Mi macho Dobby
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Comenzaré hablando de mí, a mediados de mis 20 años, mido un metro cincuenta, peso 60 kilos, mi cabello es castaño; mi trasero es pequeño, pero bonito, mis pechos son copa C.
Dobby es un perro mestizo, de aproximadamente 7 años.
Yo tenía unos 20 años cuando lo encontré, él debió tener unos dos, tal vez tres años.
Él llegó a mi vida un día cualquiera, estaba flaco y tenía una patita lastimada.
Mi mamá y yo lo adoptamos y lo ayudamos a recuperarse, y ya nunca más se fue de la casa.
Mi mamá y yo vivíamos solas con mi abuela, su mamá, hasta que mi abuela falleció, hace no mucho.
Por lo que Dobby fue una agradable inclusión a nuestra casa, ya que nos hacía compañía e intimidaba un poco a quien se pudiera querer meter a robar.
La zona donde vivimos es más o menos rural, más o menos cuando recibimos a Dobby yo estudiaba la universidad en una ciudad cercana a mi pueblo.
Desde que empecé a tener relaciones sexuales he disfrutado mucho del sexo con mis parejas, y un par de chicos con los que me he acostado mientras he sido soltera.
Pero un par de años después de tener a Dobby, y yo estando como en el tercer año de la carrera mi relación amorosa de aquel entonces empezó a deteriorarse, hasta que terminamos.
Eso me causo una depresión que hizo que bajara mi rendimiento en la escuela e incluso que bajara de peso.
Fue cuando empecé a salir de la depresión que empecé a sentir la necesidad de sexo, extrañé mucho a mi ex porque lo hacía muy bien, pero ya no contaba con él.
Al principio calmaba mis ganas masturbándome, leyendo relatos o con las fotos que tuviera disponibles, pero poco a poco dejaron de ser suficientes, necesitaba un hombre.
Lamentablemente ninguno de mis “amigos especiales” estaba disponible, era temporada final de semestre, así que estaba sola, sacando la escuela y lidiando con mi calentura.
Entre las páginas de relatos que usaba para mis sesiones masturbatorias empecé a encontrar foros y relatos sobre zoofilia, y eventualmente videos también.
No era un concepto nada nuevo para mí, viviendo en una zona semi-rural, escuchaba a veces a los chicos hablando de sexo con burras o hasta gallinas, lo cual no me daba asco, pero tampoco me llamaba la atención.
Leí muchos relatos interesantes, hasta instructivos, de mujeres teniendo relaciones con sus perros.
Poco a poco empecé a leer más relatos y más foros, hasta que empecé a masturbarme leyéndolos.
Hasta ese momento no se me había ocurrido nada con mi propio Dobby.
Pasaron los días y yo me encerraba por las noches a masturbarme leyendo estos relatos en mi cuarto.
No fue sino hasta unos tres o cuatro días después que esta obsesión comenzó a causar que tuviera sueños sobre eso; de mí teniendo sexo con perros, algunas veces con Dobby.
Esto hizo que poco a poco empezara a ver de forma diferente a mi perro; pensaba si sería yo capaz de soportar sus aproximadamente 25 kilos, el tamaño de su pene y si su bola sería tan grande como para “abotonarme”, como leía en internet.
Todos estos pensamientos me estaban excitando mucho, pasé todo el fin de semana decidiendo y luego arrepintiéndome, y así una y otra vez, hasta que lo decidí con firmeza.
Por suerte para mí mi madre se llevaría a mi abuela con mis tíos desde el lunes hasta el viernes, dejándome sola en la casa esos días; así que estaba decidida, era ahora o nunca.
El lunes llegué de la universidad como a las 7 de la noche, estaba casi oscuro, mi mamá y abuela ya no estaban, a esa hora es raro que alguien vaya a la casa, sabía que tenía tiempo, espacio y disposición.
Dobby me recibió como siempre, alegre, yo estaba nerviosa, me sudaban las manos.
Me metí a mi cuarto, Dobby se fue al patio; me miré al espejo, empecé a quitarme la ropa, quedé desnuda, me vi y pensé “todo esto será para un animal”, la calentura empezó a subirse a mi cabeza.
Siempre me he sentido algo puta, pero hoy seré una perra también.
Salí así desnuda de mi cuarto, las puertas y ventanas de mi casa ya cerradas, solo encendido un foco en mi sala.
Me empecé a masturbar en el sillón de mi sala, la calentura era tanta que llegué al orgasmo muy rápido.
Me asomé al patio trasero, llamé a Dobby, él entro y cerré la puerta, estaba contento porque sabía que si lo llamé era para dejarlo dormir adentro, cosa que a mi mamá no le gusta; pero el plan hoy no era solo eso.
Me volví a sentar, con las piernas abiertas, invitándolo a acercarse, extrañado se acercó y empezó a olerme, se fue directo a mi muy húmeda vagina; casi de inmediato comenzó a lamerme, lo cual hizo que una especie de corriente me recorriera de los pies a la cabeza; emití un gemido algo fuerte, era sorprendente la sensación que me estaba causando.
Mi enorme calentura hizo que a los pocos segundos ya estuviera yo teniendo otro orgasmo con sus lamidas.
Me temblaban las piernas, mis fluidos seguían brotando y él los seguía lamiendo con gusto.
No pude resistirlo más, me puse en cuatro patas, con mis brazos recargados en el sillón.
“¡Cógeme ya, necesito una verga ya!”, le grité, pero él seguía interesado en lamerme, así con el culito parado empezó a lamerme mi ano, lo cual me encanta, y me hizo chillar y gemir todavía más.
Disfruté sus lamidas unos segundos más y empecé a mover mi trasero de lado a lado, para llamar su atención, y en una de esas entendió el mensaje y me montó, pero no atinaba a mi vagina.
Bajé mis brazos del sillón y me recargué en el suelo, parando más mi trasero y abriendo un poco más mis piernas, buscando el ángulo para que pudiera penetrarme, hasta que por fin me penetró.
Sus movimientos frenéticos de cópula me estaban llevando a otro orgasmo, él emitía pequeños gruñidos, mientras yo gemía de placer.
Mis tetas de movían al ritmo de sus embestidas, mi cabeza daba vueltas por tanto placer.
Solo duró como 15 segundos, pero fueron muy intensos, para mí duró una eternidad.
Poco a poco bajó su ritmo, hasta que se quedó quiero, jadeando mucho, dejando caer gotas de saliva sobre mi cabeza, mi cabello.
Yo sabía que intentaría separarse de mí, pero yo ya tenía su bola adentro, podía sentirla.
Tomé una de sus patas traseras para evitar que se moviera mucho, como había leído.
Solo se escuchaban mis leves gemidos, y los jadeos de Dobby.
Sentía su leche invadiendo mi vagina y escurriendo por mis piernas.
Durante el bombeo me tenía bien agarrada de las caderas con sus patas delanteras, pero ya que me tenía abotonada soltó mis caderas, dejando sentir un poco más su peso sobre mí, pero no me importaba, estaba concentrada en sentirme una perra, con la panocha llena de un gran pene, siendo invadida por la leche de un buen macho.
Después de unos minutos su bola se redujo, haciendo posible que saliera de mí.
Al sacarla su leche escurrió bastante, yo di un pequeño grito de dolor y placer cuando salió.
Yo estaba jadeando, rendida, cubierta en sudor, con algo de baba de perro en mi cabello, y obvio con la vagina chorreando su semen.
Como pude me di la vuelta y me senté, todavía jadeando un poco; ahí lo vi, en cuatro patas, majestuoso, como orgulloso de lo que acababa de hacer, con su gran pene colgando, era más grande que la mayoría de mis parejas sexuales anteriores.
Empezó a lamer el charco de fluidos que dejamos en el suelo, cuando terminó lo abracé del cuello, le di besitos en su hocico, como el gran macho que es, agradeciendo el placer que le dio a su perra. Él me daba lamidas, abrí mi boca para recibir su enorme lengua, aun chorreando nuestros fluidos.
Cuando su pene se redujo a su tamaño normal lo dejé salir al patio y me metí a bañar; en la ducha no podía creer lo que recién había pasado, y lo mejor es que tenía aun cuatro noches más para experimentar con mi macho, Dobby.
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