Mi segundo encuentro con la Zoofilia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por AngieZoo.
Esa noche, tuve que ir por un trapeador porque se hizo un charco con tanta eyaculación de Bari, caminaba y sentía que aún había una buena cantidad de esperma dentro de mí.
Tomé una toalla pequeña y comencé a limpiarme.
Pensaba darme un baño pero ya era muy tarde y me sentía cansada.
En la mañana siguiente cuando desperté, me golpeó la moral.
Comencé a tener sentimientos de culpa, arrepentimiento, confusión.
En una palabra me sentí como una Pervertida.
Tuve relaciones sexuales con mi perro.
¿Quién hace eso? (En ese tiempo no sabía que desde la antigua roma se practicaba la zoofilia).
Sentía como si una parte de mi hubiera muerto, como si les hubiera fallado a mis padres, a la moral que me ha inculcado.
Conforme fueron pasando los días, mi sentimiento de culpa también se fue reduciendo.
Lo que hice no es muy diferente a quienes se compran consoladores, muñecas inflables, además lo hice por amor a mi perrito (y en parte porque estaba muy excitada).
Tardé un poco más de una semana pero volví a tener relaciones con Bari.
Esta vez me sentía más preparada, por ejemplo traje una toalla para limpiarme, el trapeador para limpiar el piso.
Comenzamos por sexo oral.
Me recosté en la cama con las piernas abiertas y Bari nuevamente me dio un orgasmo grandioso.
Mis fluidos lo excitaron también, porque se subió a la cama lanzando chillidos de frustración, además veía que su miembro se asomaba.
Le dije “Ya voy, ya voy…”.
Apenas me estaba poniendo en posición en el piso cuando él ya estaba tratando de montarme.
Me di cuenta que si no usaba mi mano para guiarlo, él podría tardar mucho en penetrarme o equivocarse de agujero o lastimarme, eventualmente las 3 cosas sucedieron.
Lo guié hacia mi vagina que ya estaba empapada y un poco sensible por el orgasmo anterior y comenzó de otra vez ese sexo tan salvaje que tanto me había gustado.
Nuevamente estaba gimiendo de placer.
Bari jadeaba en mi nuca, sus patas delanteras fuertemente aferradas a mi cintura, su miembro crecía y se movía dentro de mí.
Su lubricación goteaba de mi vagina.
Y yo lo veía todo desde mi espejo.
Cuando Bari se detuvo, usé su pene para masturbarme y fue la primera vez que tuve un orgasmo con él dentro de mí.
En la mañana siguiente, de nuevo ese sentimiento de culpa, pero esta vez era menor, y cada vez que teníamos sexo se reducía más y más, y en algún momento desapareció por completo de mi mente.
Y yo disfrutaba mucho hacerlo con mi mascota.
Solo lo hacíamos en mis días seguros hasta que por fin en una clase de biología una maestra hablaba sobre reproducción interespecie mencionó que un conejo no puede preñar a un gato, un ave a una serpiente, UN HUMANO A UN PERRO NI AL REVÉS.
Fue como si me dieran la mejor noticia de mi vida.
A partir de entonces eran pocas la noche en que no teníamos relaciones sexuales Bari y yo.
Por ejemplo cuando tenía mi periodo, o cuando había fiesta en casa, o en ocasiones que tuve que desvelarme haciendo tarea o estudiando.
Cada vez éramos más hábiles, por ejemplo, dejé de usar la mano guía excepto para prevenir que me metiera el nudo, aprendí a darle sexo oral después de que me penetraba y quedaba hinchado su pene, parecía que m vagina se había amoldado a su miembro, si al principio sentía extraño ahora era como si fuera lo normal.
Para entonces decidí dejarlo que me abotonara y fue de lo más especial.
Fue una noche que solo estuvimos él y yo en la casa.
Mis papás y mi hermano fueron con unos tíos en provincia.
Yo mentí para que me quedara sola en la casa para entonces tenía 17 años.
Primero tuvimos sexo oral como toda las noches, cuando me pedía que me montara pensé “Es ahora o nunca”.
Tenía ambas manos en el piso cuando entró en mí sin ningún problema.
En el momento en que sentí que se hinchaba tuve el impulso de usar mi mano, pero no lo hice.
Entonces noté que me penetraba más profundo, si antes tocaba mi cérvix, ahora lo empujaba.
Sus patas traseras chocaban con mis nalgas haciendo un sonido como si palmearan, sentí una presión en la entrada de mi vagina además de que me sentía más llena.
Bari se detuvo y comenzó a temblar, nunca antes había hecho eso, era como si también estuviera teniendo un orgasmo.
Estiré mi mano y pude tocar mi vagina hinchada y el nudo bien metido en mí.
Bari trató de bajarse lo cual me causo dolor.
Lo acaricié y sostuve una de sus patas delanteras para que no intentara moverse más.
Ya quieto podía sentir que estaba eyaculando, incluso pude notar que mi útero se había llenado de esperma de perro.
Desde mi posición vi la hora, estuvimos pegados un poco más de 17 minutos.
Mis rodillas me estaban matando, quería masturbarme pero no quería soltar la pata de Bari cuando empezó a escurrir su esperma por mi vagina.
Lo solté y salió sin problemas, ya se estaba deshinchando.
El esperma que salió de mi era el doble de lo que estaba acostumbrada.
Mi vagina se había dilatado un poco y eso fue suficiente para que me excitara de nuevo y me masturbara.
Wow! Que recuerdos! Besos a todos!
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