Mi tercer encuentro con la Zoofilia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por AngieZoo.
Después del abotonamiento con Bari, yo me consideraba una zoofilica.
No como un fetiche o perversión, sino como una Preferencia Sexual.
Al igual que los Heterosexuales o los Homosexuales.
Lamentablemente hay muy pocas personas con mente abierta o poco nivel de aceptación.
Así que decidí mantenerlo en secreto y a la fecha no se lo he confesado a nadie que conozca personalmente como familiares, amigos o exparejas.
Entonces cumplí 18 años y terminé mi educación media-superior.
Fue momento de decidir que voy a hacer el resto de mi vida, a que me voy a dedicar, de que voy a vivir.
No tenía intención de permanecer con mis padres hasta los 30 años como el mexicano promedio.
Me tomé un año sin estudiar y me puse a trabajar para ver qué es lo que me gusta.
Probé varios trabajos, unos buenos, otros no tanto.
Fue cuando intenté en el magisterio y me gustó.
En esas fechas Bari pescó un resfriado que después se volvió pulmonía y falleció en la veterinaria donde lo atendían.
No saben cuánto lloré por ese perro.
Mis padres y hermano también lamentaron mucho su muerte pero no tanto como yo.
Lo incineramos y con el dinero de mis trabajos compré una placa con la leyenda "No puedo prometerte estar contigo toda tu vida, pero si puedo prometerte que te amaré toda mi vida".
Metimos sus cenizas en una cajita metálica dentro de una vitrina y la plaquita al frente.
Actualmente ahí se encuentran todas las mascotas que he amado.
El trabajo hizo mi dolor llevadero, después de un tiempo comenzaron a hablar de adoptar otra mascota.
Yo sugerí adoptar una mascota de un albergue pero mi hermano quería un pastor alemán.
Ambas opciones fueron aceptadas.
Yo fui a buscar en las veterinarias cercanas hasta que encontré un perro mezcla galgo y pastor alemán, era alto y delgado, tenía aproximadamente medio año de vida.
Lo nombré Alberich.
El mismo día llegaron mi papá y mi hermano con un cachorro mitad pastor alemán, que llamamos Penrril.
Ambos machos.
El Flaquito (así le decía a Alberich) era mayor y comencé a entrenarlo de manera básica.
A sentarse, dar la pata, suplicar, etc.
Penrril prestaba poca atención pero eventualmente lo entrené también.
Cuando pasó medio año, Alberich estaba por fin entrando en edad sexual, había crecido y era muy bien portado, decidí "darle su premio".
Lo llamé una noche, el problema era que Penrril lo seguía a todos lados, si solo dejaba pasar a uno, el otro se quedaba afuera chillando o rascando la puerta.
Tuve que hacerlo pasar pero la tarea fue completamente imposible, porque se ponían a jugar y yo desnuda y sin saber qué hacer.
Lo intenté la segunda noche pero la presencia de Penrril no dejaba que Alberich se concentrara en mí.
¿Qué hacer? Tuve que esperarme 2 semanas a que me dejaran sola en la casa por un par de horas.
Mi papá trabajaba todo el día, pero usualmente estaba mi mamá.
Mi hermano tenía práctica de soccer y quería llevar a Penrril para enseñárselo a una amiga.
Mi mamá aprovecho para ponerle una vacuna triple.
¡Por fin solos! Alberich me siguió a mi cuarto.
Hace mucho que no sentía esa emoción, ese nerviosismo, la boca seca, las manos sudorosas, el corazón a punto de salirse.
Comencé por ofrecerle mi vagina, Alberich en un principio parecía no hacer caso, pero comenzó a lamerme y yo estaba en el paraíso.
Después de que murió Bari no tenía como descargar mis ganas de sexo excepto con masturbación, una de las cosas que compré cuando comencé a ganar dinero fue un dildo.
Si bien me ayudó en algo, no es lo mismo que tener un amante de verdad.
Estaba muy excitada que el primer orgasmo me llegó muy fuerte, casi me desmayo.
Entonces vi que el miembro de Alberich comenzaba a asomarse.
Le dije “Vamos a ver, que tenemos aquí”.
Lo masturbé con mi mano, el perrito empezó a moverse y se sobreexcitó.
Trató de montarme pero yo estaba hincada a su lado, él me agarró de costado, subió ambas patas a mis hombros, con su peso casi me derriba y puse una mano en el piso y con la otra traté de sostenerlo, pero él pasó sus uñas por mi cuerpo una pata por mis pechos y la otra por la espalda arañándolos y dejándome un pezón sangrando.
Afortunadamente estaba sola porque grité de dolor.
Alberich debió intuir que hizo algo malo porque de inmediato tomó una actitud muy sumisa, como si quisiera disculparse.
Le di besos y le dije que fuera más gentil y pareciera que me entendía porque nunca más me volvió a arañar.
Decidí dejarlo montarme aunque no terminé de masturbarlo, Alberich le costaba trabajo montarme, lanzaba chillidos de frustración, se subía por un hombro, por mi cabeza.
Tuve que sostener sus patas traseras y acomodarlas en mi cintura.
Ya que estaba en posición movía su escroto cerca de mis labios pero no le atinaba, sentía la punta humeda de su pene picar mis nalgas, mi espalda.
Entonces sostuve su pene y lo dirigí a mi entrada y ¡Bam! Comenzó a copularme.
Durante toda mi relación con Bari tuvimos sexo nocturno, yo evitaba emitir sonidos por miedo a que me descubrieran, pero esta vez estaba sola y por fin con un macho llenando mi sexo.
Estaba gimiendo y mis pechos ya más grandes se agitaban, sonreía del gusto.
El pene de Alberich era diferente, era más corto pero lo sentía más grueso.
Sus embestidas casi parecían tímidas, no era tan salvaje y rápido, sino menos fuerte.
Sentí su nudo ya adentro y comenzó a crecer y crecer, pensaba “Ya nos atoramos” pero creció un poco más.
Empecé a sentir un dolor que no había sentido antes, un dolor muy rico.
Su nudo era más grande que el de Bari y estaba estirando mi interior al límite.
Con mi mano toqué mi vagina y se sentía muy hinchada.
Sostuve una de sus patas delanteras para que no se moviera, pero no fue necesario.
Alberich no se movía de su sitio, estaba jadeando y soltando chorros en mi interior tratando de preñarme.
Cada vez que me abotonaba con Bari me acomodaba sobre unas almohadas pequeñas para mis rodillas, después de un rato comenzaban a dolerme.
Qué bueno que lo hice porque el nudo de Alberich casi duro media hora en deshincharse.
Cuando salió, pude sentir chorros de esperma dentro mí y mi vagina estaba muy adolorida.
Tomé mi consolador y me masturbé aún con el esperma lubricando mi interior.
Así tuve un nuevo amante, pero no descartaba a Penrril como segundo amante.
¡2 perros para mí! En una ocasión que Alberich trataba de penetrarme accidentalmente me atinó en el ano.
¡Wow! En un solo empujón me lo metió todo, casi grito del dolor.
Yo estiré una pierna hacia atrás y se salió, pero logró darme como 3 embestidas y me gustó esa sensación aunque dolió mucho.
Me puse a investigar sobre el sexo anal.
Ya más crecido Penrril y en edad sexual traté de no cometer los mismos errores de antes.
Le puse calcetas en las patas, esta vez me aseguré de ver que tan grande era su nudo.
No era tan grande como el de Alberich pero si era muy fuerte, de hecho se veía más corpulento que el Flaquito.
Entendió muy rápido como penetrarme, me costó menos trabajo que antes y me penetro muy rico.
Su pene era largo, no tan grueso, el abotonamiento no me dejó adolorida de hecho se salió.
Me causó dolor pero aproveché para darle sexo oral mientras me masturbaba.
Poco tiempo después me quedé sola en casa quise tener sexo con los dos, grave error, Penrril por ser el más fuerte era muy posesivo y no dejaba al Flaquito acercarse, le gruñía y llegaron a pelearse por mí, como si fuera una perra en celo.
Sentí muy feo por Alberich que perdió la pelea, salió con una pata lastimada y solo nos observaba de lejos.
No hubo acción ese día, me dediqué a curar a mi perro y nunca pude tener un trio con ambos.
Desde entonces dejaba que uno me montara primero y el otro después el problema era que si dejaba a Alberich primero me dejaba la vagina muy sensible.
Tomé la decisión de entrenar mi ano para Penrril.
En ese tiempo me hice amiga de una chica que trabajaba en una tienda de aparatos sexuales y ella me aconsejó sobre los dilatadores de ano.
¡Qué excelente idea! Me lo ponía seguido para no tener tan apretado el ano, incluso me lo ponía cuando tenía relaciones sexuales con Alberich para prevenir que me penetrara por el ano de nuevo.
Por fin iba a tener sexo anal.
Dependiendo de lo que sintiera iba a abotonarme o no.
Alberich estaba lamiéndose el pene afuera de mi recamara.
Hice pasar a Penrril que de inmediato se excitó.
Me lamió mi vagina que estaba sensible y me quité el dilatador que llevaba puesto en el ano.
Lo abracé y le dije “Vas a ser el primero”.
Me puse en 4 patas y me montó en seguida.
Usé mi mano para guiarlo y que no penetrara mi vagina.
Nos tomó algunos intentos pero lo logramos.
Me penetró fuerte y rápido, el dilatador funcionó de maravilla porque no me dolió, estaba lista para sacar el nudo pero mejor lo dejé, a los pocos segundos sentí que ya estábamos abotonados y él seguía dándome unas embestidas deliciosas.
Pude ver mi cara de lujuria frente a mi espejo.
Podía sentir su miembro moverse en mis entrañas y se detuvo.
Yo estaba examinando mi trasero con la mano cuando sin avisar Penrril se trató de bajar.
No sé si la posición era incómoda para él o porque era la primera vez que no sostuve sus patas delanteras.
El movimiento me causo algo de dolor.
Pasó una pata por encima de mis nalgas, eso sí dolió creí que se quería zafar, pero entonces vi en mi espejo que estábamos abotonados trasero con trasero.
¡Qué delicia! Me masturbé con Penrril pegado a mí descargándose.
Duramos cerca de 20 minutos pegados.
Me quedaron adoloridos ambos orificios pero había dado un paso más en la zoofilia, con mis perritos que amaba mucho y además yo fui quien les quitó la virginidad.
Desde entonces normalmente Penrril me hacía sexo anal o vaginal y Alberich sexo vaginal.
Este último nunca me hizo sexo anal, por el tamaño de su nudo, me daba miedo que me lastimara.
Gracias por sus amables comentarios.
Hasta el siguiente relato
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