Mi primera vez en la zoofilia y con un perro callejero
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola a todos los lectores de esta prestigiosa página. Mi nombre es Paola, tengo 18 años, soy uruguaya, cabello negro azabache, ojos bien negros, piel blanca. Mis medidas son 87, 62, 98.
Es la primera vez que escribo y lo que hoy voy a relatarles es mi comienzo e iniciación en este fascinante mundo de la zoofilia. Permítanme agregar que mientras escribo este relato lo hago bajo el asesoramiento de quien fue y es mi mentor en estas artes: Ignacio, hermoso hombre (tanto física como espiritualmente) a quien conocí a través de un chat y quien fue mi guía para que mis comienzos no sólo no sean traumáticos, sino completamente placenteros.
Mi gusto por la zoofilia me llegó por accidente, como a muchas mujeres que he leído en sendos relatos publicados en esta página y también en otras. Cierto día, hace ya casi un año y medio, llegó a mi mail un correo de un sujeto desconocido con nombre latino cuyo asunto contenía como nombre “nuevas formas de encontrar el amor”. A ese momento, me encontraba saliendo de una relación de pareja típicamente adolescente, y el título o “subject” de dicho mail llamó poderosamente mi atención. Antes de calibrar si estaba frente a un mensaje basura con contenido viral, y sin pensarlo demasiado, ingresé a dicho mensaje, el cual mientras se va desplegando puedo ver que iba dirigido a un sinnúmero de personas más. Era, evidentemente, un mail de esos que son molestos, tipo cadena. El mail era sumamente explícito, hablaba de la promoción de una nueva página de zoofilia con fotos más que elocuentes de lo que significa tal práctica sexual.
El nombre de esa página era zooforo, donde se suponía que además de fotos y videos había un foro para opiniones y contactos. En fin, nada del otro mundo. Lejos de resultarme asqueroso, me quedé muy atenta a las fotos que allí se mostraban. Mujeres teniendo sexo vaginal, oral, y hasta anal con caballos, perros, burros, y hasta había una adolescente cuyo nombre no me olvido más (Alice New Star) siendo cogida por tres perros a la vez dentro de un establo donde se podía ver un caballo al fondo de la imagen. La verdad, quedé muda, perpleja. Ingresé en un link que allí había, enlace que daba directamente a la página. Me pedía registración. Si bien no me gustaba la idea de registrarme en algo así, mi curiosidad por el tema, e implícitamente las ganas de seguir viendo algo más de lo que ya había visto hicieron que llenara el formulario de suscripción y que a los breves segundos me enviaran un nombre de usuario y una contraseña para ingresar como miembro o “member” gratuito. Así lo hice, e ingresé a la página. Dejé un mensaje en el foro. No había chat, aunque en la página se hablaba de algo referido a un chat. Al ver esa palabra (chat) se me iluminó el cerebro y recordé que un chat podía ser un lugar ideal para averiguar algo sobre zoofilia. En realidad, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo ni por qué lo hacía. Una cosa encadenó con la otra y a los pocos segundos ya estaba ingresando en “latinchat”, la página de chat que generalmente frecuento. Busqué en las salas algo relativo a zoofilia, pero no había. Hasta que encontré un botón denominado “salas creadas por usuarios”, o algo así. Ingresé, y la última sala era la de zoofilia (supongo que por orden alfabético, claro está). Habían 12 personas, 10 hombres y dos nicknames que parecían femeninos. Conmigo, ya éramos 13. Puse en público si alguien sabía algo de zoofilia y podía darme información.
Es allí donde, entre otros 5 o 6 compañeros de sala, aparece Ignacio, quien actuaba bajo el nickname de “Profesor_uy”. Ignacio, casualmente, también es uruguayo, y eso hizo que el vínculo sea más fuerte porque era altamente previsible suponer que el contacto que estábamos teniendo por chat iba a ceder muy pronto frente a uno telefónico o en persona. Por unos minutos, mantuve chat privado con 5 o 6 chicos, incluido Ignacio. Pero el único que se tomaba la cosa en serio, y que parecía entender mucho del tema, era Ignacio, razón por la cual en menos de 15 minutos me encontraba sola chateando con él. Le hice innumerable cantidad de preguntas. Todas y cada una las respondió con una soltura propia de un avezado en la materia. Nos fuimos a una sala privada y estuvimos más de dos horas chateando sobre zoofilia. Me mandó fotos, videos, páginas web, links, etc. Incluso, hasta me explicó por qué era amante de la zoofilia: una ex novia de él era zoofílica y mantenía relaciones con el perro delante de él. Aprendió a masturbarse así y dice que es algo hermoso y muy excitante ver a una mujer teniendo cualquier tipo de sexo con animales (anal, oral, o vaginal). Y bien, lo que había comenzado por la noche, sola en mi habitación, como una rutina de revisación de mi correo electrónico, culminó siendo una sesión e instrucción sobre zoofilia, con fotos y videos que me dejaron sumamente mojada y con unas ganas terribles de coger. Vivo en un apartamento y no se pueden tener perros.
El reglamento del edificio no lo permite. Se me pasaba por la cabeza la idea de probar algo así, si bien no era virgen ni de mi vagina ni de mi boca (y ya sabía el placer que se siente ser cogida, chupar una verga, y beber semen) lo era de mi ano. Alguna vez tuve la idea de dejarme coger el culo por mi ex novio, pero sólo quedó en una idea pues nunca se lo dije. Algo sabía sobre lo que se siente la penetración anal, pues mi ex novio cada vez que me cogía intentaba meter, y muy bien lo hacía, un dedo dentro de mi esfínter. No era doloroso, y me gustaba. Ignacio me pidió mi número telefónico. No me dio el suyo porque es un hombre que vive con su novia y puedo comprometerlo. Le dije que no, que prefería conocerlo mejor mediante el chat y que luego, en todo caso, se lo podría dar. Así, entonces, comencé con Ignacio a chatear todas las tardes.
Él chatea desde su trabajo, ya que por su condición de hombre que convive con su pareja es muy comprometedor hacerlo por las noches con su novia merodeando en la casa. Todos los días me mandaba videos y fotos por mail. Eran buenísimas. La verdad, mi vagina terminaba siendo un océano de flujos, la calentura que tenía iba a mil y en aumento. Lo que más me calentaba eran tres cosas: una chica cogida por dos perros o mas (llegué a ver una con cuatro perros a la vez), las chicas que no hacían asco alguno y se tomaban el semen del perro o del caballo como si fuera un vaso de Coca Cola (de hecho, vi un video de dos brasileras que hacen acabar al perro en un vaso y luego se beben el semen del vaso), y las cogidas anales (es sumamente excitante ver cómo tremendas pijas son capaces de entrar en un agujero tan estrecho y dejarlo completamente abierto). Un buen día, y luego de dos o tres meses de chatear con Ignacio, previa meditación de la decisión, le di mi número de teléfono y le dije que me llamara por la tarde, ya que a esa hora mis padres trabajan. Al otro día, mi guía instructor me estaba llamando, también en su casa y solo porque su novia estaba trabajando y llegaría tarde. Nos charlamos largo rato, nos volvimos a conocer. Yo estaba un poco más tímida (no es lo mismo conocerse por chat donde yo ya mostraba plena soltura en la conversación, que hablar estos temas por teléfono directamente), pero de todos modos logré aflojarme con el trascurso de los minutos. La verdad, Ignacio es un tipo que tiene un “touch” muy especial, jamás me apuró y siempre supo manejar y aguardar mis tiempos. A la media hora de haber comenzado a hablar, y viendo que yo estaba un poco más suelta, me pregunto algo que no supe responder. Me dijo si sólo me excitaba y calentaba masturbarme viendo zoofilia, o si quería ser protagonista. No supe qué decirle, pero no era muy difícil (según él) advertir que lo que yo quería era tomar el lugar de las chicas que veía en las fotos y videos. Cuando me dijo eso no atiné a decir nada. Sólo callé. Y como bien dicen, el que calla otorga. Había dado en la tecla, y permitió que yo misma pudiera ver lo que no quería ver, lo que no me animaba a ver, o lo que no me daba cuenta que me pasaba. Sabiendo ya que lo único que me calentaba era la zoofilia (porque viendo videos porno convencionales no me calentaba tanto como con los de zoofilia) me dio tiempo para pensarlo y decidirme a empezar una nueva aventura. Él se ofreció a ayudarme. Más allá de que también él vive en un departamento, y que no tiene perro, conoce un parque bien arbolado alejado de la zona urbana, no muy lejos de mi barrio, donde hay un montón de perros callejeros que se congregan allí, tipo comunidad, y también cogen entre ellos. Decidí pensarlo, la idea era tentadora, pero dar un paso así a mis 18 años (hoy día casi 19) no era algo para decidirlo con la concha caliente.
A pesar de ello, y mientras pensaba una decisión, seguí chateando casi a diario con Ignacio. Éramos buenos amigos. Nunca más me llamó, respetando mi tiempo para tomar la decisión. Como siempre, me enviaba fotos y videos. Y también, como siempre, terminaba pegándome flor de masturbada que caía rendida sobre la silla de la computadora. Habían videos realmente fuertes, y de tan fuertes eran más excitantes.
Luego de un tiempo que no recuerdo, pero probablemente un mes y medio más, le dije a Ignacio que daría ese paso. Pero sólo me animaría a chuparle le pija al perro y quizás a beberme su semen. El semen de hombre, si bien ya lo había probado y me gustaba, no era algo que me encantara, sólo me gustaba y me excitaba sentirme un poco sucia con leche de verga en la boca. Tal vez sentiría lo mismo con un perro. Además, también estaba dispuesta a que un perro me lamiera la concha. Lo que veía en los videos era realmente tentador, lenguas fuertes, rasposas y ásperas deslizándose sobre tiernos y maduros “chochitos”, clítoris, anos y nalgas, que causaban orgasmos muy chillosos y placenteros.
Citamos un día y una hora, siempre por la tarde. De ese modo, yo fingía estar en la casa de una compañera de clases para hacer un trabajo de la universidad (yo iba a clases de mañana y de tarde estudiaba en casa cuando no veía zoofilia) y el fíngía haber salido a una audiencia de urgencia en caso de que la novia llamara, ya que Ignacio es abogado de profesión. Llegado el día y la hora, recuerdo que fue un sábado de invierno a las 19:30 horas (7:30 PM), donde ya el sol brindaba sus últimos vestigios de luz, aunque podía verse bien en el parque sin necesidad de luz artificial, nos encontramos. Honestamente, Ignacio me pareció un hombre muy lindo. Tal vez sea por haberlo visto con traje, camisa, y corbata. Él, por suerte, también quedó bien impresionado con mi aspecto físico, sobre todo con mi buen trasero, firme y paradito con dos nalgas bien redonditas que eran lucidas en un jean súper ajustado a la cadera. Me hizo gracia luego cuando me dijo que antes de verme la cara me vio el culo, ya que él es un tipo adicto a los culos de mujeres y con vasta experiencia en sexo anal. Sobre esto del sexo anal posiblemente les cuente en otro relato, ya que al final terminó siendo Ignacio quien estrenó mi culo desvirgándome el ano y cogiéndomelo hasta el día de hoy.
Luego de sentarnos en un banco y charlar un rato no sólo de zoofilia sino de bueyes perdidos, mis miedos fueron cediendo. Las palabras de Ignacio fueron las correctas para hacerme sentir segura de lo que iba a hacer. La verdad, me transmitía mucha seguridad y todo lo que decía me parecía lo adecuado, lo correcto. Cuando al fin me decidí a hacerlo, luego de haber tomado el coraje necesario, comenzamos a buscar en el parque un perro que a mí me gustara. Siempre me gustaron los perros, es un animal muy tierno y compañero. Es imposible no querer a un perro. Y, de hecho, me hubiera gustado tener uno, lástima que en el edificio donde vivo no se admiten mascotas. Se hacía la noche, pero las luces del parque se prendieron y se podía ver muy bien allí.
Comenzaba a hacer frío y, por suerte, no había nadie a la vista, podíamos hacer nuestras cosas a solas. Al final escogí un perro de mediana estatura, joven, y que no parecía callejero pues estaba o al menos simulaba estar bien cuidado. Ignacio me dijo de llevarlo detrás de unos arbustos. No fue difícil, sólo fue hablarle y mostrarle un poco de cariño, el perro me siguió sin dificultades. Ya detrás de los arbustos, y bastante caliente de sólo pensar en lo que iba a hacer, Ignacio me ordenó bajarme mis pantalones y mi tanga hasta por debajo de las rodillas y ponerme en cuatro patas con el culo en pompa. Me daba un poco de temor que ese hombre, a quien físicamente había conocido hacía sólo un rato, viera mis partes íntimas. Además, me daba un poco de temor mostrarle mi culo, pues si es que mi culo está tan bueno (cosa que afirmo que es cierto) y a él le gustaban los culos, tenía yo el temor de que quien me cogiera fuera Ignacio. Asimismo, tampoco me gustaba la idea de que Ignacio viera mi concha empapada en flujos. Pensar todo eso hizo que no me pusiera en cuatro patas inmediatamente cuando él me lo dijo. Ignacio intuyó, como buen hombre conocedor de las mujeres, que yo tenía miedo por él en cuanto a qué actitud iría a tomar luego de verme con el culo para arriba. Me habló, me dijo que él no iba a hacerme nada, que sólo se sentaría a verme y masturbarse si se sentía excitado. Me gustó saber que se iba a masturbar, me dio morbo ser la protagonista de su paja. Además, alguna vez tuve curiosidad en saber cómo era la verga de Ignacio, y estaba a punto de conocerla. Le hice caso, entonces, y me puse en cuatro patas. Él tomó al perro y arrimó su hocico a mi concha húmeda y fue allí que sentí en carne propia esos lametazos que veía en los videos porno que Ignacio me enviaba por mail. ¡Por Dios! Ese perro me chupó la concha como nadie antes me la había lamido. Me lamió, además, las nalgas, mi ano, y toda la raya de mi culo. Acabé en dos minutos, o menos. Fue un orgasmo fuerte, intenso, y duradero.
Tuve que evitar gemir muy fuerte porque podría advertir a alguien de nuestra presencia y arruinarnos la fiesta. Luego de tremenda lamida en la concha y en el culo, y tras haber acabado como los dioses, Ignacio se acercó a mí, me dijo que me parara y me abrazó muy tierna y paternalmente. Me miró a los ojos y me preguntó si me había gustado. Obviamente, le dije que sí, y que estaría dispuesta a volver a repetirlo. Luego, me dijo si no quería descansar un poco antes de empezar la segunda parte, es decir, antes de que le chupara la pija al perro que, de hecho, ya le colgaba parte de su pene rojo seguramente estimulado luego de haber olfateado y lamido reiteradas veces mis flujos vaginales. El muy calentón ya se había excitado lamiéndome. ¡Je! Descansé poco, unos 10 minutos, ya que entre la ansiedad y la adrenalina no podía dejar de pensar en lo que me había pasado y en lo que me iba a pasar. Cuando Ignacio me preguntó si estaba pronta para la segunda parte, y ante mi respuesta afirmativa, fue por el perro (quien se había quedado con nosotros a no menos de cinco metros) y lo acercó a mí. Yo aun me encontraba sentada, ya me había subido la tanga y el pantalón, y pese a haberme limpiado un poco con las manos aun me chorreaba flujo de la concha mezclado con baba del perro. Una vez con el perro a mi lado, éste intentaba lamerme la cara. Lo frené con mis manos. Ignacio me dio la orden de frotar el capullo del perro, lugar donde yo ya sabía que él esconde su verga. Lo hice, y en pocos instantes se asomó una buena parte de su pija rosadita, a la que le goteaba un líquido por la punta. El perro se dejó hacer, siempre en la misma posición. Miré a Ignacio, y vi que asentía con su cabeza diciéndome que era el momento oportuno de meterme esa barra de carne canina en mi boca. Y así lo hice, no lo pensé demasiado. De hecho, a eso había ido al parque y, además, ya estaba volviéndome a calentar con sólo pensar lo que iba a hacer. Jamás sentí que el gusto de la verga del perro ni de su pre semen fueran feos. La verdad, me resultaron neutros, ni ricos ni desagradables. Estaba excitadísima chupándole la pija al afortunado perro callejero, me daba mucho morbo ver mi cabeza debajo del perro y mi boca lamiendo y chupando aquella verga que, en pocos segundos, me daría algo así como mi merienda. Chupé bien esa pija, la lamí, la besé, no quedó un solo centímetro cuadrado de verga que no haya sido recorrido por mi lengua, mi paladar, o mis labios. Todo, con el debido cuidado de no rozar mis dientes contra su pija, como me había dicho Ignacio anteriormente. También me di el gusto de hacer algo que vi en un video porno: jugar con mi lengua en la puntita de su pene, y ver como se derramaba el líquido preseminal en ella para luego bebérmelo. Ignacio me estaba advirtiendo de algo, pero yo estaba enviciada chupando esa pija y nada en el mundo me importaba más que eso. Tuvo que golpearme levemente la cabeza para llamar mi atención y mostrarme que el perro había ya sacado su bola para afuera (esa bola con la cual se quedan pegados los perros cuando cogen). Eso quería decir, me explicó, que el perro estaba por acabar. Me dijo que no retirara mi boca de su pija mientras el perro acababa, y que cuando sintiera el primer chorro de semen en mi boca tratara de retenerlo y que pusiera mi lengua contra la punta de su verga, de ese modo podría hacer aguantar la fuerza con la que el semen es despedido del pene, y podía retenerlo todo en mi boca sin desperdiciar una sola gota. Mientras mi profesor me enseñaba cómo hacer las cosas, vi que bajaba la cremallera de su pantalón y sacaba una tremenda pija bien cabezona y llena de venas. Eso me calentó más aun. Ya me había sacado las ganas de verle la pija a Ignacio, y la verdad que era mucho más gorda y grande que la de mis dos anteriores ex novios. Ignacio se sentó a masturbarse y a disfrutar del espectáculo que le estaba dando. Y bien, luego de unos pocos minutitos, el perro comenzó a acabar. Hice lo que me dijo mi maestro, y no tuve ningún inconveniente, retuve todo el semen del perro en mi boca y apenas desperdicié dos o tres gotitas que se cayeron de mis labios y mi pera. La boca me quedó completamente inflada de tanta leche que retuve en su interior.
Una vez que el perro terminó su descarga, y sin siquiera mirar a Ignacio (quien ya me estaba mirando al borde también de acabar) me dispuse a beber mi merienda y me tragué todo lo que tenía en mi boca. No era rico ni feo, era de gusto más bien neutral. Tenía un dejo dulzón que lo hacía más rico que feo, pero tampoco tanto. Ignacio se vino en una cantidad de semen muy importante, mucho más que lo que acostumbraba ver y hasta a veces tragar de mis ex novios. La derramó parado, detrás de los arbustos, como si estuviera orinando. Luego de haber hecho eso, y de haberse higienizado con su calzoncillo y sus manos, me preguntó (siempre con ese tono paternal que me envuelve y lo caracteriza) qué me había parecido mi nueva iniciación en la zoofilia. Le respondí lo que ya imaginan, que había quedado satisfecha, que me gustó todo lo que hice, y que volvería a hacerlo. De hecho, lo hice un sinfín de veces más, unas con Ignacio asesorándome, y otras yo sola. Me hice chupar la concha por decenas de perros callejeros de ese parque, y he chupado allí muchas pijas caninas también, así como tragado litros y litros de semen de diversos perros callejeros que paran en ese parque. Luego de tan agitada y cansadora faena, me higienicé la boca y la pera con la manga de mi campera e Ignacio, muy caballerosamente, se ofreció a llevarme en su auto hasta mi casa. Nos despedimos, y quedamos para otro día para repetir la experiencia. Obviamente, con el correr del tiempo, me hice coger tanto por la concha como por el culo por esos perros. Por ahora, son los únicos que tengo a mano. Todo, bajo la guía de mi mentor Ignacio. Pero eso será cuestión de otros relatos, si es que éste tiene alguna aceptación.
Para quienes quieran escribirme, estoy abierta a opiniones, sugerencias, y comentarios tanto de chicos como de chicas. Sobre todo quiero leer comentarios de mujeres expertas, novatas, o aquellas que quieren iniciarse y no se animen aun. Me interesa, básicamente, el punto de vista y perspectiva de la mujer.
Quien escribió este relato con Paola fui yo. Soy Ignacio, su mentor.
Donde puedo ver ?
buen relato, me agrado mucho, me encataria saber de paginas o links para ver zoo, me gustaria ver de amateur, tube una pareja que le gusto que un perrito le lamiera, pero el perro no fue bueno, no quiso mucho, pero lo poco que le hizo le agrado, a mi me gusta todo tipo de porno