Lo que me paso por andar desnuda por casa
Una aventura que me conto una amiguita mientras la follaba duro.
Me gusta desde chica andar desnuda por casa
Una jovencita nos relata como fue su primera experiencia gracias a que sus padres la dejaban andar totalmente desnuda por la casa, hasta que un día sucedió lo que tenía que suceder
Una amiga me ha contado una experiencia que tuvo hace ya unos cuantos años, en su más tierna edad en que las hormonas empiezan a hacer estragos en los cuerpos femeninos y los embellecen, y he decidido que forme parte de uno de mis relatos.
Resulta que desde algunos años antes, ya conocía el placer de sus manos acariciando su cuerpo, encontrando su clítoris y obteniendo cierto placer que no llegaba a convertirse en delirio pero que le daba mucho gustito cuando sus dedos paseaban por sus labios y encontraban su botoncito de la felicidad…
Pasaron los años y con la confianza de estar en casa, solía andar por su hogar totalmente desnuda, siempre ante la visión de los padres, que, viendo como comenzaba a cambiar el cuerpo de su hijita, alguna que otra vez, el padre, sintió que se le endurecía su miembro viril, momento que aprovechaba para, siempre que estaba acompañado por la madre de su hija, echarle un polvazo de los que no se olvidan, a la madre… ocasión que la madre tampoco desaprovechaba… y la joven, al conocer los ruidos que salían de la habitación paterna, no perdía la ocasión para poner el oído junto a la puerta de sus padres o mirar a través del quicio de la puerta, mientras escuchaba sus palabras y así poder hacer lo que más le gustaba, meterse los dedos:
– Ooohhh como me pone de cachondo la chica,… ufff, me dan ganas de estar metiéndote la polla… durante todo el día…, y correrme y correrme y correrme… aaahhh.
– A mi me encanta… aaahhh, sigue, no pares… que ella pasee por la casa desnuda… porque se me moja todo el sexo… uffff, que me gusta… y a veces debo secarme los muslos de lo mucho que me salen los jugos… ooohhh no pares no pares…
– Uhhhmmm ya están mis padres… uhmmm, que rico mi dedo… otra vez follando como locos… adoro ponerlos calientes… ooohhh cada vez me entran más fácilmente… así me puedo meter los dedos mientras los escucho… como me gustaría hacerlo delante de ellos… que mojada estoy… y que vieran disfrutar a su hija lo bien que se lo monta sola….
Y así pasaban los días y los meses y los años hasta que al padre le dio por pensar que podrían verla a través de las ventanas los vecinos y algún que otro salido… por lo que decidió poner remedio.
– Esposa mía… ooohhh… aunque me gusta mucho echarte estos polvos… uffff que dura se me pone de pensarlo… que aparecen por motivo de la desnudez de nuestra hija… y que sean por muchos años… ooohhh que siento que me corro… creo que deberíamos advertirle que hay mucho sinvergüenza en la calle… uuuhhhmmm, que podría estar observándola, mejor que se ponga algo, ¿no te parece?
– Siii,… mi amante marido… pero no pares de menearte dentro de miii…, ooohhh que me gusta… le diré que se ponga un camisón… ooohhh siii… para que no esté tan visible, nada más que para tus ojos…
Mientras, la hija seguía en lo suyo… con sus dedos…
– ¿Un camisón? Ufff, que rico mi dedo hoy… bueno, mientras sea eso… me está llegando el placer de nuevo… y no me digan que me ponga nada debajo… lo haré… ¡¡¡ooohhhh!!! ¡¡¡Que ricooo!!!
Y así fue, con el camisón, parecía que se realzaba más su culito desnudo y respingón y a su padre lo ponía a mil de caliente… ya con la ropa parecía que se quedaba más tranquilo, pero las ganas de follar con su esposa no se le quitaban, la joven seguía con sus “costumbres” y estaba “cómoda” por casa, en su habitación le gustaba hacer poses frente al espejo, utilizaba el camisón para observar los cambios que se estaban produciendo en su cuerpo, sus pechitos ya creciditos, los vellos… también le gustaba imaginar que era una gran actriz, probándose trajes, quitándose todo, cambiándose sombreros… y cualquier cosa que tuviera al alcance de sus manos.
En muchísimas ocasiones, cuando la excitación era algo más que excitación, jugaba a esconder o destapar sus encantos, era algo fantástico y de vez en cuando también se miraba al espejo de una manera muy sensual y más particular todavía: se observaba bien de cerca, poniendo la cama o una silla junto al espejo, abría sus labios vaginales, encontraba la profundidad que tenía, también miraba su himen sin aún saber lo que era eso, simplemente que le daba mucho gusto cuando pasaba el dedo o los dedos junto a el y lo acariciaba y lo empujaba hacia adentro, pero sin llegar a romperlo, le daba mucho gustito, un gustito enorme, pero lo que más le gustaba observar era el clítoris que se ponía un poco más grande cuando comenzaba a mojársele la vagina, y sobre todo cuando lo acariciaba, a veces lentamente o a veces muy rápidamente, hasta que alcanzaba lo que ella consideraba el orgasmo, que todavía no llegaba a serlo pero el gusto que se daba era tremendo, algunas veces sentía que se le aflojaban las piernas y en otras ocasiones que le temblaba todo el cuerpo, había momentos en que era tanto el placer, que tenía que cerrar las piernas, atrapando así sus dedos con los muslos y en el clítoris, con lo que el éxtasis se multiplicaba bastante.
En sus juegos frente al espejo siempre estaba acompañada por su perro Tuzo que llevaba unos cuantos años con ellos y era a la chica a quien más quería de la familia, Tuzo era un pastor alemán que ya tenía cuatro años y también tenía ganas de conocer perra, por las veces que le mostraba su pirindolo saliéndosele de su entrepierna.
Eran tantas las ocasiones en que sucedía eso que un día le picó la curiosidad y trató de observarlo también a el más de cerca, a sabiendas de lo que podía ocurrir con su penecito, tras haber observado a su padre “metiendo” a su madre…, pues dicho y hecho, se acercó y lo tocó, a el pareció gustarle, pues le salió un poco más y empezó a engrandecérsele, haciendo intentos de tranquilizarlo:
– Tuzo, no ladres, no chilles, no te haré nada malo, tú solo déjate hacer que sólo voy a ver como ocurre eso que le ocurre a papá cuando está con mamá…
Así que comenzó a meneárselo sin saber bien que le estaba haciendo una paja, como cada vez se le ponía más y más grande, tenía más y más curiosidad, así que cuando dejaba de tocárselo se le hacía más pequeño y cuanto más lo acariciaba o lo meneaba, se le hacía más grande, estuvo jugueteando con su pene unos cinco minutos, hasta que empezó a frotarlo a mucha velocidad, mientras observaba los chorritos que le salían, se le hizo totalmente grande, vió una bola enorme que le salió en la base y seguía acariciándolo, hasta que no pudo más el pobrecito y lanzó como tres o cuatro chorros de líquido parecido a la leche, cuando lo tocó, el líquido estaba caliente caliente y por su curiosidad, lo probó y le gustó, estaba un poco ácido pero estaba bueno, ya se me estaba ocurriendo que en otra ocasión lo mismo lo echaba en un vaso para no manchar el suelo y así… bebérmelo.
Pasaron los días, los meses y los años, y seguía con sus costumbres, y también de vez en cuando volvía a hacerle una paja a Tuzo, parece ser que le gustó y como lo que gusta a veces se suele repetir, ella lo repitió con Tuzo, y el estaba encantado.
Los veranos los pasaban en la casa de campo que tenían en un pueblo cercano, en medio de la nada… allí estando a solas podía hacer todo lo que le apeteciera, porque eran muchos los momentos en que se quedaba a solas, ahí si que andaba absolutamente desnuda por toda la casa y por el jardín, ni pensar que en la piscina iba a meterse con el bikini, pensaba que las marcas le afeaban su piel bronceada y quería estar totalmente simétrica de color por todos lados, así que totalmente desnuda por la casa, el jardín, dentro del agua y fuera de la piscina.
Como decía, seguía con sus costumbres, de acariciarse bien abierta de piernas bronceándose incluso sus labios vaginales por dentro, mientras sus dedos accedían hasta lo que era el himen sin llegar a destrozárselo, dándose todo el gusto que se podía sentir hasta el límite de su cuerpo, algunas veces se quedaba dormida mientras se acariciaba con todos sus dedos dentro y fuera de mi cuerpo. En una de esas ocasiones en que dormía, Tuzo le empezó a lamer sus pezones, que los sintió ponerse bien duros, esa sensación no la conocía, y cuando su lengua paseaba por su piel se le ocurrió que podía hacer otra cosa mejor:
– Tuzo, que gustito me estás dando en las tetas, mira mis pezones como se me han puesto, ¿te gustaría probar algo nuevo?
El perro parecía que entendía y se sentó a ver cual era la opción, así que se sentó bien abierta de piernas frente a el y le animó a que metiera su lengua en donde su piel era más sensible, su vagina, Tuzo supo realizar bien su trabajo:
– Uauuuuuu, que cosa más rica… ooohhh no me aguanto, sigue… sigue… ooohhh, que me corroooo, no puedo aguantarme… ooohhhh…
En menos de un minuto había alcanzado el orgasmo más grande de su vida, con la lengua de su fiel “amante improvisado”.
En las muchas horas que pasaba junto a su perro, impaciente no aguantaba el momento en que sus padres tenían que irse a sus respectivos trabajos para despojarse de su camisón y ponerse a expensas de Tuzo, y así aprovecharse bien de su lengua y darle gusto a su pollón que cada vez le gustaba más.
En una de las ocasiones en que estaba recogiendo un refresco que se le había derramado en una de las tumbonas que tenían para tomar el sol, sintió un peso en su espalda…
– Tuzo, ¿otra vez quieres que juguemos a eso que tanto te gusta? Espérate ahí apoyado en mi espalda mientras termino de recoger la naranjada que se me cayó.
En ese momento sintió que Tuzo jadeaba y comenzaba a mover sus caderas… ella no le eché mucha cuenta, pero como empujaba cada vez más fuerte, se terminó por caer hacia delante y sólo le dio tiempo a ver que tenía el pirindolo fuera de nuevo, tan inocente le dijo:
– Tuzo, jajaja, que caliente eres, ahora mismo te hago una paja, pero déjame que recoja este…
No le dio tiempo a finalizar la frase, de un empujón tras muchos vaivenes, acertó en donde tenía intención de acertar, el dolor fue tremendo:
– ¡¡¡Ayyyyy!!! Pero Tuzo… condenado, ¿qué has hecho? Eso me ha dolido… ufff, bájate de ahí… no…, mejor no… sigue…
Sólo pasaron unos segundos cuando sintió que la follada que le estaba pegando el perro era lo mejor que le podía pasar, incluso tras la lamida que le había dado unos días antes en toda su vagina.
– Oooohhh pfffff, sigue no pares… oooh esto es mucho mejor que mis dedos, que gustooo, sigue, mi amor… después te haré una paja para sacarte la leche que tienes ahí, mmmmm que rico lo que me haces…
Tuzo sabía muy bien que eso no iba a pasar puesto que la leche se la iba a depositar en otro sitio que tampoco era un vaso, mientras se meneaba de atrás hacia delante, había traspasado el límite del himen, que ella había soportado muy felizmente y seguía metiéndole toda la polla, hasta que llegó a donde no podía más y de un fuerte empujón:
– ¡¡¡Ayyyyy!!! ¿Qué has metido ahí? ¿La bola? Oooohhh que cosa más rica… me encantó, ahora salte, guarrete…
Pero como desconocía las costumbres, no tuvo más que quedarse quieta tras varios intentos infructuosos de sacarse la bola que le había recién metido su cariñoso Tuzo… ya estaba a punto de llorar tras diez minutos que se le hicieron eternos, pero llenos de orgasmos sin parar y… ¡¡¡plop!!!, le sacó la bola, entonces es cuando vio el pene tan enorme que tenía su perro, nunca lo vio de tamaña dimensión y los chorros que les salían de su propio sexo, parecía que le había echado dos litros de leche ahí adentro.
Esa fue la primera experiencia de esta amiga tan particular que tan bien se lo hizo pasar su mascota Tuzo, un momento inolvidable.
Grandioso relato 🙂
Genial, muy excitante 🤤😍👍❤️