Las Fantasías de Soraya (Parte 3)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por pedritor.
Nuria llamó a Silvia, y ésta apareció con un maletín en la mano. – Ha llegado tu turno, Silvia. Es toda tuya, ya sabes qué debes hacer. Enséñale todo lo que sabes a Lidia. Abrió el maletín. Dentro había un montón de juguetes eróticos, desde aparatos pequeños, como bolas anales, a grandes como un puño de juguete para realizar fisting. Se acercó a la mesa y dejó la maleta abierta en el suelo. Sacó las bolas anales, y se las dio a Lidia. – Toma, méteselas. Supongo que sabes cómo se hace. – Sí, claro – contestó Lidia. Cogió las bolas y empezó a meter la primera por el culo de Soraya. El juguete constaba de seis bolas anales, e iban de la más pequeña a la más grande. La más grande tenía el tamaño de una bola de billar. Lidia cogió las bolas y empezó a meter la más pequeña. – Perdona si te hago daño, Soraya, pero tengo que hacerlo. Soraya pareció no oírla, sus labios estaban completamente dedicados a la polla de Max. Mamaba con avidez esa polla que tanto le gustaba. De su boca no paraba de salir la leche caliente, por la comisura de sus labios, y ella intentaba que no cayera, relamiéndose a cada sacudida. Su coño estaba cada vez más mojado. Soraya no paraba de pensar en cómo sería mamársela a los otros diez perros. La imagen de ella, con una polla en cada mano y varias en la boca hizo que aún se pusiera más caliente. No se dio cuenta que Lidia estaba jugando con su culo. Lidia también estaba muy cachonda. Viendo que Soraya se había olvidado de que estaba allí y lo estaba pasando en grande con la polla de Max, decidió iniciar su propio juego. Pensó que lo mejor sería intentar reventar el culo de Soraya, y tomar el mando. Al ver que la primera bola no había causado efecto sobre Soraya empezó a meter las siguientes. Al meter la cuarta bola, Soraya empezó a gemir, pero no dejó de chupar la polla de Max. Soraya notó cómo se metía la cuarta bola en su culo. Las tres primeras, arrastradas por la cuarta, las empezó a notar muy adentro. Lidia estiró de la cuerda que une las bolas y las empezó a sacar una a una. Soraya notó como se abría su culo con cada una de las bolas. Lidia volvió a meterlas otra vez. – Mmmm…..gimió Soraya. Sigue, más, más…. Lidia volvió a sacar las bolas y las dejó en la maleta. Le metió un dedo por el culo, y empezó a girarlo, cada vez más rápido, mientras Soraya gemía con cada movimiento. Metió otro dedo. Escupió en el culo para lubricarlo e intentó meter un tercer dedo. Soraya volvió a gemir, en una mezcla de dolor y placer. Sintió como los tres dedos entraban y salían de su culo, y aunque no entraban completamente ella se sentía llena. Lidia notó que a Soraya ya no le cabía nada más en su culo, pero no paró. Al contrario, era su oportunidad de dominar a su amiga. Metió los dedos con más fuerza. Soraya no paraba de gemir. – Aaaahh…dios….para, que ya no caben más. – Te equivocas, quién tiene que decidir si paro o no soy yo, puta. Soraya no se esperaba esa respuesta. – Ahora mando yo, y harás lo que te diga. Voy a disfrutar con todo esto. Los dedos de Lidia habían entrado completamente en el culo de Soraya. Cada vez los metía y sacaba más rápido. Cuando los sacaba, veía como el culo cada vez estaba más dilatado. – Creo que ahora sí entrarán todas las bolas. Sacó los dedos del culo, y cogió las bolas. Volvió a meter las cuatro primeras con facilidad. La quinta bola era de tamaño considerable, como una pelota de golf. Empezó a meterla con suavidad. Soraya notó como su ano se estiraba a medida que entraba la bola. Una vez entró la mitad de la bola, la bola se deslizó completamente en su interior. El roce con las paredes de su ano era cada vez mayor, y eso la hizo estremecer de placer. Lidia sacó la bola y la volvió a meter otra vez. Llamó a Nuria. – Creo que ha llegado el momento de traer los perros. – Nuria asintió. Se dijo a sí misma que le encantaba el rol dominante que había adquirido Lidia, y decidió no intervenir, dejar que hiciera lo que quisiera. Silvia y sus dos ayudantes salieron de la sala, y entraron en la habitación dónde guardaban los perros. Al cabo de unos minutos volvieron a entrar en la sala. Silvia llevaba dos perros, y los chicos llevaban cuatro cada uno, cada uno con sendas correas. Los acercaron a la mesa dónde Soraya seguía atada. Silvia apretó un botón situado en el lateral de la mesa, y ésta bajó unos centímetros. Su cabeza quedó a la altura de aquellos perros que eran más bajos, a la altura de sus pollas. Soraya, dejó de mamar la polla de Max. Al ver tantos perros juntos al principio se asustó un poco, pero no pensaba acobardarse ni un momento. Las pollas de los perros aún estaban en estado de flacidez, ocultas bajo la piel que las recubre. Los dos chicos se dispusieron a prepararlas para ponerlas en erección, pero Lidia los detuvo. – Dejadlos, esto es cosa mía. – Cómo quieras – contestaron al unísono los chicos. Era la primera vez que hablaban en esa noche. Lidia se acercó a los perros. Escogió uno de ellos para empezar. Le gustó un dálmata, que era bastante grande. Empezó a bajarle la piel que recubre su polla. El perro debía estar acostumbrado a estas cosas, porque no se sobresaltó en ningún momento, como si supiera lo que iban a hacer con él. Al principio no conseguía bajar la piel, pero recordó por los vídeos que había visto en Internet cómo debía hacerlo en caso que costara hacerlo. Con una mano cogió con fuerza la base de la polla, y apretó con fuerza. Con la otra mano, apretó la piel y la empezó a mover hacia abajo. Poco a poco empezó a aparecer la punta rosada de la polla, cada vez más. La polla del dálmata no era gorda, más bien era larga. Finalmente consiguió bajar toda la piel. Cogió la polla con su mano derecha, y miró a Soraya. – Seguro que tienes ganas de comerte esta polla. Creo que tiene que ser deliciosa mamarla, y hacer que se corra. Creo que yo también voy a jugar un poco con ella. Lidia empezó a masturbar la polla del dálmata. Poco a poco empezó a soltar líquido pre-seminal, que fue cayendo en su mano. Éste le sirvió de lubricante para poder menear la polla más fácilmente. Soraya la miraba, ansiosa de comerse la polla del dálmata, y aunque tenía la polla de Max al alcance de su boca, la visión de esta nueva polla la puso más caliente todavía. – Dámela, me la quiero comer – dijo Soraya. – No seas impaciente, que vas a parecer una puta en celo – contestó Lidia. – Creo que de momento me la quedo yo. Lidia acercó la polla del perro a la boca de Soraya, pero cuando prácticamente la tenía en la boca, la trajo hacia sí y se la metió en la boca. Mientras chupaba el largo miembro del perro, no paraba de mirar a Soraya. Dejó de mamarla. – Qué polla más rica. No es tan grande como la de Max, pero como es muy larga dan ganas de meterla hasta la garganta. Soraya la miraba con desespero. – Si quieres la polla tendrás que pedírmelo, y debes ser convincente. Soraya no tardó en contestar. – Dámela, las quiero todas para mí -contestó. La respuesta pareció convencer a Lidia. Volvió a mamar la polla del dálmata, y cuando notó que su boca tenía algo de semen la soltó y besó a Soraya. Sus lenguas se unieron intercambiando el semen del perro. Lidia cogió la lengua de Soraya entre sus labios, y poco a poco empezó a soltarla suavemente. Agarró la polla del dálmata y la metió en la boca de Soraya. Ésta empezó a mamarla al principio suavemente, pero poco a poco aumentó el ritmo. Lidia dejó que siguiera mamando la polla, y se fue hacia su culo. Las bolas chinas aún permanecían dentro. – Creo que esto lo hemos dejado a medias. Te dejo que juegues con la polla del dálmata, pero intenta que no se te escape, si no te habrás quedado sin ella. Soraya tuvo que mamar con mucho cuidado, para no tener que soltar la polla, ya que sus manos continuaban atadas a la mesa. Lidia cogió la bola que faltaba por meter. Era grande como una bola de billar. Sacó un bote del maletín que contenía lubricante y untó la bola con él. Empezó a meter la bola en el culo. Tuvo que parar porque no entraba. Volvió a intentarlo, y esta vez consiguió que entrara un poco. El cuerpo de Soraya se contrajo. La sensación de que algo demasiado grande entraba por su culo hizo que parara de mamar la polla del perro. De su boca iba saliendo pequeñas gotas de semen, y no pudo evitar lanzar un quejido de dolor. – Para, me haces daño, ¿no ves que no va a caber? – Claro que va a caber, recuerda los vídeos y fotos que vimos en mi casa. Si consigo meterte la bola, tu culo quedará tan abierto como los que vimos en las fotos. Aprieta los dientes, que voy a seguir. Lidia untó el culo de Soraya con más lubricante, y siguió metiendo la bola. Ya había introducido la mitad, por lo que había llegado al ancho máximo. Soraya gritó de dolor. Su ano estaba completamente dilatado, aguantando la bola metida a medias. Solamente faltaba que Lidia apretara un poco para que la bola entrara completamente. – Voy a dejar la bola así durante un rato – dijo Lidia. – Uff…duele mucho….- contestó Soraya. – Tranquila, solamente será durante un rato, verás que culo más abierto se te queda. Ahora sigamos con la polla del perro. Volvió hacia donde estaba el perro. Cogió la polla que había soltado Soraya al notar que Lidia le metía la bola. – Sigue, creo que aún no has conseguido que se corra. Soraya siguió mamando. La polla del perro estaba ya completamente erecta, y era más larga de lo que parecía. Lidia empujó el cuerpo del perro hacia la boca de Soraya, para intentar que la polla llegara hasta su garganta. Soraya sintió que se ahogaba, pero no paró de mamar. – Traed más perros – dijo Lidia a los chicos. Trajeron dos perros. Eran de raza gran danés. Si no fuera por la presencia de Max, pensaría que no había visto dos perros más grandes. Los puso al lado del dálmata, y empezó a bajarles la piel de sus pollas. Al cabo de unos minutos, las pollas estaban fuera de sus pieles. Lidia empezó a mamarlas. La sensación de tener dos pollas en la mano le pareció muy morbosa, pero más teniendo en cuenta de que eran dos pollas de perro y eran bastante grandes. Eran más gordas que las del dálmata, pero no tan largas. Poco a poco las pollas fueron creciendo. Cuando estuvieron listas, las acercó a la boca de Soraya. – No te quejarás, ahora tienes tres pollas para ti. – Sácame la bola, por favor, duele. – De eso nada, chupa y no te quejes. Soraya empezó a mamar las pollas de los perros. Los dos chicos aguantaban cada uno una de ellas. La polla del dálmata no la aguantaba nadie, por lo que Soraya debía espabilarse para poder seguir mamándola en caso de que la soltara. Su boca iba de una polla a otra, y en cada una mamaba hasta que notaba que empezaba a salir semen de ellas. Cuándo las tres estaban a punto para correrse, pidió a los chicos que les aguantara también la polla del dálmata, y se metió las tres a la vez. Su boca estaba completamente tapada por las grandes pollas de los perros, pero ella no dejaba de mamar. Mientras tanto Lidia aprovechó el momento para meter la última bola. Como la había dejado metida a medias, solamente tuvo que empujar con fuerza con los dedos para acabar de meterla. Soraya gritó de nuevo de dolor, pero al tener la boca llena apenas la pudieron escuchar. El culo de Soraya estaba muy abierto, y se podía ver la bola más grande desde fuera. Los perros no pudieron aguantar las mamadas de Soraya, y empezaron a soltar abundante leche en su boca. Al momento tenía la boca llena de semen. Soltó las pollas de los perros y empezó a relamerse. Los chicos, que hasta ahora habían permanecido quietos sin hacer nada, estaban ya demasiado cachondos. Sacaron sus pollas, que estaban ya muy duras, y las metieron al mismo tiempo en la boca de Soraya. Al tener la boca llena de semen, las pollas de los chicos empezaron a llenarse de semen de los perros, pero no pareció importarles. Uno de ellos sacó su polla de la boca de Soraya, y se fue hacia su culo. Escupió dentro y empezó a meter su polla. Como el ano de Soraya estaba muy abierto debido a la última bola que tenía dentro, la polla entró muy fácilmente. La polla del chico llegó hasta dónde estaba la bola, muy adentro, y al empujar la bola hizo que Soraya la notara más todavía. – Uff….sigue, cómo me gusta. Más adentro, más adentro. Mientras tanto, el otro chico siguió metiendo su polla en la boca de Soraya para que no pudiera decir nada. Lidia, que por momentos se quedó sin poder hacer nada, se acercó al chico al que Soraya estaba mamando su polla. Se la sacó de la boca, y empezó a mamarla. La pasó a la boca de Soraya y la mamaron las dos a la vez. La polla estaba muy húmeda, recubierta por los restos del semen de los perros, que Soraya aún tenía en su boca. Mientras tanto, el otro chico no paraba de metérsela a Soraya por el culo, aunque debido a la bola no la podía meter muy adentro. Paró entonces de meterla, y empezó a sacar las bolas. Soraya tuvo la sensación de que su culo se iba a romper al sacar la bola grande. El ano lo tenía más dilatado que antes de tener las bolas dentro. El chico observó el ano dilatado. No parecía estar muy contento con lo que veía. Miró a Lidia y dijo: – Másssssss….. – ¿Más? ¿Qué quieres decir? – contestó Lidia. – Aún más abierto. Lo podemos dejar más abierto. – Estás loco? Si ya lo tiene muy dilatado. – No es suficiente. Déjame seguir a mí Lidia no supo que decirle. ¿Cómo podría dilatarse más aun el culo de Soraya? Parecía que había llegado al límite, pero el chico afirmaba que aún lo podía dilatar más. El chico cogió el bote de lubricante que había en el maletín y untó toda su mano. Lidia se dio cuenta de lo que iba a hacer, pero no hizo nada para impedirlo. Poco a poco el chico fue metiendo la mano en el culo de Soraya. Primero metió tres dedos de golpe, lo mismo que consiguió hacer Lidia. Pero él quería meter el puño entero. Untó otro dedo con lubricante, e intentó meter el cuarto dedo. La mano se iba metiendo cada vez más en el culo de Soraya. El chico estiró el quinto dedo y lo empezó a meter. Soraya notó que su ano estaba a punto de desgarrarse, pero el dolor que sentía era tan grande como el placer que sentía. El chico metió y sacó la mano varias veces, sin llegar a meterla completamente. Sacó de su bolsillo una correa con una bola en el centro, que servía para las sesiones sado, y se la puso en la boca a Soraya para que no pudiera gritar. Volvió a meter la mano en el culo, y cuando la tenía metida por la mitad, empezó a cerrar la mano. El puño iba entrando poco a poco en el culo de Soraya, y ésta no paraba de gemir y gritar. Finalmente, el puño entero entró. Soraya, mientras tanto, mamaba la polla del otro chico junto a Lidia. Nuria estaba disfrutando con la vista. Soraya y Lidia mamando al mismo tiempo la polla de uno de sus amigos, y el otro chico, con el puño metido en el culo de Soraya. Pensó si algo la podía poner más cachonda todavía. Su mente calenturienta no lo dudó, había muchas cosas que la podían poner más caliente aún. Se acercó a Soraya y dijo: – ¿Te gustan los caballitos?…
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