mi primera vez
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Estoy segura que muchas personas, quizá no quien lea este relato, tienen una visión de la zoofilia de gente pervertida y depravada. En mi caso nada más lejos de la realidad. Mi acercamiento a la zoofilia fue de lo más natural y sin pensar ni por un momento que lo que hacía era perverso o depravado.
Desde muy jovencita en mi casa siempre hemos tenido perros, por lo que mi relación con estos animales es absolutamente natural. Quien tiene animales sabe de lo confortable que resulta abrazarles y acariciarles, producto de un cariño mutuo y natural. Mi relación con Sultán era especial. Por circunstancias, pasaba mucho tiempo sola en casa con la única compañía de mi perro. Hablaba con él, me acompañaba a todos los rincones de la casa, me daba seguridad y cariño. Era un animal, eso es cierto, pero en aquellas circunstancias su compañía me transmitía la serenidad que transmite un amigo. En algunas ocasiones había manifestado sus instintos sexuales agarrándose a mi pierna, circunstancia que para nada me ofendía, entendiendo que era un animal y que mostraba sin la hipocresía humana sus más básicos deseos. Tampoco me producía repugnancia que “desenvainase” su nada despreciable verga. Era mi perro, con cualquier otro me hubiese sentido molesta, pero con él no.
Todo empezó un día en el que al salir de la ducha, por supuesto desnuda, y al tratar de buscar mis zapatillas, de rodillas y casi con la cabeza debajo de la cama, Sultán trató de montarme con absoluto descaro. De no ser por su torpeza, en ese mismo instante me podría haber penetrado. Reaccioné sacando la cabeza y posando mi trasero en los talones. Aún así había podido sentir su verga buscando el camino de mi sexo. Le regañe, pero lo hice inocentemente, no me sentí preocupada por sus intenciones, para nada. A partir de ese momento no deje de pensar en ese momento y en lo que podría haber ocurrido si hubiese llegado a montarme.
Ese pensamiento, cada día que pasaba, hacía que cambiase mi forma de ver a Sultán y la posibilidad de tener sexo con él se hacía cada vez intensa. Cuando me duchaba y él se tumbaba en el cuarto de baño, parecía que me miraba de una forma diferente. Ya no era ese cachorrito juguetón y travieso. Se había convertido en un macho grande y fuerte deseoso de hembra. Al menos así lo percibía yo.
Al salir de la ducha, casi inconscientemente, pero siendo consciente de la situación que podía provocar, me agaché hacia él para acariciarlo como hacía otras veces, pero esta vez mis caricias buscaban otra zona de su cuerpo y mi postura, a cuatro patas, dejaba expuesto mi sexo por si Sultán deseaba dar rienda suelta a sus instintos. Yo por mi parte me había preparado para ese momento, y aunque nunca sabes como puedes reaccionar, estaba decidida a dejar que la situación, fuese la que fuese, se desarrollase sin impedimentos. Acerqué despacio mi sexo a su hocico que rápidamente movió para olisquearme. Antes de que me pudiese dar cuenta, sentí un fuerte lametón y un escalofrío me recorrió el cuerpo.
Su tosco proceder despertó de forma casi instantánea una excitación en mí que pocas veces antes había sentido. En ese punto, abandonada a los instintos caninos de Sultán, sentí como igual que días atrás, sus patas se colocaban sobre mi espalda, pero esta vez con mi permiso y mi autorización. Le sentía nervioso y jadeante, trataba de cubrirme pero no atinaba. Intentaba colocarme más cerca de él pero se movía y no lograba la penetración, solo me pisaba y me arañaba con las uñas.
Hasta que de forma sorpresiva, sentí su verga haciendo diana en mi sexo e introduciéndose de un certero golpe. La sentí grande y potente, asentada dentro de mí, moviéndose rápidamente en cortos intervalos de tiempo. Me montó varias veces, entre las cuales lamía mi sexo, chorreante de sus jugos lubricantes, hasta que finalmente logró insertar todo su pene y sentí como se hinchaba dentro quedando atrapado en mi interior. A pesar de estar encajado continuaba con sus movimientos y las sensaciones que me provocaba eran mucho mas intensas. En seguida eyaculó profusamente dentro de mí. Esperamos unos minutos hasta que pudimos separarnos y evacuar esa cantidad de esperma con el que me había obsequiado. Desde entonces tengo sexo regularmente con él, es mi amante, pero debo tener cuidado porque se ha acostumbrado y pide “guerra” en los momentos mas inoportunos.
Esto que cuento lo hago únicamente con Sultán, con otro perro ni se me pasa por la cabeza, es más, se me haría desagradable. Tampoco afecta a mis relaciones con los chicos, porque me gustan los chicos y tengo sexo con ellos. Pero jamás se me ocurriría comentarlo con ninguno de ellos. Es mi secreto. Es nuestro secreto.
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