Lília y Tomás
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Soy hija única y siempre me han consentido mucho mis padres, tanto que casi siempre me han permitido hacer lo que quiero.
Para ese entonces, yo tenía 11 años y un perrito salchicha por mascota, con el que siempre jugaba en mi habitación, tironeando y luchando con un par de mis muñecas que me tenía todas mordisqueadas y se las había dejado para él, ó jugábamos sobre mi cama. Mi juego preferido era tirarme boca abajo sobre mi cama y tapándome la cabeza con la almohada imitaba el maullido de un gato, lo que lo desesperaba y se volvía loco tratando de entrar bajo el cojín que yo apretaba muy fuerte, pues a mí también me daban nervios que me fuese a morder o rasguñar la cara, pero cuando veía que no podía se iba más abajo a la altura de mi cintura o caderas y me mordía, jalaba y arañaba la blusa, camiseta o chaleco que anduviera trayendo, teniéndola a punto de romperse, era la única manera que me levantase y pudiera ver que había debajo. Se trataba de hacerlo sufrir el mayor tiempo posible en su desesperación, para mí era una prueba de aguante, y para él una de ingenio.
Ese Sábado nos habían invitado a la casa de una tía (hermana de mi papá) a celebrar su cumpleaños, pero a mi no me caía bien, porque cuando era más pequeña me había reprendido injustamente y esas son cosas que no olvidamos las mujeres, así que hablé con mamá y accedió a dejarme sola durante la tarde, con el trato de no salir a la calle ni abrirle a nadie.
Me comí la merienda que me dejó mamá compartiéndola con Tomás (mi perro), y como ya era verano y hacía bastante calor, decidí darme una ducha fría para refrescarme. La cual disfruté mucho, pues me gustaba ver como en mis ya algo desarrollados senos, mis lisos y rosados pezones se tornaban más oscuros y formaban su respectivo estoperol, que solo lo podía ver al mojarme con agua fría.
Y como nunca antes, Tomás estaba en mi habitación al volver yo del baño. Dándose la situación pensé lo raro que era que cada vez que llegaba de bañarme, Tomás que siempre estaba ahí e incluso dormía con migo, no estuviera. Me imaginé yo, debe ser mamá que lo echa al patio para que no moleste y me deje vestirme tranquila.
Pero no le di mayor importancia y busqué en mi cajonera ropa limpia para ponerme, ya que solo venía envuelta en mi toalla. Con lo que no contaba, era que Tomás andaba con ganas de jugar y cuando estaba sentada en la cama agarró algunas de mis prendas y salió arrancando para ver si lo perseguía, …………… ¡Ah!! Con que, con esas andamos!!!, e imité el maullido de un gato, con lo que se puso en alerta y empezó a mirar para todos lados.
Y en un ágil movimiento tomé mi almohadón y me giré boca abajo tapando mi cabeza con el, para seguir maullando y volverlo loco. Pero por lo rápido de mi maniobra y lo ajustado de la toalla, esta se soltó dejando toda mi parte posterior al descubierto, pero ya era tarde para taparme, Tomás ya estaba por los costados de mis hombros y cuello tratando de entrar bajo la cabecera, sin ropa algo me molestaban sus uñas cuando me pisaba los hombros o la espalda al pasarse de un lado para otro.
Pero tenía que aguantarme, ya que no podía dejar que me venciera tan luego, y si me levantaba teniéndolo tan cerca me podía lastimar la cara. Así que saqué fuerzas de flaqueza, y seguí maullando para ver que hacía, hasta que vio que no podía entrar y se fue para abajo a la altura de mis caderas, pasándose de un lado para el otro, pero sorpresa que se llevó al percatarse de que no había ropas que morder o arañar para tratar de romper y hacer que me levantara.
Y entre salto y salto quedó justo entre mis muslos con sus patas delanteras en la parte más alta de mis glúteos, un poco más arriba del cóccix. Quedé algo más de lo nerviosa que ya estaba, por esa posición, y pensé que podría hacerle empeño como cuando le daba por violarse a mis muñecas que le había dejado para que jugase.
Pero no se quedó ahí tranquilo mucho rato, trató de vencerme escarbando y rasguñando mi baja espalda, con lo que arqueé la columna tratando de evitar sus uñas, lo que hizo que mi cola se levantara e hicieran contacto mis glúteos con la funda de su pequeño pene, produciéndome una extraña sensación de escalofríos que recorrió mi espalda y endureció mis pezones. Pero como pegué un alarido, se dio cuenta que me dolieron sus rasguños y no lo volvió a repetir.
Volvía a tratar de meterse bajo la almohada y bajaba nuevamente, siempre pasándose de un lado para otro de mi torso. Y ahí noté que cuando estuvo entre mis piernas no tuvo intención de nada sexual, pues era yo la que estaba ahora concentrada en sentir su miembro rozando mi cuerpo, él solo hacía lo mismo que las otras veces en que yo estaba vestida. Era mi desnudez la que me había traicionado, y ponía mi piel de gallina cada vez que su verga topaba mis hombros, espalda o glúteos.
Me excité tanto, que mis pezones no dejaban de estar duros y obviamente mi vagina humedecida, pero no pensaba soltar mi almohadón, y apreté mis muslos moviendo mis caderas como si fuese caminando para que se frotasen mis labios uno contra el otro, y desahogar en parte mi calentura Pero no era suficiente e iba alternando con otros movimientos, como cargar mi monte de Venus contra la cama para sentir presión sobre mi clítoris.
Pero al ensimismarme en mi sexo, olvidé seguir maullando y mis movimientos pélvicos llamaron la atención de Tomás, que se fue directamente a husmear en mi entrepierna dando un par de fuertes olfateadas en mi almeja misma, y procediendo con una seguidilla de lametazos que me hizo estremecer. Su tibia y áspera lengua me proporcionó una sensación única.
Su lengua, si bien no era lo que esperaba de él, me estaba dando un exquisito placer y separé más mis piernas levantando un poquito mi cola, para quedar más expuesta y él pudiera lamer a gusto. Uuuuhhhh!!!, mi abdomen tiritaba del gusto experimentado en mis labios vaginales. Mmmmmm!!!, una especie de agudo y cosquilloso calambre invadió la parte frontal de mi vagina, que me hacía sentir como si estuviese orinando después de haber aguantado largo rato.
Después que hubo engullido todos mis fluidos del exterior de mi vulva, se dio a escarbar en el interior de ella, rozando las paredes de mi ansiosa caverna, haciéndolas dilatarse a medida que su lengua entraba cada vez más profundamente, creando en mí la imperiosa necesidad de ser penetrada. Para ese momento ya había soltado la almohada y mi cara descansaba de costado sobre ella.
Pese a tener las manos libres y morirme de ganas de masturbarme, porque necesitaba algo más duro dentro, me contuve para no espantarlo y a la espera de que se detuviera por sí solo. Gozando por un momento más de su hábil lengua, y cuando se detuvo no me dio tiempo de acomodarme para introducirme mis dedos, pues montó su pecho sobre mi anca y apenas abrazando mis caderas desde ahí mismo se puso a bombear haciendo movimiento de cópula.
Me embargó una profunda emoción sin saber yo misma lo que me pasaba, primero temía que me hiciera lo mismo que a las muñecas y ahora que me lo estaba haciendo, lo único que quería era que llegara más allá y me penetrara haciéndome suya. En tanto sentía su jabonoso miembro resbalar a lo largo de la rajadura de mi trasero, dejando escurrir un viscoso líquido que bajaba humedeciendo mi vagina y goteaba en la toalla que había quedado debajo de mí.
No sé si fue la calentura o la ansiedad, pero instintivamente separé mis piernas como las de una rana y arqueé mi espalda levantando un poco más mi cola, y sucedió lo que tenía que pasar. Apenas sintió mi calor y el espacio preciso, solo en un par de estocadas me la encajó violentamente hasta el fondo, que hasta sentí entrar el nudo que se le formaba cerca de la base, el que le había visto bajo su piel cuando se violaba las muñecas.
Pero el dolor de la repentina expansión en la entrada de mi vulva, pasó luego con el exquisito masaje que esta misma bola me daba un poco más adentro. Y el vaivén de Tomás sobre mi anca hacía vibrar todo su pene en mi interior, haciéndome gozar más y más a medida que se iba hinchando dentro de mi inexperta vagina. Las sensaciones que me invadían eran indescriptibles, mis piernas estaban adormecidas y el abdomen se me contraía como cuando una se ríe a carcajadas, y ni hablar de mis senos que se inflaban a punto de explotar del placer.
Y cuando percibí su abundante y cálida eyaculación, fue el colapso total de mi cuerpo, que se sacudía arrítmicamente igual que si estuviese en un transe o poseída, mi boca no dejaba de babear y mis ojos de salirse de sus órbitas, al tiempo que mis uñas de pies y manos trataban de incrustarse en la cubierta de mi cama. A mis once añitos mi primer orgasmo y con tal intensidad, me hizo perder el conocimiento por un momento.
Cuando volví en mí, Tomás aún estaba dentro mío y vuelto para el otro lado con sus piernas flexionadas, debido a que mi cola se bajó y mi peso lo obligó a sentarse en esa posición tan incomoda con su pene vuelto para atrás. Así que levanté un poco mi trasero para dejarlo más cómodo y seguí gozando de su herramienta que aún se sentía bien rica, hasta que disminuyó considerablemente su volumen y en un solo ¡¡FLOAPT!!, salió como un corcho dando paso al exceso de fluidos que comenzó, por suerte, a caer sobre la toalla que todavía estaba bajo mi cuerpo, lo que me evitó tener que lavar el cobertor para tratar de ocultar todo tipo de evidencia y evitar ser descubierta.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!