Las tardes con perros
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eduarda.
Las tardes con perros
Pasé muchas tardes con perros, relataré una que recuerdo.
No fue ni la primera ni la última vez que fui penetrada por un perro, fue un día cualquiera, una de las tantas tardes con perros.
Vivía con mi mamá y mi hermana mayor, no era fácil satisfacer mi deseo de ser penetrada por nuestro perro, debía aprovechar las oportunidades en las que me quedaba sola en la casa, o arriesgarme por las noches cuando todos dormían, o crear oportunidades.
Entonces yo tenía 14 y el viejo perro unos 10 años.
-Mamá, yo no voy a ir a almorzar a la casa de la abuela- le dije esa mañana de verano.
-¿Por qué no?- me preguntó mamá.
-Prefiero comer cualquier cosa y después ir al club a encontrarme con mis amigas.
-La abuela te espera, almorcemos con ella y después nos volvemos.
-No mamá, no hace falta que vos vuelvas, vos quedate, yo vuelvo sola y me voy al club hasta la hora de la cena- le dije temiendo que arruinara mis planes.
Así fue, almorcé en la casa de mi abuela y regresé.
Recuerdo el vestido minifalda que llevaba porque mi abuela lo elogió y dijo que con ese vestido y mis piernas volvería locos a los chicos y yo pensé que mi abuela, quizás, también fuera bisexual, incestuosa y cogiera con perros.
Pensé: tal vez heredé tendencias sexuales.
Nuestro perro era callejero, muy parecido a un ovejero alemán pero no tan grande, tenía el pelo menos largo, su pene era a la medida de mi vagina, me entraba perfecto, me abotonaba y me llenaba de leche.
En la calle, junto a otros perros, se comporta como macho dominante.
Cuando abrí la puerta de casa el perro me saludó moviendo la cola.
-Hola, Beto.
Hoy me vas a coger- le dije acariciándolo.
Recuerdo que estaba nerviosa, ya lo había hecho muchas veces pero temblaba.
Tenía muchas horas para estar a solas con Beto, decidí no apurarme, debía tranquilizarme.
Cerré con llave y traba la puerta principal y la de la cocina, revisé todas las ventanas y me senté en un sillón.
Vino mi perro y olfateó entre mis piernas abiertas.
-Esperá Beto, ahora no, tengo que tranquilizarme- le dije al perro mientras lo apartaba con cariño.
El perro comprendió y se acostó a mis pies.
Hacía mucho calor, puse mucho hielo en un vaso y lo llené de agua, después de beberlo, sobre el hielo eché whisky, “Estás un poco nerviosa, nena, un whisky que te va a tranquilizar” me había dicho Fabián una noche y resultó, me tranquilicé y el hombre me dio por la vagina y por el culo.
Regresé al sillón, con el vaso de whisky, encendí un cigarrillo, me descalcé, Beto comenzó a lamerme los pies.
A él le gusta mucho lamerme los pies y a mí me calienta.
Me lamió hasta que terminé el whisky y el cigarrillo, luego entré a mi dormitorio, cerré la puerta dejando a Beto afuera, descolgué un espejo grande y lo puse sobre el piso de madera, recostado contra el placard.
Me puse como perrita y comprobé que cuando el perro me estuviera cogiendo, yo podría verme en el espejo.
Me gusta que los perros me cojan sobre el piso, en posición de perrito.
Fui al baño para orinar, dejé que el perro entrara, posiblemente Beto recordaría que la última vez me la dio por el culo en el baño.
Sentada en el inodoro le dije:
-Beto, dame la patita.
El día anterior le había cortado y limado las uñas, comprobé que estaban bien.
Salimos del baño y entramos al dormitorio.
Cerré con llave.
Me saqué los calzones y se los hice oler, los tiré sobre la cama, de pie me quité el vestido.
Quede desnuda frente al perro.
Beto giraba a mi alrededor sin saber por donde empezar.
Por fin se decidió y comenzó a olerme el ano y la vagina.
Abrí mis nalgas con las manos y le ofrecí el culo.
-Beto, lameme el culo- le ordené.
El perro me lamió mi ano.
Mi culo estaba lleno de saliva y mi vagina se estaba mojando desde adentro.
Luego el perro dejó de lamerme, se acostó y comenzó a lamerse el pene que mostraba la punta y algo más fuera de la vaina.
-Beto, no te hagas la paja que vamos a coger- le dije.
El perro no me hizo caso y siguió lamiéndose.
Me puse en cuclillas frente a él y me ofrecí.
-Vamos Beto, lameme aquí- le supliqué frotando mi concha.
Apenas comenzó a lamerme me puse de pie, ahora él me lamía la concha y yo lo acariciaba.
Recordé cuando, de rodillas, yo le chupaba la verga y los huevos a Fabián y el me acariciaba la cabeza.
Después me puse en cuatro patas frente al espejo.
El perro me lamió la cara, olió mi vagina y siguió lamiéndome el ano y la concha.
Hizo el primer intento, me montó, se frotó sobre mi culo, dio unos golpes a mi ano con la punta del pene, desmontó y volvió a lamer mi cara.
Su olor a perro era fuerte.
Me senté en el piso con las piernas abiertas y el perro entre ellas.
Como jugando acaricié todo su cuerpo hasta tomar su pene, yo lo masturbaba y el se quedaba inmóvil.
Lo recuerdo como si estuviera ocurriendo ahora: cuando comienza a inquietarse, dejo de masturbarlo, le ofrezco los pezones y él los lame, regreso a mi posición de perrita frente al espejo.
-Vení Beto- le digo golpeándome el culo.
El perro viene derecho a montarme, lo hace con rudeza y se mueve con desesperación.
-Tranquilo Beto- le digo.
La punta del pene golpea en la entrada de mi ano, pero hoy quiero que me lo meta en la vagina.
Ya estoy más caliente que una perra en celo.
Agacho la cabeza y levanto en culo para quedar en mejor posición.
Ya está, ya me lo está metiendo, el bulbo del pene del perro ya golpea fuerte la entrada de mi vagina.
Miro el espejo, el perro que me está cogiendo tiene cara de degenerado, yo tengo cara de niña buena.
Me entra toda la verga del perro.
Ahora tengo todo el bulbo adentro.
El perro me está dando duro, me duele mucho y me gusta más.
Solo un perro puede darme este placer sexual puro, un placer animal, bestial.
Yo soy un animal, lo único que me diferencia de Beto es que el es macho y yo hembra.
Miro en el espejo como soy cogida por mi perro Beto, el perro es bueno, yo me siento una degenerada, una pervertida.
Sentirme una pervertida me calienta más.
Solo soy una vagina que está siendo satisfecha.
Me duele grito me gusta suspiro, grito:
-¡Beto, soy tu perra!
Después de poco el perro se queda quieto, jadea, un hilo de baba moja mi espalda, su semen moja mi vagina.
La tengo adentro.
Miro el espejo, el perro también está mirando.
Los dos estamos quietos.
Justo cuando comienzo a sentir las primeras contracciones de un orgasmo, el perro quiere darse vuelta, sé como ponerme y que hacer para que sea fácil.
Ya estamos culo contra culo, abotonados.
Miro el espejo, el perro está esperando con la vista perdida.
Siento la vagina llena, completa.
Ninguno hace nada, el perro y yo estamos esperando.
Otra vez comienzan las contracciones del orgasmo.
Me dejo llevar, no pienso en nada, pero viene a mi mente la imagen de la tarde en que vi a mi papá desnudo.
Abro la puerta y veo a mi papá durmiendo desnudo, con la verga parada y dura, es enorme, cierro la puerta.
Mi vagina sabe que hacer, estoy cayendo, intento agarrarme del piso pero me caigo, grito, resoplo, sollozo.
¡Ay papá! Me está cogiendo un perro.
Se me llenan los ojos de lágrimas
Vuelvo a mirar el espejo, yo tengo cara de boba, el perro cara de póker.
Siento que el perro derrama más leche en fondo de mi vagina.
-Bien Beto, así se hace, llename la concha de leche que deseo tener cría.
Tengo la cara entre mis brazos, los cabellos en el piso, el culo contra el del perro y la vista en el espejo.
Hace mucho calor, mi cuerpo está empapado, empiezo a sentir la incomodidad de la posición, también siento el placer de estar satisfaciendo a un perro, me siento sometida y me gusta.
Pasiva, espero que el perro acabe de satisfacerse y me desabotone.
Pasan los minutos, inmóvil, solo espero, sintiendo como el bulbo del pene del perro infla los primeros centímetros de mi vagina, espero pasiva.
¡Ay! ¡Ah! Sale de mi vagina el pene del perro.
Miro el pene.
Mirando el bulbo del pene, pienso: si así de grande es cuando me desabotonó….
¿Cómo sería cuando yo lo tenía adentro?
De mi vagina dolorida y abierta, escurre un hilo de semen.
Pienso que los espermatozoides del perro ya estarán buscando en vano fertilizarme.
Me gusta saber que por varios días, en lo más profundo de mí, llevaré semen de perro.
Beto me lame la cara, creo que es su manera de agradecerme.
Fin.
Una fantasía zoofilica que me da vueltas: ser coger di por un animal que me haga su hembra y me someta. Pero no pienso en perro, aunque me siento perra, sueño ser cogido por un burro con su larga verga que me la meta fuerte y duro y me llene de esperma y cuando me la saque me deje abierto y chorreante el culo y las piernas…