Loba en Celo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Tengo 16 años y soy la menor de dos hermanos, el mayor me lleva por 4 años y ya está en la universidad en donde se lleva todo el día pues sus horarios son dispares y el tiempo que le queda entre un ramo y otro lo ocupa para estudiar con sus compañeros. Mis padres ambos trabajan, por lo cual desde que llego de la escuela a 16:30hrs hasta las 20:00 en que ellos llegan estoy prácticamente sola en casa.
Les contaré que a mis 12 cuando me llegó mi primera regla, esta desde un principio fue muy irregular variando esta en períodos de entre 20 y 40 días. Lo cual se mantenía en el tiempo y cuando cumplí 14 mamá me llevó al ginecólogo en donde me realizaron una serie de exámenes, entre ellos uno de sangre y una ecografía pélvica que salió algo alterada pues el médico no apreciaba uno de mis ovarios, por lo que me examinó un poco más profundamente y me hizo sacarme los calzones y acomodarme con los pies arriba en el sillín ese, untó sus guantes en vaselina y hurgueteó superficialmente en mi vagina hasta separar un poco mis labios interiores y miró con un lente especial que se puso en su ojo derecho, para luego llamar a mi madre para un costado tras el biombo que separaba esa camilla-sillín de la consulta misma, donde le murmuró que yo ya me masturbaba y mi himen ya estaba roto por lo cual era factible hacerme una ecografía transvaginal para salir de toda duda y saber que tratamiento seguir, consultándole si contaba con su autorización.
Y luego de contar con la autorización de mamá, me dio el mismo diálogo que a ella y me preguntó si yo no tenía problema. Y yo por lo avergonzada que estaba de que me hubiesen descubierto, no me atreví a decir que no y además que era por mi propio bien. Entonces sacó un aparato con punta ovalada, algo así como un huevo de codorniz con un mango semi-flectado que le salía de su base, lo cubrió con un condón untándolo en vaselina y luego de introducirme uno de sus dedos como tanteando algo en mi interior me introdujo lentamente ese instrumento, mientras iba observando la pantalla y dictándole la información que ahí veía a una secretaria que estaba en un escritorio al lado del suyo. Pero mientras con una mano giraba ese aparato para ir tomando distintos ángulos, la otra la dejó sobre mi monte de Venus y no sé si inconscientemente o no el pulgar de aquella mano apoyado directamente en mi clítoris, lo que me produjo cierto grado de excitación con ese suave aparato moviéndose ahí adentro.
Era un hombre bastante mayor para mí, de más de cincuenta años, pero muy bien parecido y bastante gentil en su trato. Debo reconocer que se endurecieron mis pezones, mis mejillas se enrojecieron, mi corazón y respiración se agitaron, lo cual traté de disimular al máximo y creo que no lo notó pues no hice ningún otro tipo de movimiento y mi vista la mantuve impávida alternando mi mirada entre las luminarias del cielo, la pantalla y su rostro. Obviamente eran las primeras manos de un hombre que tenían contacto con mi sexo y creo que de alguna manera lo disfruté. Bueno pero la cosa es que mi ovario izquierdo estaba menos desarrollado y girado hacia la parte posterior de mi útero, por lo que recetó un tratamiento con unas pastillas que parecían anticonceptivos pero que no lo eran, solo se trataba de hormonas que harían madurar ese ovario y regularían mi período menstrual. Al cabo de 6 meses me llevaron a control y solo bastó con una eco pélvica para ver que mis ovarios ambos estaban en su posición y de similar tamaño, quedándome con las ganas de repetir la transvaginal que hasta los calzones me saqué y cuando ya me estaba acomodando en el sillín ese el ginecólogo me dijo que no era necesario.
Me extendí mucho en lo anterior – Pero el asunto es que ese tratamiento el que tuve que seguir por 6 meses más, reguló de tal manera mi regla que esta coincidía exactamente con la luna nueva y en la mitad de mi período noté que cierta mucosidad inundaba mi caverna vaginal dejándola muy jabonosa, y esto coincidía con los días en que andaba más fogosa y me daba por masturbarme, lo cual le consulté al médico en el último control de mi tratamiento y me explicó que se trataba de mi período de fertilidad, y esos días calzaban justamente con los de luna llena. Por lo que en mi mente me cree la idea de que yo era una especie de loba y que cuando había luna llena entraba en celo.
Bueno transcurrió el tiempo (hace 6 meses atrás) y el cachorro que tenemos en casa, que a mi hermano le regalaron cuando yo tenía 13 ya tenía dos años y medio, todavía seguía con el jueguito de aparearse con el muslo que quién tomara descuidado. Pero noté que últimamente lo hacía preferentemente conmigo y siendo más insistente en los días de luna llena, algo percibía de mi estado y no dejaba de estar cerca de mí cuando me encontraba en casa, hasta en ocasiones me pilló agachada o en cuatro patas y me tomaba por la cintura haciendo el jueguito ese, pero yo me enderezaba sacándomelo de encima y reprendiéndolo “que yo no era una perra y que no se atreviera a hacer eso de nuevo”, pero no entendía y repetía su osadía cada vez que me pillaba en alguna posición que pudiera aprovechar.
Desde que noté esa afición de nuestro perro por simular aparearse conmigo, comencé a reprimir mis deseos sexuales y había dejado de masturbarme. Me sentía algo culpable por despertar tan notoriamente ese instinto de reproducción en él, culpaba a la loba en celo que según yo había en mi interior, no pudiendo desenvolverme como la adolecente hormonalmente activa que era.
Llegando ya al presente, llevaba casi 6 meses sin masturbarme reprimiendo mis deseos sexuales, lo que mi perro no hacía y siempre cada vez que podía me hostigaba acosándome sexualmente en los días de luna llena. Ese día fue un miércoles en que habíamos planeado una salida para el sábado siguiente con unas compañeras de la escuela y apenas llegué a casa antes de cambiarme el uniforme fui a ver algunas de las prendas de ropa que podría ocupar para ese día, y fui a echar a lavar las que estaban sucias para tener más opciones para elegir. Pero cuando salí al cuarto de lavado y eché toda la ropa de una vez en la lavadora uno de mis calcetines preferidos, unos tipo soquetes muy coloridos que hacen juego con los shorts rosados que pensaba usar ese día, cayó por detrás de la máquina que está arrinconada en el lavadero. Miré por arriba de esta, y la pequeña prenda había llegado hasta abajo muy cerca de la esquina, por lo que arrodillándome a un costado del aparato recliné mi tronco y estirando mi brazo derecho ya estaba muy cerca de darle alcance.
Cuando percibo a mi perro que me está olfateando la vagina, pues la faldita de mi uniforme es algo corta y al estar en esa posición me quedaba el calzón a la vista, luego lo siento darme unas lamidas por sobre la tela de mi prenda íntima y al tratar de incorporarme doblé mi brazo antes de sacarlo de detrás de la lavadora y se me enganchó el chaleco en una de las latas que ahí había quedando atrapada. Lo que mi perro aprovechó para montarme y dar rienda suelta a su jueguito de tratar de aparearse conmigo. No podía zafarme de esa posición y el pene de ese animal ya estaba picoteando entre la parte baja de mis glúteos hundiendo ahí la tela de mi calzón, yo por más que jalaba mi chaleco no se soltaba. Pero cuando se bajó a lamerse la punta desenfundada de su pene, pude pensar y me di cuenta que tenía que ir con mi brazo más adentro de donde estaba para desenganchar mi chaleco pudiendo ahí recién salir de esa posición y librarme de mi perro.
Pero al agachar más el tronco mi vagina quedó más expuesta y su pene golpeaba justo en el centro de ella en la segunda montada, mientras yo movía y trataba de meter mi brazo más adentro para poder salir de ahí. Los chorritos de líquido que salían de su miembro más la humedad natural de mi vagina en esos días, tenían totalmente empapada la entrepierna de mi calzón y este se había hundido un par de centímetros en la rajadura de mi almejita, pero luego se volvió a bajar para lamerse su cosa, momento que aproveché para tratar de liberar mi brazo y al sacudirlo uno de mis dedos topó algún cable sin protección y recibí una pequeña descarga eléctrica, que no fue gran cosa pero me asustó mucho y me quedé un instante tranquilita tratando de recapacitar de cómo podría salir de ahí. Momento en que mi perro volvió a lamerme mi sexo y nuevamente montarme.
En esa última lamida mi calzón se desplazó para un costado quedando una orilla del rebaje totalmente hundida entre mis labios y al montarme el pene de mi perro se coló por ahí, pero para suerte mía este no entró en mi vagina y quedó resbalando transversalmente en el agujero de mi ano, momento en que sentí ese húmedo y caliente aparato en contacto directo con la piel de las paredes interiores de mis glúteos produciéndome un escalofriante cosquilleo que hizo erizar mi piel. En este intento mi perro se quedó un tiempo más largo bombeando con su pene entre mis nalgas y me sentí muy extraña, pues era primera vez que un aparato sexual masculino hacía contacto con mi sexo. No sabría como describirlo, pese a estar en una situación apremiante, prácticamente siendo víctima de una violación, un cierto morbo me invadió y percibí esa fricción como algo relativamente agradable.
Ahora cuando se bajó su cosa estaba desenfundada hasta más de la mitad y se quedó un rato más largo lamiéndosela, tiempo que aproveche para estirar lo más que pude mi brazo y dándole alcance al calcetín también logré desenganchar mi chaleco, y pude ponerme de pié antes que volviera a tratar de montarme otra vez. Lo reprendí y le di un par de patadas por su atrevimiento, con lo cual se retiró a unos tres metros de mí y ya no se me acercaba. Por lo que decidí sacarme mis humedecidos calzones para echarlos a lavar junto con las prendas que ya estaban en la lavadora, no sé porque pero instintivamente fui a oler la mojada entrepierna de mi prenda y el aroma de mis fluidos mezclados con los del perro produjo una extraña sensación en mí que hizo erectar mis pezones y un pequeño nudo hizo contorsionar alguna parte de mi vulva.
Entre a la casa dejando al perro afuera y ahí mismo apoyada en la puerta trasera de la cocina comencé a tocar mi humedecida vagina, mi clítoris ya estaba algo endurecido y dos de mis dedos entraron fácilmente en mi cavidad, jugando un poco al mete y saca primero para luego quedarse presionando rítmicamente el punto ese que está por el lado interior del hueso del pubis donde las mujeres que nos exploramos sabemos que gozamos. Despertó la loba en celo que había en mi interior y mi goce sexual me provocaba unas inmensas ganas de aullar, esa hembra cuadrúpeda después de tanto tiempo reprimida ahora se había liberado con una fuerza increíble, que no me dejaba ser dueña de mis propias acciones.
Ella deseaba aparearse y nada la iba a detener en el querer satisfacer su instinto……, eso sí que el único macho que estaba a disposición y la podía complacer era mi perro, no era un lobo pero sí de la misma especie canina. Me hizo salir al lavadero y le ofreció mi vagina al perro para que la lamiera, lo que él hizo gustoso y ahora sin calzón de por medio directamente sobre mis labios vaginales……, se sentía exquisito y estaba gozando junto a ella de las caricias de esa tibia y áspera lengua, separé mis piernas y ese sexo oral se profundizó escarbando al interior de mi vulva como penetrándola, lo que me hizo unirme a mi loba en sus deseos de aparearse y fuimos una sola.
Nos bajamos en cuatro patas al piso del lavadero, volteándome yo la faldita del uniforme hacia la cintura para dejarme totalmente descubierto y mi perro luego de dar unos pocos lengüetazos más, se montó a hacer lo suyo, y apenas me tomó por la cintura mi loba me dijo que debía alzar mi sexo por lo que tomé una posición muy parecida a cuando estaba tratando de sacar mi calcetín, y él muy rápidamente encontró el camino exacto que de un par de enviones me encajó completamente su miembro viril…….., el que por estar ya algo excitado tenía su nudo en formación y me dolió al pasar el umbral de la entrada de mi vagina hasta ese entonces convencionalmente virgen.
Pero solo fue un ardor inicial, pues comenzó a bombear como un enajenado proporcionando un exquisito roce que me hizo iniciar mi orgasmo antes que su pene se hinchara por completo (sabía que los perros se quedan abotonados a sus hembras, pues aparte de haber escuchado algo de ello en una ocasión en una plaza cercana a casa vi a una pareja de ellos en acción y disimuladamente me quedé mirando hasta que se despegaron, sabiendo ya más menos la forma que tiene su aparato cuando está activo). Sabía que podíamos quedar pegados pero no me importó, solo gocé de ese nudo que hacía presión en ese punto que tanto me gusta a mí cuando me masturbo….. Uuuuummmhhh……..!!!!, su movimiento más su temperatura me hacían contorsionar de placer, placer que viajaba por mi sangre a cada parte de mi cuerpo, mis senos estaban como que iban a explotar, mis mejillas invadidas de un dulce calor y mi palpitante vientre contagiado por los espasmos de mi útero que comenzaba a ser inundado por su hirviente semen, que chorro a chorro colmaba de lujurioso goce todo mi ser. Todo esto sumado al palpitar de su nudo que potaba y presionaba perfectamente mi punto G, me tenían sumida en un éxtasis inigualable.
Pero como toda cosa que es muy buena, no podía durar mucho y no tardó en querer bajarse para un costado evidenciando mis sospechas del abotonamiento, su pene no salía de mi vagina, su nudo en mi interior había superado el ancho de la entrada de mi caverna y cuando jalaba sentía como que me destripaba. Pero paso una de sus patas traseras por sobre nuestros sexos y la sensación ya no fue tan desagradable, es más lo afirmé por su cola y seguí disfrutando de su pene totalmente volteado para atrás que aún latía constantemente estimulando mis puntos sensibles e inundando todavía mi complacido útero con esa caliente leche que no paraba de salir.
Disfruté por largo rato, unos 10 ó 15 minutos hasta que se deshinchó lo suficiente su nudo y pudo salir, sorprendiéndome sí la gran magnitud que aún guardaba su aparato. No sé si el pene de mi perro es más grande que el del que vi en aquella ocasión en esa plaza o mi vagina es menos estrecha que la de una perra, pero se veía bastante más grande. Mi loba en celo aún predominaba mis acciones y no podía sacar la mirada de ese miembro que colgaba entre sus patas traseras, y aún en cuatro patas me acerqué a un costado de él para ver de más cerca. Vi desde muy cerca como se dio unas cuantas lamidas en su cosa y luego se fue a lengüetear el exceso de fluidos que salía de mi vulva, y aprovechando la instancia yo y mi loba comenzamos a saborear ese aparato realizando una especie de improvisado 69 perruno para rematar ese apareamiento que estuvo muy bueno.
Como quedaba más de un par de horas antes que llegara alguien a casa, esperé un momento a que terminara el ciclo de lavado tendí la ropa y me saqué todo el uniforme quedando completamente desnuda y lo eché a lavar para eliminar toda evidencia de pelos y fluidos en él. Y al parecer ya ambos estábamos repuestos, por lo que decidí hacerlo de nuevo, mi loba ya estaba satisfecha y esta vez era yo la que quería más, me eché saliva en los pezones y lo hice que me lamiera esperando a estar a punto para ofrecérmele nuevamente, lo que aceptó gustoso.
Aprovechando después cada ocasión a solas para aparearnos desenfrenadamente.
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