MAbi y Rocco
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por buentipo50.
Mabi, había domesticado a su Gran Danés hasta el punto de casi humanizarlo. Era grande musculoso, tierno como un peluche pero con el pelo corto, muy consentido y con un atributo de grandes dimensiones. Mucho más grande que el del mejor de los hombres. Rocco, parado en cuatro patas, era esbelto y desde la punta de su cabeza hasta el suelo medía un metro veinte. Casi un pequeño caballo. Primero vivió con ella en la casa de sus padres, hasta que, a los veintidós años, decidió mudarse con él a un luminoso departamento. Rocco, se subía a la cama con ella, a veces dormían abrazados, otras el Danés le lamia el cuerpo recién bañado de Mabi. Ella lo dejaba por que le gustaba la sensación, luego volvía a bañarse. Una tarde de lluvia, en fin de semana, Mabi recién bañada y desnuda buscaba sus zapatos debajo de la cama, en posición de perrito, sin advertir que Rocco la miraba y le daba vueltas moviendo la cola y muy excitado. Su miembro creció convirtiéndose en una estaca roja, gruesa, larga, con una base que parecía una papa brillante. Mabi, quebró la cintura para poder bajar bien la cabeza hasta el suelo, dejando muy bien parada su cola redonda y a la vista sus delicadas curvas de jovencita delgada, pero con caderas sugestivas. Mientras tanto Rocco seguía bailoteándole alrededor, era muy gracioso ver a ese gigante excitado por la pose de su ama. Ella parecía una muñequita blanca al lado del gigante canino. En un momento ella, dijo desde el piso con voz cariñosa. –Rocco, ¿vos te llevaste mis zapatos rojos? Y a Rocco, le pareció la señal esperada. Se acomodó detrás de Mabi, como nunca lo había hecho en sus cinco años, y empujó sus caderas en franco movimiento de penetración. Al principio ella se rió, luego se dio cuenta que pasaba, un momento después le dio curiosidad. Entonces abrió bien las piernas y levantó más las caderas, tomó el palo del perro y se dio cuenta de su tamaño y lo apuntó a la entrada de su vagina que ya estaba totalmente lubricada. Con un leve movimiento el bastón gigante se resbaló hacia el interior de Mabi, que lo recibió con un gemido profundo. –Ahhhhh, pero que grande que la tenés. Si bien no era virgen, sentía como su perro le abría sin compasión las paredes de su ya dilatada vagina. Sentía una sensación exquisita, nueva, húmeda, caliente y dura. Apoyó bien los brazos en el piso y empujó hacia atrás para permitir una penetración más profunda. Tenía intenciones de tenerlo todo adentro y hacer que la punta de palo le toque la puerta del útero, mientras se moría de placer. –Agggggg, ahhhhhhh, ufff, así amor, así, así. Mas adentro, por favor… Mientras Rocco le comía a lengüetazos la nuca y el cuello. El perro era como un vagón de carga a toda velocidad penetrando a esa jovencita tan lujuriosa. Y coincidió en que ella levantó un centímetro más su vagina totalmente abierta y Rocco hizo un movimiento forzoso y la bola de la base se introdujo dentro de ella, arrancándole un grito desgarrador. –Aggggggggggggggggggg, Rocco me rompés toda. Pero no la saques, estoy totalmente abierta. Entonces el coloso se detuvo, con todo su miembro adentro de su hembra. No podían ni querían separarse. Con cada movimiento de él, aunque fuera leve, ella gemía mordiéndose los labios. –Me estas matando Rocco. Assssiiiiii, assssiiii, como me gustaaaa. Ahhhhh. Mabi, perdió la idea de tiempo, pero pasaron como cuarenta minutos gozando, hasta que ella empezó a sentir que el miembro de Rocco latía. Entonces empezó con las contracciones vaginales, como succionándolo y el perro emitió un ahogado aullido y Mabi sintió todo el esperma de ese macho adentro, en el fondo, pegando en su útero como quería. –Agggggg, aggggg, agggggg, Rocco. Pasaron varios minutos hasta que pudieron desprenderse. La vagina de Mabi estaba totalmente abierta y de un color indefinidamente rojizo, chorreando semen como una catarata. Lo miró a Rocco y le dijo. –Me violaste, amigo. Como me violaste. Vení acá. El perro se acercó con el miembro semi erecto y brillante. Mabi, quería ver lo que le había entrado hasta hace unos momentos. Y pensó en limpiársela, se agacho debajo de Rocco y se metió el palo en la boca, intentando tragarlo por completo. Para Mabi, era un placer que no terminaba de pasar nunca, hasta que sintió un chorro pequeño, escaso y de sabor ácido y el falo de Rocco, volvió a su tamaño natural.
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