenda pija de Scotty, esta vez parecía de un color rosado brilloso, parte de su bola también estaba fuera de la funda, unos veinticinco o más centímetros de verga canina lustrosa y pulsante, la larga lengua de Scotty abrazaba todo el grosor de su miembro y lo lamía con gusto. Mamá lo miraba y no puedo decir que su mirada fuera del todo de disgusto tenía el nudillo de su dedo índice derecho en su boca y lo mordía suavemente, quizás imaginando la polla de Scotty en su boca, apenas me vio bajo su mano y nerviosamente me dijo:
—¿Y tú? … ¿Qué haces ahí parada? … ¡No tienes edad para ver estas obscenidades! …
—Pero, mami … ya nos enseñaron todo aquello en el colegio …
—No me importa nada … ¡Vete a tú cuarto! …
En eso apareció papá, sé que él defiende a Scotty, así que, para no hacer enfuriar más a mi madre, me retiré a mi habitación, pero no cerré del todo la puerta
—¿Ah? … ¡Veamos! … ¿Qué ha hecho Scotty ahora? …
Preguntó mi padre en tono entre serio y socarrón.
—¡Ay!, Esteban … tú no me tomas en serio … tú perro de mierda trató de follar mi pierna … no voy a permitir que ande con su polla obscena en muestra, como si fuera un juguete … ¡Mi Dios!, trató de follar a mi amiga Teres … le dejo sus medias mojadas con su pene chorreante … no aguantaré más a ese asqueroso en esta casa …
Mi madre sonaba casi histérica, chillaba y gesticulaba vehementemente para hacer comprender a mi padre su enojo con Scotty. Mi padre movía su cabeza y continuaba argumentando en defensa de nuestra mascota, trataba de apaciguar la ira de mí madre.
—¡Oh!, cariño … él solo quiere ser amistoso … no es un peligro para nadie …
Mi madre no cejaba en su actitud y elevaba aún más su voz.
—¡Esteban! … ¡No has escuchado nada de lo que te he dicho! … ¡No lo voy a tolerar ni un minuto más! … o lo llevas a alguna parte para que se desahogue o haces que le corten sus pelotas …
—¿Qué? … ¿Estás loca? … ¡No puedo hacer eso! … ¡Scotty es como de la familia! … tengo dos perras para él, pero aún no entran en celo … debes tener paciencia …
—¡No señor! … ¡Si no lo haces tú mismo … yo misma le cortaré las bolas! …
Grito mi mamá en desesperación. Cautamente entré a la discusión:
—¿A quién quieren cortarle las bolas? …
—¡A ese perro asqueroso … a Scotty! … ¡Trata de follar todo lo que se le pone por delante! …
Dijo mi madre tratando de llevarme a su lado para reforzar sus argumentaciones. Yo sabía que desde cuando lo había comenzado a molestar, Scotty había aumentado su ímpetu por montar cualquier cosa que encontrara cerca, en parte era mi culpa, incluso una vez lo deje montar mi pierna y termino embadurnándome con su semen de perrito, en ese momento me provoco un poco de asco, pero también lujuria y terribles deseos de correrme junto a él. Yo le había provocado mostrándole mi jugoso coño adolescente, lo había excitado hasta el paroxismo y no le había dado un desahogo. Me hubiese gustado que los chicos de colegio se calentaran tanto como Scotty. Mi madre me agarró del brazo y me preguntó:
—¿Alguna vez ha tratado de follarte a ti también? …
—Bueno … ¡Emh! … Sí … un par de veces … Pero es una tontera de él … es solo un gran tonto …
—¡Jesús! … ¡Jesús! … ¡Esteban! … ¿Has escuchado? … ¡Ha tratado de follar a tú hija! … ¡Esto es el colmo! … ¡Llamaré ahora mismo al veterinario! …
Mamá hizo amago de tomar el teléfono, pero mi padre se lo impidió y le dijo:
—¡Querida! … ¡He pagado mucho dinero por este perro! …
Mi padre trataba de defender su inversión y me pareció apropiado ayudarle, ya que si mamá persistía yo ya no podría jugar con él, que lamiera mi coño o tocar sus erecciones, así que intervine:
—¡Mami! … ¡No puedes lastimar a Scotty! … ¡Él es sensible y hace todo eso por su naturaleza! …
Mi madre titubeo un instante y papá aprovecho oportunamente el momento.
—¡Está bien! … ¡Lo voy a entrenar! … ¡Llamaré al lugar donde lo compré para que me aconsejen! …
—¿Y cuando tienes tiempo tú para entrenarlo? … ¡Trabajas todo el día y también los fines de semana! … ¿No es más simple castrarlo? …
—¡Umhh! … ¡Bueno! … ¡Emh! …
No podía dejar que papá vacilara y se dejara convencer por mamá, así que volví a intervenir en sus diálogos.
—¡Eso sería muy cruel, mamá! … ¡No podemos hacer que le corten sus bolitas! …
Corrí hacia Scotty que nos miraba ignaro de lo que estábamos discutiendo y lo abracé con fuerza.
—¡Pero, hija … eso no le va a doler! … ¡Será adormecido durante la operación! …
Dijo mi madre indolente, luego señaló con sus dedos haciendo pequeños círculos hacía la parte inferior de Scotty.
—… ¡Y cuando se despierte ya no será tan agresivo y no tendremos a la vista esa cosa suya! …
Miré hacia donde señalaba mamá y me di cuenta de que Scotty estaba teniendo otra tremenda erección, quizás olía mi coño caliente. Me puse de pie abruptamente a sabiendas de ser yo la que le causaba ese estado de excitación. Desafortunadamente le había mal acostumbrado al olor y sabor de mi coño. Él no era culpable de esto, yo le había habituado a que se excitara con un chocho humano y no con una chuchita de perrita. Debía hacer algo para ayudarle.
—¡Yo! … ¡Yo le voy a entrenar! …
Dije sin siquiera darme cuenta de lo que estaba diciendo, fue todo muy rápido. Mamá me miró asombrada y papá atónito e incrédulo.
—¡Por favor, mamá! … ¡Papi, deja que yo le enseñe! … ¡No quiero que se le haga daño! …
Mamá se llevó su mano a la barbilla y su rostro adquirió una semblanza pensativa.
—¡Bueno! … ¡Uhmm! …
Papá en cambio se animó y rápidamente exclamó.
—¡Excelente! … Te conseguiré una cita con el adiestrador y así él te dará lecciones de como entrenar a nuestro Scotty … sé que tienen clases de obediencia, entre otras cosas …
Mamá no dijo nada al respecto, solo se volteó y se alejó dejándonos solo con Scotty que ni siquiera imaginaba de lo que se había escapado. Papá dijo que me mantendría informada sobre el lugar donde llevar a Scotty y se fue.
El sábado siguiente papá me llevó a la perrera donde entrenaríamos a Scotty, lo llevé con bozal y correa de cuero. Conocí a la adiestradora de perros, una verdadera Cesar Milán, cabellos grises, delgada, dientes blancos brillantes, tenía un ceño ligeramente adusto, pero sonreía con facilidad. El primer día le enseño cosas básicas de comportamiento y algunos comandos como “Siéntate”, “Acuéstate”, “No te muevas”, “Gira sobre ti mismo”. Me admiré de como Scotty ejecutaba las ordenes con movimientos precisos y disciplinados.
Al final de la clase esperé que todos los otros dueños se fueran y me acerque a la adiestradora de nombre Myriam. Sucintamente le expliqué el porqué estaba allí con Scotty, las amenazas de mamá y el comportamiento de Scotty como macho dominante. Me miró sonriente y comprensiva, había captado inmediatamente cual era nuestro principal problema con Scotty y su inmensa e inoportuna polla.
—Entonces … ¿Este es el primer perro de la familia? …
—Así es …
Bueno a esta edad, los perros machos son así, se excitarán. Es una cosa natural. Tu madre deberá entender esto o tu padre deberá renunciar al negocio de la crianza. Me pareció oportuno precisar algunas cosas.
—Pero … ¿No podría yo entrenarlo para que no tenga esas … erecciones … por ejemplo?
Sentí que mis mejillas se ruborizaron al hacer esta pregunta. Myriam me miró divertida y me dijo:
—Podríamos enseñarlo a no follar las piernas de tu madre y a comportarse ante otra gente, pero sus erecciones son una cosa natural … y si no tiene un desahogo seguirán manifestándose … la única forma de minimizar o evitar esas erecciones, querida … sería … ¡emh! … hacerlo que se desahogue en algún modo …
La miré un tanto confundida, no sabía si me estaba diciendo lo que yo ya había comprendido.
—¡Umh! … ¿Qué se desahogue? … ¿Y cómo? …
—Querida … él es un macho … al igual que los hombres … él tiene necesidades … las necesidades de un macho son más fuertes que la de las mujeres … ¿Entiendes de que estoy hablando? …
—¿De sexo? …
—¡Exactamente! … entonces si quieres que él esté un poco más tranquilo … tienes que procurarle un desahogo, hay que aliviar de vez en cuando la presión que él siente … ¿Entiendes? …
—¿Quieres decir que …? …
—¡Sí!, eso es lo que quiero decir … tienes que hacerlo tú … literalmente … tienes que tomar el asunto en tus propias manos …
—Y … ¿Podría mostrarme cómo? …
Me miró un poco molesta y me dijo:
—Tienes que descubrirlo por ti misma … te daré la dirección de algunos sitios de internet donde podrás encontrar suficiente material al respecto …
Scotty detrás de mi trataba de olfatear mi culo desde atrás y Myriam se percató de ello.
—Creo que no tendrás dificultad alguna para aprender a hacerlo … veo que le gustas mucho a tu perro … pero tienes que aprender a controlarlo y definitivamente mantener su hocico fuera de tu entrepierna … al menos frente a la gente, cariño …
¡Oh, mi Dios!, se dio cuenta de que estaba olisqueando mi chocho. ¡Oh, mi Dios!, ¿Ella sabe? ¡Oh, mi Dios!, ¡Si que sabe? Me puse roja como un tomate, me hubiese gustado dar media vuelta y huir de allí. Pero ella con una encantadora y tranquilizadora voz agregó.
—¡No debes avergonzarte! … ¡Yo también amo a los perros! …
Su cara era una incógnita, no revelaba nada. Luego volviendo a su tono profesional me dijo:
—Tienes solo que incentivar el buen comportamiento y corregir cuando él se comporte mal … veras que entenderá a no ser inoportuno y aprenderá que hay un lugar y un momento para todo …
Eso fue lo último que me dijo la adiestradora. Más empoderada me llevé a Scotty a casa, lo primero que hice fue conectarme y navegar en la red en busca de los sitios que me recomendó Myriam. Para mí fue una sorpresa toda enterarme de los que se puede hacer con un macho como Scotty. Vi a toda clase de perros, chicos y grandes, altos y bajitos, flacos y gordos. Absolutamente todos follaban con chicas estupendas. Algunas tomaban sus pollas en sus manos y le hacía correrse entre sus dedos. Otras chupaban sus vergas chorreantes y se bañaban en líquido de perrito. Al final de la tarde mi coño estaba en llamas y solo me faltaba practicar. Por suerte ese sábado, como todos los sábados, mamá y papá salían a divertirse a la ciudad y nos quedamos solos Scotty y yo.
Primero me fui a lavar mi encharcado coño que se contraía de solo imaginar todo lo que había visto en videos, metí mi jabón Le Sancy redondo y grueso por entero en mi ojete vaginal y lo restregué hasta correrme, necesitaba ese desahogo momentáneo, necesitaba sentir algo grueso forzando la entrada de mi virginal vagina, me corrí hasta quedar arrodillada bajo la ducha y con el agua que escurría y bañaba mi cuerpo trepidante.
Mientras estaba preparando un refrigerio para mí y llenando las escudillas de Scotty con su alimento, mamá y papá pasaron por la cocina a despedirse, no pude dejar de mostrar con orgullo a mis genitores lo que había aprendido Scotty. Afortunadamente él colaboró a la perfección y se ganó un rasqueteo en sus orejas por parte de mi madre y unas palmaditas en su lomo por parte de mi padre. Explique a mamá lo que había dicho la maestra sobre las erecciones de Scotty y que tenía solución, sin dilucidar los pormenores, a lo que mamá dijo:
—Bueno … él es un macho indudablemente … creo que puedo vivir viendo de vez en cuando su pequeña polla, siempre y cuando deje de olfatear y follar todo lo que tiene a la vista …
—No tienes de que preocuparte, mami … yo le enseñare bien …
Mis padres se fueron a disfrutar la noche y yo me quedé a cenar con Scotty en la cocina. Luego de limpiar los indumentos que habíamos ensuciados. Scotty comenzó a tratar de meter su nariz bajo mi bata, quizás presentía que debajo de ella no portaba ropa interior, traté de que obedeciera mis ordenes, pero sus impulsos eran repetidos y me encontré empujando su hocico lejos de mis piernas una y otra vez. Entonces recordé que la adiestradora me había dicho que su desahogo era muy importante para lograr concentración y obediencia. Además, me fije que debajo de su vientre asomaba ya su rojiza verga, de seguro que él olfateaba mi dulce y perfumado coño, le había habituado a mi chocho y aún cuando no le permitía follarme, el no conocía otro coño que el mío, yo era su perrita que quizás algún día podría ser impregnada con su semilla. Pero comprendí que también esta era una oportunidad para enseñarle comportamiento.
—¡No!, Scotty …
Me dirigí a la puerta que da al patio y lo eché afuera. Scotty se volvió a mirarme, luego se acercó a un arbusto a marcar su territorio, levantó una pata y orinó la planta sin despegar sus ojos de mí, luego vino a la puerta, le deje entrar y con mi mano alcance su funda bañada con restos de orina. Él se dejó acariciar sin moverse. Tomé su collar y lo tironeé para que me siguiera.
—¡Vamos, chico! … es hora de que te enseñe algunas cosas …
Lo llevé a mi dormitorio y me quité la bata quedando desnuda ante él, Scotty no perdió tiempo en abalanzarse hacia mí a lamer mis muslos tratando de alcanzar el manjar de mi conchita lampiña. Cerré mis piernas con fuerza y le empujé.
—¡No!, Scotty … ¡No! … ¡Siéntate! … ¡Siéntate! …
Scotty se echó hacia atrás y se sentó a esperar. Yo también hice una pausa y esperé, luego lo elogié:
—¡Bravo!, perrito …
Pensé que era hora de enseñarle como comportarse para jugar con mi coño en el momento y lugar adecuado. También tenía que aliviar la presión sexual que él sentía como macho. Había recorrido todos los sitios que Miriam me había recomendado. Aprendí como hacer que descargara su tensión y su esperma. También había una infinidad de guarrerías que las chicas hacían con sus perritos. También me había hecho de algunas palabras para enseñárselas como comandos, por ejemplo “Chupa”, “Chupa mi coño”, tenía que acostumbrarlo a escuchar esta palabra y que entendiera su significado. También la palabra “Huele”, “Huele mi coño”. Comenzaría con estas dos ordenes nuevas. Scotty obedientemente permanecía sentado. Me acerqué lentamente a él.
—¡Scotty! …
Él ladeó su cabeza y me miró con su divertida cara.
—¿Quieres jugar a nuestro jueguito, cariño? … ¡Huele! … ¡Huele mi coño! …
Puse mi conchita alineada con su hocico y él sacó su lengua para lamerme, inmediatamente me alejé.
—¡No! … No dije “Lame”, dije “Huele” …
Volví a acercar mi coño a su hocico y después de algunas repeticiones, finalmente él se limitó solo a oler mi vagina. Rasqueteé sus orejas en compensación y luego me alejé, él permaneció sentado. Dejé pasar algún minuto y repetí el ejercicio. Los resultados fueron nefastos, Scotty intentaba una y otra vez de lamer mi sexo. Lo sancioné con algunos tirones a su collar. Por casi una hora repetimos el mismo ejercicio junto con los ya aprendidos “Siéntate” y demás. Finalmente, Scotty aprendió a no sacar su lengua y solo olfatear las delicias de mi conchita. Era hora de seguir adiestrándolo y darle lo que él quería, lamer mi chocho. Era algo que yo también deseaba, pues no había nada como un orgasmo provocado por su maravillosa lengua, pero estaba empecinada en adiestrarlo bien y que aprendiera la diferencia entre oler y lamer.
Me senté al borde de la cama y lo llamé.
—¡Scotty! …
El perro se acercó esperando algún comando, abrí mi coño con dos de mis dedos y le dije:
—¡Lame! … ¡Lame a mami! …
Scotty arremetió enterrando su fría nariz en mi ingle, su lengua se incrusto en la sutilidad de mi coño.
—Uhmmmmm! … ¡Oooohhhh! … Uhmmmmm! …
Scotty lamió mi juvenil chocho como si estuviera desfalleciendo de sed y hambre por mis fluidos. Mis rodillas se debilitaron con las abrumadoras sensaciones. Temblando me recosté sobre la cama y lo llamé invitándolo a que subiera.
—¡Arriba, chico! … ¡Sube! …
Scotty dio un salto y se encontró al lado de su ama. Ya estaba excitado. Miré la enorme verga que se bamboleaba bajo su vientre, me recordé de la maestra que dijo que tenía que hacerlo desahogar la tensión sexual acumulada, con tamaña pija, me imaginaba que esa tensión era enorme. Tragué saliva mirando las gotitas que se desprendían de su pene rojizo.
—¡Acuéstate, Scotty! …
El perro obedeció sumisamente y comenzó a lamer su polla hinchada. Quería masturbarlo, ya lo había visto hacer en los videos, pero quería inspeccionar su verga de cerca antes de pajearlo. Me acerqué inclinándome hacia él, Scotty lamió mi mano que aferró un tercio de su polla gigantesca.
—¡Quieto, Scotty! …
Acaricié sus orejas para tranquilizarlo, luego desplacé mi mano sobre su vientre peludo.
—¡Déjame jugar con tu pija, Scotty! …
Me miró dulcemente mientras sobajeaba su resbaladizo pene, necesitaba enseñarle alguna palabra que identificara la masturbación, quizás “Mano” o simplemente “Paja”, para indicarle que le haría un trabajito de mano. Creo que esta última era la más apropiada. Scotty se había recostado a disfrutar mi trabajo de mano y jadeaba con la mitad de su lengua fuera de su hocico. No tenía ninguna experiencia con un pene, así que me apreció una buena oportunidad de practicar por si algún día tuviera que hacerlo con algún muchacho. Moví prolijamente mi mano arriba y abajo por toda la longitud de su verga, masajeé sus bolas. Lo sentí gemir y quejarse. Su pija creció más y más gruesa, hinchada completamente y expulsaba cada ve más gotitas blanquecinas casi transparentes que bañaban mi mano. Estaba casi hipnotizada con esa polla inmensa, obscena, dura, amoratada y puntiaguda, también el enorme nudo de Scotty estaba completamente expuesto haciendo parecer su miembro entero de unas proporciones terroríficas. Yo había visto a algunas chicas en video que engullían completamente esas pijas salvajes en sus pequeños coños, me preguntaba si algún día estaría en grado de quedar pegada a Scotty con su mastodóntica verga. Todo esto tenía mi coño en llamas, febriles gotas fluían de mi concha deseosa de tener también un justo desahogo. De pronto fui sorprendida de unos chorros calientes que salpicaron mi cara, la polla del animal pulsaba y expelía acuosos chorros de semen canino, parte de mis tetas se bañaron completamente y la lefa caliente goteaba de mis pezones y escurría por mi vientre hacia mis muslos. El fino líquido no tenía mal olor así que me animé a probarlo con mis dedos y llevármelo a la boca, no lo encontré desagradable, me incliné sorbiendo las últimas gotitas que venían expulsadas, directamente de la verga de Scotty, estaba caliente, me pareció cálida y sabrosa. Lo había visto muchas veces antes, pero esta era la primera vez que saboreaba la verga de Scotty, la cual seguía casi igual de dura, volví a tragármelo:
—¡Oh!, Scotty … tengo tus cosas de perro en mi boca …
Acerqué mi boca a su hocico y el lamió mis labios sorbiendo de su propio semen, pero su pija continuaba dura y brillante. Lo miré quizás en forma un poco severa y el sintió esa negatividad, presentí que lo estaba culpabilizándolo, me abracé a su grueso cuello y lo besé:
—¡No!, cariño … no es tu culpa que me bañaras en tus cosas de perrito …
Fui a buscar una toalla en mi baño y me limpié, luego la extendí sobre la cama y me senté desnuda en un extremo, Scotty estaba prácticamente en el otro extremo todavía echado.
—¡Paja! … ¡Paja! … ¡Paja! …
Dije mientras jugaba con su dura pija y sobajeaba delicadamente sus bolas. Él se levantó en sus cuatro patas y comenzó a mover rítmicamente sus cuartos traseros, acompasadamente a mis caricias, entonces se vino. Un potente chorro de líquido caliente de perrito salió disparado de su polla, volvió a bañarme con gran parte de él, ahora mi cuerpo desnudo olía completamente a lechita de perrito. Junté un poco de lefa en la palma de mi mano y lo masturbé con su propio semen para hacer más resbaladiza su gran verga hinchada.
—¡Scotty! … esto se llama paja … paja, paja, paja …
Repetí una y otra vez esa palabra mientras movía mi mano atrás y adelante masturbándolo todavía más. El perro siguió con sus movimientos de follar, gemía y lanzaba algunos aullidos lastimeros, me metí bajo de él y con ambas manos magreé su pija caliente que no terminaba nunca de crecer y pulsar.
—Pero chico … sí que te gusta la paja … que rica paja, ¿Eh? …
Me sentía muy cachonda y sexy con esa enorme verga en mis manos, Scotty todavía chorreaba semen, sentí que aumentaba el movimiento de sus cuartos traseros como si estuviese follando más rápido. Le gustaba demasiado. Volvió a gemir, se tensó, su cola ya no se movía, pero su ano se contraía y se aprontaba a disparar un nuevo chorro de cálido esperma sobre mi cuerpo, puse mi rostro lo más cerca de su pija, no quería perderme nada de esta acción.
—¡Hazlo, perrito! … ¡Vamos, Scotty! … ¡Tú puedes! … ¡Dispara tu jugo de perro caliente! … te gusta la paja, ¿no? … ¡Córrete, chico! … ¡Córrete! …
Scotty emitió un fuerte y agudo gemido, sentí su polla explotar en mi mano, cerré mis ojos y abrí mi boca y comencé a beber su esperma canino, perdí algo de ello que escurría por mi cuello, apunté su pija a unos de mis pechos y luego al otro, parecía que la acabada de Scotty no tenía final, seguía escupiendo semen, repte con mi cuerpo hacia arriba y deje que bañara mi vientre y la convergencia de mis muslos.
—¡Oh!, Scotty … ¡Qué hermoso y potente que eres! … ¡Lo has hecho otra vez! … ¡Estas disparando tus cosas calientes sobre mí! … ¡Por tres veces te he hecho ametrallar mi cuerpo con tú munición líquida! …
Estaba tan excitada que me senté y abrí mis piernas. Mi estómago brillaba bañado de esperma, sus últimos borbotones aún salían con potencia de su polla enrojecida. Me sentí perversa y apunté las cargas de ese claro líquido seminal contra los labios de mi panocha, muy pronto toda mi entrepierna estaba húmeda y pegajosa de lefa canina, escurriendo hasta mis suaves muslos.
—¡Oh!, Scotty … tienes tanto semen …
No podía dar crédito a cuanto eyaculaba mi tierna mascota, pero chorro tras chorro me había vuelto a bañar casi entera. Pasé mi mano por toda su polla y me asombró sentir la magnitud de su nudo, era casi como una mandarina de medianas dimensiones. Me sentía excitada al máximo, me dejé caer hacia atrás y froté mis senos, estómago y coño. Hundí mis dedos en mi panocha caliente una y otra vez, contorsionaba mi cuerpo casi poseído por la lujuria. Scotty se desplazó a lamer mi estómago, luego mis senos y después mi cara, le devolví su beso apasionadamente. Estaba tan caliente que desesperaba por correrme, tenía que hacerlo ¡ahora ya!, casi en un aullido expresé mi calentura:
—¡Lame a tu perra, Scotty! … ¡Lame a tu jodida perra, perrito maravilloso! …
Mis dedos iban y venían de mi coño, él pareció entender el comando y se desplazó a mi bajo vientre, se colocó entre mis piernas e inició a barrer mi chocho arriba y abajo deleitándose con mis sabrosos jugos. Doblé las rodillas, separé mis piernas y las levanté al cielo, la rajita de mi concha y mi culo estaban totalmente expuestos a la larga y caliente lengua de Scotty. Alcancé mi vagina con mis dedos y extraje fluidos mezclados a semen de perro y me los llevé a mi boca, me pareció delicioso manjar, lo repetí varías veces, me sentía depravada y lujuriosa masturbándome y comiendo semen de perro mezclado con mis zumos de chocho. La sensación era indescriptible, inaguantable e irrefrenable.
—¡Ay!, Scotty … ¡Nnnaaaggghhh! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Lame a tú jodida perra! …
Se me escapaban chillidos de goce, sollozos de alegría, carcajadas de contenta, una serie de orgasmos me hizo convulsionar, espasmódicas olas orgásmicas me hacían levantar mí pelvis de la cama. Scotty no paraba de lamer mi coño, parecía una tortura paradisiaca, su lengua invadía mi panocha por completo, como si quisiera beberse todos mis líquidos, como si pudiese drenarla y dejarla seca. Lo hizo por largo rato, hasta que no pude resistir más tal estimulo y apreté mis piernas para alejarlo, continuó a lamer mi cuerpo hasta que llegó nuevamente a mi rostro, paso su lengua por mi cara, estiré mis brazos a su cuello y enrollé mi lengua a su lengua en un beso ardoroso de amantes. Cansado tanto como yo, él se echó a mi lado, le abracé y nos acurrucamos juntos a recuperar nuestro aliento. Dormité a su lado por un rato, luego lo cubrí con el edredón, pasé una pierna sobre él y volví a quedarme dormida.
No pensé en nada de lo agotada que estaba, mi coño seguía virgen, pero ahora tenía un amante y estaba dispuesta a todo con tal de tenerlo quieto y que no perdiera sus bolas
CONTINUARA …
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Excelente relato, espero nos puedas contar mas travesuras que hiciste.
Wow un relato súper excitante
Me gustó tu relato, casi todo, solo algunos detalles , pero tu imaginación es buena. es muy agradable leerlo.
Tremendo relato . Me encantó ,sigue asi ,tienes una forma de escribir muy exitante. un beso