Mi primer hombre y mi primer perro
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Daly**.
Con Santiago tenemos una bisabuela en común, Antonia, nuestra abuela italiana.
Lovis se llamaba mi perro negro, lanudo, mediano, de raza callejero.
Ellos fueron los primeros.
Entonces yo tenía 11 años, Santiago 31 y Lovis 4.
Santiago:
La abuela Antonia era la que mantenía a la familia unida, hijos, nietos y nosotros, sus bisnietos la visitábamos y nos visitábamos.
Todos nos veíamos con frecuencia, sobre todo en los cumpleaños.
En esos encuentros Santiago siempre buscaba la oportunidad de quedarse a solas conmigo para hacerme mimos, besarme, abrazarme y apoyar su verga en mi culo.
No sé cuando él comenzó a manosearme, yo me di cuenta cuando tenía 9 años y lo dejé hacer.
A mi Santiago me simpatizaba, me parecía muy inteligente y lindo y me gustaban sus mimos.
Lovis:
Desde los 10 años yo me quedaba sola unas horas por las tardes en mi casa porque mis padres trabajaban.
Una de esas tardes, después de ducharme, yo estaba desnuda en mi cuarto y Lovis vino a olerme la concha, me hice para atrás, lo aparté y lo reté, pero él insistió.
Regresó y no se conformó con olerme sino que me lamió la concha.
Me gustó, dejé que siguiera, siguió, cada vez me gustaba más.
Me acosté en el borde de la cama, con las plantas de los pies apoyadas en el piso, con las piernas abiertas, ofreciéndole la concha a mi perro Lovis.
El perro no se cansaba de lamerme, yo no me cansaba de gozar.
Me lamió la concha hasta que llegué al orgasmo.
Los días siguientes le ofrecí a Lovis el culo y los pies, al perro le gustaba lamerlos.
Llegué hasta ponerme en cuatro como perrita para que me montara pero no dejé que me penetrara, no quería que me desvirgara un perro, deseaba que fuera un hombre.
Un par de veces el perro, descargó su leche sobre mi espalda y otras lo hice acabar con mis manos.
Una vez que se negó a lamerme, le chupé el pene y no me gustó.
A los 11 años yo tenía fantasías masoquistas, me masturbaba imaginando que mi papá me violaba, o que abusaban de mí de manera sádica un par de vagabundos que vivían en una pocilga al costado de la vía del tren.
También fantaseaba con Santiago, el pariente lejano, el bisnieto de mi bisabuela, el que me manoseaba.
En ese tiempo yo caminaba por las calles mirando la bragueta de los hombres y los penes de los perros, me pajeaba dos veces por día, deseaba que Lovis me penetrara pero no quería que un perro me desvirgara.
Necesitaba un macho humano.
Entonces me encontré con Santiago.
Después les sigo contando
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