Mi cuarto encuentro con la Zoofilia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por AngieZoo.
Hola de nuevo.
Gracias por leer mi cuarto relato.
Estuve trabajando un año, finalmente me di cuenta que lo que me gustaba era enseñar.
Di clases de computación y eso me llevó a una escuela normal.
Entonces regresé a la vida académica.
Estaba por cumplir 20 años y con un gran secreto personal.
Durante ese tiempo Alberich contrajo hepatitis, por más que se le dio medicamento no sobrevivió, también fue incinerado y sus cenizas aún están junto a las de Bari.
Lloré mucho por el flaquito, era un perro muy cariñoso e inteligente.
Me quedé solamente con Penrril, el cual era muy fiel y cachondo.
En ocasiones rascaba la puerta de mi recamara listo para abotonarme.
En una ocasión pesqué una infección vaginal, no recuerdo el nombre pero el ginecólogo me dijo que se debía a falta de higiene.
Me dio mucha pena pero asentí pensando que sería peor confesar mis relaciones sexuales con mi perro.
Desde entonces tomé la costumbre de bañar a mis perritos cada 3 días o por lo menos una vez a la semana.
Tuve una pareja sentimental durante esos años en la carrera.
Tuvimos una relación muy bonita pero nunca le dije de mi lado zoofilico, no tuve las agallas para confesárselo.
Pero también me di cuenta de la enorme diferencia entre hacerlo con un perro y con un hombre.
Con Penrril era pura lujuria, ganas, apareamiento animal, pero con Carlos (nombre falso) afloraban los sentimientos, el cariño, el deseo de hacerlo feliz.
Con un perro tenía sexo, pero con mi pareja hacía el amor.
Así pasaron 4 años.
Terminé mi carrera y me titulé, lamentablemente mi relación con Carlos no sobrevivió.
Comencé a trabajar como maestra en una secundaria, quería ahorrar lo suficiente para rentar un departamento cerca de mi trabajo aunque no sabía si llevarme a Penrril o qué hacer con él.
La vida resolvió esa duda, porque poco tiempo después contrajo una bacteria que le estaba devorando la espina dorsal, hasta que un día ya no pudo mover sus patas traseras.
Fue muy triste pero tomamos la decisión de sacrificarlo, ya que eventualmente perdería el movimiento del resto de sus extremidades.
También ocupó su lugar en la vitrina de las mascotas.
Por fin me mudé a un departamento donde lo primero que pregunté es si permitían mascotas.
Adopté un labrador color miel al cual llamé Balto.
Hacíamos ejercicio juntos, me acompañaba al mercado, se quedaba llorando cuando me iba a trabajar y eventualmente empezamos a tener sexo.
Vaya que sufrí con ese perro, tenía mucha energía y era difícil de controlar.
En varias ocasiones me lastimó cuando estábamos abotonados, no me atrevía a hacer anal con él por miedo a que me causara una grieta.
Cuando tenía ganas que parece que era a toda hora se me montaba en las piernas y me desgarraba las medias o a veces me tiraba al piso.
Con los perros anteriores no tuve problemas porque la acción siempre era en la noche y en el día no me molestaban, pero con Balto no había hora marcada porque lo podíamos hacer a cualquier hora del día y a él no le importaba que yo tuviera trabajo o que estuviera haciendo aseo o cocinando.
En una ocasión me visitaba una amiga de la universidad cuando el perro cachondo empieza a chillar y tratar de montarme.
Le dije a mi amiga que hay una perrita en celo en el edificio y por eso se comportaba así.
Lo tuve que encerrar en el cuarto de servicio y pensar en una forma de controlarlo.
Pensé en dos cosas una era que debíamos tener una hora exacta para el sexo y la otra la orden de “Quieto” Cuando desobedecía con voz firme le decía “No”.
Me dio un resultado más o menos bueno.
Con el tiempo se acostumbró pero me tomó casi un año controlarlo, además que me estaba volviendo muy mandona y en ocasiones no quería tener sexo conmigo.
Pobre Balto, cometí muchos errores con él y el resultado fue una relación sexual incompleta.
Para entonces ya tenía 26 años.
Por ese tiempo conocí a quien fue mi marido.
Vamos a llamarlo Leonardo
Debido a la implementación de las tecnologías en la enseñanza tuve que contratar internet.
Se me abrió todo un mundo nuevo.
Ya antes había usado el internet pero en la privacidad de mi casa me puse a buscar zoofilia y encontré de todo.
Esa noche no dormí de tanta y tanta información que pude hallar.
Incluso pude contactar algunos zoofilicos la mayoría eran hombres y habían chicas que después me di cuenta que en realidad no eran chicas, incluso habían quienes presumían mucha experiencia pero no la tenían.
El caso es que encontré de todo.
Lo más impactante para mí fue que podía experimentar más posiciones que la de siempre, además encontré una página que te ayudaba en la psicología canina que me ayudó enormemente.
Encontré videos gratuitos que me dejaron con unas ganas enormes de más y más sexo
Algo de lo que aprendí fue ser sumisa durante el sexo, literalmente mostrar mi panza a Balto y mirarlo hacia arriba como si él fuera quien tuviera el control.
Si funcionó porque no se volvió a negar a tener sexo.
Traté de hacer misionero con él pero nunca pude, no le gustaba.
También traté de montarlo pero creo que eso solo funciona cuando el perro tienen el pene y nudo bien hinchados, como no pueden apoyar las patas traseras, no pueden mover las caderas para copular.
Mientras experimentaba con Balto comencé a salir y tener relaciones sexuales con Leonardo.
Él me pedía que cuando lo hiciéramos usara tacones altos porque le gustaban mis piernas.
Eso me dio la idea de usar tacones altos cuando tuviéramos sexo Balto y yo.
La idea la puse en práctica, pero nunca supe si funcionó, porque en una ocasión que salimos a correr, se rompió la cadena de su collar y salió corriendo correteando a otros perros y un camión lo atropelló.
Así murió quien fuera mi cuarto amante.
También tiene su lugar en la vitrina.
Leonardo me consoló y algunos meses después quedé embarazada de él.
Nos casamos y tuvimos nuestro primer hijo que llamamos Daniel (Nombre falso).
Mis suegros me recibieron bien, mis padres fueron muy cordiales con Leonardo y todo marchaba bien a mis 28 años.
Mis suegros tenían una perra pastor inglés y me prometieron un chachorro porque sabían que me gustan los perros (y en qué forma).
Cumplieron su palabra y me regalaron un cachorro que llamé Rocko.
Ser mamá no fue difícil para mí.
Estaba acostumbrada a ser responsable, además de que Leonardo me ayudaba bastante.
No quise perder mi trabajo y metimos a Daniel a una guardería muy cerca de mi casa (olvidé mencionar que Leonardo se mudó conmigo).
La rutina era salir de la casa para dejar a Dany en la guardería, después ir al trabajo, salía a la 1 y podía pasar de inmediato por mi hijo o podía esperarme hasta las 3 para que durmiera su siesta.
Tenía una hora para mí y entonces Rocko entró en edad sexual.
Comencé a entrenarlo, cuando hacíamos algo sexual me ponía unas zapatillas de tacón muy alto que me hacían sentir súper sexy.
Rocko era muy inteligente y obediente.
Entrenarlo fue muy fácil.
Rápido comprendió que únicamente había acción si yo me ponía mis tacones altos, el resto del día si no me los ponía no se me montaba.
Comencé a entrenarlo y probar si le gustaba la posición de misionero, nos costó trabajo pero lo logramos.
Después de hacerme sexo oral y provocarme un orgasmo tomé sus patas delanteras y lo jalé hacía mí.
Me recuesto en la cama con las piernas abiertas, acercaba mi pubis lo más posible a su miembro.
Mi cara a unos centímetros de la suya, su aliento me embriagaba.
Con una mano comencé a frotar su pene mientras con su cuerpo presionaba mis pechos.
Comenzó a mover las caderas, sentía la punta húmeda que tocaba mi pubis y mi monte de venus.
Se trató de bajar, y yo coloqué una almohada debajo de mi cadera.
Segundo intento, de nuevo asumimos la posición, esta vez sentía la punta tocando mis labios vaginales y ¡entró! Wow! Me estaba penetrando en misionero, pero de repente se salió.
En ningún momento sentí el nudo, me di cuenta que mis piernas no lo dejaban entrar bien.
Tercer intento, esta vez extendí mis piernas lo más que podía, formaban una “M” y cuando entró lo sentí más profundo.
Esta vez sí sentí el nudo cuando pasó por mis labios y se colocó dentro de mi vagina y comenzó a crecer.
Como sabía que estaba sola y usualmente ponía música, me daba el lujo de gemir y a veces le decía cosas como “!Wow Que rico!”, “!Métemelo todo!”, ”!Cógeme perrito lindo!”.
Una vez abotonados sentía que el nudo estaba a punto de salirse.
Lo sostuve bien agarrando sus patas delanteras mientras jadeaba frente a mi cara, comencé a darle besos e incluso a lamer su lengua.
Me sentía tan pervertida, tan lujuriosa, sin tener que frotarme me llegó el segundo orgasmo.
Me quité los tacones y acariciaba su cuerpo con mis pies, con las manos lo sostenía.
De pronto sentí que el nudo se salió causándome algo de dolor, pero el resto del pene seguía eyaculando dentro de mi completamente hinchado.
Moví mis caderas y el miembro se deslizaba unos centímetros dentro y fuera de mí, eso era mucho mejor que mi dildo.
Además era más grueso.
De tanto moverme me llegó otro orgasmo que me dejó sin fuerzas.
Solté a Rocko que se recostó a lamer su miembro mientras yo disfrutaba de ese cosquilleo en el pubis después de tener un orgasmo.
Me levanté, me asee y al poco rato fue hora de ir por Dany.
Rocko quiso acompañarme pero no podría cargar a mi hijo y sostener la cadena del otro.
Esa misma noche tuve relaciones con mi esposo que mencionó que estaba muy empapada.
Si tan solo supera.
Dos años después me embaracé de mi segundo hijo que vamos a llamar David, fue gracioso que llegué a temer que fuera hijo de Rocko y no de Leonardo, pero sabemos que eso es imposible.
No sé si era debido al embarazo pero tenía muchas ganas de sexo con Rocko, más que con mi esposo.
Temía que fuera a lastimar a mi hijo el enorme pene perruno así que antes de que me creciera el vientre pregunté de manera privada a un doctor si era seguro usar juguetitos estando embarazada.
El doctor me dijo que no, ya que mi embarazo no era de riesgo ni había amenaza de aborto.
Pero que tuviera precaución de lavarlo bien para evitar infecciones que si pueden afectar a mi bebé.
Pues no me abstuve de sexo ni con Rocko ni con mi esposo excepto el último mes que me sentía muy incómoda pero tuve un parto de lo más normal.
Rocko murió dos años después debido a que contrajo Parvovirus, no resistió el tratamiento y murió en la misma veterinaria donde murió Bari atendido por el mismo veterinario.
Al poco tiempo adoptamos un rottweiler el cual Dany llamó Bruce por Bruce Wayne, Batman es su héroe.
Han pasado 3 años, ya está bien entrenado, sabe cogerme en misionero pero siento su miembro más profundo cuando estoy en 4 patas.
Debido a diferencias Leonardo y yo nos divorciamos, por lo menos terminamos bien.
Todos los fines de semana viene por sus hijos y yo me quedo sola con Bruce todo el fin de semana.
Gracias por leer mi historia.
Saludos a todos y muchos besos.
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