Lluvia y frío
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Era invierno y primera vez que me daban permiso para ir sola a una fiesta, era la de los 15 años de mi mejor amiga quien había asistido a la mía un par de meses atrás, pero la condición era que una vez terminada la fiesta me regresara a casa y que alguien me fuera a dejar, mis padres no querían que me quedase a pernoctar aunque acabara a 4 ó 5 de la madrugada, según ellos de repente no podía faltar quien saliera a gatear cuando todos duermen, que en casa estaría más segura y al día siguiente podría dormir hasta tarde.
Llegó el gran día y la fiesta estuvo fenomenal, muchos jóvenes de nuestra edad, algo de trago no mucho ni muy fuerte pues estábamos siendo supervisados por sus padres y otro par de adultos invitados, pero lo mejor de todo era la música los temas que sonaban a cada rato en las emisoras pero sin publicidades entre cada uno, el perréo es el que la lleva en el momento.
Muchos que eran más atrevidos y bailaban mejor, se sobajeaban descaradamente creando un cierto ambiente de excitación, o por lo menos eso a mí me provocaba aunque no me atrevía a hacer lo mismo, de todas maneras conocí a unos chicos que estaban bien guapos. Paso la hora y los invitados se comenzaron a ir, hasta que quedamos pocos y la dije a mi amiga si me podían ir a dejar, ya que eran las 3 y ½ de la madrugada siendo peligroso andar sola a esa hora por la calle, me ofrecieron irme a dejar en un vehículo pero preferí que fuera a pié por ser pocas cuadras las que separan nuestras casas.
Había estado cayendo llovizna casi toda la noche, pero en ese rato paro y corrió un poco más de viento, por lo que fuimos sin paraguas considerándolos un estorbo si no caía agua, lo que fue un craso error ya que a un par de cuadras de caminar se largó un aguacero que nos dejó empapados en pocos segundos, me dejaron en la puerta del antejardín de mi casa hasta que entré en ella misma y se marcharon de vuelta.
Pasé por la habitación de mis padres avisándoles desde la puerta que había llegado, a lo que mamá respondió con voz adormilada “Yaaahh!, acuéstese y tápese bien que hace frío”, y me fui para mi cuarto dejando húmedas huellas a mi paso, estaba completamente estilando zapatos y ropa interior mojados absolutamente. Y para mi sorpresa nuestro perro que duerme en la cocina en estas fechas lluviosas se había ido a echar a mi cama, lo que no me molestó porque sabía debía estar calentita y cuando cachorro él dormía conmigo en mi cama, además que lo manejamos bien aseado todo el año con sus periódicos baños en temporada de sol y su shampoo seco (talco) en invierno.
Ya sálgase de ahí, le dije mientras me quitaba la ropa mojada y encendía mi estufa, mira que me quiero acostar en esa cama calentita. Tenía mucho frío y no perdí tiempo en buscar ropa interior ni ponerme mi camisola, solo tomé una toalla para secarme el cuerpo y mi pelo que de todos modos quedó húmedo, y cuando esta estuvo toda mojada, me lo envolví en otra para no mojar mi almohada. Si bien la cama estaba tibiecita, mi cuerpo desnudo se demoraba en entrar en calor, miré a mi perro que obviamente se quedo echado en mi habitación porque dejé la puerta cerrada, y abriéndole las tapas lo invité a acostarse conmigo para aprovechar su temperatura corporal.
Estaba algo tímido pues de cachorro que no lo hacía, y tuve que hablarle tiernamente para convencerlo, pero llegó al borde de mi cama apoyando sus manos ahí y lo tomé de ellas arrastrándolo hacia mí teniéndolo luego abrazado con brazos y piernas, estaba muy pesado y estando boca abajo sus pies me molestaban por interferir con mi muslo que pasaba por debajo de él, por lo que lo giré mirando hacia mí sin dejar de tenerlo abrazado y ahora me estorbaban sus brazos que quedaban cargando mis senos desnudos, pero dejé de hacerme problemas apretándolo bien manteniendo su cuerpo apegado al mío y comenzando a percibir su temperatura corporal y anatomía.
La musculatura de su espalda era bastante consistente, el latir de su corazón se confundía con el mío al estar tan cercanos, sus tetillas eran pequeñas pero igual las sentía una a una por los costados de mi vientre, y al final algo que me hizo ruborizar, unos pelitos que acariciaban mi lampiña vagina, pude pensar que era la punta de su cola pero esta se la tenía atrapada en el cruce de mis tobillos tras de él, debían ser los de la punta de la funda de su pene, me moví un poco para abajo cerciorándome y percibiendo la punta de su prepucio topando entre mis labios exteriores.
Pese a ya haber tomado temperatura, un enorme escalofrío recorrió mi espalda volviendo a poner mi piel de gallina. Nunca antes un pene hizo contacto con mi intimidad, era algo totalmente nuevo para mí, alguna vez besándome con un chico sentí su pene erecto pero entre varias capas de ropa, ahora era un contacto directo y ese cosquilleo terminaba por nublar mis ideas y acelerar mis revoluciones. Aún era virgen pero no me privaba de unas buenas masturbadas, tenía bien puestas mis hormonas pero estas me estaban traicionando, no entendía que me estaba pasando.
Estuve un buen rato casi quieta sintiendo suavecito esa piel que me hizo humedecer por completo el resto de mi vagina, tuve una tentación muy pero muy fuerte la que no pude resistir, y sabiendo que nadie lo sabría me cargué un poco más para abajo sobre esa carnuda funda logrando encajarme la puta de su delgado pene, el que sentí muy agradable como del grosor de mi dedo pulgar pero más calentito y suavecito, volviendo a quedarme tranquilita por otro lapso de tiempo, que en mi estomago volaron miles de mariposas y mi vulva me pedía con desesperación más de lo que estaba recibiendo. Su calorcito me volvía loca!!!
Instintivamente me bajé aún más moviendo mi pelvis de atrás para delante y viceversa reiteradas veces, lo que alertó a mi perro incorporándose rápidamente saliendo de debajo de las tapas y descubriéndome a mí también, se sentó de costado lamiéndose su cosa que una roja punta asomaba desde su prepucio, quedando yo impávida ahí mirándolo a piernas abiertas. Se me acercó olfateando directo a mi vagina, la que comenzó a lamer en el acto, haciéndome retorcer de placer.
No era lo mismo que había yo iniciado pero se sentía riquísimo, pasaba su lengua a lo largo de toda la rajadura de mi almeja rozando exquisito mis labios y clítoris por un rato, luego comenzó a escarbar al interior de mi vulva reavivando el ansiedad por tener su pene dentro, pero un inesperado orgasmo tranquilizó parcialmente mi lujuria.
Una vez que acabó de lamerme ahí, se me acercó poniendo sus manos a mis costados y me lamió el sudor del cuello haciéndome abrir los ojos cuando me apretaba la cintura por un costado como queriendo abrazarme, sentí que se movía mi cama percatándome que era él que sacudía sus caderas asomando nuevamente la punta de su pene en cada envión, a lo cual reaccioné rauda poniéndome a cuatro patas sin pensar en nada más, solo en lo quería dentro mi ansiosa vagina.
Como ya estaba bajo él, me tomó de inmediato por la cintura dándome de picotones por todos lados, tuve yo que buscar su miembro con la entrada de mi vulva para que acertara, pero una vez en curso se fue hasta el fondo iniciando un maravilloso mete y saca que me elevó a las nubes en muy pocos segundos, su pene era espectacular, con la velocidad que lo hacía adormeció luego mis paredes vaginales sintiendo algo así como una agradable hinchazón, que especialmente cerca de mi entrada provocaba un enorme placer.
Para ser una adolescente inexperta estaba gozando como una verdadera puta, no me explicaba el abrupto giro en mi vida sexual pasando de unas ocasionales masturbaciones manuales de dos dedos, a ser una literalmente “verdadera perra”. Cosa que realmente no me importó, pues cuando inició su eyaculación el tremendo orgasmo que se me vino, borró por completo mi mente dejándola absolutamente ausente, era solo mi cuerpo el que estaba ahí gozando de este sexo animal.
Mi mente no concebía el sexo entre humano y animal, jamás lo había imaginado ni siquiera pensado, pero bastaron pocos minutos desnuda a solas con mi perro y ya estaba haciendo el amor con él, o dejándome montar por él, o siendo su perrita, llámenlo como quieran. Pero pese a tener claro en cada momento que era algo anormal y probablemente rechazado por el común de la gente, que hasta yo misma lo hubiese rechazado antes de verme involucrada en carne propia en ello, me sentía sucia muy sucia. Pero estando ahí disfrutando del acto mismo y gozando a más no poder, ya no me podía detener.
Solo me preocupaba que me escucharan mis padres y me fuesen a sorprender en tan comprometedora situación, que por lo mismo me tragué el grito que estuve apunto de liberar en el momento que se volteó con su pene trabado en mi interior, no siendo tanto el dolor como el susto de la sensación que me iba a dar vuelta para afuera la vagina, por lo que contraí los músculos de mi entrepierna hasta que él pasó una de sus patas traseras por sobre mi anca y quedamos trasero con trasero con su miembro totalmente doblado para atrás, haciendo presión en un punto muy especial entre mi caverna vaginal y el hueso de mi pelvis.
Aún se sentía rico tener su pene dentro y pese a lo contorsionado que lo tenía, este seguía eyaculando lentamente, pero al soltar mi apriete y volver a contraer sentía un chorro calentito con más intensidad incrementando mi orgasmo que todavía no se apagaba, por lo que instintivamente terminé ordeñando su pene con mi vagina. Los minutos sucesivos que estuvimos unidos por nuestros sexos perdí la noción del tiempo por el continuo orgasmo que me invadía, calculo que fueron 8 ó más pero no me di ni cuenta cuando de repente en un solo “SSSSHHHLLAFFFTT” salió su cosa dando paso al gran exceso de fluidos en mi interior. Mezcla mayoritariamente de su semen y algo de mis fluidos entintados de un leve rosado que obviamente provenía de algo de mi sangre, pues su deformado pene no tenía evidencia de sangramiento alguno.
No alcancé a evitar que cayera todo ese líquido en mis sábanas, pero si a salvar que se pasara al colchón absorbiéndolo rápidamente con la toalla que tenía en el pelo y dejando caer lo restante en ella. Me tocaba mi vagina y la sentía muy ahuecada, mientras él se lamió su cosa hasta que se le entró en su funda, no tardando mucho en querer la repetida. Si bien yo ya había tenido suficiente, en agradecimiento me volví a poner en cuatro patas pero esta vez en el piso de mi habitación que me saldría más fácil limpiar.
Me daba mucho miedo y no lo hacía cuando estaban mis padres en casa, pero no podía dejarlo de hacer cuando estábamos a solas. En ocasiones podíamos dos hasta tres veces en una misma semana, como así también a veces pasaba más de un mes sin nada. Cuando podíamos y aunque yo no tuviera intensiones por el sentimiento de culpa que me embargaba, el solo saberme a solas con él me excitaba. Captándolo al instante su agudo olfato y se ponía a rascar la puerta cuando estaba fuera o me empezaba a acosar estando él dentro de casa o yo en el patio, terminando inevitablemente dejándome poseer por él, en definitiva terminé siendo su esclava sexual.
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