Mi primera vez con mi perro y mi pareja
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por adriana33.
Conversamos, bebimos, bailamos, nos divertimos mucho.
Había una atmósfera cargada de sensualidad. Yo vestía una blusa amplia, de profundo escote, a veces me quedaba un pecho al descubierto, incluso el pezón. Los amigos de Esteban me miraban con deseo, a él le gusta eso, que me deseen, yo lo complazco exhibiéndome como al descuido.
Cuando todos se fueron yo me quedé tirada en el sillón. Estaba ebria, mareada y excitada. Esteban se sentó a mi lado, me sonrió, acarició mi cabello. Yo lo veía como en medio de una bruma. Me besó y me hizo arrodillar en el piso, con el pecho apoyado en el sillón. Subió mi falda, me quitó la tanga. Yo lo dejaba hacer con los ojos entrecerrados. Tenía ganas de que me cogiera.
Me dí cuenta que sucedería algo distinto cuando tomó mis manos y las sujetó con firmeza en mi espalda, inmovilizándome. Esteban es un perverso, estoy acostumbrada a que me haga las cosas más sucias, me pregunté qué estaría tramando ahora.
Esteban llamó a nuestro perro dándome palmaditas en las nalgas. Me puse tensa. Tenemos un pastor alemán que en esos días andaba muy inquieto porque una perra vecina estaba alzada. Lo habíamos visto varias veces cuando intentaba montarla sin éxito porque ella no se dejaba.
El perro se acercó y me hundió la lengua en la concha. Gemí de placer. Me lamió toda la vagina y el ano, el placer era enorme, sumado al morbo y a que no podía moverme.
Pude ver que tenía toda su verga roja afuera. Esteban lo incitó a que me montara, y el perro lo hizo.
-Mi amor, ¿qué hacés? No quiero… –dije sorprendida.
El perro aferró sus patas delanteras a mis caderas y comenzó a bombear. Su verga mojada golpeaba contra mis nalgas. No acertaba penetrarme, pero era apenas cuestión de tiempo.
Y así fue. De golpe me metió todo su miembro en la concha de un envión. Grité.
El perro me bombeaba salvajemente. Esteban lo gozaba.
-Mi amor… qué sucia sos… te estás dejando coger por un perro…
En efecto nunca me había sentido tan sucia, jamás había llegado a tal extremo. Sentía toda la verga adentro de la concha, entrar y salir con furia. El perro jadeaba, yo gemía y gritaba, Esteban me mantenía inmovilizada y gozaba.
De pronto el perro dio un envió más fuerte y me metió toda su bola adentro. Grité de dolor. Permaneció inmóvil largo rato y sentí que me inundaba de leche caliente.
-Ay Esteban… me está llenando –dije.
-Sí mi amor, sos su perrita y te está haciendo cachorritos –rió él sin dejar de acariciarme la cabeza.
Parecía que no terminaba nunca de eyacular, yo sentía que iba a reventar. Y al mismo tiempo empecé a sentir que me venía un orgasmo detrás del otro, creí que moriría de tanto placer.
Rato después se le desinfló la bola y me la sacó. Entonces me salió como una catarata de líquido.
Me puse a llorar, Esteban me consoló. A decir verdad, esa primera experiencia fue traumática. Me sentí la mujer más sucia, más puta, más reventada del mundo, pero la que más goza también. Desde ese día nunca dejé de practicar la zoo. Llevo años haciéndolo.
Que rico